La economía de los cuidados en América Latina – Por Lucía Converti

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Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.

Por Lucía Converti*

En cuanto a desigualdad económica de género, hasta el momento hemos avanzado en realizar una caracterización[1] y cuantificación de la desigualdad en la región, analizamos la población femenina sin ingresos, su vulnerabilidad, características de su inserción en el mercado laboral, la existencia de una segregación horizontal y vertical, la brecha de ingresos entre hombres y mujeres, y avanzamos sobre el análisis del trabajo no remunerado que hace la mujer y la cuantificación de la cantidad de horas semanales de trabajo extra que tiene en comparación al hombre.

También se estudió el papel que asume la desigualdad de género dentro del sistema económico capitalista[2], permitiendo la extracción de un mayor plusvalor del trabajo no remunerado o del realizado por debajo de su valor.

Siguiendo con la discusión, en este informe se intentará hacer hincapié en por qué se origina esta desigualdad, cuál es el nudo que mantiene a más del 50% de la población femenina activa fuera del mercado laboral y qué rol debería asumir el Estado para cerrar esta brecha.

¿De dónde surge esta desigualdad?

Una de las características más importantes, sino la más importante, que distingue al sistema capitalista de los previos, se basa en la venta de la fuerza de trabajo de los seres humanos a cambio de un salario. A medida que el sistema fue asentándose, se generó la división sexual del trabajo, en la que los hombres llevaron adelante las tareas productivas en el mercado y las mujeres aquéllas relacionadas con la reproducción de la fuerza de trabajo y producción de bienes y servicios en el hogar[3].

En este punto, la cuestión social (reproducción de la fuerza de trabajo), se convierte en una cuestión privada. La producción en el mercado tiene como retribución el salario, mientras que la reproducción, que es considerada natural[4], no. La producción y el salario se tornan esenciales, mientras el trabajo doméstico se invisibiliza. El hombre provee con su salario los bienes y servicios necesarios para la familia y la mujer ejerce el cuidado del hogar, dependiendo del salario del hombre.

En adelante, la profundización y permanencia de estos roles entre hombres y mujeres derivaron en otras dicotomías jerarquizantes[5] en la relación de poder que se establece entre ambos géneros, como fortaleza vs. debilidad, razón vs. emoción/intuición, objetividad vs. subjetividad, y frialdad vs. sensibilidad que aún caracterizan, bajo este sistema patriarcal y binario en ciertos ámbitos, la dicotomía hombre – mujer.

Economía de los cuidados

A pesar de la masiva incorporación femenina al mercado laboral en los años ´60, por necesidad familiar o decisión personal, las tareas del cuidado del hogar y de la familia siguieron recayendo sobre las mujeres. Algunas familias pudieron contratar a otras mujeres para realizar las tareas domésticas, o para cuidar a los niñ@s y/o a los ancian@s y discapacitad@s, y las que no consiguieron acceder a ello, dejaron a esta población con las abuelas, hermanas o mujeres de confianza.

Sin embargo o, mejor dicho, por esta razón, aún hoy el 53,2% de las mujeres de América Latina en edad laboral, no se inserta al mercado de trabajo. La mitad de las mujeres mantiene el trabajo de cuidadoras sin salario; una gran parte de las que reciben salario trabajan de cuidadoras para otras familias; otra porción realiza un trabajo de cuidado indirecto (docentes, enfermeras, pediatras), y una porción mucho menor recibe salario por una tarea distinta a la del cuidado[6].

A su vez, la gran mayoría de las que tienen un salario, suman el trabajo de cuidado del hogar a la jornada remunerada, alcanzando más de 12 horas de trabajo diario[7].

Aún hoy, en el siglo XXI y con cierto avance sobre el desarme de las dicotomías jerarquizantes, esta división sexual del trabajo sigue siendo la base de la reproducción de las desigualdades económicas entre los hombres y las mujeres.

En este sentido, partiremos del análisis sobre trabajo doméstico. Este trabajo es el que recibe menor remuneración que cualquier otro trabajo (además de no contar con seguridad social). El mismo no puede ser comparado con un trabajo fuera de la casa porque es el de los primeros cuidados, el que cubre necesidades básicas, y económicamente no sería rentable para una familia si este costo superase el del trabajo fuera de casa. Si esta fuera la situación, uno de los adultos que compone el hogar (mayoritariamente la mujer) se retira del mercado laboral para quedarse haciendo las tareas del hogar.

En este caso, más allá de las razones de orden “natural” por las cuales es la mujer la que renuncia a su empleo para cuidar del hogar, se pueden enumerar otras:

  • Las mujeres pueden quedar embarazadas y estar meses ausentes del trabajo; por lo tanto, les cuesta más conseguir trabajo y lo hacen por menor salario.
  • Deben faltar al trabajo para cuidar a l@s hij@s o parientes enferm@s, lo que puede generar descuentos por presentismo o despidos.
  • Trabajan menos horas porque deben cuidar a los hij@s cuando salen del colegio y, por lo tanto, cobran menos
  • Son discriminadas por algunas de las dicotomías jerarquizantes y su salario es menor.

Como puede observarse, en esta secuencia se justifican la baja tasa de actividad laboral, el bajo nivel de ingresos, el mayor desempleo, el mayor subempleo, el menor nivel de salarios en general y la jornada laboral total de más horas (las remuneradas más las del hogar). Si aplicamos esta misma lógica a la posibilidad de que la mujer acceda a puestos jerárquicos que implican mayor atención, dedicación y horas, la segregación vertical encuentra también su razón en el rol social de cuidadora asignado a la mujer.

En este sentido, resulta de gran importancia, para ver el panorama completo, considerar la gran cantidad de familias monoparentales y su relación con el fenómeno de la feminización de la pobreza. En Colombia, 6 de cada 10 mujeres son madres solteras y sólo el 41,9% esta inserta en el mercado laboral[8]. En 2010 se consideraba que el 31% de estas mujeres se encontraba en la pobreza extrema[9].

El rol del Estado

La gran mayoría de los gobiernos latinoamericanos ha tomado como propia la Agenda 2030 que considera de gran importancia la reducción de la desigualdad de género.

Además de concientizar a la sociedad de que los hombres deben asumir la responsabilidad de la mitad de los trabajos de cuidado necesarios para la reproducción social, el Estado debe asumir las tareas de cuidado y garantizar igualdad de condiciones para el acceso al trabajo y de derechos entre hombres y mujeres.

En este sentido, existe experiencia mundial de aplicación de políticas tendientes a igualar las condiciones entre géneros. Por ejemplo, igualar los periodos de licencia por nacimiento de un hij@ entre madres y padres. Esto impide la distinción entre géneros para la contratación de personal. Esta medida fue recientemente adoptada en España[10], mientras en Latinoamérica la licencia por paternidad es relativamente reciente y mucho menor a la materna[11].

Ampliar la oferta de jardines “maternales” (para niños menores a 4 años) y residencias de cuidado para mayores estatales, es otra política dirigida a considerar el cuidado como un tema de Estado. En Brasil, Argentina y Chile se establece la obligación de contar con una guardería a partir de cierta cantidad de mujeres mayores de edad que se encuentren en un trabajo[12]. Sin embargo, esta disposición, raramente se cumple. En otros países, como Colombia, se han establecido servicios comunitarios de cuidado infantil que obtuvieron, por su importancia, financiación del Estado.

Los programas específicos de ayuda a la población mayor de 60 años, dirigidos al ámbito de la salud y al ámbito social familiar se establecen en Chile desde el 2003 como un servicio básico; en Uruguay desde 2005, sumando objetivos de formación y recreación; y en Argentina en forma de subsidios al transporte, promoción de centros de recreación y contención, además de una fuerte ampliación al acceso a la salud durante el período kirchnerista[13].

Por el contrario, la medida adoptada recientemente por el gobierno de Mauricio Macri[14] en Argentina, de quitar la posibilidad a las amas de casa de jubilarse, va en contra tanto del reconocimiento de la importancia del trabajo de la mujer en el hogar como de sus derechos, al mismo tiempo que descuida una gran parte de la población mayor, dejándola sin ingresos ni protección.

La posibilidad de que la mujer acceda al mercado laboral, lo haga en mejores condiciones, tenga igual salario ante igual trabajo y tenga igual tiempo disponible para el ocio que el hombre, depende del reconocimiento de la importancia de los cuidados para la reproducción social. Paradójicamente en situaciones de crisis[15] estas son las tareas que el Estado deja pendientes o sobre las que recorta presupuesto, y eso impacta directamente en la vida de las mujeres cuidadoras.

 

[1]               https://www.celag.org/la-desigualdad-economica-de-genero-en-america-latina/

[2]               https://www.celag.org/desigualdad-genero-sistema-economico/

[3]               Espino Alma,2010. Economía Feminista. Enfoques y propuestas.

[4]               Nelson Julie, 2004. “¿Estudio de la elección o estudio del abastecimiento? El género y la definición de economía”.

[5]               Rodríguez Enríquez, Corina 2017. Apuntes sobre Género y economía de los cuidados.

[6]               https://www.celag.org/la-desigualdad-economica-de-genero-en-america-latina/

[7]               Calero Analía, Dellavalle, Rocío, Zanino Carolina, 2015. Uso del tiempo y economía del cuidado.

[8]               https://canal1.com.co/entretenimiento/sigue-en-crecimiento-en-colombia-6-de-cada-10-mujeres-son-madres-solteras/

[9]               https://www.fucsia.co/edicion-impresa/articulo/la-realidad-de-las-madres-solteras-en-colombia/61855

[10]             https://www.pagina12.com.ar/184605-espana-extendio-la-licencia-por-paternidad-para-igualar-a-ho

[11]             Calero Analía, Dellavalle, Rocío, Zanino Carolina, 2015. Uso del tiempo y economía del cuidado.

[12]             Calero Analía, Dellavalle, Rocío, Zanino Carolina, 2015. Uso del tiempo y economía del cuidado.

[13]             Calero Analía, Dellavalle, Rocío, Zanino Carolina, 2015. Uso del tiempo y economía del cuidado.

[14]             https://diariofemenino.com.ar/mauricio-macri-abolira-la-ley-de-jubilacion-de-ama-de-casa/

[15]             Esquivel Valeria, 2016. La economía feminista en América Latina.

(*) Lucía Converti es licenciada en Economía por la Universidad de Buenos Aires. Miembro de la comisión de Economía y de la Dirección del partido Nuevo Encuentro–CABA, Argentina. Ha trabajado como jefa de gabinete de Presidencia del Banco BICE (2014-2015) y en la Dirección de Proyectos Especiales de la Autoridad Federal.

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