Tres editoriales de la región sobre la asunción de Maduro en Venezuela
Maduro inicia otro mandato en crisis y soledad (El Comercio de Ecuador)
Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.
En medio de una crisis sin precedentes, con la oposición que desconoce la legitimidad de los resultados y con un entorno continental adverso, Nicolás Maduro repite su mandato.
Luego de seis años de un proceso inédito en la historia de Venezuela, Maduro prestará hoy juramento ante el Tribunal Supremo de Justicia -que controla-, en vista de que el poder legislativo es dominado por la oposición y esas fuerzas políticas desconocieron los resultados de la jornada electoral de mayo pasado. Esta se desarrolló en medio de temor y ausentismo, pero el Tribunal electoral -que también controla- le proclamó triunfador.
Con una falta evidente de alimentos e insumos para producir, con una inflación estrafalaria del 1 750 000% anual,y millones de emigrantes, Venezuela se sostiene merced a sus inmensas reservas petroleras pero cuyos millonarios beneficios cayeron por la crisis del crudo.
Según diario El País de Madrid, el Banco Mundial pronostica que Venezuela sufrirá una contracción del 8% este 2019, menor a la de su peor momento, pero cada vez más profunda. Es un pésimo panorama.
En lo político, el chavismo superpuso con elecciones amañadas una Asamblea Constituyente que fue empleada como estrategia para bloquear la acción de la oposición, pues esta se había hecho de la mayoría de la Asamblea Nacional en elecciones libres y obstruía el proyecto autoritario y excluyente de Maduro.
Con varios líderes políticos presos, y falta de libertades, Maduro se dispone a seguir adelante, pese a todo.
El Grupo de Lima le instó a no posesionarse y Maduro amenaza a aplicar retaliaciones contra los 13 países que lo cuestionan. ¿Cuáles serán?
Para el Ecuador, que apoyó a Chávez y su sucesor durante la década pasada, que luego bogó por el diálogo interno para que Venezuela saliera de la crisis, ha llegado un momento de inflexión clave.
El presidente Moreno decidió no enviar delegados al acto de hoy. Un mensaje fuerte para un gobierno que mantiene al país sumido en una crisis política, económica y humanitaria.
La usurpación (El Nacional de Venezuela)
Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.
El único caso de usurpación del poder en Venezuela contemporánea, después de la desaparición del posgomecismo, es el que ejecuta Nicolás Maduro cuando pretende continuar en la Presidencia de la República a través de una manipulación llevada a cabo por una autoridad ilegítima que condujo un proceso electoral convocado fuera del lapso constitucional y efectuado con ventajas obscenas mientras la inmensa mayoría de la población miraba el proceso desde la lejanía, asqueada y conmovida a la vez.
Desde la época de la llamada Revolución de Octubre de 1945, la elección de los poderes públicos se ajustó a reglas equitativas que promovieron una consulta de la voluntad popular que no admitía dudas. El golpe de Pérez Jiménez contra el gobierno de Rómulo Gallegos conculcó las ejecutorías cívicas hasta 1958, fecha a partir de la cual se tejió de nuevo el hilo octubrista para fundar un proceso ininterrumpido de pugilatos equilibrados y dignos de respeto en la selección de los primeros mandatarios y de los miembros de los organismos representativos de la sociedad, que se prolongó sin solución de continuidad hasta las arteras maquinaciones que hoy permiten el continuismo de Maduro.
Quien busque durante la segunda mitad del siglo XX venezolano unas elecciones caracterizadas por la pulcritud absoluta, no las encontrará. No dejaron entonces de aparecer irregularidades, entre ellas especialmente las ventajas que se tomaban los gobiernos de turno en la captación de electores, pero ninguna maniobra monstruosa fue capaz de descalificarlas. Aun con la aparición de máculas relacionadas con la cuenta de los votos y con la suscripción de las actas en la hora de los escrutinios, nuestros procesos electorales llegaron a convertirse en un modelo para las sociedades del vecindario e incluso para los contornos europeos.
A ese sistema se ató Chávez cuando conquistó el poder, consciente de que solo la bendición que podía concederle un organismo electoral libre de toda sospecha garantizaba el inicio de una administración que pretendía ser radicalmente distinta, en relación con todas las anteriores del período democrático. Precisamente la confianza que manaba de los procederes de ese organismo electoral lo llevó a cambiar a los funcionarios que lo formaban por hombres de su total confianza, para iniciar una mudanza que buscaba el control absoluto de la sociedad y que, desde luego, fue precursora del manejo del sistema de sufragios que ahora conduce al incalificable continuismo de su pupilo y heredero.
Si el sistema democrático depende de una consulta justa y respetada de la soberanía popular, como está escrito en la Constitución y como se ha establecido en Venezuela a través de una tradición cívica de medio siglo, el continuismo de Maduro es un caso excepcional de prosecución de la autoridad por medios fraudulentos y por mecanismos que hacen de su “elección” lo más parecido a una escaramuza de cuatreros, lo más semejante a un asalto en descampado de encarecidas regulaciones y de la ciudadanía que las respeta.
Nova posse chavista (Folha de S. Paulo, Brasil)
Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.
Quase oito meses separam as últimas eleições presidenciais na Venezuela da posse de Nicolás Maduro, que inicia nesta quinta (10) um novo período de seis anos no poder. O Mato insólito, que nada tem de acidental, é apenas um dos reflexos da anomalia institucional produzida pelo regime chavista.
Cumpre recordar que o pleito em questão deveria ter ocorrido em dezembro último, mês em que historicamente o país realizava votações. A injustificada antecipação para maio de 2018 deu-se por uma decisão da infame Assembleia Constituinte, órgão 100% oficialista constituído após um processo fraudulento nas urnas.
Em verdade, havia motivos para o chavismo mudar o calendário. A principal coalizão opositora recusara-se a apresentar candidatos à disputa pelas prefeituras, em dezembro de 2017, e expunha divergências internas quanto a participar do pleito presidencial.
Não interessava ao regime, pois, manter a eleição no fim do ano. Poderia a oposição se reestruturar até lá, sem contar o fato de que a catástrofe social e econômica vivida pelos venezuelanos só faz se agravar. Ao adiantar o voto, Maduro corria menos risco de alguma surpresa nas urnas como reação à situação calamitosa do país.
Com adversários políticos cerceados pelo Judiciário — convertido em apêndice do Executivo — e a população mais preocupada em garantir meios de sobrevivência do que em protestar nas ruas, o ditador não se vê, ao menos no curto prazo, diante de ameaças concretas que possam encurtar sua permanência no Palácio de Miraflores.
Uma potencial fonte de instabilidade, as Forças Armadas, tem sido contida por meio de prisão e tortura de militares acusados de conspiração, segundo relatório das ONGs Human Rights Watch e Foro Penal. Em geral, as vítimas são de baixa patente, uma vez que os altos oficiais continuam a receber benefícios em troca de fidelidade.
No plano externo, contudo, cresce a pressão pelo restabelecimento da ordem democrática. O Grupo de Lima, que reúne os principais países da região, disse não reconhecer a legitimidade deste novo mandato de Maduro e cobrou a transferência de poder à Assembleia Nacional, cujas funções foram usurpadas pela Constituinte.
Decerto a solicitação não será atendida pelo ditador, que vê aposição das nações vizinhas como um encorajamento a um golpe de Estado. Convém a Maduro persistir na retórica escapista do inimigo externo, mesmo que o Grupo de Lima tenha, de modo taxativo, descartado qualquer solução por meio do uso da força.
É provável que a ditadura só negocie alguma transição política quando o desastre por ela gestado chegar a um nível insuportável até para os padrões venezuelanos.