Óscar Arias, el fin del mito de un acosador, títere de EEUU, premiado con el Nobel de la Paz – Por Gerardo Villagrán del Corral

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Por Gerardo Villagrán del Corral *

En una semana, nueve mujeres rompieron el silencio en torno a las agresiones sexuales cometidas en su contra por Óscar Arias Sánchez, premio Nobel de la Paz en 1987 y dos veces presidente de Costa Rica (1986-1990 y 2006-2010), acusado de prevaricato durante su gestión y conocido como marioneta de los intereses regionales del gobierno de Estados Unidos.

Arias es un abogado, economista, politólogo de 78 años de edad, y sobre todo, un empresario costarricense, que implantó en su primer gobierno medidas neoliberales en Costa Rica que no solo no dieron los resultados prometidos en ese momento, sino que deterioraron las condiciones de vida de un sector importante de la población, y al amparo de estas políticas de apertura y privatización se dieron concesiones al sector privado, desfavorables para el país y su soberanía.

En su segundo gobierno, la aprobación del Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos fue otro punto de polémica. Asimismo, promovió que empresas extranjeras se instalaran bajo condiciones favorables del régimen de zonas francas. Moraleja: él es propietario de una de las zonas francas que abre en este periodo, y él percibe parte del beneficio.

Figura elevada por los medios hegemónicos trasnacionales y la propaganda del Departamento de Estado estadounidense, Arias comenzó a brillar de la mano de su pleno alineamiento a las directrices y embestidas de Washington en el último tramo de la guerra fría, cuando implantó las políticas neoliberales en Costa Rica.

Las denuncias presentadas contra Arias evidencian, por una parte, la disposición de Estados Unidos y las élites latinoamericanas para, en retribución por sus servicios, encumbrar y construir una aureola de heroísmo en torno a un personaje menor, en todo punto carente de las habilidades diplomáticas y de las convicciones democráticas que se le han atribuido, señala un editorial del diario mexicano La Jornada.

Asimismo, exhiben la naturalización de la violencia sexual cometida por hombres poderosos y la hasta hace poco inexpugnable red de complicidades que les ha permitido actuar con total impunidad.

La Jornada recuerda que Óscar Arias fue contrapunto bajo la mesa a los esfuerzos mexicanos por facilitar una salida política a la guerra civil que desgarraba a El Salvador y por contener el intervencionismo estadounidense contra el régimen sandinista en Nicaragua.

“Fueron estas credenciales de anticomunismo y servilismo ante la superpotencia las que le valieron que la Casa Blanca de Ronald Reagan gestionara en su favor el Premio Nobel de la Paz 1987”, dice La Jornada.

Caso similar al del último Nobel de la Paz latinoamericano, el expresidente colombiano Juan Manuel Santos, por sus esfuerzos por descarrilar y desconoce r los acuerdos de paz con la guerrilla de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC).

Oscar Arias volvió a poner a su país al servicio de Estados Unidos en su segundo mandato, al ofrecerse como mediador tras el golpe de Estado que depuso al presidente hondureño Manuel Zelaya, un proceso en el cual el expresidente costarricense s trabajó para ganar tiempo al régimen de facto y desarticular la movilización social en favor de la restauración del mandatario constitucional.

Como no podía ser de otra manera, Arias forma parte del grupo de ex presidentes iberoamericanos de derecha que, como el español José María Aznar y el mexicano Felipe Calderón, se apresuraron a respaldar la aventura golpista del diputado venezolano Juan Guaidó.

Acosador

La primera en denunciar a Arias por acoso sexual fue la activista antibélica Alexandra Arce von Herold, quien lo acusó ante tribunales por su violación en diciembre de 2014. Argumentó que no denunció antes porque es hasta ahora que existe un «contexto internacional de apoyo», y Yazmín Morales reveló que cuando intentó denunciar los hechos tres abogados se negaron a ayudarla y le sugirieron desistirse porque conocían al político.

Luego llegaron las denuncias de tres periodistas, una editora y una ex reina de belleza, quienes lo acusaron de diversas modalidades de abuso sexual. Esta última, la miss Costa Rica 1994 Yazmín Morales, también llevó el caso ante instancias judiciales, acusando al ex presidente por manosearla y besarla contra su voluntad en 2015.

La periodista Ana Eleonora «Nono» Antillón Guerrero, declaró haber sido abusada por Arias mientras trabajaba como su asesora durante la precampaña electoral de 1986; la directora de comunicaciones de Human Right Watch, Emma Daly, fue abusada por mientras trabajaba en Costa Rica como periodista del Tico Times y de la agencia Reuters en 1990.

Además, Marta Araya Marroni, del equipo editorial de uno de los libros publicados por Arias, denunció que el exmandatario le tocó una pierna y se ofreció a hacerle masajes, en al menos dos ocasiones, y Mónica Morales Moya, periodista de la Revista Perfil, escribió que Arias la acosó mediante insinuaciones sacadas de tono, pidiéndole que se sentara en sus piernas.

A pesar de lo dolorosos que resultan los antecedentes, debe celebrarse que finalmente se estén eliminando las múltiples coacciones que impedían dar a conocer los ataques sexuales perpetrados por hombres poderosos, un mal del que, según apuntan todas las evidencias disponibles, sólo se ha visto la punta del iceberg.

Ya en agosto de 2018 Arias fue acusado de manera formal por un caso de prevaricación que se remonta a su segundo periodo presidencial. Así, la actual ola de denuncias parece marcar el ocaso de una de las figuras más emblemáticas de la política latinoamericana y de la socialdemocracia regional de las recientes décadas.

La Fiscalía indicó que Arias firmó en octubre de 2008 un decreto que declaraba «de interés público» y «de conveniencia nacional» el proyecto minero de la firma canadiense Industrias Infinito, en el poblado Crucitas, fronterizo con Nicaragua., concesión anulada por razones ambientales en 2010 por el Tribunal Contencioso Administrativo, con lo cual, se puso de manifiesto una notoria ilegalidad en el decreto que había firmado el mandatario.

Patético final para un presidente-títere y asiduo columnista del diario español El País: La fiscalía General no accedió a las peticiones de la defensa de Arias para que el exmandatario ingresara escoltado al tribunal por el sótano, atendiendo a su edad avanzada.

“En determinadas circunstancias, a víctimas o imputados se les toma la declaración en otros lugares, cuando existen situaciones de afectaciones de salud, vulnerabilidad o afectación de integración física. Sin embargo, en este caso, la Fiscalía valoró que no procedía”, fue la lacónica respuesta.

* Antropólogo y economista mexicano, asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la


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