Heteronormatividad tensionada: o de cuando trans y travestis ingresan a un centro de salud – Por Martín Boy

1.544

Por Martín Boy

*

La Ley de Identidad de Género N°26.743 aprobada en la Argentina en 2012 es la primera en el mundo que despatologiza a las personas trans y garantiza la gratuidad de los tratamientos específicos para esta población en la salud pública, obras sociales y empresas de medicina prepaga.Pero el acceso de travestis y trans al sistema de salud no goza de buena salud.Diferentes estudios demuestran que la relación entre población trans y sistema de salud fue y sigue siendo conflictiva. A mi entender, una de las claves para entender esta situación puede explicarse por el desafío que las identidades y corporalidades trans representan a las miradas heteronormadastan presentes en las instituciones.

Según Tin (2012), la heterosexualidad actúa como un imperio cultural invisible que se plasma en novelas, cine, música y cuentos infantiles que tienden a reproducir historias amorosas entre una masculinidad y femineidad. Tin (2012) plantea que la heterosexualidad debe ser concebida como una invención social (al igual que la homosexualidad) y como tal debe ser leída desde la dimensión del tiempo y la historia y no desde argumentos naturales que la asocian a la cópula y la supervivencia de la especie humana. Butler plantea quela matriz heterosexual “prexiste en nuestra cultura al deseo del individuo y contribuye de manera decisiva a fijar roles, identidades y modalidades del deseo” (2002). Berland y Warner (1999) sostienen que

“la heteronormatividad es algo más que una ideología o un prejuicio o una fobia contra gays y lesbianas; se produce en casi todos los aspectos de las formas y disposiciones de la vida social: la nación, el Estado y la ley; el comercio, la medicina y la educación; en las convenciones y afectos de la narratividad y otros espacios de la cultura” (Berland y Warner, 1999).

El imperio cultural de Tin, la matriz heterosexual de Butler y la heteronormatividad de Berland y Warner aluden a un mismo fenómeno: la naturalización de la heterosexualidad como destino inexorable. La heteronormatividad no se restringe a la heterosexualidad como orientación sexual obligatoria sino que también refuerza relaciones directas entre la corporalidad, la identidad social y los roles que las personas asumen.

La heteronormatividad como institución liga fuertemente mediante discursos científicos, de sentido común y hasta religiosos a una cierta genitalidad con una identidad de género o construcción identitaria. De esta forma, aprehendemos muy bien que los varones tienen pene y las mujeres tienen vulva, que ciertas profesiones y/o tareas, juguetes y colores tienen género y que, salvo que se indique lo contrario, las personas con quienes nos relacionamos son heterosexuales. Aquellas personas que no lo son, aún deben dar explicaciones. Las identidades de género trans rompen con los designios de la heteronormatividad: demuestran que las masculinidades engendran y paren, que las femineidades necesitan hacerse estudios de próstata, que el cuerpo no necesariamente se vive como una cárcel ni como una equivocación y que el lenguaje es binario y (re)productorde los parámetros de lo masculino y lo femenino.

Referencias bibliográficas

Berland, L. y Warner, M. (1999). Sexo en público. Fractal. Revista Iberoamericana de Ensayo y Literatura. Disponible en: https://www.mxfractal.org/F12berla.html (visto el 21/04/2019).

Butler, J. (2002) El género en disputa. Buenos Aires: Editorial Paidós.

Tin, L. G. (2012). “Introducción” y “Conclusión. En: La invención de la cultura heterosexual. Editorial El Cuenco de Plata.

*Director del proyecto «Población trans y acceso a la salud post ley identidad de género: avances y limitaciones en el Conurbano Bonaerense, 2018-2020». Investigador del IESCODE-UNPAZ/ CONICET/ IIGG-FSOC-UBA.


VOLVER

Más notas sobre el tema