Argentina: de como el Festival de Cine de Cosquín llegó a ser amistoso y sofisticado
Por Daniel Cholakian – Nodal Cultura
En América Latina y el Caribe hay miles de festivales de cine. Los hay grandes y con mucha trayectoria; algunos son pequeños o nuevos; otros tuvieron unas pocas ediciones y no llegaron a sostenerse; los hay en ciudades maravillosas y maravillantes; los hay dedicados a temas específicos, a cines nacionales o a realizadores de algún origen, género o edad. Muchos de ellos son parte de un circuito más o menos establecido y programan el mismo conjunto de películas que se han destacado sobre el resto; otros tienen una programación más exclusiva, pensada con criterios de curaduría propios; algunos invitan figuras internacionales y tienden alfombras rojas, y otros reúnen a realizadores en torno a un espacio de encuentro que promueve un diálogo intenso y fecundo. Sea como fuera, poder participar de un festival de cine siempre es una experiencia rica y enriquecedora.
Los festivales más pequeños, aquellos que se desarrollan en 4 o 5 días con cerca de 30 funciones en total, en general no logran constituir un perfil que se destaque sobre los demás y suelen ser muestras de aquel cine que habitualmente no llegan a las (escasas) pantallas de las ciudades donde se llevan a cabo.
El Festival Internacional de Cine de Cosquín –FICIC- es un caso extraño en este contexto. A partir de su tercera edición comenzó a construir un espacio de encuentro de realizadores, críticos y teóricos. De esa incipiente idea de festival surgió el largometraje 3D de Rosendo Ruiz, filmado durante la edición 2013 y estrenado luego en el festival de Rotterdam. A partir de entonces Carla Briasco y Eduardo Leyrado, directores generales del festival, sumaron a la programación a Roger Koza, quien cumple desde hace años ese rol en varios de los más reconocidos festivales en el mundo.
Con el ritual del locro y las empanadas en la casa de Mary, madre de Carla Briasco, como apertura de los encuentros, el FICIC ha ido creciendo y consolidando su convocatoria, a pesar de ser más pequeño que muchos otros en Argentina. La potencia de su programación y la cercanía que establece entre los participantes son determinantes para ese reconocimiento.
Claro que en medio de la crisis económica que atraviesa la Argentina esto no es fácil de sostener. “En este contexto es muy difícil organizar el festival”, comentó a Nodal Cultura Carla Briasco. “Los apoyos están, pero cada vez es más difícil para todos los festivales. Nosotros desde la producción hacemos un gran esfuerzo para defender el festival, no solo desde su lugar cultural sino también desde la lógica turística y económica. Que en Cosquín entiendan que no es un espacio para proyectar películas y que eso quede solo entre dos o tres. Pero la situación económica es difícil y la crisis, que afecta también al cine argentino, se nota. Hay que estar atento a sostener la continuidad, a que no se corte. Esa es nuestra lucha”
A una semana del comienzo del FICIC, se desarrollará en la ciudad cordobesa de Cosquín, en Argentina, entre el 2 y el 5 mayo, conversamos con Briasco acerca de la madurez del festival, de su identidad y de la importancia del equipo de trabajo y en particular del lugar de Roger Koza como director artístico. Desde la próxima semana Nodal Cultura estará en Cosquín para traer lo más interesante del cine de América Latina que se verá allí.
El 2 de mayo comienza la 9° edición del FICIC y se viene –damos por descontada la continuidad- la décima edición ¿Cómo llegan y cómo a este nuevo encuentro anual?
Comienza la novena edición pero, voy a ser muy honesta, ya estamos pensando en la décima. En esta, estamos concentrados en poder concretarla, porque desde el punto de vista de la producción el contexto te obliga a “remar” mucho más para llegar al objetivo. Pero en el camino recorrido hemos notado que cada vez hay más interés por estar en Cosquín, de los espectadores, sí, pero especialmente de los realizadores. Por eso no tenemos dudas de que hay que ir por la novena, ya pensando en la décima.
Tenemos muchas ganas de dar ese paso, para de algún modo decir que dejamos de ser principiantes. Ahí estamos.
En los últimos años han consolidado un perfil en las pantallas, se convirtieron en una referencia y establecieron un lugar un calendario de festivales de cine de Argentina. ¿Qué valor tiene para ustedes esa presencia del FICIC?
Cuando con Eduardo, mi compañero de vida y compañero en este proyecto, pensamos el festival no éramos conscientes de lo que el FICIC es hoy y hasta dónde hemos llegado. Y con él nos proyectamos hacia este equipo. Con el equipo que formamos a lo largo de todas estas ediciones no dejamos de sorprendernos con lo que logramos. Tiene que ver, creo, con la sensación que tienen otros, los espectadores y los realizadores, sobre el festival y como lograron identificarnos y ayudarnos a posicionarnos en este lugar. Es un trabajo conjunto. Como equipo empezamos entonces a pensar el crecimiento de la programación y así incorporamos a Roger (Koza) en el equipo. Él fue clave para nosotros. Su presencia nos da un perfil sólido de festival en cuanto a la curaduría y la programación. A la vez representa una garantía para quienes quieren estar programados tanto como para quienes quieren venir a ver las películas.
Mencionas al equipo y es destacable que como festival pequeño hayan podido sostener un grupo de trabajo tan sólido y comprometido a lo largo de los años.
Nosotros dejamos que se apropien del festival. Les dimos el lugar porque se lo ganaron con el compromiso personal, que desde el comienzo asumieron desde un lugar amoroso. Trabajar en el FICIC es divertirnos en el festival, pasarla bien juntos, hacer lo que nos gusta y lo que nos apasiona. Algunos de ellos vinieron como realizadores, productores o protagonistas a presentar una película en la primera edición, y por su propia voluntad se sumaron a este equipo. Sin dudas a partir de este amor que tenemos por el cine. Fue una construcción entre todos que se fue dando de una manera no impostada.
¿Qué significa en este equipo contar con Roger Koza como programador?
En la primera edición no conocíamos a Roger personalmente, sabíamos de su trabajo y su trayectoria, y lo invitamos como jurado. La verdad, que haya aceptado participar de una primera edición, cuando incluso nosotros estábamos tratando de ver qué era el festival, para nosotros fue un respaldo importante. Después construimos un vínculo con él. Siempre fue muy generoso, nos recomendaba películas, nos ayudaba en la programación cuando todavía la hacíamos con el equipo. Como nosotros venimos del lado de la producción y queríamos dedicarnos más a ese aspecto, consideramos que la programación debía estar a cargo de alguien que tuviera más conocimiento, y nos pudiera dar aquello que nosotros queríamos para el perfil del festival. Sin dudas pensamos en Roger y muy tímidamente le hicimos una propuesta. Él se sumó y me parece que él también se sorprendió de lo que podíamos lograr en una ciudad como Cosquín, que tiene un nombre conocido pero tiene limitaciones en cuanto a su infraestructura. Aquello de lo que carecemos lo compensamos con otras cosas, y él supo ver nuestra predisposición como productores. Entonces hemos sumado esfuerzos para conseguir sumar películas. Nosotros buscando recursos para traer alguna película específica y Roger aportando una especial dedicación en las invitaciones. Escribe un mail muy amoroso donde explica porque quiere que esa película forme parte del festival. Eso asombra mucho a los directores, lo reconocen y eso hace que se sumen películas que de otra manera no vendrían. Para nosotros eso es muy importante.
Con Roger año tras año consolidamos el trabajo y ya pensamos para adelante.
Es cierto que en el festival existe esa condición amorosa que mencionás –que haya una invitación a comer en la casa de tu madre lo marca como único en ese sentido- y eso se hace evidente en la cercanía que existe entre todos los que participan del mismo ¿eso también es parte de esta identidad del FICIC?
Nosotros somos conscientes que queremos que el festival crezca en un montón de cuestiones que tenemos que mejorar, desde las proyecciones, porque en Cosquín hay limitaciones técnicas que nos gustaría mejorar, como también la logística o el volumen de la programación, que esperamos que pueda crecer en las próximas ediciones. Pero eso no tiene que ir en detrimento de esa cuestión más pequeña o cercana, y que se parece a la sensación de una proyección en 35mm en la que ves el grano de la película y te produce una sensación especial de calidez. Esa cercanía es un valor fundamental del festival está instalada y tenemos que cuidarla.