Ofensiva de masas y unión cívico militar: la fórmula que el chavismo ha legado a nuestro continente – Por Luis Wainer

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Por Luis Wainer *

A un mes del 23 de enero, día de la autoproclamación de Juan Guaidó como “presidente encargado” de Venezuela, la derecha internacional esperaba encontrar el clímax de lo que hace un largo tiempo hemos caracterizado como guerra híbrida o de cuarta generación: fuerzas irregulares desarrollando focos de violencia, sincronizada coordinación y posicionamiento de noticias falsas, con el trasfondo de un bloqueo criminal que ha buscado asfixiar para desgastar el acompañamiento histórico de buena parte de la ciudadanía al chavismo.

Si en este 23 de febrero se empezó a desactivar el escenario de poder dual[1] montado por Estados Unidos en Venezuela, ha sido por la naturaleza del mismo. Cuando en 2017, el gobierno de Nicolás Maduro clausuró cuatro meses de violento asedio de calles con la convocatoria a la Asamblea Nacional Constituyente –que tenía dos claros objetivos; parar la violencia y poner activamente a las fuerzas sociales a rediscutir la economía- sabíamos que aquella oposición, que carecía de libreto político propio, iba definitivamente a jugar en el plano internacional. Primero, no participando como núcleo opositor en contienda alguna que convocara el gobierno, para deslegitimarlas; segundo, para colocar todos sus cálculos políticos en el plano de las sanciones y la presión financiera/ mediática.

Vaya si la oposición venezolana ha decidido colocar sus fichas en la vía internacional que los que otrora fueron focos de violencia urbanos, actualmente se han buscado trasladar –no de forma aislada- a la frontera.

La cartografía de los eventos musicales del día viernes, tuvieron sobrada capacidad para ofrecer la clave de la disputa: uno organizado, en Cúcuta –Colombia- por la industria del entretenimiento con sede en Estados Unidos y financiada por un magante británico; el otro, en la ciudad de Táchira –Venezuela- con participación casi exclusiva de artistas populares de aquel país bajo la consigna “Hands off Venezuela”. Ambos separados por la frontera internacional, verdadero escenario de batalla.

Los puentes internacionales –terrestres- Tienditas, La Unión, Francisco de Santander y Simón Bolívar, conducen al Estado venezolano de Táchira, en el suroeste de Venezuela.También se intenta abrir paso a la intervención militar disfrazada de “ayuda humanitaria” vía Pacaraima, al norte de Brasil, hasta Santa Elena de Uairén, en el Estado venezolano de Bolívar. La sexta vía es la marítima, por ejemplo, desde Puerto Rico buscando ingresar –tal como lo vienen intentando- a Puerto Cabello, Estado de Carabobo.

En cada una de estas conexiones fronterizas se ha ubicado el epicentro de la disputa, lo que significa que, aquel centro de gravedad que se había trasladado al plano internacional –oficiado por Trump, Pence, Pompeo, Rubio y Abrams, fundamentalmente- “retorna” al país por sus diversas fronteras, orientado por la vía del cerco militar –cercos, maniobras, operaciones conjuntas y promesas de cooperación militar- camufladas de ayuda humanitaria, buscando generar los denominados “falsos positivos” que recreen la tan mentada atmósfera mediática internacional del “día final”.

A la espera que los hechos se precipiten, pudieron observarse,este sábado,los rostros frustrados –una vez más- de Iván Duque, Sebastián Piñera, Luis Almagro, Mario Abdo, y el propio Juan Guaidó, entre otros, reunidos en Cúcuta, siguiendo el devenir de los acontecimientos. Cuando estos no obtenían ni que la “ayuda humanitaria” ingrese a Venezuela, ni que los falsos positivos funcionaran como señuelo para abrir fuego.

Ofensiva de masas y unión cívico-militar

Fiel al gran capital político del proyecto bolivariano, es la unión cívico-militar la que se activa para defender al Estado venezolano y –de acuerdo a sus principios fundacionales- poner en acto la maquinaria de una ofensiva de masas con participación de vastos sectores sociales organizados. En las calles de las principales ciudades, en las barriadas y en la propia frontera.

A su vez, casi como grupos de “auto-defensa” a la vez que organizados por el propio Estado, como   pocas veces se han mostrado públicamente no solo los jefes militares sino los mandos intermedios al frente de sus tropas; tanto como las milicias y reservistas también dispuestos a la batalla del “día final”.

Es que la ofensiva de masas[2] es una creación sui-génerisactiva en Venezuela desde 1997, cuando el por entonces proto-chavismo se encaminaba a participar de las elecciones presidenciales de 1998 y, producto de su desconfianza en las instituciones burguesas, definía su participación en las mismas, solo a condición de la reserva de una defensa organizada y de calles. Una defensa que no consistiría en una alianza de intereses entre el gobierno y los militares; más bien todo lo contrario. Una verdadera unión para la creación de un programa revolucionario que lógicamente, reclamaba su defensa activa.

Verdadera unión cívico-militar porque consiste en un programa elaborado por el trabajo conjunto de segmentos de la izquierda revolucionaria y militares nacionalistas sostenido en acciones durante décadas. Figuras revolucionarias del calibre de Alfredo Maneiro, Douglas Bravo o Rodríguez Araque, que coincidieron que la vía revolucionaria en nuestra América era por medio de la unión cívico-militar revolucionaria, y que han abrevado en Hugo Chávez y la revolución bolivariana desde 1999.

Bajo esa certeza en la acción –no espontáneamente- se detuvieron el golpe de 2002 y todos los intentos sucesivos. Así, el 23 de febrero, el pueblo bolivariano obtiene la primera y muy significativa victoria de este 2019.

Notas

[1]Veáse: https://www.nodal.am/2019/01/venezuela-y-la-hipotesis-del-doble-poder-por-luis-wainer/

[2] Luis Wainer, “Los orígenes del chavismo. Arqueología de la unión cívico-militar”, 2019 (en edición).

* Mg. Estudios Latinoamericanos. Coordinador Área de Estudios Nuestroamericanos Centro C. de la Cooperación “Floreal Gorini”. Conduce en FM La Patriada el programa “Nuestra América Bárbara”.


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