La impunidad de los curas pederastas – Cambio, Bolivia
Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.
La sociedad conoció con estupefacción, una vez más, el escándalo que envuelve a un cura español que trabajó en el oriente boliviano y que está involucrado en abusos sexuales, hecho que se suma a los numerosos casos de religiosos que quedaron en la impunidad.
El sacerdote, que fue identificado con las siglas de L. M. R. P., aparece —según una agencia de noticias— con niños y niñas en imágenes, en las que se observan toques explícitos de sus partes íntimas. El acusado vive actualmente en una residencia de reposo de la Compañía de Jesús.
A este hecho se suma el caso del jesuita Luis Tó González, quien fue sentenciado a dos años en España por violar a una niña de ocho años. Trabajó como misionero en La Paz, El Alto, Cochabamba y Oruro.
Tó llegó al país en 1992 y laboró cuatro años en El Alto. En 1997 se trasladó a Lima, Perú, para tratamientos psiquiátricos. En 1998 retornó, pero esta vez a La Paz, donde vivió hasta 2008. En 2009 se fue a Oruro y en 2010 a Cochabamba, ciudad en la que murió el 11 de abril de 2017.
La pregunta que ronda en la población es, ¿por qué la Iglesia católica envía a Bolivia a personas con antecedentes de pedofilia? ¿Por qué las autoridades eclesiásticas bolivianas permiten que se camuflen o permiten el ingreso? ¿Cuándo harán una investigación minuciosa y establecerán sanciones a quienes hicieron tanto daño a niños y niñas en el país?
El cardenal peruano y arzobispo de Lima, Juan Luis Cipriani, consideró hace tiempo que las denuncias forman parte de una campaña contra el Papa: “Esto es obra del demonio”. La población no sabe si reírse de esta afirmación o contener su furia contra estos abusos que afloraron en distintas partes del mundo.
Una investigación que se hizo en Estados Unidos demostró que hay alrededor de 7.000 denuncias desde 1950 en contra de religiosos por abuso sexual en contra de menores. Sin embargo, el porcentaje de abusadores oscila entre el 6% y el 10%, lo que supone que hay 11 mil curas pederastas en el país del norte. Hay muchísima evidencia de los mecanismos mediante los cuales las denuncias eran silenciadas por jerarquías de la curia.
En Chile, el escándalo de los abusos sexuales tocó a alrededor de dos centenares de personas involucradas en casos aberrantes, entre ellos obispos, sacerdotes y laicos vinculados a distintas diócesis e institutos de educación. Las víctimas eran niños, niñas y adolescentes.
En Australia se habla de 4.447 víctimas, mientras que en Canadá, entre 10 mil y 12 mil personas fueron indemnizadas por estos hechos.
Las autoridades eclesiales ya dejaron de ser una referencia moral para el mundo porque aparte de los abusos sexuales se vieron envueltos en escándalos financieros, apoyo a dictadores militares y otros males. Por ejemplo, en 1980, el papa Juan Pablo II, mientras sermoneaba a los suizos sobre ética bancaria, pero al mismo tiempo los bancos del Vaticano financiaban al régimen sudafricano del apartheid, se codeaban con las dictaduras militares en la Argentina, Bolivia, Paraguay, Chile y Brasil. Condenaban abiertamente la Teología de la Liberación, a cuyos simpatizantes los llamaban terroristas y son coautores o corresponsables de miles de desaparecidos, torturados, encarcelados y exiliados.
El escritor inglés David Yallop, quien escribió el libro El poder y la gloria, Juan Pablo II: ¿santo o político?, revela que los curas eran magos para hacer desaparecer el dinero del Banco del Vaticano y Banco Ambrosiano, pues se apropiaron de 1.300 millones de dólares y administraban cuentas de criminales y de miembros de la mafia, como los Corleone, Spatola e Inzerillo y la camorra napolitana.
La lista de casos de pederastia en Bolivia no para de crecer, al igual que la impunidad impulsada por la cúpula de la Iglesia católica. La institución tiene que pasar del discurso a la acción para sancionar y enviar a los responsables a la justicia, que es donde corresponden.