América Latina, en la disputa del Petróleo entre USA y la OPEP – Por Marcelo Brignoni

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Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.Análisis de la Situación Geopolítica de la Energía a nivel global y la implicancia de este debate en América Latina

Desde Jeddah, Arabia Saudita, donde se desarrolla la 14 ° Reunión del Comité Ministerial de Monitoreo Conjunto de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), y de naciones No OPEP, El ministro del Poder Popular para Petróleo y presidente de Petróleos de Venezuela, S.A. (Pdvsa), Manuel Quevedo, indicó que “…las sanciones unilaterales del gobierno de Estados Unidos contra el pueblo de Venezuela golpean fuertemente la industria petrolera nacional, atacando el funcionamiento operativo y administrativo para tratar de mermar la capacidad de producción de nuestro país, pretendiendo apropiarse de los recursos energéticos soberanos de los venezolanos…”.

En vísperas de cumplir 70 años desde su fundación en Bagdad, en un lejano 1960, impulsada entonces por Venezuela e Irak, la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) se ha transformado en un escenario central de la lucha geopolítica por la hegemonía mundial. Por esto, la decisión explicita de OPEP de reconocer como legitimo al Gobierno Venezolano encabezado por Nicolás Maduro, es una noticia trascendente, aunque poco difundida por estas latitudes, donde el insólito Juan Guaido recorre páginas y pantallas de modo casi absurdo.

A los cinco miembros fundadores de OPEP, Arabia Saudita, Kuwait, Irán, Irak y Venezuela, se agregarían más tarde Angola, Argelia, Ecuador, Emiratos Árabes Unidos, Gabón, Guinea Ecuatorial, Libia, Nigeria y República del Congo. Esos son hoy los integrantes de la mayor organización reguladora de la energía del mundo, con sede en Viena, Austria, la que ha incorporado observadores no asociados como Sudán, México, Noruega, Rusia, Kazajistán, Bolivia, Colombia, Omán y Egipto.

Es decir que Venezuela, Ecuador, México, Colombia y Bolivia asoman como importantes actores del escenario internacional de la energía, algo poco entendido por estas latitudes, por su vital importancia geopolítica actual y futura. El desarrollo del yacimiento de Vaca Muerta en Argentina y de los yacimientos del PRESAL (una capa de formaciones geológicas diacrónicas en las plataformas continentales de Brasil y el Golfo de México que contienen reservas petroleras gigantescas), ahonda mas esta importancia estratégica de nuestra región. De hecho, investigadores e inversores de todo el mundo estuvieron debatiendo el desarrollo de Vaca Muerta y del PRESAL, el ultimo 16 de mayo en la Embajada de Brasil en Buenos Aires.

Nuestra región, por ende, debe ser analizada y planificada no solo en su rol de principal reservorio de agua potable, alimentos y biodiversidad, sino también en su importancia estratégica como proveedor mundial de energía, insumo imprescindible e irreemplazable en el mundo actual, sobre todo para el funcionamiento de la República Popular China.

Desde 1971, cuando Richard Nixon convocara una comisión presidida por el General G. Lincoln, con el fin de examinar la política energética norteamericana y buscar nuevos acuerdos ante su crisis energética, la OPEP ha sido territorio de disputa geopolítica. En ese 1971, se firmaria un acuerdo trascendente en Teherán (Irán), entre las compañías petroleras y la OPEP. Ese acuerdo daría inicio a la era de los “petrodólares” en reemplazo del “patrón oro – dólar” creado en aquellos días de Bretton Woods en 1944, para garantizar la hegemonia del dolar y de Estados Unidos en el mundo capitalista de la Guerra Fria.

El «patrón oro – dolar» seria declarado de modo unilateral “no exigible a Estados Unidos” por parte del propio Presidente Nixon, aquel domingo 15 de agosto de 1971, en una burla a la «seguridad juridica» de caracter historica.

Mucha agua ha corrido bajo los puentes desde entonces, y se han sumado al mercado global de la energía otros jugadores como Sudán, México, Noruega, Rusia, Kazajistán, Omán y Egipto, hoy incorporados a lo que se conoce como OPEP+. En el otro rincón de la OPEP+, como si fuese una pelea imaginaria de boxeo, se encuentra Estados Unidos.

Si bien en el mundo hay 161 tipos distintos de crudo que se corresponden con otras tantas zonas petroleras, las cotizaciones preeminentes son las del Petróleo Brent, localizado en el Mar del Norte que se toma como referencia para Europa y, el West Texas Intermediate (WTI), cuyo precio de referencia se utiliza en Norte América. Ahora se les agrega a estos el Petróleo de Esquisto o Petróleo de Fracking, que viene creciendo en Estados Unidos, y que tiene en Vaca Muerta en Argentina, uno de sus yacimientos más importantes del mundo.

En un periodo de cinco años, las explotaciones de fracking se multiplicaron por el interior estadounidense. Regiones como el oeste de Texas o Dakota del Norte se convirtieron, de la noche a la mañana, en escenario de vivaces competiciones económicas por la apertura de nuevas exploraciones. Estados Unidos pasó de una producción ralentizada durante la caída de los precios del petróleo a la imperiosa necesidad de incrementar la producción para ganar autonomía, y hoy la explosión de producción, lleva los barriles americanos a casi 10 millones diarios.

A largo plazo la tendencia es similar. En esencia, las plantas de fracking han aprendido a recuperar cada vez más petróleo de cada pozo (el fracking rompe la roca liberando gas, no extrae el crudo directamente como las plataformas convencionales), y la tendencia expansiva de la producción estadounidense parece no detenerse, más allá de las advertencias de contaminación de napas subterráneas o de las modificaciones geológicas con afectación sísmica, que se le imputan al fracking, y que ha sido una de las razones del retiro de Estados Unidos del acuerdo de Paris sobre Cambio Climático.

La estrategia estadunidense para intentar una hegemonía sobre la OPEP ha pasado por muchos momentos; la invasión a Irak, la “primavera árabe” en Libia y Egipto, y más recientemente el intento de controlar de modo directo el petróleo venezolano, y a su vez impulsar la aplicación de sanciones a Irán.

Sabedor de la necesidad imperiosa de obtener energía externa, por parte de la República Popular China, Estados Unidos considera que controlar el mercado global del petróleo y la energía, lo hará recuperar la hegemonía geopolítica deteriorada. Sobre todo, cuando por primera vez en la historia, la demanda del mundo superará los 100 millones de barriles diarios, el tercer trimestre de 2019.

La OPEP calculó que para sus 14 socios habrá este año una demanda de 31 millones de barriles diarios, según el informe mensual publicado hace pocos días y entregado en la 14 ° Reunión del Comité Ministerial de Monitoreo Conjunto de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), y de naciones No OPEP, que nuclea a una alianza de 24 países (14 de ellos integrantes de la OPEP) y que incluye a la Federación Rusa y a otros países no integrantes de la organización como, Kazajistán, Uzbekistán, Omán, México, Colombia y Bolivia. Dicha alianza de OPEP+ se forjó a finales de 2016 para frenar la caída de los precios del crudo.

Por otra parte, Estados Unidos, que no participa de OPEP+ ha informado que su producción en 2019, mediante el incremento del bombeo previsto, el que en su mayor parte proviene de petróleo de esquisto, será de casi 2 millones de barriles diarios más, y superará así al aumento del consumo de todo el planeta esperado en 2019, previsto en 1 millón 200 mil barriles diarios más, Esta “sobreoferta” presionará sobre la OPEP y sobre el precio de barril a la baja, y pareciera ser la estrategia decidida por Estados Unidos en la intención de forzar una negociación que evite que OPEP impulse una “canasta de monedas” para las transacciones internacionales de petróleo, y un “acuerdo de producción” más allá de las intenciones estadounidenses.

Con esta estrategia, sumada a las sanciones a Irán y al asedio a Venezuela, Estados Unidos aspira a mantener el control sobre el precio del barril de petróleo y continuar la hegemonía del dólar y de la banca estadounidense en la financierización y monetización del negocio petrolero global, lo que a su vez le permitiría seguir asfixiando a Venezuela y condicionando a Irán y a China.

Los “Estados Unidos de América Latina” soñados por los libertadores del siglo IXX y recreados como “utopía insubordinada” en la primera década del Siglo XXI, serían hoy la potencia mundial más autosustentable. En la frustración de esta posibilidad y en la guerra geopolítica que se desarrolla en todos los frentes, OPEP incluida, hay que buscar la obsesión estadounidense por “ayudar” a nuestros países, muy lejos de cualquier vocación por la democracia, muy lejos de la defensa de nuestros pueblos.

Marcelo Brignoni

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