Ser de izquierda hoy ¿Tiene sentido? ¿Cuál es? – Por Reginaldo Moraes

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Ser de izquierda hoy ¿Tiene sentido? ¿Cuál es?

Reginaldo Moraes*

No, no voy, no pretendo ni sé cocinar una receta que produzca una buena izquierda. En verdad, ya he ayudado a generar alguna cosa buena y muchas malas en ese terreno, pero no es hora de tratar de hacer un balance del pasado, aunque esté en la base de estas impresiones sobre el futuro inmediato.

Comenzaré con una curiosidad. Una editora inglesa, bastante conocida publicó recientemente una Enciclopedia de la Política uno de cuyos volúmenes está dedicado al binomio Izquierda y Derecha. En el comienzo, el libro presenta dos enormes listas relacionadas con esos rótulos La lista de la derecha es mucho más pequeña, y no creo que haya muchas dudas sobre las razones. Todo los incluidos preferirían estar allí y no en el otro marco.

La lista de la izquierda es el doble de extensa, algo que desde ya resulta extraño porque aparentemente la izquierda es minoría desde el principio de los tiempos en que surgió esa división. Mi amigo mineiro, Bruno Reis dice al respecto: la izquierda siempre jugó de visitante, en el campo adversario. Y por lo tanto la izquierda está en la minoría de los que concurren al estadio.

Pero la lista de la izquierda no es solo algo mayor – sino que suscita para muchos el espanto. Entre los “izquierdistas” se hallan, por ejemplo, personajes como Harry Truman, entre otros muchos ajenos a ese nido. Gente, a la que apuesto, le gustaría verse excluida de ese lugar.

Ser de izquierda es, en consecuencia, ¿algo tan indefinido o incluyente? Parece que sí.

Ya hubo épocas en que la izquierda fue identificada con el socialismo, el comunismo, una forma de organizar el sistema productivo y la sociedad sin propiedad privada de los medios de producción. La izquierda se hallaba referida “a la clase obrera” y soñaba también en “arraigarse en la clase obrera”., Son cosas diferentes – y esa diferencia nos sorprendió y aún nos sorprende.

La clase obrera no se convirtió en referente porque fuese mayoría en el conjunto de la población considerada. No lo era. Era referente de la izquierda a causa del potencial futuro que se le atribuía. El soviet (poder legislativo y ejecutivo en las sociedades revolucionarias) se oponía al parlamento a partir de una especie de ampliación adaptada, una especie de transposición a escala del país del modelo de control obrero imaginado para las grandes fábricas.

Sucede, por lo tanto, que la izquierda, en la historia, siempre fue estrictamente más que socialismo. Estuvo, por ejemplo, en las revueltas cartistas que reivindicaban los derechos políticos de los trabajadores, en las luchas que pretendían reformar la jornada de trabajo o la educación pública, que pretendían ampliar los derechos civiles de los negros y de las mujeres, de los pueblos colonizados – para citar solo algunas de las luchas políticas en que la humanidad se ha vuelto envuelta en estos dos últimos siglos y algo más de capitalismo industrial. El gran abrazo de los débiles y de los oprimidos.

La izquierda capitaneó, en gran medida el movimiento que civilizó al capital y le impuso buenos modales que el satánico molino del mercado rechazaba con uñas y dientes. Y para ello la izquierda necesitó albergar diferentes voces y voluntades. Fue en esos momentos en que estuvo cerca de lo que se llama hegemonía, es decir de la capacidad de moldear un nuevo sistema de sentido común.

Es por eso por lo que, la lista de la enciclopedia debía ser grande y aparentemente deforme. Incluía a un economista liberal como Stuart Mill, simpatizante de las cooperativas y de los sindicatos, defensor de los derechos de la mujer. La izquierda puede incluir en ese listado a un aristócrata como John Maynard Keynes, que por otra parte afirmaba explícitamente que no estaría jamás en el partido del proletariado, porque pertenecía al elegante mundo de Inglaterra.

Los tiempos en que vivimos – y no son nada claros- ser de izquierda es un pecado: exige mucha “dureza” pero también mucha cintura. Lo difícil es descubrir cómo tener principios sin ser principista, como ser pragmático sin ser oportunista. No tengo ni la receta ni el algoritmo que lo solucione.

Si todo esto tiene sentido, ser de izquierda es en primer lugar tener una actitud. Parece poco, pero no lo es. Vuelvo a la frase de Bruno Reis. La izquierda es el equipo visitante, juega en el campo del adversario, tiene que saberlo. Su barra, en el estadio, es minoritaria, aunque tenga mucha más gente “del lado de afuera” de la boletería.

Jugar como visitante es azuzar al adversario e irritar a su barra. Si percibimos que no es lo que sucede es mejor desconfiar. Esa izquierda puede estar haciéndoles el juego a los locales. En ese caso será el visitante ideal para los dueños del campo de juego. Puede estar escrachándolos como quiera, la izquierda bibelot, la izquierda perrito, la izquierda mascota, la izquierda que le gusta a la derecha. Pero que de hecho ha dejado de ser izquierda, aunque no lo advierta,

*Profesor de Posgrado en Ciencia Política del Instituo de Filosofía y Ciencias Humanas (IFCH) de la Universidad Estatal de Campinas (Unicamp),  coordinador de Difusión del Instituto Nacional de Ciência e Tecnologia para Estudios sobre Estados Unidos (INCT-Ineu). Auto de los libros “O Peso do Estado na Pátria do Mercado – Estados Unidos como país em desenvolvimento” (2014) e “Educação Superior nos Estados Unidos – História e Estrutura” (2015).


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