Uruguay: “Unidad de acción” no es palabra santa que se acepta sin protesta ni rebeldías – Por Garabed Arakelian

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Por Garabed Arakelian *

El Ministerio de Defensa uruguayo está impulsando en el parlamento la aprobación de un nuevo estatuto para la carrera militar. En el lenguaje cotidiano ya se le dice “Ley Orgánica Militar” y encierra varias modificaciones importantes que abarcan distintos aspectos burocráticos de esa ocupación.

Pero un punto con el que se hace hincapié en la importancia de esta iniciativa es que propone eliminar el principio de “obediencia debida” exaltando el derecho a ejercer la responsabilidad individual en términos de derechos humanos y reconociendo la opción de no acatar órdenes que afecten ese principio superior. Es, sin duda, un paso trascendente que merece ser difundido y respaldado.

Sin embargo, paradojalmente, la misma fuerza política que propone el cambio –positivo- para la función militar, practica y reclama ese principio de “obediencia debida”, aunque con signo negativo, dentro del FA, en el plano de la militancia política. Esa condición es, según la explicación en boga, la piedra angular del éxito que le ha permitido al Frente Amplio lograr tres éxitos consecutivos y se la conoce como “la unidad” y, más recientemente, como “unidad de acción”.

En la jerga político-ideológica, la tan mentada unidad de acción, dice: “Sin unidad no podríamos haber logrado los éxitos que hemos tenido y sin ella no podemos asegurar el cuarto gobierno”, esa es la gacetilla en uso para la vulgata unitaria de la militancia frenteamplista.

Pero esto es, obsérvese la contradicción, un mero lugar común, una justificación, que beneficia a los “mochileros de la política” que, con un “50” pegado en la espalda, recorren el espinel de la indisciplina, pero que en la práctica configura un verdadero escollo para el desempeño digno de sus funciones de gobierno y conducción para aquellos grupos y personas que, dentro del FA, tienen y pretenden, aspiran y reclaman, poder mantener actitudes principistas con fundamentación ideológica.

La pretendida solidez de comportamiento político que supuestamente brindaría la unidad de acción, se ve socavada por los artilugios idiomáticos y los recursos administrativos y legales a los que deben recurrir quienes, en el error o el acierto, no quieren votar contra sus principios. ¿Hasta cuándo estas personas, serias y responsables, merecedoras de un bien ganado respeto, cederán, en estas condiciones, sus posiciones principistas, votando lo contrario de lo que proclaman? También, ¿hasta cuándo la ciudadanía mantendrá una actitud de comprensión ante esa contradicción y no protestará por ser objeto de engaño?

¿Realmente el Frente Amplio confiará su conducción a los mochileros ambulantes, a los tránsfugas y a las patotas prepotentes que desconocen todo principio de organización y respeto a la estructura y aceptará dócilmente ser objeto de estas incongruencias de conducción?

¿Por qué comienza esta nota con una reflexión acerca de la obediencia debida en el plano militar y se llega a esta altura hablando de las incongruencias en la conducción del FA?

Es evidente que no se comparan ambas obediencias, pues el objetivo de cada una es diametralmente opuesto. Lo que se compara es el recurso de la “obediencia debida” como factor de poder y de disciplinamiento que asegure al FA, en el plano parlamentario, el mínimo de cincuenta voluntades.

Es claro que la debida obediencia del militar es muy diferente a la disciplina practicada por el militante político. Aquella es impuesta y debe ser aceptada como requisito previo, en cambio ésta es elaboración y aceptación libre y consciente. La comparación no va más allá pero se transforma en contradicción para el FA.

La paradoja es que, en tanto el militar se “libera” de la imposición disciplinaria y gana en la dimensión respetuosa de la condición humana, al militante se le coarta la posibilidad de actuar en acuerdo con sus convicciones y se le somete a la aceptación de un disciplinamiento en nombre de “la unidad” para concretar logros discutibles y discutidos de acuerdo a sus parámetros ideológicos.

Dicho de otra manera: tenemos la paradoja de que este Frente Amplio propone liberar a los militares del principio de la obediencia debida en homenaje al respeto superior a los derechos humanos –lo cual está muy bien- mientras que en la interna sustituye el ejercicio voluntario de la disciplina por la imposición de la unidad de acción. Un concepto que no está establecido como requisito sine qua non en ningún documento del FA, sino que es un acuerdo tácito, basado en aceptaciones y coincidencias voluntarias y de buena voluntad, amalgamado con el respeto entre las partes.

En términos generales, o mayoritariamente, son las iniciativas del Poder Ejecutivo las que están reclamando respuestas al Poder Legislativo que se logran recurriendo a estos aspectos de obligatoriedad ya mencionados. Y eso se traslada al seno de la fuerza política y vuelve no siempre satisfaciendo las iniciativas e intereses propuestos por el Ejecutivo o respetando las posiciones de los legisladores. Queda en evidencia que no es la obediencia debida, aplicada a los cuadros políticos el mejor camino para lograr tortuosas y dificultosas aquiescencias. Sobre todo si se mencionan razones de Estado, algo que debe ser objeto de estudio por parte del FA, y quizás su próximo congreso sea una oportunidad.

* Técnico mecánico, periodista, docente. Militante social, sindical y político; activista de la causa armenia y los derechos humanos. Dirigente del Partido Socialista del Uruguay. Analista asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, estrategia.la)


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