Christoph Harnisch, jefe de la Cruz Roja en Colombia, sobre Venezuela: «Hay una manipulación del término ‘humanitario'»

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Por José Guarnizo

Si algo se ha ganado el CICR (Comité Internacional de la Cruz Roja) a nivel mundial y a través de las décadas, es su estatus de organización neutral. Ni para un lado ni para el otro. Su misión es la de ayudar a los seres humanos que están en medio de guerras, tensiones y sitaciones que ponen en riesgo sus derechos.

Para el CICR las donaciones que están varadas ahora en la frontera entre Colombia y Venezuela, no deberían ser llamadas ‘ayudas humanitarias’, dado que no están supeditadas por los principios de la imparcialidad y neutralidad.

No se trata de un tema mejor o de pura retórica. Para nadie es un secreto que los containers que están resguardados en bodegas en Cúcuta, fueron enviados por gobiernos que claramente tomaron partido por uno de los bandos que se disputan el poder real en Venezuela. Estados Unidos quiere ver caer a Maduro y ese es más un tema político que humanitario.

Venezuela vive una crisis como nunca antes y en medio están los seres humanos. Su problema migratorio ya superó cualquier  antecedente y por eso la necesidad de saber qué hacer. SEMANA habló con Christoph Harnisch, jefe de la delegación de esa organización en Colombia y esto fue lo que dijo.

¿El gobierno colombiano lo contactó para hacer parte de la recolección de ayudas?

No, no hubo ningún contacto del gobierno colombiano con el CICR. Tuvimos contacto con la Cruz Roja Colombiana y ellos tuvieron algunos contactos para la facilitación del movimiento del transporte, pero nosotros les dijimos que eso no era de su responsabilidad, entonces no hubo seguimiento a eso.

¿Por qué no es su responsabilidad? ¿Cuál es el  factor que hace que el CICR no pueda actuar en un caso como este?

Primero, porque es una actividad que se inició sin participación de un organismo como el CICR. Es muy importante entender cuál es el objetivo de la acción y el gesto humanitario que se hace, porque el objetivo debe ser totalmente y exclusivamente humanitario. No hay otra consideración que debería regir nuestra la ayuda humanitaria. Tenemos estos principios y para que sea una ayuda humanitaria debe ser enfocada en las necesidades de los más vulnerables. Para tener el efecto máximo, debe ser neutral, independiente. El que distribuye tiene que tener independencia para decidir a quién va a distribuir.

Esto debe ser imparcial y claramente debe hacerse después de un estudio muy juicioso de cuáles son las necesidades. Y en todas estas etapas nosotros no estábamos, es por eso que no teníamos ninguna base para ofrecer nuestros servicios o participar en esto.

Después de los años noventa hubo en algunos conflictos intereses de algunos gobiernos de considerar la acción humanitaria como una estrategia de política extranjera. Ahí hay una mezcla que no es buena para nosotros porque nos afecta.

El presidente Iván Duque y varios actores del gobierno han llamado a estas donaciones extranjeras, ayudas humanitarias. Bajo los preceptos que usted expone, ¿se puede decir que esas no son realmente ayudas humanitarias?

Hoy estamos en una situación en la que desafortunadamente la primera víctima de lo que está pasando es la palabra ‘humanitaria‘, porque hay un debate, hay una controversia pública, hay una manipulación de todas partes de este término. Para nosotros ‘humanitario‘ es algo que no debe ser controversial, debe ser del interés de las personas. Y en este sentido, estamos en una situación que no es totalmente nueva, pero que lamentamos mucho, porque esto no es necesario.

No hay que crear condiciones que compliquen la búsqueda de una solución en el interés de todos y con esto estamos en una complejidad importante. Yo diría que más allá de cómo llamamos esto -si humanitario o no- la pregunta realmente importante es, ¿la ayuda que se define es adecuada a las necesidades que tienen?

¿Cuáles son los intereses que ustedes visualizan que se están moviendo alrededor de estas ayudas y que por ende los llevaron a tomar la determinación de no meterse en esto? 

Lo que se requiere en un país como Venezuela no es solamente la ayuda humanitaria, se requiere mucho más. El problema es mucho más complejo que eso. Y después, hubo preguntas que nosotros nos hicimos con base a la información disponible: ¿cuál es el objetivo de posicionar algo en una frontera y decir a los demás, ustedes ahora tienen que distribuir? ¿Del otro lado están muy bien organizados para hacer todo esto?. Este un criterio muy importante para nosotros. ¿Quién hace esto? ¿realmente esto va a los más necesitados? Todo esto nos llevó a decir, bueno, esto fue concebido y planificado sin nosotros y ahí no tenemos cabida.

Alrededor de esta coyuntura hay una migración de venezolanos a varios países de América Latina que no se había visto tal vez nunca. ¿De qué dimensiones es esta migración de acuerdo a lo que ustedes han visto?

Una pregunta importante es, ¿cómo contar esta migración? ¿cómo producir estos números? Cómo tener una idea de un fenómeno que es, por naturaleza misma, fluido. No puedes decir que en la migración, de un día para otro, las cifras son las mismas. Y ahí, claramente, un país como Colombia, el directamente afectado, no tenía la preparación de la sociedad y de las autoridades en términos de cómo se maneja la política migratoria.

Yo creo que en este sentido el llamado que se hizo desde febrero de 2018 y las decisiones que se tomaron fueron buenas. No se puede saber si esto pudo haber sido un poco más rápido, pero hubo la lógica de decir: ‘es un fenómeno que aceptamos y el gobierno de Colombia y su pueblo, quieren ser generosos’. Eso no pasó en Europa.

Este es un fenómeno que se quedará como realidad en Colombia, no se puede decir que se quedará por muchísimos años, depende mucho de los factores que incitaron a estas personas a salir. En diciembre fui a uno de estos albergues en la región de Cúcuta y lo que me llamó más la atención es que son jóvenes (los venezolanos) que tienen un nivel de desesperanza muy profundo hacia la vida. Perdieron casi la voluntad de vivir y esto se compara con casi todos los movimientos migratorios que Europa ha conocido después de la Segunda guerra mundial. Hay que ver que las personas que deciden salir de un país, no lo hacen porque les guste hacerlo, lo hacen por diferentes razones; no solamente políticas o de dinero, es tan bien para decir: ‘yo quiero vivir con una satisfacción mínima’.

Y ahí claramente, Colombia es el primer país que ofrece algunas de esas oportunidades sin que la gente crea que esto es el paraíso.

¿Se podría decir que este fenómeno migratorio de venezolanos es uno de los más graves del mundo?

Sí, es el más grave porque en términos de números en este momento y de lo que hemos visto, es claramente el más grave. Hay una migración de sirios que fue mucho más importante en cuanto a cantidad de personas pero en ese caso había muchos más países receptores. Aquí la concentración es de algunos países, dos o tres, que tienen esta carga muy fuerte de la integración, de darles un estatuto jurídico a los migrantes y eso es muy pesado. No hay que olvidar que no son países con un desarrollo industrial del más alto nivel. Europa, en algunos casos sí, pero esto no se puede decir de Colombia o de Ecuador y Perú.

A mi forma de ver, esto es como una tragedia histórica. Esto empezó a inicios de 2017, exactamente en el momento en el que este país quería implementar el posconflicto. Es realmente un horror. Es un choque grandísimo entre dos países que están pasando por dos momentos muy distintos. Colombia necesitaba algún tiempo para concentrarse en esto y ahora viene encima este problema enorme. Además, con personas -y esto es importante- que hablan el mismo idioma. No es un pueblo completamente distinto, lo que es un factor positivo. Pero de otro lado está el número enorme de personas que salieron de Venezuela y la inexperiencia de un pueblo colombiano que nunca ha tenido que pasar por esto en su historia. Este no es un país con una historia donde se integran comunidades, este fue un país bastante introvertido en algunas etapas de su historia.

Y justo al momento de arreglar algunas cosas en su jardín, queriendo más inversión, viene este problema que complica la tarea de los políticos a nivel nacional y a nivel de las alcaldías. Es un problema de todos, no solamente del presidente y su gabinete, se ve también en algunas alcaldías donde ellos tienen que responder muchas veces sin recursos.

Ante una posible o eventual intervención militar de parte de Estados Unidos a Venezuela, ¿cambiaría tanto el rol del CICR en territorio venezolano, como en el colombiano?

Esto es pura especulación. Habrá que ver -y esto lo haría el CICR en toda eventualidad- el análisis jurídico de esta situación. Para eso necesitaríamos un cierto tiempo de observación porque claramente ahí el rol del CICR -bien sea en un conflicto armado no internacional-, tiene algunas diferencias, porque la base no es la misma.

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