América Latina: 2018 – Por Rafael Cuevas Molina
Por Rafael Cuevas Molina*
El 2018 ha sido en general un año de resistencia y retrocesos para las fuerzas progresistas y de izquierda de América Latina. Lo peor que pudo haber pasado es la victoria de Jair Bolsonaro en Brasil, no solo por lo que sufrirá ese país, sino porque instaura un “ambiente de época” reaccionario que resentiremos todos. Es la vuelta revanchista y cínica de un neoliberalismo chabacano y prepotente que emula a su epígono del Norte. En el 2019, quedaremos apresados entre estos dos trogloditas. No son buena noticias.
Es mala noticia la situación económica de Venezuela, que parece no tener salida a pesar de los variados y denodados esfuerzos del gobierno chavista. Este año se ensayó el Petro y hubo un atisbo de esperanza, pero la inflación sigue disparada, el boicot y el contrabando hacia Colombia va viento en popa y las sanciones de los Estados Unidos son férreas. Sobrevivir en esas circunstancias ha sido una verdadera hazaña.
Ha sido también mala noticia que Lenin Moreno continúe echando para atrás las principales conquistas del gobierno de Rafael Correa, y que lo persiga judicialmente, acorde con la nueva modalidad de persecución establecido contra los dirigentes del progresismo latinoamericano. Correa es un intelectual brillante y un líder político carismático que no podía andar suelto por ahí porque podía volver “y ser millones”, como vaticinó Evita en la Argentina. La buena noticia en este caso fue que ni siquiera la Interpol le hizo caso a Moreno, y desistió de perseguir a Correa en el extranjero.
Y qué decir de Argentina, con Mauricio Macri endeudando al país para la eternidad y haciendo exactamente todo lo contrario que dijo que haría en el gobierno cuando fue candidato. La buena noticia es que a Cristina Fernández no se le pudo imputar de nada, aunque hicieron el show y el escándalo, acorde con ese ambiente de época del que hablábamos antes, y hubo quienes soñaron con verla tras las rejas como tienen a Lula en Brasil.
Mala noticia también la victoria de Sebastián Piñera en Chile, de Iván Duque en Colombia y Mario Abdo Benítez en Paraguay. Toda una constelación que, tal cual Bolsonaro en Brasil y Macri en la Argentina, hacen competencia por ver quién queda mejor con los Estados Unidos y cómo atornilla mejor a sus respectivos pueblos.
Es un panorama que solo se ve interrumpido por la victoria de Andrés Manuel López Obrador en México, que definitivamente abre una ventana que oxigena este panorama desolador y oscuro. La victoria de Obrador fue largamente anunciada, pero no por eso es menos esperanzadora, y así lo demostró el mismo pueblo mexicano que lo recibió entusiastamente cuando, por fin, asumió el poder gubernamental al término de esa larguísima transición presidencial que se estila en México.
América Latina ha dado un vuelco hacia una dirección opuesta a la que prevalecía hace tres o cuatro años. Las clases medias y amplios sectores populares optan por respaldar gobiernos de derecha, muchos de ellos después de haber recibido los beneficios sociales y económicos que instauraron gobiernos progresistas, y que les han permitido ascender en la escala social.
La dimensión ideológica es muy importante para que se dé esta situación, pero no es suficiente para responder a las interrogantes que se abren respecto al porqué de esta situación, sobre todo cuando se puede observar cómo en otras latitudes se repiten situaciones similares: Europa del Este tomada por fuerzas conservadoras, muchas veces de corte neofascista, que hacen gala de su xenofobia, homofobia y racismo, y también impulsan agendas que profundizan las medidas económicas que tanto daño han hecho a los Estados de bienestar; Francia explota ante estas medidas y se desata la más feroz represión de la que tengan memoria los franceses; los disturbios se esparcen hacia los países vecinos y se yergue la amenaza de una sublevación popular generalizada de horizonte incierto.
Terminamos el 2018 con los vientos contaminado con el humo de los gases lacrimógenos con las que son reprimidas las protestas ciudadanas. No hay mal que dure cien años parece ser la idea que subyace al análisis que hace Álvaro García Linera respecto a esta vuelta en tropel de la derecha continental: “habrá una noche oscura” conservadora, dijo en Buenos Aires en el Foro del Pensamiento Crítico, pero aseguró que “no será una larga” porque “el neoliberalismo está agonizando”. Esto porque tiene “dos límites intrínsecos: es fosilizado y es en sí mismo contradictorio”. Y agregó: “Tenemos un neoliberalismo fallido de corto aliento y un mundo incierto. Se ha agotado el combustible neoliberal, este es un neoliberalismo zombi”.
(*) Presidente AUNA-Costa Rica