Argentina: murió Franco Macri, el padre del presidente y dueño de uno de los grupos económicos más poderosos del país

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Franco Macri, de su Roma natal a empresario superpoderoso en Argentina

El empresario Franco Macri, dueño de un poderoso imperio económico y padre del presidente de la Nación, Mauricio Macri, falleció anoche en la ciudad de Buenos Aires a los 88 años.

Nacido en Roma el 15 de abril de 1930, Franco Macri se nacionalizó argentino tras haber llegado al país el 6 de enero de 1949, junto a sus hermanos Pía y Antonio.

Apenas llegado a la Argentina y sin conocer el idioma, comenzó a trabajar como asistente en una obra y poco después se inició como albañil, desde donde empezó a incorporar conocimiento del sector de la construcción.

En 1951 creó su primera empresa constructora y, a fines de los ’60, se asoció a la Corporación Italiana Fiat y fundó Impresit Sideco, el germen de lo que sería más tarde el holding Socma (Sociedades Macri), uno de los grupos de empresas de capital nacional más importante del país.

Este grupo empresario operó en las áreas de la construcción, la ingeniería industrial, infraestructura civil, exploración minera, desarrollo inmobiliario, generación y transporte de energía, tratamiento de residuos, concesión de rutas y autopistas y en el sector servicios, y se expandió por varios países de América latina.

Entre la lista de obras públicas y privadas realizadas por este grupo se encuentran la construcción de la fábrica de cemento de Loma Negra, las centrales nucleares Atucha I y II, la planta de aluminio Aluar en Puerto Madryn, los edificios de Catalinas, el tradicional «Rulero» del barrio de Retiro y varios otros que cambiaron la fisonomía de la ciudad de Buenos Aires.

«Le dimos empleo directa o indirectamente a más de 100.000 personas. Fuimos un equipo, del que fui el responsable, constituido por obreros, empleados y ejecutivos que trabajamos con transparencia en la industria, la construcción, la infraestructura pública y la prestación de servicios incorporando las más modernas tecnologías y que por sobre todo pusimos el corazón en cada proyecto», destacó Franco Macri en una de sus últimas publicaciones de su página web.

Padre de seis hijos -entre ellos el presidente de la Nación, Mauricio Macri-, Franco se presentaba en su cuenta oficial de Twitter como «empresario argentino, consejero senior de la República China para Inversiones en Latinoamérica y fundador del Macri Group».

Franco Macri construyó uno de los imperios económicos más importantes de la Argentina y América Latina, y estableció alianzas comerciales estratégicas con las más destacadas compañías internacionales.

Como dirigente empresario, fue titular de la Unión Argentina de la Construcción, la Cámara Argentina de la Construcción y la Asociación de Fabricantes de Autos, ya que en Argentina fue impulsor de la compañía SEVEL, que fabricaba vehículos Fiat y Peugeot en la década del 80.

Hacia finales de los ’90, el grupo Macri ganó la concesión del Correo Argentino, que administró hasta la rescisión del contrato en el año 2003.

Hacia el 2000 inició un proceso para retirarse de los mercados en los que actuó durante 60 años ininterrumpidos para dedicarse a promover las relaciones entre China con otros países, en especial Latinoamérica, y fue designado por la Asociación para la Promoción y el Desarrollo Industrial de la República de China en el Mundo como Consejero para inversiones en Latinoamérica, cargo que ocupó hasta sus últimos días con oficinas en Beijing, Buenos Aires y varias capitales latinoamericanas.

Casado en primeras nupcias con Alicia Beatriz Blanco Villegas, integrante de una familia de terratenientes oriunda de Tandil, juntos tuvieron cuatro hijos, Mauricio, Sandra, Mariano y Gianfranco, en tanto que su segunda esposa fue la psicóloga Cristina Grieffer, con quien tuvo a su hija más pequeña, Florencia Macri.

Franco Macri también se relacionó sentimentalmente con la actriz y animadora Flavia Palmero y con la diseñadora Evangelina Bomparola.

Con el presidente de la Nación, Mauricio Macri, estuvo varios años distanciado y a comienzos de 2016 publicó una extensa carta abierta en la que reconoció que las «fricciones» habían quedado atrás y en la que remarcó la «especial y -a veces excesiva- atención» que le dedicó a Mauricio, a quien con cinco años llevaba a sus empresas porque «le iba a ser útil para su futuro».

«Tardé años en perdonarle que se hubiese ido de las empresas que con tan duro trabajo había fundado», reconoció Franco sobre la decisión de Mauricio de abandonar en 1995 la empresa familiar para buscar convertirse en presidente de Boca Juniors y luego comenzar su carrera política.

Entre los momentos más dolorosos de su vida, él mismo mencionó el secuestro que sufrió el actual jefe de Estado durante 12 días en 1991 por parte de una banda de comisarios, el posterior secuestro de otra de sus hijas, Florencia, en 2003 y la muerte de otra de ellas, Sandra en 2014.

En una de sus últimas declaraciones públicas, desde Punta del Este en el año 2017 Franco Macri calificó el primer año de gestión de Cambiemos con un 5, aunque aclaró que «más no se podía hacer».

También reveló un episodio de salud que casi le cuesta la vida antes de las elecciones presidenciales: «Recibí una información concreta de personas razonablemente creíbles en las que me advertían que si Mauricio ganaba, lo mataban. Mi reacción fue muy exagerada: tuve una hemorragia y perdí el 80 por ciento de mi sangre. Me salvé porque mi chofer me llevó a las 4 AM al hospital Italiano».

Finalmente, pudo ver asumir a su hijo como presidente de la Nación, y relató lo que sintió la noche del balotaje en el que Macri se impuso a Daniel Scioli: «Supe entonces que debía deponer mis miedos, dejar atrás cualquier fricción con Mauricio y darle mi completo apoyo», que reforzó hasta sus últimos días de vida.

Ámbito


Murió Franco Macri

Era a la vez el padre del Presidente y el padre de la crema de empresarios que se hicieron fuertes y ricos mientras el Estado se hacía más débil y pobre. Franco Macri murió anoche a los 88 años.

Según la información oficial, el padre de Mauricio Macri estaba enfermo desde hacía meses. La versión del propio Presidente es que tuvo momentos alternativos de lucidez y de pérdida de la noción de realidad pero que en los últimos tiempos no reaccionaba ni ante la presencia de Luján Isabel Morales, la mujer que lo cuidaba en su casa de Barrio Parque. Antes había estado internado en el Hospital Italiano.

Exhuberante, entrador, inteligente, animador durante muchos años del jet set de Buenos Aires y Punta del Este, dueño de un español con un toque simpático de cocoliche, quienes trataron a Franco recuerdan el medio tono irónico con el que contaba historias de los personajes de la política argentina a los que había conocido de cerca. Es decir, de todos. Podía ser Carlos Saúl Menem. O Alfredo Yabrán, con quien hizo negocios de logística en la ciudad de Buenos Aires. O el propio Donald Trump, cuando éste no era todavía un político sino el representante de los intereses inmobiliarios más fuertes de Nueva York y Franco soñaba con penetrar en Manhattan como lo que percibía de sí mismo: un emperador de los negocios al que la Argentina de los ‘80 le quedaba chica. En general avasalló. Nueva York, en cambio, fue el muro con el que chocó más duramente en su vida empresaria. Los inmobiliarios le bajaron el pulgar a su proyecto de construir torres en Manhattan. Fueron taxativos. Una limusina recogió un día a Franco en el centro de Nueva York cuando llegaba al hotel y lo llevó directo al aeropuerto. Obviamente por cortesía socarrona, porque Macri no había pedido el auto de lujo. Como consuelo (o en realidad como demostración de poder) un enviado de los constructores le prometió que, si hacían los edificios, le darían el negocio de los revestimientos. Una burla que lo alejó para siempre del sueño norteamericano.

Su segundo de a bordo en ese intento, como siempre, fue un Mauricio que apenas había pasado los 30 años. La leyenda que lo pinta como un playboy moroso incapaz de disputar el mercado con la sangre de los capitanes de la industria es éso, una leyenda. El actual Presidente fue siempre un número dos activo de Franco, aunque éste insistiera en despreciarlo ante terceros y debiera ocuparse de cerrar negocios cuando el hijo se ponía excesivamente intransigente o vengativo.

Cloacas

Cuando Franco desplegó su poder en el negocio de las obras públicas, Mauricio lo secundó en Sideco. Esa empresa fue la que salió del conocimiento privado y saltó a la luz pública cuando protagonizó un escándalo con denuncias judiciales por la colocación de un sistema de cloacas en Morón mientras era intendente el antiguo colaborador de José López Rega Juan Carlos Rousselot. Cuando Macri habla de cloacas sabe de qué se trata.

Ni Mauricio Macri ni su padre fueron ajenos a los tiempos de la dictadura. A Mauricio no se le conocen contradicciones o matices entre sus actitudes personales y su convivencia con los generales. A Franco sí. Gabriela Cerruti, que escribió dos libros sobre el Presidente, El pibe y Big Macri, narró que mientras se enriquecía con los militares Franco salvó de la patota a dos de sus empleados, Carlos Grosso, actual asesor en las sombras de Mauricio, y Gregorio Chodos. Javier Timerman, el hermano de Héctor Timerman, tuiteó anoche: “Cuando mi padre estaba en arresto domiciliario en 1978, el consorcio se reunió para echar a mi familia del edificio. Un vecino armó un escándalo y defendió a mi padre, consiguiendo que no se votara esa canallada. Ese vecino fue Franco Macri. Un gesto que muchos no tuvieron”.

Cerruti describe así los negocios del clan en la época de plomo: “Durante esos años, los Macri compraron el Banco de Italia, se quedaron con la obra de Yacyretá, acordaron con la dictadura paraguaya la construcción del puente Posadas-Encarnación; se hicieron cargo de la construcción de la Central Termoeléctrica de Río Tercero y la de Luján de Cuyo; acordaron con el brigadier Osvaldo Cacciatore la privatización de la recolección de residuos en la Ciudad de Buenos Aires a través de Manliba. Se metieron en el negocio del petróleo a través del general Suárez Mason que estaba en YPF y participaron de oscuros negocios de compra y venta de armas a través de Italia hacia Medio Oriente. Se expandieron también por Latinoamérica, al ritmo del Plan Cóndor. Obras, terrenos, edificios en Paraguay, Brasil, Chile, Venezuela, México convirtieron a la pequeña constructora de inmigrantes en un holding internacional”.

Las distintas investigaciones dan cuenta de una fuerte ligazón entre la familia Macri y lo que en Italia llaman “sottogoverno”, los subsuelos del poder. Parte de ese gobierno en las sombras es la N’Draguetta, con sede en Calabria. De allí vienen los Ma-cri, del sur del Italia, en Caserta. La especialidad eran los residuos sanitarios de las montañas del sur. Consiguieron concesiones de tierra, que mezclarían con cal para tratar la basura. Un modelo que repetirían en la Argentina con el Ceamse.

Franco se jactaba de que su padre había sido fundador del Fronte Dell’Uomo Cualunque, el Frente del Hombre Común. Lo tuiteó el 29 de noviembre de 2015, tras el ballottage que le dio el triunfo a Mauricio frente a Daniel Scioli. “Mi padre fundó el partido ‘L’uomo qualunque’ e intentó ser Pdte de Italia. No fue posible y emigró a Argentina y su nieto es presidente.” Es la exageración de un empresario con un toque importante de megalomanía pero no una mentira sobre los orígenes políticos de la familia. Giorgio Franco, junto a ancestros de los Rocca, los propietarios actuales de Techint, estuvieron entre los fundadores del Fronte.

Nacido en Italia en 1930, Franco llegó a la Argentina a los 19 años, en 1949.

Un artículo de José Steinleger en el diario La Jornada de México radiografía así al cualunquismo: “Los cualunquistas de posguerra exaltaban a las capas medias que, sin un partido que expresara sus intereses, resignaban sus horizontes a la familia, el trabajo, la propiedad y la moral, exigiendo mano dura a los luchadores sociales que turbaban-la-convivencia-social-deseada-por-la-mayoría. El qualunquismo no fue, exactamente, un partido fascista. Aunque, en corto, sus fundadores (entre ellos, Giorgio Macri, abuelo de Mauricio, actual presidente de Argentina) reconocían haberse prestado como masa de maniobra electoral de Mussolini”.

Males

En los últimos años el espectro de Franco resultó útil al Macri que sí fue presidente. La táctica fue poner a Franco, sacar a Franco, poner a Franco, sacar a Franco. Disimular a veces su existencia y otras veces hacer exhibicionismo. Y sobre todo, concentrar en él todos los males, se llamasen empresas offshore o sospechas de coima. Así puede resumirse la táctica que usa el Presidente desde que asumió el 10 de diciembre de 2015. Es que Mauricio, como Franco, se llama Macri. Cosa que no siempre conviene.

Cuando el Gobierno tiene problemas con el patrimonio presidencial, el juego es que la palabra “Macri” se asocie siempre con Franco y no con Mauricio. Ni hablar cuando la Justicia citó a indagatoria al antiguo jefe del clan por el presunto pago de sobornos en el negocio de peajes y sus abogados adujeron que Franco, de 88 años, no estaba en condiciones físicas y psíquicas de comparecer.

El hermano presidencial Gianfranco Macri también fue citado. Siempre fue directivo de las empresas del grupo familiar junto con Franco y Mauricio. Ahora es uno de los accionistas de Socma, Sociedades Macri. En 2009, cuando recibió las acciones de manos de Franco, el actual Presidente las repartió entre tres de sus hijos, Agustina, Jimena y Francisco.

Gianfranco presentó un escrito ante la Justicia. Al salir de Tribunales contestó preguntas de los periodistas.

“No pagué una coima en mi vida”, dijo.

“¿Y su padre?”, quisieron saber los periodistas.

“Pregúntenle a él”, contestó.

El CEO de Socma es un hombre demasiado fácil para los juegos de palabras, Leonardo Maffioli.

Pero resuelto por la Naturaleza el problema de Franco, ni Maffioli ni los asesores del Presidente lograron resolver el problema de Gianfranco. El 27 de agosto de 2017 PáginaI12 publicó una nota de Horacio Verbitsky en la que informaba que el hermano presidencial había blanqueado 622 millones de pesos, o 35,5 millones de dólares. En mayo de 2016 Mauricio Macri declaró bienes por 110 millones de pesos. Su declaración de 2017, correspondiente a las existencias de 2016, indicaban un patrimonio de 82 millones de pesos, supuestamente porque una parte había pasado a formar parte de un fideicomiso ciego y porque había donado dos millones de pesos en plantaciones a su hija Antonia.

Si en 2009 Franco cedió un patrimonio equivalente a cada hijo, la exteriorización de bienes de Gianfranco dejó al Presidente como el más dispendioso de los Macri.

La aparición de los Panamá Papers ya había fastidiado a Mauricio por la permanente referencia a la integración de sociedades con su padre y con su hermano.

Este diario publicó durante meses los detalles de una de las empresas offshore de la familia, la más activa, Fleg,

El periodista Tomás Lukin publicó el 15 de mayo de 2016 que Fleg compró el 99,9 por ciento del capital social de una firma con nombre portentoso, Owners do Brasil Participacoes Ltda. Traducido del inglés, Dueños de Brasil Participaciones Limitada.

Los directivos de Socma figuraron tradicionalmente entre los más poderosos de la Argentina. Los economistas Eduardo Basualdo, Manuel Acevedo y Miguel Khavise escribieron en 1984 que, de siete empresas en 1973, los Macri llegaron a 47 a finales de la dictadura. Llegaron a ser propietarios de Sevel, de Sideco, de Socma financiera, de Manliba, de Itron y de Iecsa. Reforzarían su poder de manera decisiva durante el gobierno de Carlos Menem, en buena medida gracias a la financiación voluntaria o forzosa del Estado. En 1999 la deuda del grupo ascendía a 900 millones de dólares repartidos entre acreedores privados y estatales. Fue ése el momento elegido para hacer pie en Brasil. Fleg gastó en Owners 9,3 millones de dólares mediante la firma Socma mericana SA.

El diputado del Frente para la Victoria Darío Martínez y el fiscal Federico Delgado también investigaron la suerte de Fleg, pero la falta de colaboración de la Justicia brasileña y la morosidad de las cancillerías brasileña y argentina hizo que no fuera posible constatar oficialmente la información real que en verdad existía. Delgado dijo que en los últimos años había investigado, entre otros, a Mauricio, Gianfranco y Franco Macri. Abrió siete expedientes. “Los siete se cerraron o nosotros fuimos expulsados”, dijo.

Franco, quizás todavía lúcido, salió en auxilio de sus hijos cuando, a fines de 2016, se atribuyó el desembolso de los millones entre la cadena de empresas. Aún en plena actividad, dijo en ese momento que el escándalo de Panama Papers era “un absurdo total”.

Más allá de cualquier derivación penal que pueda tener la citación de Gianfranco y de Franco, e incluso si no terminara en un procesamiento, cada vez que los fantasmas salen del closet reavivan la historia. Las historias.

Uno de esos episodios del pasado transcurrió casi inadvertido. Fue durante el G-20, cuando vino Donald Trump. Prolija, la web de la Casa Blanca transcribió una parte del saludo público antes de la reunión bilateral con Macri, en la mañana del 30 de noviembre último. Dijo Trump: “Quiero decir solamente que con Mauricio somos amigos desde hace mucho tiempo. Muchos años. La gente quizás no lo sepa. El era un hombre muy joven, muy apuesto. Y nos conocimos bien. Hice negocios con su familia, con su padre. Grande el padre. Era amigo mío. Yo compré terrenos del ferrocarril en West Side y fue una gran obra, una obra exitosa. Enorme trabajo. Uno de las mayores obras en Manhattan”.

¿Trump sabía que a Mauricio le molesta la reaparición del nombre de su padre una y otra vez, sobre todo cuando se acercan de nuevo las elecciones? ¿Fue un descuido del presidente que garantiza el acuerdo del FMI con la Argentina? ¿O da su visto bueno para los desembolsos pero no se priva de dejar en claro quién manda?

Deterioro

La historia del clan que abarcaba a Franco y Mauricio está muy ligada al deterioro institucional. Raúl Dellatorre contó en PáginaI12 del 20 de marzo de 2016 qué fue el “Decreto Sevel”, un modelo de manipulación impositiva. En 1995, el entonces ministro de Economía Domingo Cavallo promovió el decreto 493 (firmado por Carlos Menem, Eduardo Bauzá y él mismo) que estableció una condonación de la deuda por intereses, multas “y demás sanciones emergentes de obligaciones tributarias vencidas al 31 de julio de 1995”. En las facultades de Ciencias Económicas la moratoria se estudia como un caso único de beneficio desmesurado para grandes contribuyentes en falta. La automotriz Sevel, entonces perteneciente el Grupo Macri, tenía una denuncia por evasión impositiva que la Dirección General Impositiva había calculado en 55 millones de pesos (o dólares, según la paridad uno a uno de la época). Franco Macri quedó procesado. El vice, Mauricio Macri, también. El cargo fue “contrabando”. La Corte Suprema de mayoría menemista los sobreseyó. Ese sobreseimiento fue uno de los elementos que en 2003 tuvieron en cuenta los diputados para iniciar el juicio político a los supremos luego de una denuncia pública del ya Presidente Néstor Kirchner. Dice Dellatorre que de acuerdo a la ley penal tributaria entonces vigente, las causas por delitos fiscales se extinguían con el pago de la deuda. Y añade: “Según la versión oficiosa que circuló al año siguiente, 1995, Sevel pagó el monto del capital exigido pero no los intereses y multas”. Después vendría el decreto de Menem y Cavallo para condonar intereses y multas a quienes “hayan cancelado el capital con anterioridad a la fecha de entrada en vigencia del presente decreto”. Más coincidencias, imposible. La acusación de la DGI era que Sevel importaba vehículos desde Uruguay supuestamente por cuenta de particulares. La que aparecía como vendedora desde Uruguay era la firma Opalsen SA, que el juez consideró “una ficción jurídica” creada por Sevel para posibilitar el ingreso de los vehículos al país evadiendo sus obligaciones impositivas (pago a cuenta de IVA y anticipo de Ganancias). Los vehículos ingresados eran comercializados por concesionarios oficiales de Sevel, pero las operaciones eran registradas como “importación directa” de los particulares adquirentes. Precisión de Dellatorre: “En esta etapa, se generaba una nueva evasión, por el IVA del 18 por ciento (alícuota de ese momento) correspondiente a la operación comercial de compraventa no registrada. En total, se habrían concretado por ese mecanismo el ingreso de 15 mil unidades importadas, lo cual originó a esa fecha una pretensión fiscal de 55 millones de pesos”.

La denuncia original se amplió después cuando la Justicia investigó los reintegros que cobraba Sevel por la venta de piezas a su filial uruguaya. La denuncia era que dicha operación de exportación, en realidad, encubría el ensamblado de automóviles en Uruguay que luego retornaban al país como importación de autos terminados por particulares. Un caso de contrabando agravado que terminaría con el desplazamiento del cortesano Julio Nazareno.

Página 12


A la sombra del Estado

Con su muerte a la edad de 88 años, con Franco Macri se va uno de los empresarios emblemáticos de la década de los 70, protagonista fundamental de la primera etapa de políticas neoliberales aplicadas en el país en los últimos cuarenta años. Nacido en Roma en abril de 1930, emigró a la Argentina con tan solo 18 años. Tres años después, a los 21, fundó la empresa que se constituyó en la semilla de la cual surgió y creció, dos décadas después, Sideco, la constructora y contratista del Estado que se convirtiera en el buque insignia del grupo Socma, el holding familiar del cual el presidente de la Nación, Mauricio Macri, fuera por varios años vicepresidente.

La etapa de la dictadura de 1976 resultó el gran trampolín para el crecimiento de Sideco y del grupo Socma. Franco Macri conformó parte del núcleo de poder que conformaron, en la etapa iniciada por Jorge Rafael Videla (presidente de facto) y José Alfredo Martínez de Hoz (su ministro de Economía) en 1976, los principales grupos económicos constituidos en el país: Pérez Companc, Techint, Arcor, Loma Negra, Bunge y Born, Acindar, Bridas, Clarín y Socma. Fueron estos grupos los que, con toda justicia, le dieron el carácter de cívico-militar con la que los historiadores aluden a la dictadura de esa etapa

En casi ocho años (de marzo de 1976 a diciembre de 1983), el grupo Macri no sólo se consolidó como potente contratista del Estado sino que multiplicó por siete el número de empresas controladas. Como complemento, una disposición del Banco Central en 1982, cuando Domingo Cavallo estaba al frente, le permitió licuar (desprenderse de) una deuda en dólares millonaria, a través del mecanismo de los “seguros de cambio” que significó, en la práctica, que el Estado se hiciera cargo de la deuda con el exterior recibida en los años anteriores por las empresas privadas.

Fue el inicio de un proceso de concentración de la riqueza en los principales grupos económicos, la diversificación del capital industrial y agropecuario, que empezó a vincularse y otorgar primacía a los negocios financieros especulativos, y la asociación entre los principales grupos locales prohijados durante la dictadura con el capital internacional, principalmente para sacar provecho de las privatizaciones que llegaron en los 90, con la segunda etapa de fuerte predominio de las políticas neoliberales y el control del Estado por parte de sus principales figuras. En ese segundo capítulo del neoliberalismo en Argentina, bajo el gobierno de Carlos Menem (1989-1999), Franco Macri volvió a tener protagonismo con su participación en las privatizaciones y asociación con firmas extranjeras para capturar el control del Correo Argentino, áreas del transporte y concesiones de rutas, fundamentalmente. Su mérito, dicho por sus socios extranjeros, era que “los dueños de las corporaciones argentinas saben qué puerta hay que tocar y qué número hay que marcar para obtener algún beneficio del Estado”.

Fue el origen de una etapa económica, y de una política, de la cual Argentina aún sigue padeciendo las consecuencias. Franco Macri fue, sin dudas, uno de sus principales mentores.

Página 12

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