Perú | Verónika Mendoza, excandidata presidencial: «Ojalá se cierre el ciclo de corrupción generalizada que aqueja al país»

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Entrevista a Verónika Mendoza, excandidata a presidenta de Perú

Por Pedro Brieger, director de NODAL

En las elecciones presidenciales del Perú en 2016 Pedro Pablo Kuczynski derrotó en la segunda vuelta electoral a Keiko Fujimori. Kuczynski tuvo que renunciar envuelto en escándolos de corrupción antes de llegar a la mitad de su mandato y Fujimori está presa desde noviembre de 2018. En dichas elecciones se presentó Verónika Mendoza que obtuvo el tercer lugar, a corta distancia de Kuczynski, y hoy lidera el movimiento Nuevo Perú. En esta entrevista con NODAL Mendoza analiza la compleja situación institucional y política de su país.

Los últimos cinco presidentes electos por el voto popular están involucrados en casos de corrupción. Nos referimos a Alberto Fujimori, Alejando Toledo, Alan García, Ollanta Humala y Pedro Pablo Kuczynski Algunos han pasado por la cárcel, uno de ellos, Toledo está en el exilio y recientemente García se suicidó. ¿Cómo se explica lo que sucede en el Perú?

Todos los expresidentes electos en democracia y junto a ellos sus exministros, viceministros, altos funcionarios, casi toda la clase política del Perú está involucrada y procesada por casos de corrupción. Y subrayo, porque se suele olvidar, a toda la clase empresarial tradicional. Las grandes empresas constructoras que eran referentes del modelo económico peruano también están siendo procesadas por casos de corrupción. El corrupto y el corruptor, el que dio y el que recibió. Ahora, lo que solemos decir en Nuevo Perú es que más allá de las responsabilidades individuales de cada persona lo que nos toca como organización política y como sociedad es tratar de entender a qué se debe esta situación. No puede ser solamente mala suerte o una maldición divina. Responde más bien a unas reglas de juego, a un sistema con el que funcionó el Estado en relación con el poder económico a lo largo de los últimos años. Es un sistema que promovió y permitió la corrupción generalizada. El desafío es, por un lado, garantizar que todas las investigaciones lleguen hasta el final porque los corruptos y mafiosos no descansan, siguen tratando de recomponerse y boicotean las investigaciones. Pero al mismo tiempo, debemos cambiar las reglas de juego porque sino podemos mandar a la cárcel a todos los corruptos y luego repetir la misma historia. Entonces, ese es nuestro principal desafío: cambiar las reglas del sistema político para que los peruanos no tengan que elegir en el 2021 entre los mismos partidos políticos mafiosos y corruptos. También hay que cambiar las reglas de juego de la economía, porque aquí se instaló la idea de que “la mano invisible del mercado” con la generosidad de los inversionistas, por lo general extranjeros, iban a resolver todos los problemas. A eso nos ha llevado esa mirada que tenemos que empezar a superar con reglas, con participación, con fiscalización a las inversiones.

¿Cómo impactó el suicidio de Alan García?

Sin lugar a dudas es un hecho que generó conmoción porque se trata, más allá de cualquier consideración política o jurídica, de una vida humana. Por otro lado, lamentablemente es un hito más en la larga trayectoria del señor Alan García evadiendo la Justicia. Ya en otras oportunidades tuvo denuncias por violación de derechos humanos y por corrupción que logró evadir yéndose a otro país, esperando que sus delitos prescribieran. En muchos peruanos ha quedado la sensación de que una vez más García huyó y no podrá asumir sus responsabilidades. Ojalá más adelante veamos este hecho como el momento simbólico en el que se cierra un ciclo de corrupción generalizada en el país y se abre un nuevo ciclo sobre la base de nuevas reglas de juego y de valores en donde lo que manda no es el poder dinero sino el poder de la gente. Tenemos que mirar para adelante y recuperar la democracia hoy secuestrada por lobistas y mafiosos en Perú.

En una entrevista televisiva durante la campaña electoral anterior un periodista le habló en francés, por su doble nacionalidad peruana-francesa, y usted le respondió en quechua desconcertándolo ya que no pudo responderle en quechua ¿Cómo explica lo sucedido?

Obviamente es algo que no tenía preparado. Sabía de la animadversión particular que tenía ese periodista con nuestra propuesta, pero no me esperaba que se pusiera a hablar en francés. Debe ser mi abuela, quechua hablante, campesina, que preparaba chicha y era partera de su pueblo que desde el cielo me sopló algunas palabras y me inspiró a decir esas frases en aquel momento.

Según el censo anterior estamos alrededor de los cuatro millones de quechuahablantes. Es una lengua viva, riquísima y que cada vez más se recrea y se actualiza. Existe la idea de que el quechua sirve para escribir el pasado, pero no se adapta a la modernidad de nuestros tiempos. No es tanto así, estamos frente a una producción cultural y artística creciente, hay teatro, poesía, rock que felizmente reivindican nuestra historia y nuestra lengua.

¿Alguno de los últimos presidentes peruanos habla quechua?

No, ninguno de ellos. Como digo, los pueblo indígenas y campesinos han sido completamente excluidos de la representación política y aun el día de hoy les es muy difícil participar. De hecho, ahora un tema de debate es cómo hacemos para que estos pueblos campesinos, quechuas, aymaras, tengan una mayor representación en los gobiernos locales, regionales y en el parlamento nacional. Como expresión lamentable de racismo profundamente arraigado en la sociedad peruana puedo contar que en la Asamblea Nacional de 2006-2011 dos parlamentarias indígenas quechuas ejercieron su legítimo derecho de expresarse en su idioma. Pero fue impresionante la discriminación, la burla y el desprecio del que fueron víctimas por parte de sus colegas congresistas. La prensa tampoco soportó la idea que en la “majestad del parlamento” dos personas se atrevieran a hablar quechua. Felizmente esos prejuicios y estigmas frente a lo indígena y lo quechua están empezando a cambiar, pero es todavía un desafío para nuestro país.

Y lo que pasa con la lengua pasa también en otros ámbitos. Por ejemplo, el sector productivo agrario tiene un enorme potencial en cuanto a productos agrícolas nutritivos de larga historia, 400 variedades de maíz, 4000 variedades de papa. Por un lado debieran ser motivo de orgullo; pero también debieran generar toda una cadena de diversificación productiva, industrialización en lo agroalimentario. Todo eso recién empieza a ocurrir ahora porque durante los últimos siglos y décadas aquello de origen andino y campesino era despreciado, era considerado alimento de los pobres. Entonces era motivo de orgullo consumir arroz y fideos, que sabemos que son mucho menos nutritivos que nuestra quinua, nuestra quiwicha y nuestro maíz. Entonces es importante constatar cómo los prejuicios culturales pueden impactar tan profundamente en la sociedad a nivel de representación política y a nivel de la economía. El gran problema es que no valoramos lo que tenemos por la herencia colonial que nos metió en la cabeza que éramos los pobres, inferiores e indígenas a colonizar. También porque hemos tenido una clase política que mira más a Europa que a su propio país y no tuvo ningún problema en rematar nuestros recursos.

Muchos economistas liberales toman al Perú como modelo porque ha mostrado crecimiento en los números macroeconómicos. Pero se habla menos de la pobreza existente. ¿Cuál es la situación real?

Es innegable que en los últimos años ha habido un crecimiento económico sostenido. La bolsa de valores de Lima era la envidia de muchos de nuestros países vecinos y sí es cierto que en términos estadísticos la pobreza se ha reducido, pero en los niveles de precariedad de la vida, de discriminación y de violencia no han mejorado. Efectivamente aquellas poblaciones que concentran la característica de indígena, rural y mujer son las que peor están. El nivel de precariedad es terrible. De toda la población económicamente activa, el 70 por ciento está en la informalidad. “cachuelea”; es decir, sobrevive con lo que puede, sin seguro de salud, sin la garantía de una pensión medianamente digna cuando llegue a la vejez. Ese porcentaje se ha mantenido estable a pesar del crecimiento, que se queda en las cifras macroeconómicas y en el bolsillo de los poderosos y de los corruptos.

¿Cómo ve la situación en América Latina?

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Con bastante preocupación por varios factores. Uno tiene que ver con la corrupción que toca a personajes políticos de distintos países y distintas vertientes ideológicas. Porque creo que, sin entrar en casos particulares, en términos generales más allá de la línea política, se siguió con este esquema de que el que manda es el dinero. El poder económico hace o deshace políticas, presupuestos o tiene importante influencia en este tipo de decisiones. Otro tema que me preocupa particularmente es el avance de estos discursos conservadores, misóginos, racistas, xenófobos, en todos los países de nuestra región. Me preocupa la manera como se está usando el miedo, sembrando el odio entre nosotros, sembrando el odio hacía el que es diferente, el migrante, el gay. Y me preocupa la posible escalada de este discurso y de este sentimiento. Creo que es un importante desafío para toda la región para quienes buscamos un cambio hacía mayor democracia, mayor justicia, mayor igualdad, podamos conectar con esos legítimos temores e incertidumbres que tiene la gente ante situaciones nuevas y podamos canalizarlos más bien hacía una lógica democrática, igualitaria y justa.


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