Érika Montecinos, periodista chilena: «Hay que usar la palabra lesbiana, que para nosotras es política»

1.797

Por Javiera TapiaTodo lo que conocemos sobre la memoria lésbica en Chile es solo gracias a su propia comunidad. Una de las muchas mujeres que ha trabajado durante más de quince años por preservar y seguir contando esos relatos para evitar que se olviden es la periodista Érika Montecinos, creadora en el 2002 de Rompiendo el Silencio, la primera revista digital para lesbianas en Chile, con la que una nueva generación de mujeres pudo leer lo que los medios tradicionales nunca quisieron mostrar. El proyecto ha cambiado con los años, pero lo importante sigue ahí. La memoria.

Desde el 2015, el 9 de julio se conmemora el Día de la Visibilidad Lésbica en Chile. Una fecha que las organizaciones lesbofeministas definieron a partir de dos hechos importantes para su memoria, su historia. Por una parte, la fundación del Colectivo Ayuquelén (en mapudungún <<la alegría de ser>>), primera organización lésbica, fundada en 1983 en plena dictadura y otro que ojalá nunca hubiese sucedido: el asesinato de la escultora Mónica Briones, en 1984. Hoy, durante la mañana del 9 de julio del 2019, diversas organizaciones se unieron para solicitar al Consejo de Monumentos dedicarle un memorial, en la esquina de Irene Morales y Merced, el lugar de su muerte, a metros de Plaza Italia.

¿Qué sabemos de la historia de la comunidad lésbica en Chile? Muy poco. Pero lo que sí sabemos es solo gracias a los esfuerzos que ellas mismas han hecho por visibilizar su historia y mantener vivos esos relatos. Una de las muchas mujeres que ha tomado esa misión de manera consciente es Érika Montecinos, periodista y fundadora allá por el 2002 de la revista Rompiendo el Silencio, la primera publicación digital dirigida a lesbianas.

Si no naciste en democracia probablemente tus recuerdos de la ciudad a fines de los noventa sean más vivos. Y si recorrías el centro de Santiago, probablemente puedas recordar los afiches que se pegaban en las calles que decían “lanzamiento de Rompiendo el Silencio”. En discotecas también podías encontrar autoadhesivos pegados en el baño. A pesar de ser una revista digital, las estrategias de difusión seguían siendo las tradicionales, debido a lo incipiente del uso de internet. “Había que hacer un trabajo de joyería con la difusión. Afiches, volantes. No habían redes sociales. Yo en ese tiempo no tenía ninguna especialización, estaba egresando de periodismo y en mi primer trabajo como periodista y sí, me daba cuenta que estaban en auge los diarios electrónicos y ahí me inspiré para crear esa página”, explica Érika.

“La idea era un poco emular un diario electrónico pero dirigido a la comunidad lésbica, con reportajes y entrevistas. Había un trabajo de contenido original y de primera fuente, reporteábamos y sacábamos las fotos. Se mantuvo muchos años así la revista, hasta que pasó al formato de papel. La distribuimos de Arica a Punta Arenas y también llegaron a las capitales de Argentina, Colombia y México”.

Rompiendoelsilencio.cl en el 2002

El nombre vino de otro espacio en el que participó Érika anteriormente. Radio Tierra fue, sin lugar a dudas, otro hito fundamental para la historia de las disidencias en Chile. “Yo era una estudiante de periodismo y fui a ofrecer ese espacio al Amazonas, el programa que conducía la Marlore Morán, una activista histórica. Pasaron muchos por Radio Tierra, estaba ese programa El Triángulo Abierto, estuvo Lemebel, Víctor Hugo Robles… Con la luna en el Ombligo también era un espacio súper lindo, de poemas lésbicos”.

«Esos no son periodistas»

A través de Rompiendo el Silencio, una nueva generación de mujeres pudo conocer parte de la memoria lésbica de Chile a través de internet. Qué era Ayuquelén, quiénes fueron las que pelearon desde esa vereda contra la dictadura. También informaron por primera vez sobre la violencia de los inspectores del Liceo Carmela Carvajal hacia las alumnas lesbianas y le dieron seguimiento al caso de la jueza Karen Atala, a raíz del juicio iniciado por su ex marido por la tuición de sus hijas.

Érika coincide con la idea de que desde un amplio sector del periodismo nacional está muy mal visto al o la periodista activista, una reflexión que nace desde la idea anacrónica -para algunos también inocente, para otros, maliciosa- de la objetividad en el periodismo. “Yo trabajé en La Nación Domingo donde mi jefe era Mirko Macari y recuerdo que él me decía ‘esos no son periodistas’, porque sí, algunos tienen esa consigna de que nos estamos jugando por una causa y que el periodista activista no es un periodista de verdad”.

“Hay caminos y caminos. Yo estuve del otro lado y opté por este al final. Ningún lado es peor que el otro, son opciones no más y yo me cansé de esa otra vía. Yo también fui reportera, era súper buena reportera, investigué, tuve temas en portada, pero me cansé del periodismo denuncia y que si bien una podía hacer un aporte, siempre me tiraba este lado. Siempre terminaba pensando que desde este lado había que hacer algo, porque veía que, desde mi conciencia feminista y mi orientación sexual también, lo lésbico estaba mas invisibilizado y desvalido, en el sentido de que no tenía las redes, era algo siempre más maltratado por ser mujeres. Y yo veía que en los medios los editores y los jefes eran hombres. Todo eso me terminó cansando y pensé en por qué no hacer nuestros propios medios con una perspectiva feminista, algo que antes era muy mal visto”.

“Yo hice un reportaje, por ejemplo, para La Nación Domingo que yo creo que fue el primero en su tipo, en el 2004, que se llamaba Yo aborté. Ahí entrevisté a mujeres que contaban sus historias sobre aborto. Fue de los primeros en los que se habló a calzón quitado sobre el aborto y casi me lo censuraron, no me lo querían publicar. Dentro del equipo habían algunas periodistas mujeres, que se oponían, porque no podían creer que haya habido otras que hubiesen abortado y lo dijeran. Casi me lo bajaron pero al final fue publicado”.

En el 2011 apareció una nueva idea de programa vía streaming. Se trataba de Rompiendo la tv. “Después se dio un proceso muy interesante, que comenzó con el movimiento estudiantil. Aparecieron nuevas organizaciones sociales desde la diversidad sexual, como Fundación Iguales. En el 2012 Pablo Simonetti estaba como vocero y circularon todos estos voceros gays por todas partes. Amigas feministas me decían ‘oye y las mujeres lesbianas ¿dónde están?’y yo siempre había pensado en hacer una organización, pero nunca me había atrevido por prejuicios y también por experiencia, porque yo había participado en algunas y siempre quedaba la embarrada. Así que traté de mirar más allá de esos miedos y, en realidad, empecé a ver la necesidad de que hubiese una organización que trabajara en manera similar a los chicos gays, que es trabajar en incidencias y desde lo lésbico”.

“Justo en ese tiempo, que era época de elecciones presidenciales, una amiga de OTD (Organizando Trans Diversidades) me contó que en el comando de Michelle Bachelet había una comisión de diversidad sexual en la que solo habían hombres. Y me di cuenta que habían muchos temas que se le estaban poniendo como demandas a la candidata, matrimonio igualitario, ley de identidad de género, cosas super buenas, pero algo específico con la realidad de las mujeres no había. No había nada. No habían políticas públicas dirigidas a las lesbianas. Entonces ahí exigí que lo incluyeran. De ahí a que lo cumplieran, jajaja”.

Y fue al ver esa realidad que Érika, explica, encontró toda la motivación. “Había que hacer una organización que trabajara en incidencias. Pensaba que de lo contrario íbamos a seguir eternamente relegadas, porque los gays nunca se van a preocupar de esas cosas y, si estamos en sus organizaciones, nunca van a ser prioridad. Entonces, empecé a llamar a las amigas que conocí en la revista para plantearles esto. No muchas engancharon, porque este es un país super despolitizado y porque además el movimiento lésbico siempre ha sido algo que va y viene, en el que a veces hay mucha organización y luego no. Reconozco muchas buenas experiencias, a a compañeras históricas, pero en ese momento en que yo lo quería armar, justo estaba todo fragmentado, habían muchas independientes, otras desde el feminismo radical y no había una orga trabajando en incidencias. En el 2014 sacamos la personalidad jurídica. Y mantuvimos el nombre, porque era simbólico.

En el 2017, Rompiendo el Silencio anunció un nuevo proyecto. Se trataba de un centro de documentación que albergara todo el archivo que ya tenían y que fuera posible conseguir. “Ese es un sueño largamente añorado. Todos estos años con la revista fui juntando muchas cosas. Cuando la revista salía en papel las editoriales me mandaban libros, fui a muchos encuentros internacionales y me traje un montón de cosas y, claro, yo también como buena periodista fui recolectando recortes de prensa, de casos, por ejemplo de la jueza Karen Atala. También muchas tesis de chiquillas que me las regalaban y están ahí. Entonces, yo dije que eso no lo iba a tener guardado para mí. Además, una librería nos hizo una tremenda donación de libros feministas y así lo estamos armando”.

Iniciativas para conocer nuestra historia, en general, no son muchas en Chile. La oficial se ha comido la gran parte de las iniciativas que existen para contar otros relatos. Y sigue con hambre. Pero existen otras voces también tienen fuerza y la sacan desde la asociación y lo colectivo. Otro ejemplo es la Casa de la Mujer Margarita Pisano, Espacio para un cambio civilizatorio. Una residencia ubicada en el barrio Bellavista que guardaba un deseo de Margarita para después de su muerte. Que sus compañeras que la sobrevivieran la convirtieran en un espacio de encuentro y debate. Ese lugar, que sirve como punto de refugio y discusión -de compañerismo- también tiene una biblioteca, que se nutre de la colección de libros de esta feminista histórica y que están disponibles para su consulta.

“Sí, la casa de Margarita. Es sumamente importante que hayan centros de documentación. A nosotras nos invitaron al lanzamiento, a Margarita la entrevisté varias veces y son unas conversaciones de otro mundo. A mí me consta que todos sus libros son espectaculares. Su biblioteca es gigantesca. En nuestro centro tenemos diversidad de libros, también, desde teoría queer hasta novelas lésbicas y revistas internacionales lésbicas de cuando se soñaba con algo así en Chile. El nuestro no es el primero. Antes hubo otro centro de documentación, el del Bloque Lésbico, que estaba en Recoleta. Eso fue donado al Archivo Nacional, porque lógicamente todo esto queda en poder de las organizaciones. Era material sumamente importante. Ojalá que si un día nos desarmamos, pueda ir a una organización que se haga cargo de todo eso”.

En julio del 2018, se dio a conocer el estudio Ser Lesbiana en Chile, realizado por Rompiendo el Silencio, con una consulta a mujeres a lo largo y ancho de Chile continental y peninsular. Y se arrojaron algunos datos que solo refuerzan lo que vemos día a día. Un 75% de las participantes del estudio indicaron haber sido acosadas por su orientación sexual. Solo un 35% de ellas aseguró haber hecho visible su orientación sexual en todos los ámbitos. Por otra parte, el 27,7% perciben ingresos económicos menores de 276 mil pesos, el 68% declaró no haber recurrido a realizar el PAP por miedo a la discriminación y un 40,3% señala haber sido obligada a recibir “atención en salud mental”. Discriminadas, violentadas, empobrecidas e invisibilizadas.

Todos los proyectos en los que se embarque Rompiendo el Silencio a través del tiempo y muchas otras organizaciones lesbofeministas están cruzados por una idea esencial: mantener la memoria. “Es que no se puede borrar todo así no más. Siempre van apareciendo organizaciones nuevas y, es un defecto que tienen los jóvenes, lo sé, porque lo tuve yo también, hice lo mismo: creer que con una se inicia todo. Pero siempre hubo compañeras y hermanas, mucho antes, que dieron la cara en tiempos más difíciles que nosotras. Dar la cara en los noventa sí que era complejo. Y hubo mujeres que hicieron cosas, que levantaron movimientos. Esa historia no se puede borrar”.

Para acercarse, entonces, a la memoria, Érika cree que tiene que haber un sentido de responsabilidad propia, además de la colectiva. “Hay que hacerse responsable de seguir contando esto. Que entre todas vayamos rescatando esa memoria. Mientras tengamos vida, ir a los foros, hablar de esto una y otra vez a pesar de haberlo contado un millón de veces. Cuando chiquillas nuevas ingresan a la agrupación les hacemos una reunión informativa y ahí les contamos la historia y ellas, más jovencitas, quedan sorprendidas. Hay que seguir con esto. Nuestro centro de documentación también es un rescate a la memoria y tener diferentes iniciativas, como por ejemplo, la Semana de la Visibilidad Lésbica, que hacemos con muchas otras colectivas. También es un rescate a la memoria. Ahí volvemos a contar la historia”.

“Tiene que ser responsabilidad de todas mantener esta memoria. Muchas veces nos quedamos en los laureles, no lo puedo desconocer, y empezamos a retroceder. Ha sido una gran lucha el tema de la visibilidad, es una lucha diaria, sobre todo con los medios de comunicación, porque siempre tenemos que estar inventando estrategias para que se sepa lo que está sucediendo. Hablar de mujeres lesbianas cuesta menos, pero todavía sigue costando. Y hay algunos compañeros gays que tienen la conciencia de también mencionarnos, porque hay que usar la palabra lesbiana, que para nosotras es política”.

Más notas sobre el tema