Argentina: organismos y personalidades lamentan la muerte del historiador y periodista Osvaldo Bayer
Los organismos de derechos humanos recordaron al periodista y escritor Osvaldo Bayer
“Deja una historia de ética, de compromiso con nuestra historia. Fue el historiador más profundo que tuvimos acá en la Argentina”, aseguró Nora Cortiñas, Madre de Plaza de Mayo Línea Fundadora, sobre Osvaldo Bayer. El fallecimiento del escritor y periodista conmocionó a los organismos de derechos humanos que siempre tuvieron en él a un compañero incansable de lucha y denuncia.
“Se va Osvaldo Bayer. Se queda para siempre. Bajó los cuadros de los que masacraron a los pueblos originarios. Levantó las banderas de las luchas obreras y los derechos humanos”, señalaron los integrantes de H.I.J.O.S. Capital a través de su cuenta de Twitter y agregaron: “Abrazó la rebeldía con toda la capacidad de la ternura. ¡Hasta siempre, hasta todas las victorias!”. Bayer había sido nombrado por la regional Córdoba como “miembro honorífico de la agrupación” y le entregaron un pañuelo por su “trayectoria y compromiso con la memoria colectiva y con la defensa de los derechos humanos”. En aquel mayo de 2013 el escritor apuntó a los integrantes de H.I.J.O.S y señaló que “estos hijos siguen la lucha de sus padres, que estaban comprometidos con un mundo mejor”.
Bayer fue un profesional comprometido con los derechos humanos y con las historias de los oprimidos y olvidados por el Estado, siempre fiel a su condición de anarquista. Por ello Nora Cortiñas aseguró al enterarse de la muerte de Bayer a los 91 años que estaba “muy apenada. Deja toda una historia de ética, de compromiso con nuestra historia. Fue el historiador más profundo que tuvimos acá en la Argentina”, y agregó que “tuvimos muchos, pero él es el que deja más para las generaciones por venir. La historia argentina pasó en su vida. La retuvo, la transmitió y retransmitió. Es inolvidable. Puedo agregar que su ética y compromiso dejan mucho de herencia”.
Las Abuelas de Plaza de Mayo, que preside Estela de Carlotto, también expresaron su dolor frente a la ausencia física del autor de La patagonia rebelde y Los anarquistas expropiadores. “Nos sumamos a las despedidas y homenajes a Osvaldo Bayer, un pensador fundamental, un hombre indispensable y un amigo”, apuntaron las abuelas y recordaron que “su literatura nos acompañará siempre para comprender nuestra historia. Abrazamos a sus familiares”. Por su parte, la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos (APDH) afirmó que rendía “homenaje a Osvaldo Bayer, eximio historiador comprometido con la causa de la clase obrera, de los pueblos originarios y de todos los sectores históricamente discriminados y despojados”. Los integrantes de la APDH apuntaron que “su fallecimiento no impedirá que las nuevas generaciones conozcan su obra, la historia no revelada en los estrados oficiales, la historia de las luchas de los campesinos y obreros perseguidos en el sur profundo y de las acciones temerarias de lucha de quienes no soportaban vivir en una sociedad profundamente injusta”.
En tanto, la Comisión Provincial por la Memoria (CPM) recordó que el escritor fallecido “fue consultor académico” de la institución y “lo reconocimos como maestro y compañero, ya que sus luchas nos iluminarán siempre”. También destacó que “puso su capacidad intelectual, sus saberes y sus talentos como escritor al servicio de las mayorías populares”. La CPM consideró que Bayer relató “las resistencias obreras, el genocidio de los pueblos originarios, la lucha de las mujeres, los crímenes de Lesa humanidad y las restantes violencias estatales, se tejen en su obra como una gran trama que nunca abandona la perspectiva de los oprimidos, quienes ocupan el centro de la historia y la esperanza emancipatoria de la humanidad”. Por último señalaron que “su trayectoria marca el camino de las luchas de hoy y las por venir. Los esfuerzos por impugnar el orden injusto de hoy, deben inscribirse en la historia que han amasado los pueblos”.
Muchas voces para una despedida: Adiós al maestro
– Felipe Pigna (historiador): “Me causa una profunda tristeza saber que Osvaldo ya no está entre nosotros. Fue un maestro en todos los sentidos. Una persona a la que quise y traté mucho. Fuimos muy amigos, compañeros de muchas cosas; de charlas, viajes, conferencias. En la cárcel de Ushuaia hablamos de Simón Radowitzky. Me enseñó mucho sobre la vida, la historia y cómo enfocarla desde la historia de los sin voz, los vencidos. Quiero recordarlo con mucho cariño y creo que el mejor homenaje que podemos hacerle es leerlo, recordar su coherencia y seguir su lucha. Es lo que más le hubiera gustado. Nuestra última aventura juntos fue defendernos de un juicio que nos hizo la familia Martínez de Hoz por denunciar la apropiación de tierras en la Patagonia. Una de las últimas grandes alegrías de Osvaldo fue ganar el juicio; un gran último triunfo de la Justicia. Quiero recordarlo, homenajearlo y pedirles a todos que lean su inmensa obra, que cubre casi todos los aspectos de la historia argentina contemporánea, particularmente la que tiene que ver con las luchas de los desposeídos, los nadies. Siento un profundo dolor y a la vez el orgullo de haber sido amigo de alguien tan maravilloso”.
– José Pablo Feinmann (filósofo, escritor): “Osvaldo Bayer había encontrado el punto central de sus investigaciones en los trágicos episodios de la Patagonia a comienzos de los años veinte. Encontró ahí el punto central de la tragedia de este país: de la injusticia, la brutalidad de las clases hegemónicas y la abnegación de los obreros en la esquila patagónica, que eran en ese momento, la mayoría, anarquistas. Fue un historiador muy serio y muy trabajador. Escribió una novela, también, Rainer y Minou. Y una biografía sobre Severino Di Giovanni. Estuvo en Cuba. Conoció al Che. Y estuvo exiliado durante la dictadura. Su trabajo para el cine se plasmó en una película axial, La Patagonia rebelde, dirigida por Héctor Olivera. Siempre tuvo a esa película como uno de sus logros más importantes. También escribió sobre el anarquismo y durante los últimos años se ocupó del destino de los pueblos originarios en este país. Buscó fuertemente que se bajara la estatua de Julio Argentino Roca, en un esfuerzo denodado que no tuvo frutos. Pero toda su vida es el ejemplo de un intelectual militante y comprometido. Que era además una persona con un gran sentido del humor y que gustaba de cultivar la amistad. Fue siempre un gran referente de las luchas sociales en la Argentina. Estuvo cerca de las Madres y las Abuelas. Lo vamos a extrañar muchísimo, en momentos en que el país necesita gente como él.”
– Stella Calloni (escritora y periodista): “Más allá de su papel como historiador, escritor, periodista e incansable luchador, quisiera destacar que, si alguien demostró estar cerca, de verdad, del pueblo, fue él. Sobre todo en estos tiempos en que ha regresado el término ‘intelectual’ y las reuniones entre ellos. El iba a cualquier lugar donde lo llamaban. Si era para inaugurar una bibliotequita en un barrio, donde fuera. Nos dejó, para siempre, un ejemplo de dignidad y de mucho amor. Tenía una gran capacidad de amor y una enorme sencillez. Absoluta y profunda humildad. Destaco su trabajo en la capacitación, en abrir las mentes y despertar conciencias. Hemos viajado juntos a algunos lugares, me lo he encontrado de regreso en otros casos, y este hombre llegaba solito, con muchos años, se bajaba muy cerca de su casa, de su refugio, cargado de papeles y libros. En ese refugio siempre te iba a recibir con una enorme calidez humana. De él me queda eso. Y su sonrisa y sabiduría. Su manera de respetarse a sí mismo. A ser él mismo en cualquier momento en que lo encontraras. Nunca se traicionó; siempre fue coherente. Hoy que están perseguidos los mapuches, me acuerdo de todo lo que hizo por la Patagonia y de todo lo que todavía tenía para decir sobre ese mundo que vivió de tan cerca.”
– Cecilia Merchán (diputada del Parlasur): “Lo conocí cuando presentamos el proyecto de sacar a Roca y poner a Juana Azurduy en el billete de 100. Al día siguiente de que lo presentamos, salía una contratapa de Osvaldo sobre nuestra propuesta. Era una nota increíble, hermosa, muy bella. Lo llamé y a partir de ahí empezamos a hacer un montón de movidas juntos por todo el país, hablando de la necesidad de sacar a Roca del billete de 100. Era una persona increíble, muy alegre, graciosa; siempre la pasábamos bien. Decía, por ejemplo, que quería armar una agrupación de ‘chapitas’, de gente que estuviera muy chapa. En eso siempre me contaba y me daba mucha felicidad. Un día cuando yo estaba muy bajón por alguna situación política, le pregunté si él no se bajoneaba. Si no se ponía pesimista nunca. Y me dijo que no, que nunca se ponía pesimista, que había algo muy claro: siempre ganábamos porque no teníamos nada que perder. Me presentó a Marcelo Valko, que estaba trabajando sobre el malón de la paz, un tema que parecía perdido y nadie podía reconocer. Presentamos su libro (Los indios invisibles del malón de la paz) en el Congreso, nos hicimos amigos. Esas cosas también son importantes: tomar temas, puntos de la historia que nadie recuerda, a los que nadie da el valor suficiente, y hacer de eso una causa política es algo maravilloso que hizo Osvaldo durante toda su vida. Una de las fortunas de la vida es cruzarse a Bayer en el camino, y llevar adelante alguna lucha con él”.
– Itai Hagman (dirigente político): “Viejo rebelde. Viejo joven. Tu Patagonia Rebelde convenció a generaciones enteras de unir su destino al de los más humildes. Gracias por estar siempre y por la lucidez política que te acompañó hasta el último minuto.”
– Horacio Pietragalla (diputado nacional): “Triste noticia. Se nos fue unos de los grandes, esos imprescindibles. Gracias por aportar tanto a nuestra historia colectiva y a nuestras injusticias. El año que viene inauguramos en Gallegos el monumento a los fusilados de la estancia la Anita. ¡Cómo lo charlamos!”
– Myriam Bregman (legisladora porteña): “Lo recordaremos siempre, con decenas de anécdotas, con su enorme apoyo a las fábricas recuperadas en los momentos difíciles. Por Zanon, por Brukman; por Arte Comunitario Timotense que lo tuvo actuando con ellos”
-Asociación Argentina de Actores: “Irreemplazable referente de la cultura latinoamericana y de las luchas sociales. Lúcido analista de la realidad de los pueblos y los gobiernos de la región. Comprometido activista por los Derechos Humanos.”
Hasta siempre
Por Silvina Friera
La patria de Osvaldo Bayer es la rebeldía. “Me he propuesto no tener piedad con los despiadados. Mi falta de piedad con los asesinos, con los verdugos que actúan desde el poder, se reduce a descubrirlos, dejarlos desnudos ante la historia y la sociedad y reivindicar de alguna manera a los de abajo, a los que en todas las épocas salieron a la calle a dar sus gritos de protesta y fueron masacrados, tratados como delincuentes, torturados, robados, tirados en alguna fosa común”, explicó el queridísimo periodista, historiador y escritor, que tuvo acaso un último “gesto” de rebeldía: morir el día de la Nochebuena, a los 91 años, en El Tugurio, su casa sobre la calle Arcos, en el barrio de Belgrano. El viejo rebelde, que prometió que viviría hasta los 100 años, deja una obra fundamental para la cultura política argentina: La Patagonia Rebelde y la biografía de Severino Di Giovanni, el idealista de la violencia. Osvaldo vivió luchando por un país más democrático e igualitario desde muy joven, cuando denunció la explotación y muerte de peones rurales en la Patagonia y demostró cómo las familias patricias y los sectores dominantes oprimen a los obreros y trabajadores. Siempre alzó la voz con coraje, valentía, coherencia y una ética que lo convierten en el último gran anarquista del siglo XX. Las amenazas, la persecución y la censura de la Tripla A lo obligaron a exiliarse en Alemania, desde donde denunció el terrorismo de Estado durante la última dictadura cívico-militar.
La tristeza no tiene fin en estas fiestas, las primeras sin Osvaldo. Había nacido el 18 de febrero de 1927 en la provincia de Santa Fe. Se negó a hacer el servicio militar y a modo de castigo lo destinaron a barrer y encerar pisos de los despachos de los oficiales durante dieciocho meses. En 1952 estudió Historia en la Universidad de Hamburgo (Alemania). En la ciudad de Esquel, en Chubut, fundó junto a Juan Carlos Chayep La Chispa, un periódico del que circularon solo ocho números, entre el 20 de diciembre de 1958 y el 4 de abril de 1959, que el sello Editores Ignorantes publicó en una notable edición facsimilar. No viene mal recordar que la primera edición La Chispa desplegó una serie de notas de investigación que explican paso a paso el despojo de las tierras del Cushamen mediante tretas comerciales, en el que estaban implicados comerciantes locales y Julio Telleriarte, que luego sería elegido diputado provincial por la Unión Cívica Radical (UCR); las mismas tierras que hoy sigue reclamando la comunidad mapuche a su nuevo dueño, Benetton, y que en febrero de 2017 terminó con una salvaje represión de la gendarmería contra los integrantes de esa comunidad.
La vida de Osvaldo es una catarata de anécdotas trenzadas por la atípica convivencia de la ingenuidad y la radicalidad. Un año después de haber ingresado a Clarín –donde realizó la primera huelga en la historia de la redacción de ese diario– viajó a Cuba como secretario general del Sindicato de Prensa, invitado al primer aniversario de la Revolución, en 1960. Y se reunió con el Che Guevara, quien durante dos horas y media habló sobre cómo haría la revolución en Argentina. Casi nadie de los presentes se animaba a preguntar o balbucear algún comentario. Excepto uno. “Compañero Che, es muy interesante, hasta poético lo que usted nos ha relatado, pero la represión en la Argentina es más dura que la del dictador Batista en Cuba –le retrucó Bayer–. Son fuerzas de represión muy importantes, torturan, asesinan, tienen las armas más sofisticadas y modernas”. El Che lo miró muy fijo y luego de un silencio prolongado le respondió: “Son todos mercenarios”; frase que para el historiador en ciernes fue como si le dijera “no hay que tenerlos en cuenta”. La espina de esa intervención se clavó en el imaginario del entonces joven Bayer. “Así que quedé muy mal conmigo mismo –le confesó muchos años después al periodista Julio Ferrer–. Porque digo, qué le estoy poniendo impedimentos a alguien que hizo la revolución. No tengo ningún derecho (…) Siempre pensé que para qué le hice esa pregunta; era una pregunta demasiado racional”. Para colmo de males, Susana “Pirí” Lugones se coló en un agasajo al Che, acompañada por Bayer. Aunque la guardia cubana dejó entrar a “Pirí” sin invitación, el que pagó “los platos rotos” fue Osvaldo. Lo acusaron de jugar con la seguridad del Che y lo expulsaron de la isla. Recién pudo volver en 1995.
Luchador infatigable que viajaba por los pueblos de todo el país para acompañar las causas contra los genocidas del pasado –ya sea el genocidio contra los indios como contra los militantes políticos en los años 70–, lo que vamos a extrañar de Osvaldo es su extrema persistencia, ese no bajar los brazos ni embargar la voz, aun en las peores condiciones políticas. Esa maestría con la que peleaba, con la palabra como su principal arma de combate. En la ciudad bonaerense de Rauch promovió una consulta en 1963 para cambiar el nombre del coronel prusiano por “Arbolito”, el nombre del indio ranquel que le había dado muerte. Terminó detenido por orden del general Juan Enrique Rauch, ministro del Interior de la dictadura, bisnieto de Federico Rauch. Estuvo 62 días preso en la cárcel de mujeres de la calle Riobamba. Investigó durante más de diez años la historia de los 1500 obreros rurales de Santa Cruz asesinados entre 1920 y 1921. Tuvo la suerte de encontrar a muchos sobrevivientes entre los soldados fusiladores, suboficiales y estancieros. La Patagonia Rebelde es el volumen que reúne los cuatro tomos de Los Vengadores de la Patagonia Trágica, publicados los tres primeros en Argentina, entre 1972 y 1974, y el cuarto tomo fue editado en Alemania, en 1978.
“Por Dios, patria y hogar”, los tres primeros tomos La Patagonia Rebelde fueron quemados. “Jamás se hizo nada contra los quemadores de libros; no se hizo una reivindicación de los escritores cuyos libros fueron quemados, jamás se indemnizó a las editoriales”, planteaba Osvaldo en una entrevista en 2009, cuando PáginaI12 publicó sus Obras Completas, que incluyen –además de La Patagonia… y Severino Di Giovanni– Exilio (1984), escrita junto a Juan Gelman; Fútbol argentino (1990), ensayos prologados por Osvaldo Soriano; Rebeldía y Esperanza (1993), En camino al paraíso (1999), su primera novela Rainer y Minou (2001) y Ventana a la Plaza de Mayo (2006), las crónicas que publicó en el periódico de las Madres de Plaza de Mayo, entre otros libros. Nunca se olvidó de lo que le dijo ese milico de apellido Santuccione, en junio del 76, en Ezeiza, cuando comenzaba su exilio: “Usted va a salir ahora, pero nunca más va a volver a pisar el territorio de la patria, ¿entendió?”. Esa frase, suerte de maldición, lo perseguía y la repetía a periodistas, escritores y artistas que lo visitaban en “El Tugurio”. Una vez bromeó sobre lo que podría haber pasado si la pila de libros y carpetas se hubiera desmoronado, mientras él caminaba por el pasillo de su casa: “Sería una muerte soñada, moriría sepultado por los libros”. Osvaldo Soriano decía, con razón, que “Bayer es un hueso duro de roer. Sin él sería más fácil olvidar”.
Nadie como él desenmascaró a los asesinos, a los verdugos que han actuado desde el poder. Nadie como él defendió y reivindicó a los humillados y ofendidos –en las contratapas que escribió en este diario y en los libros que publicó–, a quienes en todas las épocas pusieron el cuerpo en las calles y fueron masacrados, tratados como delincuentes, torturados, robados y tirados a fosas comunes. Nadie como él desnudó la saña practicada especialmente contra los anarquistas, las mentiras y demonizaciones que se construyeron desde los medios de comunicación. Una de sus últimas batallas fue pedir el traslado del monumento a Roca, ubicado sobre Diagonal Sur, que homenajea al ex presidente argentino que comandó las matanzas de miles de comunidades indígenas en lo que historia oficial denomina “la conquista del desierto”, para que en su lugar se levante un monumento a la mujer originaria.
Osvaldo sabía que había que poner el cuerpo y la palabra en viejas-nuevas batallas. Si antes había denunciado la explotación y muerte de peones rurales en la Patagonia y acompañó a las Madres de Plaza de Mayo, en estos últimos años no dudó en protestar contra el avasallamiento neoliberal de los derechos humanos y sociales. “El gobierno de (Mauricio) Macri es como volver a la Edad Media –afirmó el escritor en la última entrevista con este diario, en agosto de 2016–. No saber que hubo 30.000 desaparecidos, que es uno de los hechos fundamentales de la política de derechos humanos del país, es de una ignorancia que no se puede perdonar, no se puede disculpar (…) Los 30.000 desaparecidos va a ser siempre la vergüenza más grande de la historia argentina”. El viejo rebelde, díscolo como solo él podía serlo, nos deja el mejor legado posible: la rebeldía que persigue por más libertad, más democracia y más igualdad.