Con los vientos del Cordobazo. Una mirada retrospectiva – Por María Laura Ortiz

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Con los vientos del Cordobazo. Una mirada retrospectiva

Por María Laura Ortiz *

Este año se cumplen 50 años del Cordobazo, aquel estallido popular que el 29 de mayo de 1969 conmovió a la ciudad y al país. A pesar de sus bodas de oro, el hecho todavía está muy presente en la memoria colectiva cordobesa: se recuerda en canciones en canchas de fútbol, en graffittis callejeros, en actos políticos y gremiales. Aunque cada quien lo interpreta según sus propiasconcepciones y le otorga sentidos específicos, en general se lo recuerda como una efeméride, una imagen excepcional desprendida del contexto. Por ello en este artículo se propone recuperar una lectura histórica y  la mirada del proceso más que del hito y una mirada retrospectiva;es decir, partir de las consecuencias para descifrar las causas.

La represión a la «subversión» fabril

En la transición a la democracia la CONADEP publicó su informe Nunca Más divulgando masivamente las consecuencias de la represión instaurada por la dictadura cívico militar desde 1976. Según sus datos el 30,2% de los desaparecidos del país fueron obreros y, en el caso de Córdoba, esa cifra ascendía a 41,9%. A ello hay que sumar las ejecuciones sumarias que sucedieron en los meses previos al golpe de Estado, amén de los presos políticos, exiliados, insiliados y otras formas de persecución. La pregunta que surge de estos datos es ¿por qué la mayor parte de la represión se orientó a los trabajadores? Esto no tuvo que ver únicamente con que Córdoba era una ciudad eminentemente fabril, sino que dependió de la evaluación de los sectores dominantes que suponía que allí residía el foco de la «subversión». Así lo evidencia el Comandante del Tercer Cuerpo de Ejército, Gral. Luciano Benjamín Menéndez, cuando presidió una de las primeras reuniones de la Comunidad de Inteligencia regional frente a los principales jefes de Inteligencia de áreas militares y policiales de Córdoba. Su intervención exhortaba a sus correligionarios a profundizar las averiguaciones en los espacios considerados prioritarios: en primer lugar el gremial, ya que según decía, estaba más «predispuesto a ser captado para los fines de la subversión», mencionando además a otros grupos similares: los intelectuales e integrantes del Tercer Mundo.Esto sucedía antes del 24 de marzo de 1976, ya que en Córdoba el terrorismo de Estado se había empezado a instalar desde el Navarrazo.

En febrero de 1974 el jefe de la Policía Antonio Navarro encabezó un levantamiento que derrocó al gobierno provincialde Ricardo Obregón Cano y Atilio López. No sólo se trató de un reordenamiento político sino también sindical, ya que el mismo día del Navarrazo se realizó un Congreso normalizador de la CGT regional cordobesa.En él secerró el proceso abierto en los meses precedentes con la normalización de las 62 Organizaciones de Córdoba, y se otorgó toda la representación sindical a los peronistas ortodoxos, barriendo a los peronistas legalistas y combativos, como también a los independientes y no alineados. Aquellosdirigentes sindicales del peronismo ortodoxo, que en esos meses anteriores habían estado conectados con comandos peronistas que funcionaban como «patotas» atacando dirigentes y sedes sindicales y políticas de distintas vertientes de izquierda, a partir del Navarrazo ingresaron a la cúpula del gobierno provincial en importantes ministerios. Y durante toda la Dictadura fueron los únicos interlocutores legitimados del mundo obrero, participando en comisiones normalizadoras o evitando la intervención de sus propios sindicatos.

Los trabajadores clasistas

Y entonces, ¿por qué se equiparaba a los trabajadores y los sindicatos con la «subversión»?Córdoba había sido, en los años previos a 1976, la cuna del clasismo. En el sentido común el clasismo adjetiva una relación de clases, generalmente asociado a la preeminencia de la clase alta y a una discriminación hacia los sectores populares. Sin embargo, en nuestra historia reciente el término se afilió con un modelo sindical que se apropió del concepto pero en contraposición a aquel sentido: implicaba la defensa de la clase trabajadora y la oposición a la patronal.En la memoria social se asocia al clasismo con los sindicatos de Fiat de Córdoba y susocupaciones fabrilesal estilo «huelga salvaje», con los funcionarios en calidad de rehenes y tanques de combustible rodeando la planta para evitar que el ejército ingresara.

Efectivamente, desde marzo de 1970 en Fiat Concord los trabajadores se habían autoconvocado en asamblea para discutir los términos de un acuerdo que su sindicato estaba a punto de firmar con la patronal sin haberles consultado. En aquella reunión decidieron rechazar el borrador del convenio -principalmente porque no permitía discutir las escalas salariales-y obligaron a renunciar a toda la Comisión Directiva del Sindicato de Trabajadores de Concord (SiTraC). Al día siguiente, los diarios locales comunicaron que las bases obreras habían «retirado la confianza» en sus dirigentes por «total inoperancia y despreocupación manifiesta por los intereses de los trabajadores». Algunos de los protagonistas de ese momento recuerdan que lo que los guió fue la espontaneidad, orientados por la sensación de injusticia y la pasividad de sus dirigentes gremiales. Esa iniciativa, espontánea y sencilla, como casi todo en el mundo obrero, quedó retratada en las palabras de uno de los trabajadores de Concord, apodado Gato, que dijo: «Compañeros, yo soy medio caballo para hablar pero creo que estos “cosos” se tienen que ir a la mierda porque no sirven», en referencia a los anteriores dirigentes del SiTraC.

El proceso histórico que inició en ese momento tuvo una gran intensidad y gravitó profundamente en la realidad social de aquellos años. Se había regenerado el clasismo como una propuesta sindical alternativa al modelo tradicional que tendía a la negociación y a la desmovilización de las masas obreras. Aunque para algunos el clasismo fue algo excepcional, ultraradicalizado y aislado del conjunto de los trabajadores, lo cierto es que se pueden hallar experiencias similares a la de Fiat en fábricas metalúrgicas, mecánicas, de vidrio, de calzado, de caucho, en establecimientos lácteos y de carne, en obras de construcción, en el sector de la sanidad y entre empleados públicos provinciales y municipales de Córdoba. En muchos casos no llegaron a liderar sus sindicatos pero sí consiguieron representación en cuerpos de delegados y comisiones internas, merced a un respaldo masivo de sus compañeros. Sus experiencias se multiplicaron a partir de 1970, incluso enotrasprovincias,aunque no todos pensaban al clasismo de la misma manera que los obreros de Fiat. Ciertamente, las diferentes coyunturas políticas, sindicales y empresariales les fueron transformando sus concepciones en torno a lo posible. Pero su presencia documentada evidencia un cambio que fue más profundo de lo que se suponía hasta ahora, de una movilización que articuló una serie de demandas sectoriales que sólo pudieron sofocarse con la aplicación del dispositivo represor del terrorismo de Estado.

Los vientos del Cordobazo

Las explicaciones históricas sobre por qué surgieron sindicatos clasistas apuntan a una conjunción de causas, sumando una serie de injusticias laborales y/o salariales con la inmovilidad de las dirigencias sindicales tradicionales. Pero estos componentes por sí mismos no hacen más que configurar condiciones de posibilidad, que por otro lado podrían compararse con nuestro presente y sin embargo, no generan resultados similares. Porque además de considerar el sustento cultural del mundo obrero que dio sentido al clasismo, hay que examinar el contexto de politización que había abierto el Cordobazo en 1969. A partir de allí se instaló la movilización obrera y popular como motor de cambios políticos, ya que además de la renuncia inmediata del gobernador Carlos Caballero, se desgarró la legitimidad del gobierno de facto encabezado por Juan Carlos Onganía. En la concepción de la época, la lucha callejera y masiva podía traducirse en cambios superestructurales.

A partir de ese momento cristalizaron una serie de transformaciones que venían debatiéndose dentro de las organizaciones de izquierda, en un clima político-cultural alentado por el éxito de la vía revolucionaria en Cuba. Se produjo el crecimiento de organizaciones de la llamada Nueva Izquierda que compartían objetivos y una metodología radical, y también un lenguaje común en favor de la liberación nacional y en contra de la dictadura y del capitalismo. El Cordobazo fue un mojón en su discurso político, al convertir la teoría sobre la transformación política en certezas de revolución, que debería tener a los obreros industriales como principales protagonistas. Con ese impulso, pero también porque gran parte de esa experiencia fue vivenciada en el mundo obrero y anclada en sus concepciones y valores, después del Cordobazo emergieron una cantidad importante de agrupaciones sindicales que se identificaron con el clasismo. En las concepciones de los obreros de aquella época se evidencia ese momento de pasaje, deexacerbación de los ánimos y una incitación a la acción. De allí que el Cordobazo haya quedado grabado en la memoria social como uno de los momentos de rebeldía que se asocian al triunfo, la gente en la calle haciendo retroceder a la policía montada. Esas imágenes del Cordobazo, relatadas en tono épico como gesta popular, no deben considerarse como algo excepcional, único e irrepetible, desprendido de un contexto histórico que le da sentido. Porque no sólo se multiplicó en el ciclo de «azos» que estallaron en distintas ciudades argentinas entre fines de la década de 1960 y comienzos de 1970, sino que permitió la cristalización de una serie de cambios políticos y culturales de largo aliento que repercutieron en el mundo de los trabajadores a partir de un empoderamiento inusitado.

Con los vientos del Cordobazo se inició una etapa en la que las organizaciones de trabajadores clasistas no sólo consiguieron un reparto cada vez más equitativo del PBI nacional, sino sobre todo la sensación de dignidad que daba la acción colectiva. Todoun ciclo que los sectores dominantes clausuraron tildando de «subversión» para legitimar su desaparición.

* Historiadora, docente e investigadora de la Universidad Nacional de Córdoba. malauraortiz@gmail.com


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