Coca y Venezuela – El Espectador, Colombia

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Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.

Las palabras importan, incluso cuando vienen de un gobierno improvisado y torpe como el de Donald Trump en Estados Unidos. Aunque la visita del secretario de Estado de ese país, Mike Pompeo, a Cartagena es una buena señal en términos de relación bilateral, queda el sinsabor de que no hay cambio en la concepción fallida sobre la guerra contra las drogas que Colombia debe seguir librando.

“Estados Unidos se encuentra profundamente preocupado por el aumento en los cultivos de coca y la producción de cocaína en Colombia desde 2013”. Esas fueron las declaraciones de Pompeo. Por más de que los buenos oficios diplomáticos de la administración de Iván Duque han logrado calmar al gobierno de EE. UU., la realidad es que el país va a seguir siendo juzgado por un número de hectáreas de hojas de coca que no dan cuenta de las complejidades del momento histórico en el que nos encontramos. Que sea necesaria cambiar de estrategia no se le ha pasado por la mente a la dirigencia política en Washington.

Por supuesto, el dilema es que si el presidente Trump condiciona las relaciones bilaterales a la lucha contra la coca, al Gobierno colombiano no le quedan más opciones para responder. No deja, no obstante, de ser una situación lamentable.

Después de reunirse en la Casa de Huéspedes Ilustres en Cartagena, Pomepo y el presidente Duque se mostraron amigables, lo que sin duda es un triunfo diplomático que, esperamos, sirve para reducir un poco la presión sobre el nuevo Gobierno. “Nosotros (Estados Unidos) vamos a seguir trabajando de la mano del presidente Duque para lograr el objetivo conjunto para una reducción de cocaína”, dijo Pompeo, estableciendo una meta de reducir a la mitad el número de hectáreas de aquí a 2023.

El Gobierno colombiano ha dicho que en 2018 se alcanzaron a erradicar 80.000 hectáreas de hoja de coca, pero el reto sigue siendo gigante. Queda en veremos, como lo hemos dicho en este espacio en varias ocasiones, el proceso de sustitución voluntaria y los pactos hechos con tantas familias cocaleras que quieren tener una relación distinta para el Estado. Eso es lo que se pierde bajo la presión de Estados Unidos.

El otro tema que obsesiona a la administración Trump es claramente Venezuela, y el Gobierno colombiano no ha dudado en montarse a ese tren. “Todos los países que defendemos la democracia debemos unirnos para rechazar la dictadura de Venezuela y hacer todos los votos necesarios y hacer todos los esfuerzos necesarios para que se restablezcan la democracia y el orden constitucional”, dijo el presidente Duque.

Si bien compartimos el deseo de ver a Venezuela regresar a la democracia, y si bien es cierto que el Gobierno ha insistido en la necesidad de una salida diplomática, ¿los demás países estarán pensando en los mismos términos? ¿Será inevitable que llegue un conflicto armado en la frontera?

La coca y Venezuela, entonces, seguirán siendo temas importantes en la agenda del Gobierno. Para ambos temas, ¿no hay soluciones que no impliquen la fuerza?

El Espectador

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