Debate electoral entre presidenciables – El Periódico, Guatemala
Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.
El debate electoral es una suerte de debate político mediante el cual los candidatos a cargos de elección popular, en un plano de igualdad de condiciones, confrontan sus posiciones ideológicas, sus visiones estratégicas en materia económica, social, política y cultural, sus propuestas y ejes programáticos, así como sus diferentes puntos de vista o enfoques en torno a la coyuntura nacional.
A través del debate electoral, la ciudadanía se informa sobre lo que cada candidato plantea, así como sobre las similitudes y diferencias entre los contendientes, así como sobre cómo abordarán al ser elegidos la problemática nacional e internacional, tanto de carácter estructural como coyuntural. Los “indecisos” son los mayores beneficiados de estas discusiones o choques de exposiciones sobre diferentes temas entre los candidatos, porque pueden despejar dudas, confirmar sus preferencias e, incluso, cambiar o redefinir su intención de voto.
La capacidad de debatir de los candidatos es determinante en el juego político, porque, a través de ella, se acredita la solidez, firmeza, convicción, carácter y posibilidad de defensa de los planteamientos y proyectos de los competidores políticos, así como su verdadera pretensión al hacerse del poder político. Por el contrario, el candidato que rehúye el debate electoral demuestra que no puede defender, con suficiencia y convicción, su visión, misión, objetivos, estilo de liderazgo, metodología, plan de trabajo, rendición de cuentas y su grado de compromiso.
El debate electoral es fundamental para la democracia institucional, porque, a través de él, se alienta la transparencia política, el pleno ejercicio de la libertad de expresión de ideas y el diálogo efectivo entre los políticos y la sociedad civil.
En la actual campaña electoral para la segunda vuelta, el electorado no ha tenido la oportunidad de presenciar un debate abierto, franco, respetuoso, profundo y amplio entre los dos candidatos presidenciales ni entre los dos vicepresidenciables que están compitiendo. Por el contrario, no se ha pasado de los dimes y diretes, de las imputaciones recíprocas y de las invectivas envenenadas.
La actual autoridad electoral, caracterizada por la mediocridad, la miopía y la insensatez, tampoco ha estimulado el debate electoral entre los candidatos. Se ha limitado a ser un testigo mudo e inútil, así como un desafortunado actor en lo que respecta a la restricción del libre juego de opiniones y de información relevante para los electores.
Los candidatos, al igual que en la primera ronda electoral, no pasan de comportarse como celebridades, sin despeinarse ni arremangarse por convencer, así como por defender y diferenciar sus propuestas. No quieren arriesgarse ni perder, sino que solo ganar a base de no tocar temas espinosos como la reactivación económica, la seguridad pública, el combate contra el crimen organizado, la migración, el desarrollo humano sostenible, el cambio climático, la lucha por la transparencia y contra la corrupción, la reforma del Estado, el fortalecimiento de las instituciones del sector justicia, la calidad del gasto público, el desmontaje del Estado clientelar, la erradicación de los monopolios y privilegios, el fortalecimiento del sistema de control del Estado, el desmontaje de la estructura de convenios colectivos de trabajo en el sector público, la adopción de un presupuesto programático, el endeudamiento público, etcétera.
De aquí a las elecciones que se celebrarán el próximo domingo 11 de agosto, deberían realizarse, por lo menos, tres debates entre los candidatos presidenciales (sobre seguridad y justicia, reactivación económica y calidad del gasto público) y dos entre los vicepresidenciables (sobre desmontaje del Estado clientelar y reforma del Estado), para que la ciudadanía los conozca interactuando y pueda determinar si son veraces, objetivos y preparados.