¿Colombia está de regreso a la guerra? Sobre las encrucijadas de la paz – Por Vera Grabe Loewenherz

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Por Vera Grabe Loewenherz *

Podemos tener una mirada fatalista o una mirada apreciativa del proceso de paz actual en Colombia. Ver únicamente las violencias que permanecen o se han reactivado; o ver los avances, no sólo de la implementación sino de lo que significa que hoy las FARC no estén en la guerra y  estén haciendo política legal.

Lo primero es que este proceso se ha desarrollado, firmado e implementado en un contexto complejo de polarización y de beligerante oposición de sectores políticos opuestos al acuerdo de paz.  La paz en Colombia no es un propósito que unifique al país, sino una bandera de disputa  y confrontación.

Tenemos un gobierno  con un compromiso con el desarrollo del acuerdo de paz entre tibio, intermitente e inexistente. Se expresa en la postura frente a la JEP y las decisiones en el Plan de Desarrollo en cuanto a financiación de los compromisos del acuerdo.  Sin embargo, es un gobierno obligado a manifestar su compromiso con la paz en los escenarios internacionales ante una la comunidad internacional que apoya y vigila el proceso.

Se habla mucho del incumplimiento de los acuerdos, pero, en medio de resistencias, obstáculos y oposición, las instituciones creadas por el acuerdo para la justicia, la verdad, reparación y no repetición, hacen su tarea. No a la velocidad deseada, pero están presentes. Es también posible porque existe una  sociedad civil  que las rodea, así como sectores políticos e instituciones vigilantes que han sido claves en la resistencia a la ofensiva del gobierno y sus aliados contra el acuerdo de paz.

Existen puntos del acuerdo aún más complejos de desarrollar que tienen que ver con temas estructurales como la reformar del campo colombiano, que no solo se tomarán tiempo sino que ante todo dependen de los intereses que se oponen y se manifiestan en las esferas políticas e institucionales.

Un punto clave y complejo del cual depende el éxito de los acuerdos es la reincorporación de los combatientes, no sólo por la amenaza de que se regresen a la guerra. Muchos de ellos no quieren retornar las armas, pero si requieren un tratamiento digno que les muestre que la paz vale la pena y que significa una vida con nuevas opciones y posibilidades. También los excombatientes resisten en muchas regiones, a pesar de amenazas y asesinatos de excompañeros suyos, pero de ellos poco se habla.  Porque las noticias giran sobre todo en torno a las disidencias y actores que siguen girando en torno a la guerra,articulada al narcotráfico.

Sin embargo, es un hecho histórico que las FARC están en la política legal.Tal vez no de la manera que ellos mismos soñaron, pero están.  Es importante ver alos antiguos jefes guerrilleros dar su pelea en el Congreso, y a mujeres excombatientes defendiendo los derechos de la mujer y su participación política. No es fácil para ellos estar en el escenario de la guerra política actual en Colombia, aguantar resistencias y ataques, e incluso llamar a sus antiguos compañeros a que retornen al proceso. Pareciera que amplios sectores de opinión y de la política no supieran diferenciar entre un guerrillero y un exguerrillero que ha dejado las armas; y que prefieren, como lo han dicho, verlos en el monte que disputando el escenario político en la legalidad.

Todos los días hay denuncias de asesinatos o amenazas contra líderes sociales en los territorios.  Sin embargo, las regiones que vivieron la guerra, saben lo que vale la paz. Las comunidades defienden el proceso, imperfecto y lento y en medio de las dificultades en que se está dando. Tienen miedo, pero también han superado muchos miedos porque se han empoderado. Suena paradójico, pero la denuncia de la situación de los líderes sociales y su visibilidad, no se hubiera dado sin el proceso de paz. No solo el proceso de las FARC sino el acumulado de paces que hacen parte del camino de la paz de Colombia y que dieron al país una Constitución que consagró derechos y mecanismos de empoderamiento ciudadano.

Hay otras violencias que afrontar y el tratamiento del narcotráfico sigue siendo un asunto sin resolver.  Pero no vamos de regreso al mismo conflicto de los últimos 60 años. Así sobrevivan expresiones guerrilleras, la guerra como opción revolucionaria está cancelada. Creer que la paz es el camino de las transformaciones, es un logro histórico.  El debate en torno a la vigencia o no de la lucha armada, que antes dividía a la izquierda, ya no aparece en tiempos de campañas y elecciones. Habrá otros temas que la dividen, pero este no. Todos somos conscientes hoy de que es mejor la paz más imperfecta a perpetuar las guerras y creer que son ellas las que nos llevan a la paz.

El futuro de los acuerdos depende en gran parte del debate político, de las fuerzas políticas y de las elecciones, regionales y locales.

Lo ideal es que el debate político fuese mesurado y que la política no fuese continuación de la guerra. Que los políticos fuesen menos partidos y más integrados. No me gusta que la paz hoy sea una bandera que se usa para polarizar, manipular y desafiar. Pero ¿acaso no es mejor esto que si la bandera fuese la guerra?

* Doctora en Paz, Democracia y Conflicto de la Universidad de Granada de España. Cofundadora y ex comandante de la guerrilla del M-19. Excongresista y Directora del Observatorio para la Paz.


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