Carmen Romero, directora del Festival de teatro Santiago a Mil: “Creemos que la democracia hay que ejercerla en las calles y el arte es un vehículo importante para eso”

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Entrevista a Carmen Romero, directora del Festival de teatro Santiago a Mil

Por Daniel Cholakian – Redacción Nodal Cultura

Con la apertura de la muestra Cuídese mucho, de la artista francesa Shopie Calle en el Museo de Arte Contemporáneo (MAC) y un gran pasacalle familiar del que participaron las compañías nacionales Cassis y Teatroonirus por las calles de la capital chilena, comenzó el jueves 3 de enero la 26° edición del Festival de teatro Santiago a Mil.

Carmen Romero es fundadora y directora general del prestigioso festival. Todo comenzó en 1994 en la Estación Mapocho,  cuando iniciaron este camino junto a Evelyn Campbell, con la participación de Francisco Reyes y la colaboración de Alfredo Castro (Teatro La Memoria), Juan Carlos Zagal (ex La Troppa) y Mauricio Celedón (Teatro del Silencio).

Nodal Cultura dialogó con Romero sobre los principales conceptos con los que seleccionaron las obras para esta edición, sobre lo femenino como mirada, la corporalidad en los nuevos teatros, las particularidades del teatro de América Latina y el Caribe y la importancia del público popular y la calle como escenario para Santiago a Mil.

¿Cuáles son los ejes sobre los que construyeron la programación de esta edición de Santiago a Mil?

El primero de los ejes curatoriales es Las mujeres creadoras. Allí hemos destacado a importantes artistas chilenas y del mundo entero, con la intención de poner foco en la mirada femenina desde las artes, sobre los temas de la sociedad. Quien encabeza esta línea curatorial es Sophie Calle, con la exposición Cuídese mucho, que estará desde el 3 de enero en el MAC.

Pero también está Dada Masilo, una coreógrafa y bailarina sudafricana, están las She She Pop, de Alemania al igual que Verena Regensburger, el grupo Piel de Lava de Argentina, Shantala Shivalingappade India o Emeline Michel de Haití. En este sentido sabes que tenemos una gran inmigración haitiana en Chile, y ella es una estrella indiscutible de la canción popular caribeña que viene por primera vez al país. Convocamos también a Chela de Ferrari, de Perú y a Manuela Infante o Nona Fernández que son algunas de nuestras grandes dramaturgas y directoras. Además les dedicamos el festival a otras tres grandes mujeres que son coreógrafas y bailarinas como Paulina Mellaod, Elizabeth Rodríguez Nuri Gutés Miñano.

También viene de Ruanda Dorothée Munyaneza, que pone en escena el genocidio y las violaciones a las mujeres en su país, cuyo trabajo también forma parte de la línea que llamamos Mujeres creadoras.

Revisando la programación se nota una presencia importante en la relación entre los cuerpos y las cuestiones de género

Cierto. Pero me interesa destacar que desde lo femenino y las diversidades no solo miramos los temas de abuso, sino también hablamos sobre la ciencia o lo político. No se trata solamente de mujeres como objeto de denuncia, sino de ver que están diciendo las voces femeninas respecto de la sociedad, la política y la cultura. Cómo se alzan esas voces. Cómo son esos cuerpos, que están proponiendo. 

En el teatro y en Latinoamérica en especial, hay una vuelta a la expresión del cuerpo más que al texto. Pero también tenemos a las She She Pop que hacen una cosa mucho más participativa, más documental con su obra Schubladen, donde además de los cuerpos está el texto.

Hemos elegido varias obras donde la expresión del cuerpo es fundamental. De Argentina traemos Todo piola, que es performático y tiene preeminencia del cuerpo, más allá de que hay un texto. Es una experiencia del cuerpo. Orgiología también va en esa misma línea, aunque está en el marco de una coreografía. Ambas son teatro como experiencia del cuerpo.

Una de marcas de Santiago a Mil es la apropiación de las calles con sus espectáculos ¿qué va a proponer este año el festival en ese sentido?

Otro de nuestros ejes curatoriales es la fiesta en la calle, porque para nosotros lo que ocurre en la calle es muy importante.

En Chile, como no tenemos un carnaval como en otros países, los espectáculos de calle –los pasacalles- son algo que el público disfruta mucho y vive como una fiesta. Este año tenemos 3. Uno viene de España, de la mano de la compañía Antigua y Barbuda, que traen La bailarina.  Es una cajita de música que baila con los pasos tradicionales del ballet, a la que se integran  grupos  de baile locales para terminar en una fiesta. De Chile son dos los pasacalles. Los navegantes del sueño, una obra muy poética que hace Horacio Videla y la compañía Teatroonirus y la coreógrafa Irene Bustamante nos trae Ni una abeja menos, como un llamado de atención con el tema de las abejas que están desapareciendo.

Además tenemos experiencias territoriales diferentes, de arte y territorio. Willi Dorner, de Austria, trae 2 espectáculos. Bodies in urban spaces, que son recorridos de cuerpos que van apareciendo en distintos rincones insólitos de la ciudad y que te hacen cambiar la mirada de ese rincón o de esa escultura o de ese espacio en el metro. También traen Living room que es una exposición de fotos que se hace dentro de una casa. Son fotos tomadas en distintos lugares del entorno y esa casa se abre como una galería. Eso será en San Joaquín.

Por supuesto que es también estará el teatro de calle tradicional, grande, con la compañía Titanick, que harán Alice on the run, un espectáculo de gran envergadura y para muchas personas, que es una puesta de la obra de Lewis Carroll. Y estará Tim Robbins haciendo su obra The new Colossus en un teatro municipal de una comuna. También estará la compañía China de Hangzhou mostrando su espectáculo en distintos escenarios, al igual que el grupo coreano Mokwha, que con su Romeo y Julieta hará también un recorrido.

Estará también la compañía francesa de  Julia Caprez e Igor Sellem que hace circo familiar y los habituales espectáculos para público infantil y de las familias, que nos permiten acercar a los niños al teatro.

¿Cuáles son las actividades que presentan más allá de la escena?

Nos importan mucho algunos aspectos de la formación. Hay más de 100 actividades que se hacen en el laboratorio escénico, donde los artistas que nos visitan están en conexión con el público y también con nuestros artistas nacionales y latinoamericanos. Es necesario en un Festival como Santiago a Mil, que exista un espacio más allá del momento de la escena, para que los artistas se conozcan y puedan saber cómo se hace teatro en distintos lugares del mundo.

También organizamos Platea, que tiene más de 15 años y es el lugar donde se congregan productores, directores de festivales y programadores de todo el mundo. Durante una semana se encuentran para ver espectáculos, especialmente latinoamericanos. Dedicamos esa semana a América Latina y así ellos pueden conocer una vasta programación nacional y de la región. Viajan especialmente para ver entre 3 y 5 espectáculos por día, pero además pueden conocer los nuevos proyectos de los artistas, presentaciones especiales de trabajos en proceso y se producen encuentros de producción o se proyecta también la circulación de espectáculos desde Latinoamérica. 

Además se genera un espacio para que todos nosotros, quienes organizamos festivales, podamos charlar como estamos organizando, cómo estamos curando, cómo podemos colaborar. La pregunta básica de Platea es “¿Qué podemos hacer juntos”?

Dado que lo menciona especialmente, desde la visión de Santiago a Mil ¿qué está pasando en la escena de América Latina?

Es muy interesante porque es muy diverso. Uno mira la escena de lo que tendremos este año y nos encontramos con Cuba hablando de un tema que desconocemos, como la prostitución masculina. Tal vez es un tema que está en la sociedad, pero se habla poco. Argentina siempre trae el lenguaje de la corporalidad y una dramaturgia más psicológica, el teatro chileno es más visceral, más político, más contingente; el brasileño es corporal y de imágenes. Esto hace que uno mire y advierta que esto no puede venir de Europa, esto solo lo puede hacer un brasilero, un argentino, un chileno. Son otras maneras de enfrentar las temáticas. Eso hace del teatro y las artes de nuestro continente muy particulares. No podemos hablar de un teatro latinoamericano, porque son todos muy diversos entre sí, pero a la vez son muy diferente a los que se hace en los países del Norte o en Asia.

Usted destaca lo político en el teatro chileno ¿Qué ocurre en la escena de su país en ese sentido?

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Yo creo que la relación entre el teatro y lo político en Chile es inherente al surgimiento del teatro. Tiene una tradición de haber acompañado siempre a los procesos sociales. Así nació y así se desarrolló hasta hoy. El teatro chileno incluso se adelanta a los procesos. Toda la crisis de la educación estuvo presente en una obra que tiene más de diez años que se llama “Clase”, escrita por Guillermo Calderón. Fueron poniendo los temas mucho antes de que ocurrieran en la sociedad. Yo pienso que hay varios artistas en Chile, tanto en dramaturgia como dirección, que han sido visionarios en entender para dónde podría ir la sociedad. 
Tenemos hoy día una gran presencia en el Festival de temáticas relacionadas con el Pueblo Mapuche, a través de creadores que hablan desde su propio lugar, como Malen. Se ha desarrollado una generación de artistas que están dialogando desde sus propias identidades de una manera muy potente. Son tremendamente contemporáneos, no están proponiendo obras con mirada folklórica ni antropológica, sino desde el arte contemporáneo, y eso tiene que ver con la política actual. Ellos están poniendo sobre el escenario las temáticas mapuches del presente. Eso tiene que ver también con lo que provocó en su pasó por aquí Lemi Ponifasio, un gran artista de Samoa, que trabajó mucho con artistas mapuches. Hemos hechos dos coproducciones con él y provocó este movimiento que es muy renovador y muy interesante. Tenemos a nuestros pueblos originarios hablando y eso es muy importante.

¿Cómo es la relación que luego de 25 años han construido con el público santiaguino?

El 80% de nuestro público asiste gratis. Hay quienes desde niños crecieron con el Festival en las comunas, que han visto y se han imaginado barcos y aviones venidos desde otros continentes, que no tenían como acceder al teatro, y son adultos.

El festival es de la gente. Es un bien público y la gente lo valora por eso. El público nos espera y nos quiere. Es su verano y es su carnaval. Nosotros creemos que la democracia hay que ejercerla en las calles y el arte es un vehículo importante para eso.

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