Juan Manuel Santos, expresidente de Colombia: «Hay que dialogar con Maduro»

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Todo vale cuando se trata de ganar elecciones. Pero la utilización de la crisis venezolana para fines electoralistas en EE.UU., Colombia y España ha hecho mucho daño a la búsqueda de una solución negociada. Es la valoración que hizo el expresidente colombiano Juan Manuel Santos en una entrevista concedida esta semana a La Vanguardia en Madrid.

Es más, según explicó Santos, ganador del premio Nobel de la Paz en el 2016, los intentos de grupos conservadores en Colombia y España por presentar a extremistas de la oposición venezolana como luchadores por los derechos humanos es una “utilización burda”.

“Desafortunadamente se están utilizando esos hechos como objetivo de la política interna. Trump hace campaña en Florida sobre Venezuela pero tiene una intención política para su elección”, dijo Santos, que acaba de presentar su nuevo libro, La batalla por la paz, sobre el proceso de paz en Colombia. La historia que cuenta el libro es de la vieja escuela de la diplomacia, en la cual Santos no sólo negocia con el viejo enemigo guerrillero, las FARC, sino que también tiende puentes a Hugo Chávez y Maduro para lograr su colaboración. Rehúye la provocación en público y rechaza el uso de tuits.

El contraste con la operación diseñada en Washington para derrocar a Maduro no podría ser más nítido. Como en la película Cortina de humo, Trump hasta ha tanteado una invasión militar para elevar sus posibilidades electorales. “El presidente Trump me preguntó en septiembre del 2017, en Nueva York, qué pensaba yo de una intervención militar; le dije que de ninguna manera”, dijo Santos. “El peligro de este tipo de diplomacia es que no se sabe si se está hablando en serio o si es un bluf, pero siempre hay que pensar lo peor”. Por el momento, Trump ha desistido. Pero la operación estadounidense de cambio de régimen en Venezuela supuso una serie de errores garrafales, a juicio de Santos. “Primer error craso: politizaron la ayuda humanitaria. Segundo error: no tener un plan B. Tercer error: subestimar a Maduro. Cuarto error: generar expectativas de que es el día de la libertad”.

La utilización electoralista de Venezuela no es sólo un problema de Donald Trump. Tanto Álvaro Uribe, el expresidente colombiano, como políticos conservadores en España han hecho lo mismo. El uso masivo de tuits delata esa instrumentalización política de la crisis venezolana: “Es necesario dialogar con Maduro. La diplomacia se basa en el diálogo y no se dialoga con un tuit”, dice Santos.

Mientras saboteaba el proceso de paz, Uribe utilizaba el ejemplo de Venezuela para demonizar a Santos, su exministro de Defensa. En una avalancha de tuits, Uribe “propagaba falsas noticias en las que se decía que yo era comunista y que iba entregar el país a las FARC tras un acuerdo con Chávez y con Castro, de ahí la acusación de castrochavismo. Todo eran mentiras, ¡si es que vengo yo de la oligarquía colombiana!”, ironiza.

Los puentes de diálogo que Santos tendió a Chávez y a Maduro con el fin de que colaborasen en la deposición de armas por parte de las FARC dieron muy buenos resultados. Venezuela participó en las negociaciones en La Habana, que dieron lugar al histórico acuerdo de paz en el 2016. Aunque Santos rompió relaciones con Maduro en el 2017 tras la creación de la Asamblea Constituyente en Venezuela, dice que “Chávez y Maduro fueron leales a la paz en Colombia”.

La campaña de tildar a Santos de “castrochavista” fue crítica para la derrota del acuerdo de paz en el referéndum del 2016. Pasa lo mismo en España, donde Venezuela ha entrado de pleno en la política nacional. Se trata de “una utilización burda con fines políticos“, dice Santos.

Un ejemplo es la decisión de Uribe y del Partido Popular en España de abanderar la causa de Lorent Saleh, un joven radical de la oposición venezolana colaborador de Uribe. Saleh hasta fue incluido en un grupo de opositores venezolanos a los cuales , bajo presiones de eurodiputados de la derecha española, les fue concedido el premio Sájarov del Parlamento Europeo. Esto, pese a que Saleh fuese deportado de Colombia en el 2014 por el gobierno de Santos tras asociarse con grupos neonazis y emitir un vídeo en el que se jactó de haber preparado atentados y de poder “volar” el puente fronterizo en Cúcuta. Saleh acusó a Santos de haberlo “secuestrado” y de ser “socio” de Maduro”. Denunció malos tratos de la policía colombiana. Fue respaldado por líderes del PP en España. “No hubo malos tratos –dice Santos–. Deportamos al señor Saleh porque estaba ilegalmente en Colombia; aparecía con uniformes militares y estaba haciendo política, cosa que está prohibida; insultó a un senador (de la izquierda) en plena calle. Había razones más que suficientes para deportarlo y nunca fue maltratado en Colombia”.

Saleh fue encarcelado en Caracas y denunció torturas. En el 2017, tras fuertes presiones del Gobierno español, fue liberado y trasladado a Madrid. Volvió a Colombia en febrero, donde repitió las acusaciones contra Santos. Pero fue detenido en Cúcuta otra vez y expulsado tras provocar un incidente violento en un restaurante . “A la larga las cosas se saben”, reflexiona Santos.

Si los políticos en EE.UU., España y Colombia, dejasen de rentabilizar la crisis venezolana para sus propios fines políticos, la búsqueda de una solución sería diferente, dice Santos. “Hay que involucrar a China, Rusia, Cuba, además de EE.UU. y América Latina. Hay que dialogar. Habría que hacer una versión de lo que se hizo con Daniel Ortega, en Nicaragua, cuando se negoció con los sandinistas una transición pacífica. Algún tipo de solución parecida es lo que hace falta”.

La Vanguardia


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