Venezuela: ¿por qué fracasa el plan de Guaidó, si está tan bien planeado? – Por Victor de Currea-Lugo

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Venezuela: ¿por qué fracasa el plan de Guaidó, si está tan bien planeado?

Por Victor de Currea-Lugo

El fracaso del 23 de febrero, en la frontera entre Colombia y Venezuela, no es más que el resultado de una larga cadena de acontecimientos fallidos. Tal vez el mayor es no ser capaz de leer a la Venezuela real, no tener estrategia, cerrar los ojos y botar los dados al aire.

La autoproclamación es viable cuando uno tiene el poder: Recep Tayyip Erdogán, siendo Primer Ministro de Turquía, decidió volverse presidente y desde su poder, cambió el régimen de parlamentario a presidencialista. Vladimir Putin nombró como sucesor a su presidencia a Dmitri Medvédev, quien garantizó el regreso de Putin. Uribe eligió presidente a Iván Duque. En los tres casos hay una constante: tenían un poder real, interno, legítimo para hacer eso.

La autoproclamación de Juan Guaidó pasó, muy rápidamente, de boom mediático a chiste de pasillo, a objeto de memes. Hay otros líderes de la oposición venezolana más conocidos y hasta con más discurso, pero el producto “Guaidó” no vendió. A pesar del reconocimiento de Estados Unidos, Israel, Colombia, Brasil, España, Francia, Suecia y Reino Unido, entre otros gobiernos, Guaidó no ha logrado el reconocimiento de la ONU ni de la OEA en pleno. No tiene un ápice de poder real: No fue capaz de ir más allá de lo simbólico. Ser presidente en Twitter no sirve. El poder es algo que se ejerce, no simplemente que se nombra, y Guaidó no ejerce ningún poder. Seguirá ahí porque parece que no hay un plan B.

Guaidó podrá ser recibido con honores de mandatario de Estado en Bogotá; reunirse con el vicepresidente de Estados Unidos; Mike Pence; hacer presencia en las reuniones del Grupo de Lima, pero ni los alcaldes, los gobernadores de oposición en su país, ni las cámaras de empresarios, le han dado su respaldo, ni sus embajadores pueden dar siquiera una visa.

La segunda gran equivocación es la invención de la ayuda humanitaria. Esto no quiere decir que no haya una situación crítica en materia económica en Venezuela, simplemente demuestra que no es si quiera decente, lanzar una “operación humanitaria” desde unos territorios de Colombia que conocen la pobreza y hasta el hambre de primera mano. Hace algunos meses, me decían algunos líderes indígenas en La Guajira colombiana, que su situación se deterioró precisamente a raíz del bloqueo económico de Estados Unidos contra Venezuela, porque ellos comerciaban más al otro lado de la frontera que con Colombia. Eso implica un problema de legitimidad, en el lado colombiano, que no es poca cosa.

Una operación humanitaria no es parte de una estrategia de guerra, no debe serlo. En Irak, se presentó lo humanitario como estrategia de guerra y millones de personas en el mundo salieron a las calles ante esa y otras mentiras. Por eso, hasta el Comité Internacional de la Cruz Roja, la mayor organización humanitaria del mundo, rechazó que se llamase “humanitario” al circo montado en la frontera con Venezuela. Lo más humanitario sería levantar el bloqueo a la economía venezolana.

Una operación humanitaria no es un asunto de marketing. Los que hemos trabajado en el mundillo humanitario, sabemos del silencio que rodean muchas de las operaciones. No recuerdo ninguna que haya sido precedida por un concierto como el que montaron en Cúcuta. Por demás, un concierto clasista, donde el sector VIP estaba muy lejos de los venezolanos de a pie, los cuales no recibieron siquiera un almuerzo decente, mientras la supuesta ayuda humanitaria (pagada por USAID) dormía en los camiones. ¿Buena metáfora de la propuesta de Venezuela que ofrece Guaidó?

Por eso, muchos empezaron a retirarse, porque vieron en eso otro show, en los que ellos no eran los protagonistas, sino los espectadores. Algunos de esos cantantes fueron los que desplazaron en las visitas de Palacio a los estudiantes que pedían presupuesto para la educación. Vale anotar que Carlos Vives, que ahora posa de apoyar a las víctimas, no respetó el masivo llamado que le hicieron los palestinos para que no apoyara la ocupación israelí y fue allí a apoyar el sionismo. A propósito, fuentes locales me dicen que les preocupa la presencia de israelíes detrás de todo esto. Tel Aviv reconoció prontamente a Guaidó y éste ha dejado claro que se esforzará por restablecer las relaciones diplomáticas.

Tercer error: trataron de forzar el paso por la frontera. Pero no pudieron. Desgastaron el mecanismo de la protesta en frontera produciendo un solo resultado: el cierre, lo que afecta a las comunidades de ambos lados y disminuirá la potencial simpatía por Guaidó. Esa es una realidad de a puño. Después de esperar horas y horas, muchos de los venezolanos se fueron retirando cuando llegaron las noticias del paso fracasado. Pero otro grupo optó por la violencia. Me dicen observadores directos que el Esmad (sí, el mismo Esmad) estaba a pocos metros de los muchachos que armaban bombas molotov para empezar el tropel y no actuó contra ellos. El camión fue quemado en el puente, del lado colombiano y no del lado venezolano. El vehículo, dizque lleno de ayuda humanitaria, ni siquiera fue tomado por los venezolanos de este lado, sino incendiado. Las fotos así lo muestran.

El tropel, pues, era más simbólico que otra cosa, como un tweet de Guaidó. No más de 500 personas en los dos focos de protesta. Y eso no tumba una frontera. No es el muro de Berlín. En otras palabras: la acción del 23 de febrero no leyó a Venezuela. Para bien o para mal (y ese no es el debate) el chavismo todavía existe. Y cientos de ellos salieron a defender la frontera y los guardias de frontera fueron recibidos como héroes. Puede ser también solo un elemento simbólico, pero ellos tienen el poder.

Insisto en que el principal error de Trump, Bolsonaro, Duque, Piñera, Almagro y otros tantos, es que desconocen una realidad de a puño: a pesar de los errores de gestión, de los casos de corrupción y de la terrible hiperinflación, hay un sector importante de la población que sigue siendo chavista. Así que creer que unos pocos cientos tirando piedra, un camión quemado en la frontera y el reconocimiento de Donald Trump, son factores suficientes para tumbar a Maduro, es un error enorme.

De hecho, esto desmiente a todos esos teóricos de la conspiración de que las revueltas árabes no tenían ninguna agenda ni apoyo local, y que todo había sido creado por la CIA. Si eso fuera cierto, con la misma estrategia, hoy Guaidó estaría en el Palacio de Miraflores y no Maduro (pero ese es otro debate).

Y, finalmente, las masas no salieron. El 23 de febrero era una convocatoria nacional que no trascendió. Dentro del territorio venezolano, la gente no se sumó a las protestas. La poca gente que asistió al concierto y la que se sumó a las pedreas se fue diluyendo porque no hay un norte claro. Incluso, el llamado a la deserción de militares llegó apenas a 60, a cambio de ciertos beneficios. Nada comparable con los miles de militares sirios que desertaron a cambio de nada. Guaidó no tiene un sector de las Fuerzas Armadas de Venezuela que lo respalden.

Así como Maduro no puede atrincherarse en que todo es culpa de Estados Unidos, Guaidó no puede atrincherarse en que Maduro no se dejó tumbar. Ni el ingreso de lo humanitario, ni la guerra de intervención, ni un levantamiento popular, han sucedido. Eso no quiere decir que no puedan pasar, pero demuestra que Trump y compañía minusvaloran a Maduro.

El 23 de febrero es el reflejo de lo que viene: polarización, noticias falsas, mayor intromisión estadounidense, deterioro creciente de Gauidó y fin de la excusa humanitaria. Iván Duque metió la pata, como dijeron en Twitter: jugó al humanitario cerca del hambre de La Guajira y habló de la dictadura de Venezuela, pero sin condenar la muerte de líderes sociales en Colombia. Duque sigue más preocupado por su papel de asesor de un presidente autoproclamado  y sin  poder de ejecución, que en gobernar a Colombia. Total, eso último es tarea de Álvaro Uribe Vélez.

PD: ¿Fue hecho todo eso sabiendo de antemano que fracasaría? ¿Con esto finaliza el “cerco diplomático”? ¿Qué viene ahora de este fracaso? No veo sustrato para una guerra civil a corto plazo ¿Queda solo la carta de la guerra de intervención como sugiere hoy Guaidó? Lo cierto es que en el mundo, por menos recursos naturales de los que tiene Venezuela, han empezado más guerras.

Victor de Currea-Lugo


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