Pedro Brieger, director de NODAL: “No es fácil modificar el sentido común, las derechas llevan 200 años de ventaja”
Entrevista a Pedro Brieger, director de NODAL
Por Gerardo Szalkowicz y Lucio Garriga (*)
A modo de balance y reflexión anual sobre América Latina, Pedro Brieger reafirma la idea de “un continente en disputa” y muestra cierto optimismo porque “el problema de las derechas es que tienen dificultades para mostrar éxitos”. Además, el director de NODAL analiza la complejidad de la batalla cultural-ideológica y advierte sobre un elemento novedoso que aporta la irrupción de Bolsonaro: “Creo que va a querer asumir cierto liderazgo regional”.
¿Qué mirada general podés aportar sobre lo que deja el 2018 para América Latina? ¿Cómo describirías la foto regional en relación a un año atrás?
Creo que seguimos viendo un continente en disputa entre una corriente progresista, en el más amplio sentido de la palabra, y una corriente conservadora, reflejada en algunos procesos electorales importantes pero una disputa que va a continuar en 2019 porque habrá elecciones importantes en Bolivia, Uruguay y Argentina que tal vez puedan inclinar la balanza hacia uno u otro lado.
Sin dudas el triunfo de Bolsonaro es un hecho político muy fuerte en la región porque Brasil no es cualquier país. Bolsonaro, por su visión del mundo, que parece anclado 50 años atrás en la disputa con el comunismo, se ve como parte de una cruzada más amplia. Creo que va a querer asumir cierto liderazgo regional, algo que hasta ahora las derechas latinoamericanas no han tenido. Cuando Mauricio Macri asumió en la Argentina algunos especularon con que podía liderar a las derechas frente a los gobiernos progresistas. En ese momento me pareció que no tenía las condiciones como para hacerlo. No es una cuestión personal, sino por su falta de experiencia en política internacional y porque me pareció que no tenía la vocación de liderar una corriente liberal conservadora en la región. Pensé que Pedro Pablo Kuczynski de Perú podría tener esa ambición por su historia de gestión también en organismos internacionales, pero Perú no tiene el mismo peso que la Argentina o Brasil; ni siquiera Colombia lo tiene. Y creo que Bolsonaro sí quiere liderar un cambio regional. Y acá hay una diferencia respecto de Macri y también de Iván Duque de Colombia o de países más pequeños como Chile o Paraguay. Sebastián Piñera tampoco ha mostrado tener la vocación de liderar una corriente de derecha en la región.
Creo también que el problema de las derechas es que tienen dificultades para mostrar éxitos: no es lo mismo liderar una ofensiva “en contra de” que liderar una corriente “a favor de” una expresión política o económica. La gran diferencia entre las derechas y las izquierdas latinoamericanas es que las derechas básicamente salen “en contra de” a nivel regional y las izquierdas buscaban construir algo nuevo, como fue el caso de la UNASUR (Unión de Naciones Suramericanas) o la CELAC (Comunidad de Estados Latinoamericanos y Carbieños).
La emergencia del fenómeno Bolsonaro, y su intención de liderazgo regional que mencionás, ¿puede generar un efecto contagio y hacer crecer una corriente de ultraderecha en América Latina?
En general los liderazgos fuertes lo que hacen es, por un lado neutralizar a los adversarios y por el otro arrastrar a los más dubitativos. Por ejemplo, cuando se conformó la (CELAC), Chile fue parte con Piñera que no se opuso. En los acuerdos de paz en Colombia, Chile fue uno de los garantes junto a Venezuela y Cuba, tampoco no se opuso. Eso quiere decir que una fuerte hegemonía política de los gobiernos progresistas traccionaba también a las derechas, que tenían que seguir un poco la línea de lo que estaba sucediendo a pesar de que no estuvieran muy de acuerdo. La CELAC es un proyecto de los gobiernos progresistas latinoamericanos pero ninguno de los gobiernos de derecha sacó los pies del plato. En ese sentido, ahora con un dirigente de derecha como Bolsonaro, que quiere impulsar una ofensiva política regional, probablemente los países de derecha lo acompañen, salvo que haya disputas internas. Van a influir otros factores también, en la Argentina se viene un año electoral y habrá que ver cuánto le aportaría a Macri sumarse a una ofensiva contra Venezuela, Cuba y Nicaragua.
Una de las debilidades de las fuerzas progresistas y de izquierda es el poco avance en la transformación del sentido común en nuestras sociedades. ¿Por dónde ves las claves para hacer más eficaces nuestras estrategias comunicacionales, para tener más fuerza en “la batalla de ideas” que planteaba Fidel Castro? Sobre todo en estos tiempos de redes sociales y en los que pareciera que una cadena de WhatsApp tiene más potencia que cualquier campaña electoral clásica.
Las derechas latinoamericanas cuentan con una gran ventaja: han gobernado prácticamente desde que se fundaron nuestras naciones en todo el continente. Por lo tanto han creado un sentido común de 200 años a través del poder económico, el poder judicial, el poder cultural, el poder de los medios de comunicación. Desde el progresismo latinoamericano se ha tratado de batallar en contra de ese sentido común. Por ejemplo, cuando se creó el canal Paka Paka en la Argentina uno de los argumentos fue que todos los canales infantiles eran de producción estadounidense. ¿Por qué? Porque todos repiten lo que llega del extranjero, y ¿quién tiene hoy la mayor capacidad de construir contenidos para niños que tenga alcance universal? Estados Unidos, y en menor medida Japón. Esto es parte de la batalla cultural, quien crea que los dibujos animados no tienen ideología vive en una nube de fantasía. Por algo Ariel Dorfman y Armand Mattelart escribieron su famoso libro “Para leer al Pato Donald” donde desmenuzaron lo que significaba el Pato Donald de la década del ´70. Los dibujos animados tienen ideología, lo mismo que las novelas o las series, de la misma manera que las series de vaqueros de hace 50 años tenían ideología. Eso es parte de la batalla cultural-ideológica. No es fácil modificar el sentido común, las derechas llevan 200 años de ventaja. Existe un sentido común creado en lo cultural, en lo social, que hace que los más pobres crean que está bien que un rico gobierne y que crean que va a gobernar para los más pobres. Son décadas de fabricación cultural. Imponen la idea de que un presidente rico no va a robar, como si los ricos, en la inmensa mayoría de los casos, no hubieran llegado a convertirse en ricos a través de todo tipo de negociados y evasiones fiscales. Sin embargo, el sentido común creado dice que no va a robar porque tiene mucho dinero. Es la dominación cultural de décadas.
Y para quienes hacemos comunicación, ¿cuál son los desafíos y tareas para encarar esta batalla comunicacional?
Creo que lo que estamos haciendo; tratamos de pensar, de fomentar el debate, el pensamiento crítico y de producir. No nos quejamos por lo que no se puede hacer y seguimos construyendo para disputar hegemonía comunicacional. Ignacio Ramonet lanzó su frase del “pensamiento único” en la década del ´90 del siglo pasado como crítica a la frase de Margaret Thatcher “no hay alternativa” que servía -y sirve- para justificar las políticas neoliberales. En estos últimos años las derechas tuvieron la habilidad y la capacidad de apropiarse de esa frase para denostar lo que llaman “populismo”. En el caso argentino plantearon que el kirchnerismo se presentaba como “pensamiento único” dándole una sentido inverso al término original. El kirchnerismo estuvo lejos de tener un pensamiento único, hubo mucho más debate de lo que los opositores querían reconocer. Las derechas siempre intentan resaltar que no hay otra alternativa, que hay un único camino, el de ellos, claro. Y trabajan para reforzar el sentido común de que el único camino es, por ejemplo, subir el precio de la electricidad o el transporte. Cuesta creer que no haya más protestas frente al aumento del transporte, el gas, la electricidad… ¿Cómo se logra esto? Convenciendo a la gente de que es lo correcto, que hay que hacerlo, que es “el único camino”. Es decir, que todos tengamos que pagar más por la electricidad o el gas porque el sentido común creado, por el macrismo en este caso, dice que hubo una fiesta durante el gobierno anterior y ahora hay que pagar la fiesta.
Además, las derechas latinoamericanas cuentan con medios de comunicación muy poderosos que existen hace décadas. La Nación y Clarín en Argentina, El Mercurio en Chile, El País en Uruguay, El Comercio en Perú y tantos otros en cada uno de los países y son parte de la construcción del llamado “sentido común”. Por eso la batalla comunicacional también es para modificar aquello que se ha naturalizado por décadas que dice “siempre ha sido así”. Sí, la explotación del más débil siempre ha existido. Pero no significa que debamos aceptarlo resignados como algo “natural”. Más bien todo lo contrario, debemos modificarlo.
(*) Entrevista original realizada en el programa “Al sur del Río Bravo” que se trasmite por Radionauta FM 106.3 (www.radionauta.com.ar)