Juventud y política en pleno siglo XXI – Por Paula Giménez y Matías Caciabue

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Juventud y política en pleno siglo XXI 

Paula Giménez y Matías Caciabue *

El denominado ciclo posneoliberal, que se abrió en la región desde el triunfo de Hugo Chávez en 1999, reabrió un proceso de participación y organización política popular que, continuado en el tiempo y mediado siempre en la lucha de las clases y sus correlaciones de fuerzas, generó amplias condiciones para la activa participación de los jóvenes latinoamericanos.

La prensa hegemónica milimétricamente ha construido un discurso que culpabiliza a los jóvenes de todos los grandes males de la sociedad: el nihilismo, el narcotráfico y la delincuencia, como forma de invisibilizar su fuerza transformadora.

Por el contrario de lo que la gran prensa afirma, miles de jóvenes actúan políticamente, formándose en la práctica, y tratando de subvertir el status quo desde sus organizaciones sindicales, barriales, culturales, educativas y políticas, con el objetivo de construir otro tipo de política, alejada a las lógicas del vedetismo y el transformismo del modelo político del neoliberalismo -impuesto como tragedia en la década del noventa y revivido como farsa en este momento de relativa restauración conservadora-.

No hay ninguna casualidad, entonces, en que sean los jóvenes los que empiezan a ser profundamente conscientes del momento que atraviesa el capitalismo contemporáneo, signado por una crisis multidimensional y orgánica, en todas sus aristas, no solo en la órbita de la economía.

Son conscientes, incluso a veces sin poder explicarlo, que todas las instituciones de la burguesía están en estado de putrefacción notoria, y el orden del mundo, tal como creíamos que era menos de diez años atrás, está en cuestión, y los jóvenes perciben que son ellos los que serán los más subordinados a la explotación del capital.

El capitalismo definitivamente mutó desde la crisis en el núcleo del poder angloamericano de 2008. Esto, en parte, explica el momento de desactivación del proceso de reparación social y de integración regional soberana que arriba mencionamos. En tal sentido, vale afirmar que la fase financiera transnacional implica:

  • La universalización definitiva de la ley del valor-trabajo y el dominio de un proceso global de extracción de plusvalía;
  • La agudización de la disputa entre diferentes proyectos estratégicos por establecer un “nuevo orden mundial”; y
  • La virtualización de las relaciones humanas, sean sociales (a través de las redes de internet y los teléfonos inteligentes), económicas (modelo “Amazon”) y políticas (el “storytelling” y el caso de “Cambridge Analítica”).

Este capitalismo globalizado involucra un progresivo proceso de extranjerización de las economías “nacionales” y un desmantelamiento feroz de los sistemas de producción nacional “autónomos”; promoviendo la tercerización, la precarización, la relocalización, y la fragmentación de los procesos productivos en las denominadas cadenas globales de valor.

Cada vez más, entonces, la relación económica fundamental es entre capital global-trabajo global/precarizado, donde las denominadas plataformas de trabajo, como Uber, Rappi, Glovo, Pedidos Ya, entre otras, son las versiones más actuales y descarnadas de la sobreexplotación laboral.

Trabajo precario para jóvenes

Estas nuevas formas de explotación, bajo un lenguaje que parece novedoso y atractivo para los jóvenes, esconden uno de los fraudes laborales más grandes de la historia. Términos como “horarios dinámicos”, “ser tu propio jefe”, “colaboradores independientes” de las “plataformas” no hacen más que negar simbólica y materialmente la condición de trabajadores y sus correspondientes derechos laborales.

En Argentina, por ejemplo, ya hay 100.000 personas empleadas por las apps y, según la revista Apertura, “en julio Rappi procesó más de 200.000 pedidos y la empresa espera cerrar el año con una facturación de cinco millones de dólares por mes y niveles de crecimiento de entre 30% y 50% mensual”.

También este tipo de empresas se han asociado a grandes cadenas de distintos rubros como Mc Donald’s, Farmacity, Volta, etc. Como respuesta, en octubre de 2018 en Argentina se creó APP (Asociación de Personal de Plataforma) para luchar en este nuevo escenario. Los repartidores vinculados a estas tecnologías no gozan de ninguna clase de ingreso fijo ni limitación de la jornada laboral, además de desempeñarse sin cobertura de riesgos de trabajo.

Las multinacionales detrás de estos sitios no asumen ninguna de las regulaciones tributarias, laborales ni comerciales. A finales de febrero de 2019, 450 trabajadores de la plataforma “Pedidos Ya” fueron cesanteados sin previo aviso. El mecanismo es sencillo: fueron bloqueadas sus ID de la app.

Esta potente y nueva fuerza de trabajo asiste a la desesperante desigualdad de fuerzas entre un capitalismo financiero con una creciente institucionalidad global (diseñada para protegerlo y apalancarlo) y unos organismos de regulación y control sobre ese mismo capital que aún permanece fragmentado en casi 200 estados-nación.

No hay ningún azar, entonces, en los peligros que las jóvenes poblaciones y los Estados-Nación sufren ante las constantes amenazas de bloqueo financiero, corridas, fugas de inversiones y relocalización productiva del capitalismo globalizado.

Los jóvenes y la izquierda

Los jóvones cuentan con muchas fortalezas que sólo adquieren impulso para cambiar todo lo que deba ser cambiado si se encausan en la construcción de un poder popular basado en una profunda conciencia de clase y de los renovados mecanismos de opresión y explotación.

La no resuelta crisis económica mundial constituye la ventana de oportunidad para debatir un proyecto de las mayorías, de los desplazados del sistema, poniendo en jaque a los que pretenden “normalizar” la sobreexplotación humana mediante el trabajo trasnacionalizado y mediado en las plataformas de internet.

Las propuestas políticas populares, de izquierda, destinadas a convocar a las y los jóvenes, deben asumir que el esfuerzo social tiene que estar canalizado y organizado en contra de los dueños del mundo, en contra del poder “invisible”, y no sólo a los procesos electorales a los que nos invitan a encerrarnos cual “mercado de la política”.

Los jóvenes latinoamericanos, organizados en diversas expresiones en el ámbito político, gremial-económico y cultural, son protagonistas de las principales movilizaciones en la región, dinamizando el conflicto social y expresando muchos de los elementos que conforman las agendas de lucha contra el capitalismo y sus aberraciones (la explotación humana, el neoliberalismo, el colonialismo, el machismo).

La lucha es en todas las dimensiones y territorios. Desde lo económico, con formas de organización comunitaria, pasando por lo político, con sus distintas formas de participación popular y ciudadana, hasta la ocupación efectiva del territorio de lo virtual. Miles de jóvenes saben que, si no se construye una fuerza popular que una en un solo puño al conjunto de fragmentos sociales y sus más diversas luchas, este capitalismo voraz -apadrinado en Latinoamérica por los gobiernos de la ultraderecha- se los fagocitará.

Por eso, este mundo globalizado exige formas político-organizativas comunitarias-locales con capacidad de irradiar globalmente, avanzando en la conformación de una resiliencia “glocal”, es decir, tener la capacidad de construir fuerza territorial con impacto global, articulador, transformador, asentado sobre una red de redes de cooperación económica, política y social.

Pareciera que dos son los caminos que se nos presentan: vamos hacia otro sistema de acumulación-explotación o transitamos a un sistema comunitario que contenga en su diseño y consolidación, toda la complejidad del siglo que acontece.

Uno de los grandes problemas es la fragmentación, sectorización de la lucha, perdiendo la perspectiva de la lucha contra un enemigo común. Y por ello es necesario contar con una agenda común de lucha, superando las remanidas consignas en la acción..

La unidad local territorial, la irradiación global-universal-en red, la conciencia política social, son el camino para la construcción de un proyecto popular, de izquierda, de las grandes mayorías, siendo la juventud un actor fundamental, por su fuerza, por su dinámica, por su capacidad de crear y de creer que es hora de vivir de otra manera en el mundo que transitamos.

* Investigadores argentinos del Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE). Jóvenes militantes del sindicalismo estatal y docente.


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