Homenajes de la UNAJ: Enrique Mosconi, petroleo e independencia económica
Por Ernesto Salas*
Cada edificio de la universidad Jauretche tiene una placa que lo nombra. Personajes diversos. El eco de esas vidas configuran los sentidos de la universidad. Los por qués que flotan en el aire de nuestra identidad. Historias malditas.
Aunque con el paso del tiempo se ha desvanecido su memoria, todavía hoy cuando se nombra a Mosconi se piensa en YPF y el petróleo. Para los defensores del antiimperialismo y la independencia económica, el general Enrique Mosconi demostró hace casi cien años que era posible el desarrollo de una industria petrolera en manos de los estados nacionales, y que ello sólo sería posible limitando el avance de las empresas extranjeras en el sector. Su gestión como director de los Yacimientos Petrolíferos Fiscales duró ocho años pero sus ideas sobre el nacionalismo petrolero lo sucedieron y significaron toda una línea en el pensamiento emancipador nacional y latinoamericano.
Enrique Mosconi nació en 1877, ingresó al Colegio Militar en 1891 y se graduó como subteniente de infantería en 1894. Dos años después ingresó en la carrera de Ingeniería en la Universidad de Buenos Aires y obtuvo su título en 1903. Los años siguientes los pasó en Europa (Italia, Bélgica y Alemania), enviado como graduado primero y a comprar armamentos después. Son años de formación y de experiencia como ingeniero militar. Regresa al país en 1914 y es nombrado director del Arsenal Esteban de Luca y luego, en 1921, en la Dirección del Servicio Aeronáutico del Ejército.
En 1907 se había descubierto petróleo en Comodoro Rivadavia y, a pesar de la vigencia de una Ley de Tierras restrictiva, las compañías extranjeras norteamericanas y británicas comenzaron una política de acaparamiento de zonas con potencialidad petrolera. Mientras tanto una empresa estatal comenzaba la extracción de crudo en el sur, pero la falta de maquinaria provocada por la guerra y la dependencia argentina de carbón británico, provocaron en los años siguientes el desinterés por el petróleo. La causa principal era la relación entre Inglaterra y los poderosos exportadores rurales que impedían el desarrollo de un combustible que competiría con el carbón y afectaría el intercambio. Los barcos comerciales ingleses, que llevaban a Gran Bretaña la exportación agrícola traían, como una de sus contrapartes, el carbón inglés a la Argentina. En concreto, si el país dejaba de comprar carbón, temían que se exportara menos carne.
De todas maneras, el fin de la guerra mundial hizo resurgir la polémica energética y, en la década siguiente, la expansión del automóvil acrecentó el interés de las potencias por el petróleo. Fue entonces cuando algunos oficiales del Ejército se enrolaron en la idea de la industrialización argentina, sobresaliendo entre ellos los coroneles Alonso Baldrich y Enrique Mosconi, quienes consideraban la desventaja argentina en una posible guerra si no comenzaba a explotar sus recursos energéticos.
Cuenta el propio Mosconi en su libro El petróleo argentino que, siendo director de la aeronáutica, la empresa WICO se negó a entregarle combustible al Ejército para unas maniobras de aviación a menos que pagara por adelantado y que, enterado del asunto, él mismo visitó a un gerente de la empresa con el reclamo, para recibir la misma respuesta: primero el pago, después el combustible. Se preguntó a sí mismo qué ocurriría en el caso de que la Nación estuviese en guerra. Anotó en su libro: “Me propuse, juramentándome conmigo mismo, cooperar por todos los medios legales a romper los trusts” (Larra, 1957).
A comienzos de la década del 20 la industria petrolera estatal languidecía mientras las empresas Jersey Standard, la Royal Dutch y la Anglo Persian se expandían con rapidez. A contramano de lo que podía esperarse del nuevo presidente, Marcelo T. de Alvear, al que se pensaba más ligado a los intereses oligárquicos, no sólo Enrique Mosconi fue designado director de YPF sino que, en 1923, el gobierno dictó un decreto otorgándole a la empresa una completa autonomía administrativa. Los primeros pasos de Mosconi fueron dedicados a estudiar la situación. El resultado fue la elaboración de un plan de cuatro años para incrementar la extracción de crudo en Comodoro Rivadavia que encargó al coronel Alonso Baldrich. El resultado fue un éxito ya que la producción pasó de 493.000 m3 en 1923 a 1.943.000 m3 en 1927.
El objetivo estratégico de Mosconi fue crear una “empresa estatal verticalmente integrada que no sólo produciría petróleo sino que lo refinaría y vendería los productos resultantes en el mercado a precios competitivos” (Solberg, 1979: 139). En otras palabras, para competir con los trusts petroleros internacionales, Mosconi proponía no sólo explorar o extraer petróleo sino agregar valor a partir de la la refinación, la distribución y la venta. Pero para ello era necesaria una refinería propia y el Congreso se negaba a liberar los fondos para su construcción, problema que se resolvió cuando el presidente Alvear le prestó, en dos ocasiones, Letras del Tesoro Nacional. Finalmente, la Bethleem Steel Corporation de los Estados Unidos construyó la refinería estatal en Ensenada. Cuando esta comenzó a operar, en diciembre de 1925, era una de las diez más grandes del mundo. El efecto fue inmediato: la producción de nafta de YPF aumentó diez veces en un año y la empresa amplió la línea de sus productos a kerosene y combustible para aviones, tractores y motores diesel. Dentro del plan de integración, también era necesario establecer puntos de venta minoristas, por lo que YPF construyó depósitos de almacenamiento en las principales ciudades y para 1928 logró establecer 736 surtidores a lo largo del país. Sin embargo, a pesar del asombroso crecimiento de la empresa estatal, hacia fines de la década y debido al aumento de la demanda asociada al transporte automotor, la Argentina seguía dependiendo de la importación de derivados del petróleo.
Pese a que la situación de los trabajadores en los campamentos cambió con la nueva etapa de la empresa y ya no se produjeron las duras huelgas del período inmediatamente anterior, Mosconi y Baldrich consideraban a los obreros y empleados de YPF como agentes de una causa patriótica. Mosconi afirma en su libro que, aunque no le fue posible el aumento de salarios, aún así mejoró lo que habían sido las duras condiciones de alojamiento, la facilidad de los traslados y el aprovisionamiento a precios accesibles para los trabajadores. Sin embargo, al mismo tiempo, se ocupó de desarticular cualquier expresión de protesta entre la fuerza de trabajo, desalentando su organización. Finalmente, cuando en 1924 y 1927 la Federación Obrera Petrolera (FOP) que dirigían anarco-sindicalistas dispuso la huelga, la dirección de la empresa respondió con el desembarco de fuerzas de marinería para garantizar el orden, centenares de obreros fueron detenidos y sus líderes expulsados como agitadores.
El gran mérito de Mosconi era, con todo, el de haber desarrollado una poderosa empresa estatal mientras en otros países la industria del petróleo era controlada por los trusts extranjeros. En momentos en que varios países latinoamericanos pujaban por nacionalizar sus recursos energéticos, el ejemplo de YPF comenzó a resaltar como el camino a seguir para liberarse del dominio imperialista. En 1927, emprendió una gira por América Latina precedido por el éxito de la primera empresa estatal y con un discurso crítico hacia las compañías norteamericanas. Fue bienvenido calurosamente en México, Colombia y Chile, que se encontraban discutiendo la cuestión petrolera, y tibiamente en Perú, cuyo presidente se oponía a las empresas estatales en el sector.
Para entender la posición de Mosconi acerca de la cuestión petrolera nacional son necesarias algunas precisiones respecto de la cuestión federal, dado que las provincias tenían en aquel entonces la decisión acerca de los recursos de sus territorios. Esto chocaba de lleno con el interés de los partidarios del nacionalismo petrolero de establecer el monopolio en manos del Estado nacional. Particularmente, la oligarquía de las provincias de Salta y Jujuy pretendió en todo momento negociar con empresas extranjeras la entrega de amplios territorios petroleros para su explotación. Para 1924, la Standard Oil controlaba más de un millón de hectáreas petroleras en la provincia de Salta. Esta situación es un ejemplo de la tensa situación entre el gobierno nacional y las provincias cuando el sector yrigoyenista de la Unión Cívica Radical adoptó una firme actitud nacionalista. En particular, Hipólito Yrigoyen propugnó no sólo la necesidad de un monopolio estatal de los recursos petroleros sino además la expropiación de las propiedades de las empresas extranjeras. Al comienzo de su segundo mandato había logrado la mayoría en la Cámara de Diputados que sancionó la ley que lo permitía. La batalla en el Senado, cámara en la que el gobierno no conseguía los votos para la sanción definitiva de la ley, transcurrió entre la asunción del gobierno en 1928 y el golpe de estado de 1930, que muchos autores asocian con los intereses petroleros extranjeros. La posición de Mosconi, si bien coincidía en parte con la de Yrigoyen, marcaba algunas diferencias; estaba de acuerdo con el monopolio estatal y, al mismo tiempo, consideraba necesaria la empresa mixta (controlada por el Estado) para el aumento de la producción.
A pesar de las limitaciones políticas con las que se enfrentaba la posición nacional, en 1929 Enrique Mosconi decidió, como un acto de independencia económica, fijar un precio para la nafta que era inferior al de las empresas extranjeras y único para todo el país. Como consecuencia, los trusts debieron bajar sus precios. YPF se había convertido en la empresa hegemónica, pero Mosconi estaba seguro de que habría represalias con la importación. Entonces decidió hacer un contrato con la compañía soviética Iuyamtorg para importar unos 270.000 m3 de nafta por año a 11 centavos el litro a cambio de productos agrarios. De todas maneras, a pesar de los esfuerzos estatales, hacia fines de la década las empresas extranjeras aún dominaban la venta con el 80% de los surtidores.
El 6 de septiembre de 1930, un golpe militar derrocó por la fuerza al gobierno de Yrigoyen y creó un clima favorable a las empresas extranjeras que, en los dos años siguientes casi cuadruplicaron la producción de petróleo crudo. Mosconi permaneció leal al gobierno y el día del golpe fue unos de los oficiales que se ofrecieron para ejercer la resistencia. El 9 de septiembre fue detenido, se lo separó de su cargo de director general de YPF, y se le inició un sumario interno por corrupción. Tiempo después, para evitar su influencia en el Ejército lo enviaron al exilio en Europa del que recién regresó en 1932, cuando el general Agustín Justo asumió la presidencia por la vía del fraude electoral. Aun así debió soportar el agravio de que lo humillaran con el cargo de director de la Academia de Tiro y Esgrima del Ejército.
En 1933, un ataque de hemiplejia le provocó una parálisis que lo tuvo postrado durante siete meses y, después de una rehabilitación, lo confinó a una silla de ruedas. De todas maneras, ello no le impidió, con la ayuda de sus hermanas, la escritura de sus memorias: El petróleo argentino, 1922-1930 publicado en 1936 y Dichos y hechos, 1904-1938. En los años siguientes su salud empeoró. Falleció el 4 de junio de 1940.
Inspirado por el modelo argentino, varios gobiernos latinoamericanos decidieron emprender el camino de la estatización del petróleo. En 1931, lo siguió el gobierno uruguayo con la creación de Administración Nacional de Combustibles, Alcohol y Portland (ANCAP). En 1936, el gobierno militar de David Toro creó Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos (YPFB) y decretó la expropiación de la Standard Oil Company of Bolivia. También inspirado en las ideas de Mosconi, Brasil creó, durante el primer gobierno de Getulio Vargas, el Conselho Nacional de Petróleo (CNP) iniciando una dura batalla por la nacionalización. Recién en 1953, durante el segundo gobierno de Vargas se creó Petrobrás, el monopolio estatal brasileño. En México, en 1938, el gobierno de Lázaro Cárdenas nacionalizó la industria petrolera mexicana y estableció el monopolio petrolero estatal PEMEX. En todos los casos, la referencia a la figura de YPF y de Enrique Mosconi fue ineludible.
*Licenciado en Historia, Universidad de Buenos Aires. Director del Centro de Estudios Políticos de la Universidad Nacional Arturo Jauretche. Investigador de la historia argentina reciente en el campo de los conflictos sociales y políticos de las décadas del cincuenta, sesenta y setenta del siglo XX. Es autor de los libros: La Resistencia Peronista: La toma del frigorífico Lisandro de la Torre (1990), Uturuncos. El origen de la guerrilla peronista (2003); Norberto Habegger. Cristiano, descamisado, montonero (2011, junto a Flora Castro), De resistencia y lucha armada (2014) y ¡Viva Yrigoyen! ¡Viva la revolución! (2017, junto a Charo López Marsano).
Fuente-Universidad Nacional Arturo Jauretche, Revista Mestiza