EEUU y Rusia: Guerra “Fría” en América Latina y el Caribe – Por Arantxa Tirado, Silvina Romano y Tamara Lajtman
Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.
La tensión entre EE. UU. y Rusia debido al conflicto en Venezuela consolida las tendencias y discursos de Guerra Fría al calor de las “Primaveras Árabes” y el conflicto en Siria; discursos y estética utilizados especialmente por Donald Trump y por el Congreso de EE. UU. para posicionar sus intereses. Tanto en la política interna como en política internacional, Rusia y China son identificadas, una vez más de modo directo, con el enemigo inmediato, en términos económicos, políticos e ideológicos.
Este esquema se exacerbó con el conflicto en Venezuela, colocando al país caribeño en el centro de la geopolítica mundial. Las declaraciones de Rusia y China en las sesiones del Consejo de Seguridad de la ONU, así como las amenazas de funcionarios estadounidenses a las potencias orientales (“comunistas”) por apoyar a Venezuela son sólo una muestra. La escalada de amenazas y declaraciones de EE. UU. desde enero, sumadas a las múltiples sanciones a la economía venezolana, dejan al descubierto la importancia de Venezuela en la agenda política estadounidense.
El país caribeño lleva años siendo sometido a una guerra híbrida. Esta guerra incluye la mayor parte de las tácticas de la guerra contrainsurgente, a la vez que integra los avances tecnológicos en comunicaciones, puestos al servicio de una guerra psicológica destinada a conquistar los corazones y las mentes a favor de la “libertad”. Todo esto rememora, indudablemente, los años de Guerra Fría. Pero, ¿cuáles son los intereses de EE. UU. y la Federación de Rusia, más allá de Venezuela? ¿Qué está en juego en América Latina y el Caribe (ALC)?
Los intereses de EE. UU. en América Latina y el Caribe
En lo que se refiere a la política comercial, la agenda de EE. UU. refuerza la defensa de los intereses estadounidenses a través de la promoción del “comercio libre y justo” (para EE. UU.). Durante el primer año del Gobierno de Trump el intercambio comercial con ALC ha aumentado en 51.300 millones de dólares (6,82%) en relación al año anterior.[1] Al mismo tiempo, EE. UU. continúa siendo el principal emisor de inversión extranjera directa (IED) hacia la región, con el 28% de los flujos, según el último informe de CEPAL.[2] En líneas generales, pese al fuerte discurso proteccionista de Trump, la relación comercial con EE. UU. y las inversiones provenientes de este país han crecido en ALC, así como la expansión de sus empresas. [3]
EE. UU. tiene importantes intereses en el sector hidrocarburos, y no sólo en Venezuela. Las sanciones contra PDVSA[4] se combinan con una mayor presión para profundizar la apertura (privatización) de empresas energéticas estatales en otros países, como PEMEX (México), YPF (Argentina) y PETROBRAS (Brasil). Aunque EE. UU. se perfila cada vez con mayor claridad como exportador de hidrocarburos (debido a le extracción de gas shale), sigue necesitando del petróleo venezolano para la mezcla. En otro plano, EE. UU. coordina la “integración energética latinoamericana”, mediante la estrategia ConnectingAmericas 2022, buscando liderar el negocio de la energía eléctrica y el gas.
EE. UU. sigue siendo uno de los principales proveedores de asistencia “para el desarrollo” y asistencia militar, que habilitan una presencia natural de EE. UU. en cuestiones económicas y políticas clave a escala regional. La asistencia para el desarrollo incluye desde apoyo a “microemprendimientos” hasta el asesoramiento del sector judicial y de aparatos electorales. Pese a las reestructuraciones y recortes promovidos por la Administración Trump, la USAID tiene una importante presencia, operando a través de fundaciones, ONGs y corporaciones empresariales que implementan los programas y proyectos de asistencia.[5]
Con respecto a la asistencia militar, se nota un incremento en el año fiscal 2019, llegando a un total de casi 743 millones de dólares a escala regional[6] en el marco de la guerra contra las drogas y el terrorismo, las amenazas de “desastres naturales” y las “crisis humanitarias” (todas amenazas a la seguridad nacional estadounidense). EE. UU. sigue siendo el principal proveedor de bienes y servicios de seguridad para ALC. Según los datos de la Oficina del Censo de EE. UU. entre 2015 y 2017, el país exportó armas de fuego y municiones por valor de más de 330 millones a ALC, siendo México el destino de más de un tercio de estas exportaciones.[7]
Además, la presencia comercial y financiera de China y Rusia en el continente ha reforzado la presencia de las fuerzas armadas estadounidenses, que incluye el despliegue de tropas en ejercicios militares conjuntos. En países como Argentina, Brasil y Ecuador, esta presencia se ha incrementado en los últimos años (con los cambios de Gobierno) y en países como Chile, Colombia y Perú se profundizó el tradicional alineamiento con la doctrina de seguridad estadounidense. En Brasil, por ejemplo, se han estrechado los vínculos en materia de seguridad con el anterior Gobierno de Temer, acercamiento que ya es mayor con la Administración de Jair Bolsonaro que incluye, entre otras cosas, un acuerdo para la utilización de la base aeroespacial de Alcántara por parte de EE. UU.
Los intereses de Rusia en ALC
A partir de la llegada a la Presidencia de Vladimir Putin en el año 2000 se inició un nuevo momento de la política exterior rusa. Putin trata de volver a colocar a Rusia como gran potencia mundial, tras la inestabilidad interna y el relativo repliegue internacional padecido por el país en la década de los 90. En esta estrategia, ALC sirve como un territorio para llevar a la práctica el regreso de Rusia como potencia global, retadora hegemónica de EE. UU., principalmente en el área política y militar.
El 30 de noviembre de 2016 el presidente ruso aprobó la “Concepción de la política exterior de la Federación de Rusia”, vigente a día de hoy. En ella, se establece en el punto 98 que “Rusia continuará estrechando las relaciones con los países de América Latina y el Caribe por todos los medios posibles, dada la creciente importancia de esta región en los asuntos internacionales. Rusia buscará consolidar los vínculos con los socios latinoamericanos en el marco de foros internacionales y regionales, ampliar al cooperación con alianzas multilaterales y asociaciones integracionistas de América Latina y el Caribe, como la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños, el Mercado Común del Sur, la Unión de Naciones Suramericanas, el Sistema de la Integración Centroamericana, la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América, la Alianza del Pacífico y la Comunidad del Caribe”.[8]
Si bien ALC no está entre las prioridades de la política exterior rusa, pues éstas no se encuentran en su área geográfica y geopolítica natural de influencia, conformada por los Estados miembros de la Comunidad de Estados Independientes (CEI), lo cierto es que Rusia ha tenido una presencia creciente en ALC en los últimos años. Sus principales socios comerciales son Brasil y México aunque, en términos políticos, destacan la relación con Cuba, con quien tiene lazos históricos de colaboración desde tiempos de la Unión Soviética, y Nicaragua. Pero su principal aliado político y geopolítico actual es la República Bolivariana de Venezuela, país con el que ha firmado más de 50 acuerdos de cooperación estratégica, los más recientes en estos días.[9]
En términos comerciales, la Federación de Rusia concentra su intercambio con ALC en áreas como la energía (petróleo y gas), la compra de productos agrícolas y la venta de equipos y armamento militar.[10] No obstante, Rusia no está siquiera entre los diez principales países que mayores flujos de IED dedican hacia ALC.[11]
En el ámbito petrolero sobresale la presencia de Rosneft, que adquirió en 2017 el 23,3% de la venezolana Petromonagas, pero también de Gazprom, que opera en Venezuela asociada con PDVSA.[12] Las empresas de armamento rusas, por su parte, han pasado a ser las segundas productoras del mundo, desplazando a Reino Unido. En 2017 las 10 principales empresas rusas de armamento alcanzaron montos de 37,700 millones de dólares, el 9,5% del mercado, y tienen una presencia ascendente.[13] Hasta el año 2014 estas empresas fueron las principales proveedoras de armamento para ALC y sus ventas se concentraban en un 73% en Venezuela,[14] en un contexto de modernización de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB) frente a las amenazas estadounidenses.
Se puede afirmar que la presencia rusa en ALC es desigual pues, en términos generales, es minoritaria en lo comercial (ALC sólo representó el 2,28% del intercambio comercial ruso en 2017[15]) y relativa en lo político pero, en determinados países, como Venezuela, constituye un aliado político y militar de primer orden. Este hecho tiene grandes repercusiones geopolíticas al tratarse del mayor retador hegemónico, junto con China, a los EE. UU., que establece alianzas con uno de los principales enemigos de EE. UU. en el hemisferio.
Conclusiones: ¿Guerra Fría?
Cuando se remite a la Guerra Fría, algo bastante asiduo en el actual Gobierno de Donald Trump, se lo hace para destacar los males y peligros del socialismo y el comunismo. Pero hay otras cuestiones que caracterizan a ese período posterior a la Segunda Guerra Mundial y es que, a pesar de las crecientes tensiones entre la URSS y EE. UU., no hubo enfrentamiento directo en sus territorios (por eso una guerra “fría”).
Lo que suele dejarse al margen es que hubo guerras brutales (guerras contrainsurgentes) en los países periféricos o el “Tercer Mundo”, auspiciadas en su mayoría por EE. UU. y las potencias occidentales. ALC, parte de Asia y África fueron los territorios donde se dirimió el conflicto, que tuvo muy poco de “frío” y mucho de violencia y represión contrarrevolucionaria, que en algunos casos se extendió por décadas.
Indudablemente, rememorar la Guerra Fría combina muy bien con la estética política de Trumpfluencer[16], remite a imaginarios muy simples y descarados, y permite identificar rápidamente un enemigo concreto, que no necesita ser construido siquiera, pues el anticomunismo es parte del Modo de Vida Americano, que Trump denomina ahora el America First.
Pero el hecho de que Venezuela ponga en evidencia las tensiones entre Rusia-China y EE. UU. ¿es suficiente para catalogar la actual coyuntura como de Guerra Fría? Desde la perspectiva del mainstream, esto es conveniente porque, entre otras cosas, pone inmediatamente a EE. UU. del lado “del bien” frente a la imagen/recuerdo/relato del comunismo soviético (instalado como “malo en sí mismo”, luego del celebrado “fin de la historia” y el triunfo de la ideología neoliberal).
Sin embargo, la retórica de Guerra Fría es especialmente cara para los pueblos que están en la lucha, que son los que ponen comunidad, vidas cotidianas y territorio en una guerra permanente que se revela descarnada por las carencias y dinámicas sociales que genera cualquier escenario de guerra.
Venezuela deja al descubierto que EE. UU. no duda en aplicar tácticas típicas de guerra convencional y no convencional para lograr los objetivos pautados por sus estándares de seguridad nacional. Rusia y China han operado hasta ahora “reaccionando” frente a la clara postura de EE. UU. de intervenir otro país. Sin embargo, es poco probable que las tensiones lleven a un enfrentamiento directo de EE. UU. con Rusia y China. Así, la guerra seguirá siendo librada en territorio venezolano, hasta las últimas consecuencias. Una guerra caliente, diaria, descarnada, que materializa las miserias y asimetrías del sistema internacional y los intereses detrás del mismo, que están a años luz de cualquier noción humanitaria por mucho que se presenten con una falsa bandera de “ayuda humanitaria”.
Notas:[1]https://alnavio.com/noticia/13185/economia/el-comercio-entre-eeuu-y-america-latina-aumenta-en-51.300-millones-de-dolares-con-donald-trump.html[2]
https://repositorio.cepal.org/bitstream/handle/11362/43689/13/S1800684_es.pdf
[3]https://www.celag.org/expansion-ee-uu-america-latina-proteccionismo-trump/
[4]https://www.celag.org/sanciones-a-pdvsa-el-lobby-petrolero-estadounidense/
[5]https://www.celag.org/recortes-la-usaid-se-retira-eeuu-america-latina/
[6]https://securityassistance.org/es/data/country/military/country/2012/2019/all/Latin%20America%20and%20the%20Caribbean//?language=es
[7] https://nacla.org/news/2019/01/04/making-visible-weapons-empire
[8] http://www.mid.ru/foreign_policy/news/-/asset_publisher/cKNonkJE02Bw/content/id/2542248;
[9] https://www.telesurtv.net/news/venezuela-rusia-acuerdos-cooperacion-bilateral-20190405-0012.html
[10] Boersner, Adriana y Makram Haluani (2013). “Convergencias y divergencias en la asociación estratégica ruso-venezolana y sus implicaciones hemisféricas” en Cuadernos del Cendes, año 30, nº 82, Tercera Época, enero-abril, p. 75
[11] https://unctad.org/en/PublicationsLibrary/wir2017_en.pdf
[12] https://repositorio.cepal.org/bitstream/handle/11362/43689/13/S1800684_es.pdf
[13] https://www.sipri.org/sites/default/files/2018-12/2018_sipri_top_100_press_release_esp.pdf
[14]http://www.realinstitutoelcano.org/wps/wcm/connect/1957d6fd-3b33-4a44-853c-c7093b13145a/DT02-2019-MilosevichJuaristi-Rusia-en-America-Latina.pdf?MOD=AJPERES&CACHEID=1957d6fd-3b33-4a44-853c-c7093b13145a
[15] Ibid
[16]https://www.celag.org.trump-influencer-derecha-latinoamericana
(*) Arantxa Tirado. Dra. en Relaciones Internacionales e Integración Europea (UAB) (España).
(**) Silvina Romano. Dra. en Ciencia Política (UNC) (Argentina).
(***) Tamara Lajtman. Mg. en Estudios Latinoamericanos (UNAM) (Brasil).
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