América Latina y el Caribe: ¿qué comemos en Semana Santa?
Latinoamérica: La Semana Santa no es ocio
En América, tras la alegría del Carnaval, nos inundamos con el fervor y la espiritualidad de la Semana Santa. Cuaresma es ayuno y conversión. Es tiempo de preparación para la celebración de la Semana Santa.
En toda América Latina se vive intensamente las costumbres, ceremonias y gastronomía típica de cada país. Penitentes, vía crucis, y nazarenos llenan las calles de todo el mundo católico en esta importante festividad religiosa en la que se rememora la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo. Si hay una época en que se nota un concentrado de la influencia española en América es en la Semana Mayor. Por supuesto, afloran las peculiaridades de cada región.
Bolivia es altiplano y se peregrina en las alturas. Especialmente destacada es la peregrinación al Santuario de Copacabana, en la que miles de católicos, como demostración de su fe, recorren recorren 156 kilómetros desde La Paz hacia ese lugar, situado a orillas del lago Titicaca. Es divertida la tradición de hacer pequeños hurtos de productos agrícolas en las zonas rurales el Viernes Santo. La costumbre se origina en la creencia de que, como Dios ha muerto, no podrá ver lo que pasa en el mundo y se puede uno tomar ciertas “licencias”.
En Quito, Ecuador, el Viernes Santo se celebra la procesión “Jesús del Gran Poder” y la “Virgen María”, en la que una multitud traslada pesadas figuras protegidas en urnas de cristal por varias calles del casco colonial de la capital.
En Centroamérica, son famosas las alfombras de flores con las que se adornan las calles en Guatemala, El Salvador y Honduras. Los guatemaltecos comen bacalao a la vizcaína con encurtidos de vegetales y pescado seco rebozado. En Costa Rica no falta la miel de chiverre, hecha a base de un fruto parecido a la calabaza o auyama. En Panamá, la Virgen, San Pedro, Santiago y Juan pegan tremendas carreras –en lugar de procesiones- el día de Resurrección, en señal de júbilo.
En Colombia, desde el miércoles de ceniza, cada viernes, por cuarenta días, no se come carne, entonces se pone de moda comer atún, mote de queso, mote de palmito, ensalada de papa con huevo y remolacha aderezada con mayonesa, arroz de frijolito. La mesa se engalana con diversos platillos a base de guiso de Icotea, bagre seco salado también hace parte de esta milenaria tradición.
La preparación es un ritual casi sagrado, y obligatorio en muchas casas de la Costa Caribe, tanto que a las seis de la mañana ya está lista la comida. Los dulces hacen parte de toda la gama culinaria: aparecen el dulce de ñame, el de papaya, la chicha de maíz. El tradicional “Mongo Mongo”, el rey de los dulces en Semana Santa, es una mezcla de frutas de la región como la piña, mamey, mango, batata rallada y cocida y plátano amarillo, el cual se coloca en preparación días antes de la gran Semana para que se pueda disfrutar en todo su esplendor.
En República Dominicana, los cortadores de caña en las plantaciones azucareras realizan desfiles para saludar la llegada de la primavera en los bateyes. La mesa se llena de frijoles rojos con leche de coco. Brasil es el país donde reside el mayor número de católicos en el mundo. Mucha playa, turismo y diversión, es verdad, pero también hay fervor. Y no falta la especial Pacoca de Amedoim, un postre tradicional hecho con harina de yuca, maní y azúcar de preparación artesanal.
Uruguay es el país más laico del continente, donde la gastronomía, cultura y ocio sustituyen “por ley” a la Semana Santa, según decreto del expresidente José Batlle y Ordóñez, considerado ‘padre’ del Uruguay moderno; pero el cronograma religioso se cumple en cada diócesis y la radio transmite programación especial.
Por ejemplo, está la popular “semana de la cerveza”. En Perú es Ayacucho, en el sur, la zona de las procesiones memorables. El culto se rinde en lengua quechua y, entre ellas, destaca la del Cristo resucitado, una de las más grandes figuras en cera de Latinoamérica. Los limeños, al igual que los venezolanos, suelen recorrer en Jueves Santo las siete principales iglesias del centro histórico de las ciudades.
En la capital venezolana, Caracas, los días Santos son respetados y los templos están cada año más llenos a medida que la crisis hace picos. Es costumbre, según la zona, comer pastel de morrocoy, huevos de tortuga o iguana, sancocho de sapoara –un pescado que, según la leyenda, si se come se regresa al lugar- y bacalao. De postre, arroz con leche y arroz con coco. También se estila, entre los jóvenes de los pueblos, jugar trompo, perinola –un trozo de madera hueca a la que se ensarta con un palo unidos por un pabilo-, partida de cocos –se estrella un coco contra otro y gana el que logre partir el del contrario- y, con las campanadas de las iglesias, la gente corre a chocar monedas contra piedras como una manera de asegurar la prosperidad y felicidad que, se supone, viene con la Resurrección del Señor.
En Venezuela, abundan las supersticiones de remoto origen. Vigentes hasta las primeras décadas del siglo XX, aconsejaban no bañarse en mares o ríos Jueves ni Viernes Santo pues quienes lo hicieren podrían quedar convertidos en peces o sirenas. El Miércoles Santo, ante el Cristo de la Humildad y Paciencia, muchos depositan su donativo y reservan un centavo con el cual tocan la imagen para luego, cuidadosamente envuelto, guardarlo durante el año “para no carecer de dinero”.
En Argentina es tradición la reunión familiar en Pascua. Se almuerza con empanada de vigilia, paella y bacalao, pero no falta el tradicional asado de parrilla.
Los latinoamericanos vivimos la Semana Santa, desde el inicio de la Cuaresma. Hay asueto pero también oración. Hay ayuno pero también mesa surtida y esmerada, como corresponde al tiempo más especial que transita el mundo católico.
El Telégrafo
El Salvador: Las 5 comidas típicas que no deben faltar en Semana Santa
Comienza la Semana Mayor y en vista de que muchos salvadoreños aprovechan estos días para degustar de los tradicionales platillos típicos, hicimos un recorrido por el mercado central de San Salvador para mostrarte un top 5 de las comidas que no pueden faltar en estos días.
1. El pescado seco
Los hay de boca colorada, bagre e incluso de aguas dulces, en precios desde $6 a $12. Una vez pescado, se corta en filetes, se sala y se saca al sol. Este proceso permite que el pescado pueda tener una duración por varios meses.
2. Las torrejas
Es elaborado a base de pan de yema, huevos y miel. Es una de las opciones por la que las personas optan en vista de la abstinencia de comer carnes rojas. Unos las comen durante el desayuno; sin embargo, lo tradicional es comerlas durante la tarde y acompañadas de un buen chilate.
3. Jocotes en miel
Requiere de un proceso de preparación para poder comerlos en miel. Primero se les hace unas hendiduras en su contorno, se ponen a hervir alrededor de 45 minutos y se les agrega el dulce, vainilla y canela. Son pasos sencillos que valen la pena hacer para poder degustarlos.
Lea también: Infografía: Algunas curiosidades y costumbres de la Semana Santa
4. Mangos en miel
Su proceso de preparación es similar al de los cojotes, pero requiere una hora de preparación y es sin duda una comida que tradicionalmente no debe faltar.
5. Tamales pisques
Son los que generalmente reemplazan a la tortilla durante la Semana Mayor. Es por eso que los tamales llevan frijoles, chipilín, huevo o simplemente con el sabor de la masa para acompañarla con salsita criolla.
La fanesca, el plato emblemático de la Semana Santa
El tiempo de cuaresma finalizó y nada como un buen plato de fanesca para celebrarlo. Así es como se da inicio a la Semana Santa en Ecuador, con un hito gastronómico que contiene en un mismo plato la identidad de todo un pueblo. Su historia de mestizaje y la diversidad de ingredientes denotan las ventajas de vivir en la mitad del mundo.
Este potaje se remonta a la época prehispánica, cuando los incas celebraban el Mushuc Nina, o el eclipse equinoccial, fenómeno que se origina cuando el sol y la línea equinoccial se encuentran perpendiculares, dando como resultado la desaparición de cualquier sombra, a la vez que es el anuncio del comienzo de la época de cosecha.
Para celebrarlo, los incas cocinaban granos y calabazas andinas. Al llegar los españoles a suelo ecuatoriano trajeron consigo la evangelización. Durante este proceso, la sopa del Mushuc Nina evolucionó y se incluyeron nuevos productos, como el arroz, las habas y los lácteos, todos ingredientes traídos por los españoles y expandidos a lo largo del territorio a través de la evolución del sistema comercial y de consumo del país.
La fanesca, como la conocemos hoy, es la fusión perfecta entre el viejo y el nuevo mundo en nuestra mesa.
La Semana Santa trae consigo distintas tradiciones, incluso hasta la actualidad. Entre las representaciones más icónicas se encuentra la procesión de Viernes Santo, que se realiza en las calles del centro de las ciudades más importantes, siendo las más multitudinarias las de Quito y Guayaquil. Sin embargo, la tradición que se lleva la corona de esta fecha es la fanesca.
Este platillo contiene 12 granos y calabazas andinas. Se acompaña con empanadas, queso fresco, plátano maduro frito y bacalao seco. Ecuador se encuentra en la mitad del mundo, por lo cual su territorio se halla en ambos hemisferios, lo que provoca que solo existan dos estaciones: húmeda y seca; permitiendo que la agricultura del país sea diversa. Según la creencia católica, los granos representan a los 12 discípulos y el bacalao representa a Jesús.
Tradicionalmente se asocia su consumo a la prohibición, por parte de la Iglesia, de comer carne roja durante la época de cuaresma hasta el domingo de resurrección. La fanesca es un plato mestizo que fusiona de manera única productos ecuatorianos prehispánicos, así como los traídos de España durante la colonia y la república. Combina no solo ingredientes, sino tradiciones religiosas del antiguo y nuevo mundo. Para los incas fue la fusión de los productos de la cosecha joven durante el equinoccio; para los católicos, los 12 discípulos y el cuerpo de Jesús. Para los ecuatorianos, en general, esta sopa es esencia, es familia, es pertenencia.
La importancia de la fanesca en la cultura gastronómica de Ecuador se refleja cada Semana Santa en las ferias y concursos que se realizan para escoger las mejores. Su elaboración varía en cada región del país, pero los ingredientes principales (granos, zapallo y sambo) son constantes. Según la zona se realiza el caldo con fondo de verduras o de bacalao, y se espesa con maní o con pepas de sambo trituradas. El Viernes Santo trae a las calles un silencio inusual, pero el ruido y alboroto están en las cocinas de todas las casas. Todos se congregan con un solo fin: preparar la fanesca. Y lo que está claro es que su preparación es larga y meticulosa.
Los granos deben ser remojados desde la noche anterior para suavizar la fibra de las cáscaras y facilitar la cocción. Asimismo, deben ser cocinados de manera individual. Iniciamos con un refrito básico ecuatoriano: aceite, achiote, cebollas y ajo. Integramos el fondo de verduras o de bacalao y agregamos uno a uno los granos. Se añade el zapallo, el sambo y la col procesados para dar mayor espesor y color al plato. Finalmente viene la leche y el maní o pepas de sambo trituradas. Mientras todos los sabores se conjugan lentamente en el fuego, es tiempo de preparar las guarniciones: tomar la masa, que, por cierto, se la elabora en la mañana para que tenga tiempo de leudar, y se forman las empanadas rellenas de queso fresco; se fríen bolitas de masa y plátano maduro para agregar un toque dulce. Luego se cortan generosos pedazos de queso y huevo duro.
En un plato aparte se sirve el molo (especie de puré de papa) que puede incluir diferentes especies andinas. Y ahora sí, todos sentados a la mesa, listos para disfrutar. La fanesca es el reflejo de cómo un plato denota la cultura de un pueblo. El mestizaje de tradiciones religiosas y de sabores se expresa a todo aquel que pruebe esta delicia: el sabor auténtico de Ecuador. Durante Semana Santa no importa en qué lugar del país se encuentre alguien, siempre encontrará fanesca, la indudable insignia gastronómica de esta época. (I)
Datos
Para el siglo XIX ya se celebraba la Semana Santa en Quito con el platillo formalmente llamado fanesca, que se convertiría en el elemento esencial del festejo religioso. La referencia más antigua de una receta de fanesca podría ser de 1882, descrita por Juan Pablo Sanz en su libro El manual de la cocinera. Sea cual sea su origen, es un plato típico de nuestra tierra, delicioso y nutritivo, que se arraigó como una costumbre que reúne a la familia.
El Telégrafo
Semana Santa, tiempo propicio para disfrutar de dos deliciosos dulces ibéricos (+recetas)
La Semana Santa trae días de espiritualidad para los más devotos pero también diversión para los que aprovechan para viajar en estas vacaciones de pascua. Lo que es seguro es que todos disfrutaremos de las dulces típicos de semana santa que se han heredado de la tradición de cuaresma.
La vigilia que prohibía comer carne, potenció la imaginación de cocineros, pasteleros y amas de casa a ofrecer otro tipo de platos con alimentos que sí podían comer. En el mundo existen un sinfín de recetas pascuales para estas fechas, elaborados la gran mayoría a base de leche, harina, huevos, mantequilla, azúcar o miel.
Sin duda alguna las torrijas sigue siendo el dulce estrella de estas fechas, ya que se elabora en casi toda España. En los obradores de pastelería se empiezan a elaborar las torrijas cuarenta días antes de la Semana Santa, y es que este dulce se vende tanto en Semana Santa, que en muchas pastelería siguen con la producción durante esta semana.
Monas de Pascua
La Mona de Pascua es uno de los productos más típicos de la Semana Santa, con larga tradición especialmente en las regiones mediterráneas. Dependiendo de la zona sigue recetas y formas diferentes, aunque todas simbolizan el final del ayuno de Cuaresma. La tradición dice que es el padrino quien regala a su ahijado la mona en el Domingo de Pascua, y se come en familia el Lunes de Pascua. Las Monas de Pascua murcianas son panecillos alargados decorados con un huevo cocido, tiernas y deliciosas.
Ingredientes para unas 12 monas de Pascua
Para la masa: 250 ml de leche tibia, 250 ml de aceite de oliva, 125 g de azúcar, 600 g de harina de fuerza, 25 gr de levadura fresca de panadería, 1 cucharadita de sal, ralladura de 1 limón, 2 huevos L.
Para el acabado: 1 huevo batido con un chorrito de leche, huevos previamente cocidos, azúcar.
Preparación
Desmigar la levadura fresca, mezclar con la leche y añadir una cucharada del azúcar y dos de la harina. Tapar y dejar fermentar unos 30 minutos. Batir ligeramente en un recipiente grande el aceite de oliva con el azúcar restante, la sal, la ralladura de naranja y los huevos. Añadir la mitad de la harina, trabajar un poco e incorporar la mezcla de levadura. Añadir el resto de la harina. Amasar hasta conseguir una textura suave, homogénea y elástica. Formar una bola, colocar en un recipiente engrasado, tapar y dejar levar hasta que doble su tamaño.
Deshinchar la masa ligeramente y separar porciones del mismo tamaño. Volear cada unidad y dar la forma deseada. Se pueden hacer bollitos normales circulares, pero la forma de mona más tradicional es obloide, alargada, con el centro más ancho para albergar el huevo cocido. Colocar en una bandeja de horno, pintar con el huevo batido, tapar y dejar levar hasta que doblen su tamaño.
Precalentar el horno a 200ºC. Una vez levadas las monas, volver a pintar con huevo batido, con mucha suavidad. Colocar con cuidado un huevo en el centro de cada unidad y decorar con azúcar al gusto. Introducir en el horno a media altura, bajar la temperatura a 170ºC y hornear durante unos 15-20 minutos, hasta que se hayan dorado bien. Dejar enfriar sobre una rejilla.
Pestiños, ingredientes
1 vaso (250 ml) de aceite de oliva virgen extra
1 vaso (250 ml) de vino blanco
1 rama de canela
1 cáscara de limón
1 cucharadita de sal
750 gr de harina
Aceite de oliva virgen extra para freír
Azúcar para emborrizar
Elaboración de los pestiños paso a paso
Ponemos el vaso de aceite de oliva virgen extra en una sartén junto con la rama de canela y la piel de limón. Freímos a fuego no muy fuerte, para evitar que se queme el aceite. Dejamos que el aceite se enfríe, eliminamos la piel de limón y la rama de canela y ponemos el aceite en un cuenco grande.
Incorporamos el vaso de vino, la sal y un poco de harina, mezclamos bien. Vamos añadiendo la harina poco a poco, al final tendremos que continuar amasando con las manos, amasamos unos cinco minutos hasta obtener una masa muy suave.
Formamos pequeñas bolitas con la mano, estiramos muy bien con un rodillo, debe quedar muy fina. Unimos dos laterales. presionamos bien la unión de las dos masas, uniéndola de nuevo, esto es muy importante ya que si no se abrirán al freírse.
Freímos en abundante aceite de oliva virgen extra hasta que estén dorados por ambos lados. Sacamos y dejamos sobre papel de cocina para que éste absorba el exceso de aceite, antes de que se enfríen los rebozamos en azúcar.
Animaros a hacer estos pestiños en casa porque son un bocado exquisito.
Noticias24
Capirotada; la dulce tradición de semana santa.
La llegada de la capirotada a México fue desde las primeras visitas de Hernán Cortés. Se cree que fue con este platillo con el que el conquistador envenenó a Francisco de Garay. Hacia 1780, Fray Gerónimo de San Pelayo incluía en su libro de cocina una receta que refería a la capirotada como un platillo de vigilia. La receta de San Pelayo consistía en varias capas de pan, queso y aderezo a base de jitomate. Este platillo novohispano comenzó a prepararse con mayor frecuencia durante el siglo XVIII.
Probablemente la popularidad del platillo sin carne fue debido al resultado de alguna crisis de alimentos a lo largo de la segunda mitad del siglo XVIII, cuando la carne escaseó; puede ser, también, que sólo fuera un plato de temporada y de estatus social, ya que la carne había elevado de manera considerable su precio y era difícil de conseguir.
En cada región del país le agregan ingredientes pero la mas sencilla es la siguiente:
INGREDIENTES
-Aceite para freír
-20 rebanadas de bolillo o pan blanco
-2 litros de agua
-½ kilo de piloncillo
-1 taza de azúcar
-2 rajas de canela
-4 clavos de olor
-½ taza de cacahuate
-½ taza de pasitas
-150 gramos de queso adobera
-½ taza de nuez picada
-Nueces en mitades para adornar
PREPARACION
-Tomar las rebanadas de aproximadamente 2cm de grosor, secar al sol o esperar a que sequen para conseguir una textura dura y seca. Freír en aceite hasta que dore ligeramente.
-Hervir el agua junto con el piloncillo, el azúcar, la canela y los clavos, esperar a hasta obtener una mezcla con la consistencia de un jarabe ligero. Colar en un recipiente y esperar a que entibie
-En un recipiente o cazuela de barro debes poner la primera capa de rebanadas de pan frito, cubre con cacahuates, pasitas, nueces y queso rallado.
-Baña con la miel de piloncillo y repite el procedimiento hasta que se llene el recipiente.
-Adorna con mitades de nuez y gragea.
-Hornear a fuego medio hasta que se dore.
La Región Tam