Alicia Bárcena, secretaria ejecutiva de la Cepal: “No creemos que las políticas tipo Escuela de Chicago sean la solución”
Por Rocío Montes
Durante la presentación del balance económico de fin de año, a mediados de diciembre en Santiago de Chile, la jefa de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), Alicia Bárcena (Ciudad de México, 1952), habló de un escenario incierto y complejo, no demasiado alentador y hasta pesimista. Lo explica una reducción de alrededor del 7% en el precio de los productos básicos el próximo año y una ralentización del comercio mundial. De acuerdo con las proyecciones, revisadas a la baja por el organismo, Latinoamérica este año crecerá 1,2%, dos puntos menos que el promedio mundial. Para 2019 se espera un crecimiento de 1,7%, con una diferencia marcada entre México y Sudamérica, que crecerían 2,1% y 1,4%, respectivamente. La responsable del brazo de Naciones Unidas para el desarrollo económico en la región habla de un «cambio de ciclo».
Pregunta. ¿Qué características tiene este nuevo ciclo?
Respuesta. Está marcado por una mayor apreciación del dólar, la subida de las tasas de interés en Estados Unidos y las tensiones comerciales y tecnológicas entre Estados Unidos y China. La dinámica interna juega un papel menos importante y la región está muy condicionada por el contexto externo, que presiona a los países por varias razones. Por ejemplo, en el pago de intereses. Cuando la política monetaria bajó las tasas de interés, lógicamente hubo mayor apetito al riesgo y mucho endeudamiento. Hoy día, por lo tanto, la región tiene más deuda –pública y privada– y mucha presión en el pago de intereses, que han subido junto a la apreciación del dólar. Es una situación complicada, como lo es la mayor volatilidad financiera: ahora el financiamiento se va a los países desarrollados y hay más dificultades de la región para acceder al crédito.
P. ¿Qué efectos producen las tensiones comerciales entre Estados Unidos y China?
R. Hacen que la región tenga mucha presión. Especialmente Sudamérica, muy dependiente de lo que ocurra en China, primer socio comercial de Brasil, de Argentina, de Chile. Y China hoy está desacelerando de 6,6% en 2018 a 6,3% el año próximo. Las únicas dos economías que crecen y que van en una tendencia al alza este año y el próximo, son Estados Unidos y la India, nada más.
P. ¿Qué medidas internas deberían tomar los países ante este escenario?
R. Los países tienen instrumentos para poder confrontar este tipo de situaciones, como la tasa monetaria, la política fiscal y lo que hacen, por ejemplo, con los salarios mínimos. Si el salario mínimo lo desaceleras, puedes afectar el consumo privado, de los hogares.
P. ¿A qué subregión impactará la bajada del precio de los productos básicos?
R. A los de Sudamérica, porque son los exportadores de alimentos, de petróleo, de hidrocarburos y, en general, de minerales y metales. Las variaciones van a ser menores, no van a ser tan grandes, pero igual va a haber una cierta afectación. Esto se combina con el tema China, que va a tener menos demanda a menores precios.
P. ¿Las materias primas han pasado a ser un lastre para el crecimiento de la región?
R. Lo que sucede es que hay que saber cómo procesarlas y darles valor agregado. Un ejemplo: entre Chile, Argentina y Bolivia tienen el 61% de las reservas de litio. Esa no es una mala noticia, sino una excelente noticia. La mala noticia es que no haya políticas públicas que permitan que esas materias primas sean procesadas e industrializadas en su lugar de origen. Chile y Argentina podrían asociarse para explotar el litio conjuntamente y crear una plataforma industrial de baterías recargables con inversiones europeas, chinas y latinoamericanas. Sería, para mí, el gran logro.
P. De los productos básicos, ¿cuál tendrá una mayor caída de su precio?
R. El petróleo va a ser, yo creo, el más afectado de todos.
P. ¿Cómo deberían los latinoamericanos enfrentar este nuevo ciclo económico?
R. La región todavía tiene una dinámica de crecimiento positivo. El consumo privado –el de las familias– va a seguir siendo un factor importante. Hay países que están dándole predominancia a la inversión, como es el caso de México. Hay otros países en la misma línea y, por lo tanto, puede ser otro factor. En donde hay más incertidumbre es en la parte comercial. Por lo tanto, ¿qué se le recomienda a los países y a los hogares? Yo diría que el ahorro: controlar el gasto.
P. ¿Qué pueden hacer las economías de países como Chile, Argentina y Brasil frente a la vulnerabilidad financiera?
R. Un país como Chile tiene mucho que ofrecer, porque tiene una institucionalidad sofisticada, un Estado de derecho creíble en el exterior, cuenta con la confianza de los mercados. El caso de Argentina es menos claro, porque no ha logrado salir de los problemas que ha tenido y su crecimiento no está auspiciado positivamente: crecerá -1,8% en 2019, según nuestras proyecciones. Brasil es una incógnita, aunque si en 2019 despega un poco más y logra crecer al 2%, puede ser importante para la región. Por lo menos tenemos información hacia dónde va el gobierno. Brasil empieza a retomar su crecimiento, pero con muchas dificultades.
P. ¿Qué impacto tienen los anuncios de políticas neoliberales del nuevo Gobierno de Bolsonaro?
R. Brasil va a crecer por arrastre. El 2% tampoco es un crecimiento tan dinámico y viene impulsado por la inversión de Petrobras. Ahora, ¿qué va a pasar con el consumo? No sabemos si va a seguir apuntalando o no, eso depende de la confianza. Y nadie sabe muy bien qué es lo que va a pasar en Brasil, si va a haber confianza de los mercados o no. Hasta ahora lo que se ve venir es una política neoliberal –privatizaciones quizás– que podrían dinamizar la economía en un corto plazo. Pero no sé si al mediano o largo plazo sea la solución. Ya hemos pasado por ahí en otros países.
P. ¿Las medidas económicas al estilo Chicago, no son las adecuadas para Brasil?
R. Siempre hemos sido muy claros: tiene que haber un equilibrio entre el Estado y el mercado. No puede ser todo orientado por el mercado, porque el mercado, por naturaleza, va a generar desigualdad. Y una sociedad dispar y desigual no puede tener un crecimiento sostenible a mediano plazo. La desigualdad no solamente es inaceptable desde el punto de vista social o de derechos, sino que es ineficiente desde el punto de vista económico. El Estado no debe ser el administrador de todos los bienes productivos, pero no creemos que las políticas extremadamente neoliberales, tipo Chicago, sean la solución. Por lo demás, Brasil no necesita necesariamente políticas tan neoliberales teniendo un mercado interno tan grande. No es el caso de Chile, que tiene 17 millones de habitantes, una economía muy abierta al exterior y, por lo tanto, quizás, su elección de modelo de desarrollo es otro. En Brasil, México y Colombia –países que tienen un mercado interno potente– hay que apostarle a un desarrollo más que a un crecimiento.
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