Brasil | «Un Trump tropical» – Por Fander Falconí, especial para NODAL
Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.
«Un Trump tropical» – Por Fander Falconí*
Parodiando la canción brasileña de Jorge Ben Jor “Moro num país tropical” (vivo en un país tropical), podemos llamar al presidente de Brasil un Trump tropical. Ya había pensado en este título cuando vi que la BBC lo llama “Trump of the Tropics” en un artículo reciente. Uno de sus contendores en la elección presidencial, Ciro Gomes, lo calificó de aspirante a Hitler tropical. El presidente Jair Bolsonaro es un militante de la extrema derecha, admirador de la infame dictadura que gobernó de 1964 a 1985. Su supuesta llamada a la neutralidad política es en realidad una promoción del conformismo. Lo curioso es que tanto el contenido de sus propuestas dictatoriales como la forma de proponerlas, no organizadas sino como van saliendo de su alborotada cabeza, se asemejan mucho al estilo de Donald Trump, presidente estadounidense.
Bolsonaro promete liberar al Brasil de la ideología. Léase, liberarlo de la ideología de izquierda. Racista, misógino y homofóbico, ¿no nos recuerda a alguien? Por coincidencia, Trump ya lo ha felicitado. En su posesión estuvo otro ultra derechista, Netanyahu de Israel, feliz ante la posibilidad anunciada de que Brasil también traslade su embajada de Tel Aviv a Jerusalén. Bolsonaro dice estar comprometido con la educación, pero con la que prepara a los niños para el trabajo, no para la vida. Por cierto no prometió en su discurso inaugural abrir más escuelas, sino abrir más mercados. Y como para que vean que es un émulo de Trump, ya dijo que los ciudadanos honorables, sin récord policial, deben tener el derecho a portar armas. Y eso es ahora, que está más discreto. En 1999 dijo por televisión que estaba a favor de la tortura. En 2017 aseguró que un policía que no ha matado no es un policía.
Empezaremos por liberar al Brasil del socialismo y de lo políticamente correcto, ha prometido. Empezó en un partido pequeño que hoy es mayoritario, el Partido Social Liberal. El capitán paracaidista está reclutando para su gobierno a algunos militares en retiro. Una de sus “innovaciones” será la de convertir al Ministerio del Ambiente en una subsecretaría del Ministerio de Agricultura y ha amenazado con salir del Acuerdo climático de París, como Trump. También tuvo roces con el gobierno de Cuba, por el tema de los médicos cubanos. Bolsonaro ha prometido limpiar la “basura marxista” que se enseña en las escuelas. Esa “basura” contrasta con su revista preferida, Playboy, cuya edición brasileña le entrevistó en 2011. Ahí dijo su célebre frase: “Preferiría ver a un hijo mío muerto en un accidente, antes que verlo convertido en homosexual”.
En 2016 bromeó sobre una colega legisladora afirmando que no la violaba porque era muy fea. Por cierto que él piensa que las mujeres deben ganar menos, porque tienen más derechos laborales que los hombres. Pese a esas declaraciones, tiene el apoyo del 60% de los evangélicos brasileños, que constituyen el 30% de la población. Aunque se declara católico, Bolsonaro tiene propuestas que atraen a los evangélicos: no al aborto, no a la legalización de ninguna droga, no a la ideología de género, no, no, no.
Un actor geopolítico global en las manos de la ultraderecha.
¿Por qué ganó la Presidencia del Brasil una persona así? El consultor internacional Luis Tejero expuso siete razones en El Mundo de España (2018-10-30). Primera: la gente estaba harta de la corrupción y de la violencia que votó por el primero que prometió mano dura. Segunda, los votantes se tragaron la píldora del político nuevo: “más Brasil y menos Brasilia”, a pesar de que Bolsonaro ya lleva 27 años como diputado, viviendo en Brasilia. Tercera: su discurso pro familia tradicional atrajo a los evangélicos y a otros grupos conservadores. Cuarta: el apoyo de casi todos los militares, incluyendo los retirados, que en Brasil son más bien de derecha. Quinta: la ausencia de Lula, que hace medio año le ganaba a Bolsonaro 2 a 1 en las encuestas. Sexta: la polarización del electorado, que dejó fuera a los moderados como Ciro Gomes. Séptima: mientras el candidato de izquierda Fernando Haddad se aferró a la televisión, Jair Bolsonaro concentró su campaña en las redes sociales.
Un análisis interesante que invita a la reflexión a los latinoamericanos progresistas, a saber que se trata de renovarse o perecer, en una hora crítica para a humanidad. Si es que no queremos volver al continente de hace 50 años con Nixon y las dictaduras militares, debemos digerir la lección.
La nueva izquierda, sin abandonar su primer objetivo, la justicia social y la equidad, debe añadir a su agenda el tema ambiental y la transparencia. La globalización del capital se sostiene, sin duda alguna, sobre una corrupción financiera sistémica. Sin perder de vista esta realidad, tampoco se pueden minimizar las prácticas corruptas. A esta agenda deben añadirse propuestas realistas para detener la violencia, acercamiento al territorio y a la gente. Y tomar en cuenta que Trump es peor que Nixon.
* Economista ecológico y académico ecuatoriano. Ministro de Educación de Ecuador entre mayo 2017 y noviembre 2018