La responsabilidad cívica de votar – El País, Uruguay

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Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.

En pocos días los ciudadanos estaremos eligiendo entre varios precandidatos de cada partido, al que queremos que llegue a la elección nacional del último domingo de octubre y eventualmente a la segunda vuelta a fines de noviembre.

El proceso, que arranca con las elecciones internas de este domingo y de ser necesario termina con la segunda vuelta, es uno de descarte que, para asemejarlo a una copa de fútbol como la que en este momento se juega en Brasil, implica una etapa en que todos participan, una segunda etapa en que los que no obtuvieron suficientes votos en la interna quedan descartados y apenas algunos pasan a la elección nacional, y para la tercera etapa solo participan los dos “finalistas”.

Por lo tanto, si bien es una interna en el sentido de que los adherentes a un partido deciden quien quiere que sea su candidato, termina siendo una forma de votación escalonada por la cual ya este domingo cada ciudadano irá determinando con quien quiere encontrarse en la recta final.

Por ser técnicamente una elección interna, no es obligatoria. Pero dada la incidencia que el resultado de este domingo tendrá en la instancia final, muchos ciudadanos sienten la responsabilidad de participar ya. Al menos sabrán que no fue por omisión suya, si las candidaturas por las que deberán optar en la última elección no son precisamente las que hubieran preferido.

Por eso importa hacer un llamado a la responsabilidad cívica, más allá de la obligatoriedad o no de esta votación. Concurrir a votar este domingo es una forma de no dejar que otros tomen decisiones que luego reducirán nuestras posibilidades en las siguientes instancias.

Despejada pues este primer paso electoral el domingo próximo, el país se prepara para una elección nacional que, en el contexto que vivimos, será crucial.

Importa recordar que en la elección nacional de octubre no solo se elige presidente, sino también la forma en que quedarán integradas las cámaras. Ahí estarán las personas que cada ciudadano votará como sus representantes. Determinar esa integración implica diseñar el mapa político sobre el cual girará el país en los próximos cinco años.

A estas elecciones se llega con un clima de cansancio oficialista. Los 15 años de gobiernos frentistas fueron desgastantes. Muchos de sus objetivos no se lograron. El lustro en que gobernó José Mujica, aun en ancas de un período de bonanza, fue quizás el más caótico desde que volvió la democracia.

Mujica nunca tuvo una agenda precisa, nunca marcó con claridad sus prioridades, fue cambiando sus objetivos de mes en mes, de año en año, con lo cual nada logró.

Quienes siguieron con atención su gobierno se dieron cuenta de que allí solo hubo una suma de desatinos y fracasos. Nada de eso pudo remontar en el siguiente período el presidente Tabaré Vázquez, cuya gestión está terminando en una anodina ausencia de autoridad, en una resignación fatalista. Para colmo, cada vez que sus personeros justifican errores o frustraciones, empeoran las cosas e irritan aún más a la población.

Por eso una de las buenas prácticas de la democracia es la llamada “alternancia”, la rotación de partidos en el gobierno, un cambio realizado por la vía de las urnas que no genera grandes traumas sino que es un saludable mecanismo de renovación.

Parece llegada la hora de esa alternancia, de cambiar, de dejar que entre aire fresco, de buscar mejores iniciativas para volver a dinamizar el país y sacarlo de su actual estado anestesiado.

Los diferentes partidos opositores han demostrado que están prontos para tomar la posta. Para la consulta de este domingo, los principales candidatos presentaron sus equipos y programas. También su disposición a conversar con quienes hoy parecen rivales, para llegar a un sólido gobierno de coalición, de ser necesario, donde habrá mucho para negociar pero donde es evidente que existe un mínimo terreno de coincidencias.

Este camino empieza el domingo. Es una manera de ver que peso tiene cada una de las corrientes y que prioridades están siendo marcadas por los votantes para tener en cuenta a la hora en que las diferentes corrientes se sienten a negociar.

Para saber en que está la gente, como vio cada una de las propuestas, con que consideración siguió a aquellos candidatos que se tomaron en serio el desafío, la gente debe expresarse. Tiene que hacer llegar su mensaje. Las elecciones internas del domingo son pues una primera ronda para que ese mensaje llegue. Y es responsabilidad cívica de todos, lograr ese cometido concurriendo a las urnas.

El País

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