Protocolos de atención: herramientas disponibles/desafíos ante un problema complejo – Por Nora Goren

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Por Nora Goren*

En la actualidad, nadie puede pasar por alto ni negar que el problema de la violencia machista es un tema que atraviesa nuestro cotidiano, ni hacerse el distraído al respecto;ni quelas acciones para brindar respuestas –ya sean estas individuales o colectivas– son múltiples y diversas, y abarcan un amplio abanico que va desde las que buscan una mayor justicia social hasta las que se resisten a su reconocimiento.

Ahora bien, ¿con qué herramientas cuentan las universidades nacionales argentinas?¿Qué alcances y limitaciones tienen los mecanismos que se implementan para enfrentar la violencia de género, reconocerla y combatirla? ¿Qué preguntas nos permitirán seguir transitando el camino iniciado?

Las Universidades vienen recorriendo un importante camino desde la conformación, en el año 2015, de la Red Interuniversitaria por la Igualdad de Género y Contra las Violencias, hasta su institucionalización, en 2018, en la Red Universitaria de Género (RUGE) dentro del Consejo Interuniversitario Nacional (CIN).Así, una herramienta que se viene promoviendo para abordar el problema de la violencia en las Universidades es la sanción delos protocolos para intervenir ante situaciones de violencia de género, que establecen pautas para prevenir, atender y sancionarlos casos que pudieran tener lugar entre profesores, alumnes y no docentes. No obstante, al día de la fecha, solo la mitad de las Universidadesdisponemosde uno.Bien sabemos de las complejidades que implica su formulacióny aprobación, así como de su centralidad en este momento histórico. Sin embargo, no perdamos de vista que, si bienlas normativas son necesarias e imprescindibles, por sí mismas no bastan para resolver un problema, y menos aún uno de la complejidad del que estamos tratando.

En este punto es que nos preguntamos con qué límites nos encontramosquienes pensamos en acciones desde las Universidades, cuando hablamos de “violencia de género” y no de “opresión contra las mujeres”. Pareciera ser que la primera da más cuenta de una situación dada, ya consumada, a la cual hay que darle respuesta;y la segunda, al entramado de relaciones que subyace a una desigualdad. ¿No es acaso que estamos en presencia del mismo giro lingüístico-político que tuvo lugar cuando se empezó a hablar de pobreza como hecho consumado y no como resultado de un conjunto de relaciones e instituciones sociales?Y que pensar en el entramado que subyace a las desigualdades de géneroen todas las dimensiones que le implica y las disputas y resistencias, puede hacernos recorrer un camino que cada vez nos vaya aproximando más al objetivo propuesto.

*Dra.en Ciencias Sociales (UBA), Magisteren Ciencias Sociales del trabajo y Licenciada en Sociología. Actualmente se desempeña comoDirectora del Instituto de Estudios Sociales en Contexto de Desigualdades de la UNPAZ.


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