La Doctrina Monroe, en su laberinto venezolano – Por Jorge Dávila Miguel, especial para NODAL
La Doctrina Monroe, en su laberinto venezolano
Por Jorge Dávila Miguel
Las palabras del asesor nacional de seguridad John Bolton el pasado miércoles 17 en Miami subrayan que las promesas de Donald Trump al exilio radical cubano se están cumpliendo. Otra cosa es que se cumplan los propósitos de las promesas de Trump, que son que el gobierno de cubano “se caiga”. Pero la gente se entusiasma, vuelan las banderas y resuena la esperanza. ¡Donald va a hacer a América Grande Otra Vez y con ella a Cuba, a Venezuela y a Nicaragua! Los tres países juntitos serán grandes otra vez junto al presidente… porque TODO será grande con Trump.
Y Bolton también revivió ese día la doctrina de Monroe, la misma que Kerry sepultó en la OEA en el 2013. En qué tiempos vivimos. Las cosas mueren y reviven. Las cosas son y no son al mismo tiempo. Hoy uno es hombre, mañana puede ser mujer, y viceversa. En La Guajira colombiana se mueren los niños de hambre, pero como el gobierno de Duque es Uribista, es decir derechista, estarán de acuerdo con la doctrina de Monroe, que reza “América para los americanos (del norte del río Bravo)”. A La Guajira colombiana no le hace falta ayuda humanitaria a pesar de que hay tanta o más pobreza que en la vecina Venezuela, porque Duque está muy cerquita de Trump y algo de lo grande se le pegará automáticamente a La Guajira. ¡Ah!, aquel día 23 de marzo y Duque tan orondo, a punto de liberar Venezuela, con aquellos dos militares tan bien uniformados, uno colombiano, el otro americano. Jurando ante las cámaras del mundo “cumplir órdenes”. Pero las órdenes nunca llegaron, todo era un bluf. Duque, con esa cara siempre sonriente se parece a José María Aznar cuando se alió con G.W Bush para aquello de la guerra con Irak. Aznar mandó dos pelotones a la guerra y se pavoneaba como si fuera Churchill después de Normandía. Pero por lo menos Aznar mandó a alguien, Duque se pavoneó como Winston ante las cámaras, pero no mando ni un cocinero.
Y, por cierto, ¿dónde están los generales de Guaidó? Este lunes 29 al amanecer, en un nuevo “¡Hoy es el día!” nos dijo que estaba en la base de La Carlota, que estaba en contacto con las principales agrupaciones militares, que la mayoría del ejército lo apoyaba. En realidad, Guaidó estaba encima de una especie de puente, llamado de Altamira, con una decena de soldados y Leopoldo López en el background. López aseguró por su parte que había entrado a La Carlota. Pero tampoco era verdad. Los generales de Guaidó, hasta ahora, están en dos lugares: en el ejército que controla Maduro, y en esa prensa internacional que co-narra entusiasmada lo que sería la primera toma del poder virtual en el planeta.
La situación venezolana está estancada y roza la tragicomedia. Y es irresponsable confundir arengas con realidades; hechos con posibilidades. Los venezolanos que se lanzan a la calle arriesgando su vida, ya sean de uno u otro bando, no merecen que quienes los arengan les mientan. Y esto tanto para Nicolas Maduro, que habla de un golpe de estado inexistente, como para Juan Guaidó que pone su voz vibrante en algo que no puede cumplir. Y así, inventando generales y enconando batallitas, Venezuela puede continuar hasta que sus tristes días se conviertan en el elefante viviendo en la sala de la casa. Guaidó es hijo de Venezuela y ahijado del secretario de estado Mike Pompeo, que fue quien que le vendió a Trump que Maduro se desmerengaba en cuanto sonaran las trompetas de Cúcuta y Trump le creyó el cuento. Ahora le toca a Trump hacer grande de nuevo a Venezuela mediante sanciones económicas y las amenazas militares de John Bolton contra Rusia por tener un pie en Caracas y el otro en la cuenca del Orinoco.
Y Cubita la bella, ¿qué? Trabada como siempre entre magníficos mega planes económicos que no resultan, venerando la sacrosanta e ineficiente empresa estatal y explicando la ‘falta de liquidez’ que solo significa que no hay plata, pero más elegante. Qué lejano el tiempo de Obama, cuando todo sonreía, pero nos lamentábamos de que el imperialismo se nos colaba a través de la cocina. Qué lejano cuando todo era más amable y en el tema de las indemnizaciones le sacamos la cuenta al Tío Sam de que si Cuba le debía 8.000 millones, él le debía a Cuba 122,000. ¡Ah! qué tiempos aquellos, Mr. Trump. Pero resistiremos.
* Jorge Davila Miguel es columnista del Nuevo Herald y Analista Politico de CNN en Español