Celso Amorim, excanciller de Brasil: «Salir de la UNASUR es como quemar nuestra catedral»

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Entrevista a Celso Amorim, excanciller de Brasil

Por Carla Perelló, de la redacción de NODAL

La revista estadounidense Foreign Policy definió en 2009 a Celso Amorim como el mejor ministro de Relaciones Exteriores en el mundo por su trabajo en el posicionamiento de Brasil como actor global desde su cargo en dos mandatos de 1993 a 1994, y de 2003 a 2010. La última cartera que llevó fue la de Defensa (de 2011 a 2014) en el gobierno de Dilma Rousseff. Además, fue uno de los actores clave en los negociados previos, durante y después de la conformación de la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR). En esta entrevista con NODAL analiza el panorama regional a propósito de la salida de Brasil del organismo conformado en 2008, cuyo proceso de desintegración comenzó en abril de 2018 cuando seis de sus doce integrantes anunciaron su retiro temporal.

Brasil fue uno de los principales impulsores de una unión suramericana desde antes de que llegara Lula da Silva a la presidencia, ¿qué significa su salida?

La salida de Brasil de la UNASUR es como si España saliera de la Unión Europea, un desastre absoluto desde el punto de vista de la construcción de la integración latinoamericana y sudamericana. En el caso de Brasil la integración está en los objetivos de las relaciones internacionales y en la Constitución. Es algo impensable, totalmente ideológico, contrariamente a lo que se dice de la propia UNASUR. Una cosa que me parece curiosa de la derecha en Argentina, en Chile o en Brasil es que hablan en contra y dicen que sería una alianza bolivariana, cuando hay algo muy interesante y es que en 2009 Barack Obama pidió un encuentro con UNASUR. Quizá percibía que era una oportunidad de diálogo con Venezuela, algo que no podía hacer bilateralmente por razones políticas internas. UNASUR fue muy importante, todos los organismos pueden evolucionar, la Unión Europea evolucionó. Durante el gobierno de Temer se criticó la regla del consenso dentro del organismo y decían que no permitía el trabajo, pero todo eso se discute, todo se reforma cuando hay buena voluntad. Esto ocurre porque UNASUR no complace a una buena parte de nuestras élites, pero sobre todo a los intereses de la potencia hegemónica. El deep state, el Estado profundo, en Estados Unidos no tiene interés en que haya una unión de América del Sur que pueda hacer un contrapeso en las relaciones del continente. Creo que hay en esto, una lucha entre dos conceptos el concepto «monrroista» (N de R: de la doctrina Monroe) de “América para los americanos”, con una evidente dominación para Estados Unidos. Por otro lado, hay un concepto más bien latinoamericanista, sudamericanista que es tener buenas relaciones con Estados Unidos, pero estar unidos porque tenemos intereses propios en economía, en política, en defensa, en cultura… Y Bolsonaro que, creo, no tiene una estrategia clara, pero sí tiene una posición muy afirmada de subordinación a los objetivos estratégicos de Washington. No lo plantea de esa manera, pero es así.

¿Cómo caracterizaría a la UNASUR?

Si uno va al origen de la UNASUR, el propio Mercosur dejó la puerta abierta para una UNASUR. En ese momento yo estaba involucrado como negociador económico, después como ministro. Se decidió el nombre “Mercado Común del Sur” para dejar la puerta abierta a otros países de la región. El gobierno de Itamar Franco, del cual participé, propuso hablar de un área de libre comercio sudamericana, la idea era ALCSA, mejor que ALCA (N de R: Área de Libre Comercio de las Américas, en referencia al acuerdo multilateral de comercio impulsado por Estados Unidos rechazado en 2005). UNASUR es impulso de los gobiernos de Jorge Batlle, en Uruguay, Fernando Collor de Mello en Brasil, de Ricardo Alfonsín en Argentina. El gobierno de Fernando Henrique Cardoso hizo la primera reunión cumbre de presidentes sudamericanos entre el 2000 y 2001. En el gobierno de Lula Da Silva todo pasó de manera muy gradual y concreta en relación con las ventajas comerciales y también con la necesidad de integración económica. Hubo un proceso inicial entre Mercosur – Perú cuando presidía Alejandro Toledo y a él se lo puede acusar de todo menos de ser de izquierda o bolivariano. Con eso se creó la Comunidad Sudamericana de Naciones, con base económica firme en comercio, infraestructura, pero también con una dimensión política. Con el apoyo de Toledo y del expresidente de Colombia Álvaro Uribe, la Comunidad Sudamericana de Nacionales evolucionó en discusiones con algo un poco más concreto que fue la UNASUR que trajo grandes beneficios para la región sobre todo en términos de paz con las disputas entre Colombia y Venezuela, o las cuestiones internas en Bolivia, que -en algún momento- estaba muy cerca de un conflicto grave, quizá de una guerra civil. Fue el propio presidente Evo Morales pidió que la UNASUR actuase y además se creó un Consejo Sudamericano de Defensa. Nunca había existido una coordinación de nivel político y democrático para los países sudamericanos con posibilidad de cooperación para proyectos industriales. Se creó el Instituto Sudamericano de Salud, muy importante para difundir formas de facilitar el acceso de medicamentos a la población, coordinar posiciones en otros organismos, como en la Organización Mundial de la Salud. Han sido avances extraordinarios que están de acuerdo con los objetivos históricos. En función de la UNASUR se hizo también la reunión de América Latina y el Caribe. Por la primera vez todos los presidentes participaron y se creó la CELAC, una ampliación para la integración.

¿En qué lugar queda Brasil ahora ante la región y el mundo? ¿Cómo ve el panorama en la región con estas decisiones?

Hay cosas que son muy significativas. Desde la vuelta a la democracia el presidente de Brasil -al asumir- hace la primera visita a Argentina. Ahora, Bolsonaro fue a Europa, a Chile, que es un país amigo, pero fue porque hay un gobierno de derecha con el que quizá tiene más afinidad. Y fue a Israel. Es poca la importancia que para él tiene la integración. La aproximación Brasil – Argentina ha sido la clave para la integración latinoamericana. Ha sido un trabajo de muchos años que exigió mucha negociación. Lo sé porque participé activamente de la negociación y de la definición política en los acuerdos que precedieron a la UNASUR y que son su base. Después de tanto, muy sencillamente se sale del organismo por una visión totalmente ideológica, subordinada, con la idea de que nuestra economía y nuestra seguridad dependen solamente de Estados Unidos, sumado a las actitudes que tomó en relación con Palestina, a cuestiones comerciales, al clima y a migraciones, entre otros temas. Esa es la visión que predomina y eso va a hacer que tenga un rol disminuido en el escenario internacional.

Todo es muy triste. No se puede comprender una integración sudamericana sin Brasil. Es el único país que es amazónico y platense al mismo tiempo, es la mitad de América del Sur en territorio, en población y en producto. Esto afecta profundamente de manera muy negativa a una integración sudamericana que siempre ha sido objetivo incluso de las élites, pero ya no. Ahora, para no decir que no se hace nada se inventa algo que no va a tener ninguna significación, salvo una coordinación de las derechas, que es el Prosur, el Foro para el Progreso y el Desarrollo de América Latina. Hay que recordar siempre que UNASUR es pluralista, está entre los elementos constitutivos de la organización que defiende la democracia desde diferentes visiones del mundo.

¿Cree que la situación en Venezuela y la conformación del Grupo de Lima incentivaron la desintegración de la UNASUR?

Sin dudas. Venezuela es muy importante por ser una de las más grandes reservas de petróleo del mundo. Cuando UNASUR habla de una política de defensa, es defensa de nuestros recursos naturales, pero eso no le interesa a la potencia hegemónica que siempre nos trató como su patio trasero. Es estratégico, pero somos la parte trasera. Entonces, los recursos que están aquí son también intereses estratégicos de la potencia hegemónica en el hemisferio. Creo que eso explica también el retroceso que hubo en la región. Cuando hubo crisis en la región no fue la Organización de Estados Americanos, la OEA, quién incidió, fue UNASUR. Ahora trabajaron para cambiar el cuadro y el hecho de que Brasil haya salido es como quemar nuestra catedral. Hay que ver el nivel de retrocesos. En el Grupo de Río cuando venía un alto funcionario estadounidense no había debate porque queríamos preservar la autonomía de países latinoamericanos en decisiones importantes, porque la discusión entre latinoamericanos y caribeños era sólo entre nosotros. Ahora, en el Grupo de Lima se invita al delegado norteamericano para que participe de todo. Ahora, aunque algunos países se hayan alejado de la idea de la intervención militar, en algunos casos siguen promoviendo las sanciones, trabajando por el cambio de régimen. Yo no voy a hacer una defensa de Nicolás Maduro, pero a un país que está bajo un estado de sitio por las sanciones y el aislamiento que le imponen desde Estados Unidos, y que alcanzan a muchos países más por sus reglas -porque hoy día son extraterritoriales- ¿cómo alguien puede querer apoyar un cambio de régimen impuesto desde afuera? Yo estoy en favor del diálogo. El Grupo de Lima no lo va a hacer, pero un grupo sudamericano como UNASUR, haciendo un balance político ideológico, podría ayudar a promoverlo. Creo que es un gesto positivo que Venezuela haya permitido la ayuda humanitaria de la Cruz Roja. Por lo menos quita un pretexto para la intervención militar.

¿Cree que es posible reconstruir la UNASUR? ¿Qué considera que debe ser tenido en cuenta ante esta situación?

La historia es muy compleja. Es necesario pensar en el largo plazo, pero sí creo que es posible mostrar que sin connotaciones ideológicas la unidad sudamericana es buena para nuestra inserción en el mundo, política, económica y comercialmente, también en cuestiones como el clima o en salud. En la Unión Africana comprendieron que no podían tener una organización que incluyera a un país europeo o a las antiguas potencias coloniales. Aquí no se comprende eso, tiene que ser todo subordinado a la visión de Washington. Y procuro no utilizar la palabra imperio porque no quiero hacer ningún juicio de valor… Pero para ellos es “América first”. Para nosotros deber ser Brasil, Argentina, “South América first”. Creo que hay tres cosas que se deben combinar en adelante: la lucha por la democracia, la verdadera participación popular en el poder en cada uno de nuestros países y la lucha por la soberanía de nuestros países, que obviamente es de cada país y se refuerza con la tercera dimensión que es la integración.


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