La colombiana Pájaros de verano ganó en el Festival del nuevo cine latinoamericano de La Habana
La colombiana Pájaros de verano ganó el Coral como Mejor Largometraje de Ficción
Por José Raúl Concepción
El filme colombiano Pájaros de verano, dirigido por Ciro Guerra y Cristina Gallego, se alzó con los Corales a Mejor Largometraje de Ficción y Música Original en el 40 Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano, que se celebra en La Habana desde el pasado 6 de diciembre y concluirá el próximo domingo 16.
Las películas cubanas Inocencia, de Alejandro Gil, Nido de Mantis, de Arturo Sotto, e Insumisas, de Fernando Pérez y Laura Cazador obtuvieron ex aequo el premio Especial del Jurado.
La mejor dirección se la llevó el mexicano Carlos Reygadas por su obra Nuestro tiempo, que también conquistó el apartado de Fotografía. Por su parte, el argentino Carlos Sorín ganó en al especialidad de Guion, por Joel.
Según el jurado, los mejores actores de las cintas en competencia fueron la mexicana de 37 años, Ilse Salas, por su interpretación en Las niñas bien y el joven argentino de apenas 20 abriles, Lorenzo “Toto” Ferro, por El Ángel.
La peruana Retablo, de Álvaro Delgado-Aparicio, triunfó como Mejor Ópera Prima. El documental colombiano Ciro y yo ganó en su categoría, mientras que la brasileña Tito y los pájaros fue considerada la mejor película de animación.
El Premio del Público fue para Inocencia, filme cubano de Alejandro Gil que relata la tragedia de los ocho estudiantes de medicina asesinados en la Isla el 27 de noviembre de 1871. La película obtuvo 4 mil 888 puntos en las votaciones de los espectadores.
Durante la gala de premiación efectuada en el teatro Mella, Ivan Giroud, presidente del Festival, realizó un llamado a la juventud a convertirse aun más en protagonistas del séptimo arte: “Urge que las nuevas generaciones tomen su lugar en nuestro Festival y que lo ayuden a redimensionar con sus obras, inquietudes y obsesiones. Solo así, podremos continuar llamándole Nuevo”.
Igualmente, se refirió a la convergencia de generaciones separadas por el uso y apropiamiento de las tecnologías y expresó que lograr una interlocución entre ellas representa uno de los principales retos del arte en la actualidad: “Nos encontramos ahora en un nuevo escenario, en un mundo donde conviven los nativos digitales con los migrantes digitales. Ambos representan diferentes formas de entender el mundo. ¿Cómo contribuir para que se establezca entre ellos el diálogo? Ese es el mayor desafío que tenemos por delante: llenar de sentido la brecha entre ambos universos”.
Sobre la venidera edición de la fiesta del cine latinoamericano, comentó: “El Festival 41 servirá de pretexto para celebrar varios acontecimientos de singular importancia para nuestra cultura, hechos que rememorarán de donde partimos y qué hemos logrado”. Entonces, Ivan Giroud se refirió al 60 aniversario del Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográfica (ICAIC), al cumpleaños 80 del ícono de la música cubana, Leo Brouwer, y al centenario de uno de los más talentosos documentalistas deI Iberoamérica, Santiago Álvarez, a quien estará dedicado el próximo certamen.
Una novedad de esta edición fue la primera entrega del premio Fernando Birri, auspiciado por la Escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños (EICTV), academia fundada y dirigida por el cineasta chileno. El propio Festival de La Habana resultó ser el homenajeado inaugural del galardón, entregado por la actual directora de EICTV, Susana Molina.
En el acto se entregaron Corales de Plata a un gran grupo de fundadores del Festival, pilares históricos del evento. Algunos de ellos en activo y otros ya fallecidos. La estatuilla homenaje que recibieron fue esculpida por la artista orfebre Mayelín Guevara.
Otro momento emotivo de la gala, que estuvo conducida por los actores Héctor Noas y Beatriz Valdés, fue cuando la realizadora brasileña Beatriz Seigner dedicó su premio (Coral a la Contribución Artística) a los médicos cubanos que cumplieron misión en el gigante sudamericano bajo el programa Más Médicos. Las palabras de la artista desataron una cerrada ovación del público, al contar cómo los galenos cubanos atendieron a su hijo de 2 años en la Amazonía.
Premios Coral para filmes de Ficción del 40 Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano
-
- Premio Coral de Largometrajes:
Pájaros de verano, de Ciro Guerra y Cristina Gallego (Colombia, México, Dinamarca y Francia) - Premios Corales “Especial del Jurado”:
Inocencia, de Alejandro Gil (Cuba)
Nido de Mantis, de Arturo Sotto (Cuba, México, República Dominicana)
Insumisas, de Fernando Pérez y Laura Cazador (Cuba, Suiza) - Premios Coral de Cortometraje: Arcángel, de Ángeles Cruz (México)
- Menciones de Cortometraje: O Orfáo, de Carolina Markowicz (Brasil) / Cerdo, de Yunior García (Cuba)
- Coral de Dirección: Carlos Reygadas, por Nuestro Tiempo (México, Francia, Alemania, Dinamarca, Suecia)
- Coral Guión:Carlos Sorín, por Joel (Argentina)
- Coral Fotografía: Diego García, por Nuestro Tiempo (México, Francia, Alemania, Dinamarca, Suecia)
- Coral Actuación Femenina: Ilse Salas, por Las niñas bien (México)
- Coral Actuación Masculina: Lorenzo Ferro, por El Ángel (Argentina, España)
- Coral Dirección Artística: Mariela Ripodas, por Sangre Blanca (Argentina)
- Coral Música Original: Leonardo Heiblum, por Pájaros de verano (Colombia, México, Dinamarca, Francia)
- Coral Edición: Irene Blecua y Nacho Ruiz Capillas, por La noche de 12 años (Uruguay, España, Argentina, Francia)
- Coral Sonido: Nacho Royo-Villanova, Martin Touron y Eduardo Esquide, por La noche de 12 años (Uruguay, España, Argentina, Francia)
- Coral de Ópera Prima: Retablo, de Álvaro Delgado-Aparicio (Perú, Alemania, Noruega)
- Coral Especial del Jurado Ópera Prima: La camarista, de Lila Avilés (México, Estados Unidos)
- Coral a la Contribución Artística Ópera Prima: Los silencios, de Beatriz Seigner (Brasil, Colombia, Francia)
- Coral de Largometraje documental: Ciro y yo, de Miguel Salazar (Colombia)
- Coral de Cortometraje o Mediometraje documental: Los viejos heraldos, de Luis Alejandro Yero (Cuba)
- Coral Especial del Jurado para largometraje documental: El camino de Santiago. Desaparición y muerte de Santiago Maldonado, de Tristán Bauer (Argentina) / O processo, de María Augusta Ramos (Brasil, Alemania, Holanda)
- Coral de Largometraje animación: Tito y los pájaros, de Gustavo Steinberg, Gabriel Bitar, André Catoto (Brasil)
- Coral de Cortometraje animación: Un oscuro día de injusticia, de Julio Azamor, Daniela Fiore (Argentina)
- Coral Especial del Jurado animación: La casa lobo, de Cristóbal León, Joaquín Cociña (Chile)
- Premio del Público: Inocencia, de Alejandro Gil (Cuba)
- Coral de Guión Inédito: Panamá al Brown, de Manuel Rodríguez (Cuba)
- Coral de Cartel: Últimos días de una casa, de Claudio Sotolongo (Cuba)
- Premio Coral de Post-Producción: En la caliente, de Fabien Pisani (Cuba, Francia)
- Premio SIGNIS: Inocencia, de Alejandro Gil
- Premio FIPRESCI: Nuestro Tiempo, de Carlos Reygadas (México, Francia, Alemania, Dinamarca, Suecia)
- Premio del Círculo de Cultura de la Unión de Periodistas de Cuba: Inocencia, de Alejandro Gil (Cuba)
- Premio El Mégano (Federación de Cineclubes de Cuba): Un traductor, de Sebastián y Rodrigo Barriuso (Cuba, Canadá)
- Premio de la Asociación de Cine, Radio y Televisión de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC): Joel, de Carlos Sorín (Argentina)
- Premio FEISAL (Federación de Escuelas de Imagen y Sonido de América Latina): Aurora, de Laura García (México)
- Premio Coral de Largometrajes:
Pájaros de verano: Las raíces del narcotráfico
Por Jessica Oliva
En Pájaros de verano, dos familias poderosas se miran de frente, con tensión y recelo, a pesar de que se encuentran al inicio de una celebración. La madre, el yerno, la hija y el hijo, miembros de una de ellas, ofrecen armas de fuego como regalo para demostrar buena voluntad al dueño de la casa, quien también es flanqueado por hombres corpulentos y amenazadores. Hasta ahora, ambas dinastías han disfrutado de una frágil alianza: son socias en el negocio de exportación de marihuana, pero se han vuelto cautelosas. “Mejor vámonos”, le susurra la madre al yerno. Ella sabe que los roces están a punto de transformarse en una guerra sangrienta.
Nada de la escena, sin embargo, es lo que uno esperaría: nadie pertenece a la mafia siciliana, ni a ninguna película de gangsters de Martin Scorsese. Las mujeres usan las mantas coloridas tradicionales de los wayú, pueblo habitante de La Guajira colombiana. Los saludos, cautelosos, se pronuncian en lengua wayuunaiki, en la presencia de un anciano pütchipü’ü o “palabrero”, quien tranquiliza un poco a los presentes porque su figura garantiza, al menos de inicio, el predominio wayú del diálogo. En esta cultura indígena, la palabra toca a la puerta antes que cualquier acto de justicia (o venganza), y así sucede, casi siempre, con los narcotraficantes de esta cinta colombiana. Aunque a veces no haya negociación capaz de aliviar un corazón deshonrado.
La mansión en el desierto
“Lo primero que queríamos hacer era una cinta de gangsters sobre una historia que no se ha contado”, nos dijo la colombiana Cristina Gallego, quien codirigió Pájaros de verano junto con su colaborador frecuente, Ciro Guerra (El abrazo de la serpiente). La cinta profundiza en los años de la llamada Bonanza Marimbera, época que la dupla de cineastas ya había tocado en Los viajes del viento (dirigida por Guerra y producida por Gallego), y durante la cual grandes cantidades de dólares entraron a La Guajira debido a la exportación ilegal de marihuana. En ese periodo (1975-1985), sucedido antes de la era de Pablo Escobar, lo más profano de la ambición se metió al desierto: se mezcló con las tradiciones, el imaginario y las raíces de una sociedad tradicional, y trajo consigo los Rolex, las camionetas Ford Ranger y las mansiones levantadas como espejismos en medio de la nada.
“Conforme investigamos más a los wayú y la época nos encontramos con una sociedad que tenía similitudes con esos grupos italianos: figuras como el consigliere, la estructura de las familias y los códigos de honor”, nos dijo Gallego. Dicho encuentro entre lo milenario y lo prosaico, sin embargo, también significó una fusión de universos e influencias: al cine de gangsters se le añadió la fatalidad de la tragedia griega, el salvajismo del western, el surrealismo de Magritte y hasta el imaginario de Gabriel García Márquez, escritor que se inspiró en las mujeres wayú que lo criaron –según cuenta en su autobiografía–, y quien ahora devuelve el favor al inspirar una historia sobre esta cultura. “Nos acercamos al realismo mágico de Cien años de soledad, sobre el ascenso y la caída de una familia, y a su visión de lo sobrenatural. Tal como los wayú, éste tiene gran vínculo con lo sobrenatural, con la muerte y con el inconsciente”, nos reveló la directora.
Según Gallego, tanto Ciro Guerra como ella estaban interesados en contar “el inicio naif e inocente” del negocio del narcotráfico en Colombia, a través de una región comerciante que no se negó a él en un inicio debido a que siempre se caracterizó por el contrabando de otros productos: cigarros, whiskey, café, etc. De esta forma, Pájaros de veranose concentra en el origen de una herida, mientras ofrece una historia poco narrada desde la mirada latinoamericana, al grado de ser considerada un tabú en la cinematografía colombiana.
“Cuando nos ponemos a pensar en las películas del cine colombiano que hablan del narcotráfico, uno no cuenta más de cinco”, dijo Gallego. Ante la aparente saturación de películas y series sobre el tema en México y el resto del mundo, la directora denuncia, más bien, la saturación de una sola mirada: la externa. “Todo el mundo del narcotráfico ha sido contado desde fuera y nosotros [los latinoamericanos] adoptamos esa misma forma de contarlo como si fuéramos externos. Ciro y yo no sentimos que ésa sea nuestra historia, en la que los villanos pasan a ser héroes o ‘antihéroes’. Ahí no hay dolor, no hay familia, ni se muestra cómo se resquebrajan nuestras sociedades: están contadas desde el efectismo de la droga, el dinero y la violencia. Por eso fue muy seductora la idea de contar algo que se ha convertido en tabú”.
La madrina
Realizada con la comunidad wayú (formaron el 30% del equipo de producción), Pájaros de verano sigue a una familia pero tiene como eje a un personaje, que se impone en sabiduría y presencia al más peligroso de los sicarios: la matriarca Úrsula (interpretada por Carmiña Martínez). Fiel a una cultura en donde las mujeres tienen un papel predominante, la película muestra a una sociedad con rasgos machistas –donde el negocio de la marihuana sigue siendo cosa de hombres–, pero cuyo poder político, social y espiritual descansa, contradictoriamente, en los hombros de ellas.
“Cuando inició el proceso de la película arrancamos con la idea de encontrar y desarrollar una especie de El Padrino, pero en el proceso más bien se nos reveló una madrina”, nos contó Gallego. “Es un personaje femenino fuerte, una matrona, a través de cuyo tránsito conectas con el resto de la familia”.
Esta visión femenina motivó en parte a Gallego para tomar un rol de codirectora por primera vez, después de años de desarrollarse como productora (ha producido cuatro películas de Ciro Guerra, incluyendo Pájaros de verano y El abrazo de la serpiente, con la que obtuvieron una nominación al Oscar). “Vimos que se trataba de una sociedad matrilineal [las mujeres pasan el apellido], tienen una participación fuerte y era la visión que yo podía ayudar a traer para que no fuera otra película más de gangsters”.
Esta vez, las advertencias vienen con voz de mujer. “¿Sabes por qué me respetan?”, le dice Úrsula Pushaina a su yerno. “Porque haría lo que fuera por mi familia”.