Paroxismo de la democracia brasileña – Por Rafael Heiber

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Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.Por Rafael Heiber*El resultado

El mundo mira estupefacto la celebración de Jair Bolsonaro (PSL), el candidato de asumidas tendencias neo-fascistas, elegido por 57 millones de brasileños para ser el presidente del país y de sus de 210 millones de habitantes.

La victoria estuvo cerca ya en la primera vuelta, cuando sumó casi los mismos votos que los otros doce candidatos juntos. Es una muestra de que Bolsonaro aspiraba a concertar adhesiones que van más allá del anti-petismo.

Fernando Haddad (PT), el candidato escogido personalmente por Lula – a quien se impidió disputar unas elecciones que él mismo lideraba según todos los sondeos – conquistó, al final de la segunda vuelta, el 45% de los votos válidos, frente al 55% de Jair Bolsonaro. En números absolutos, es una diferencia de 10 millones de votos en favor del nuevo presidente de ultra-derecha (Lula obtuvo una ventaja de 20 millones de votos frente a sus contrincantes de derecha en sus dos victorias).

Elecciones en los estados federales
La ultra-derecha también ha triunfado en las elecciones para gobiernos federales. São Paulo, el estado más rico y poblado, sigue en manos del PSDB, gobierno ininterrumpido desde hace 24 años, pero ahora su gobernador será João Doria, un político más afín a Jair Bolsonaro que a los cuadros tradicionales del partido fundado por Fernando Henrique Cardoso.

Rio de Janeiro, el segundo estado en orden de importancia, también tendrá el desconocido bolsonarista, Wilson Witzel, como gobernador. Su hecho más relevante en la política, fue acompañar sus candidatos a diputado Rodrigo Amorim y Daniel Silveira en los comicios en donde destruyeron una placa que homenajeaba Marielle Franco (PSOL), la política carioca brutalmente asesinada en Rio hace menos de un año. Tanto Rodrigo Amorim como Daniel Silvera (PSL), han sido elegidos.

Este patrón de absurdo y barbarie, donde incluso un ex-actor pornográfico y una periodista famosa por plagio han sido protagonistas de la campaña bolsonarista, ha marcado la preferencia de prácticamente todos los estados brasileños, con excepción de la Región Nordeste, reducto electoral que Lula ha conseguido transferir a Haddad.

Redes sociales y medios tradicionales
En Brasil se comentó mucho el hecho de que estas elecciones fueron definidas por las redes sociales y ya no por la televisión y otros medios tradicionales.

El argumento: en la primera vuelta, el candidato de centro-derecha Geraldo Alckmin (PSDB) tenía 14 minutos de tiempo de televisión, contra 8 segundos de Jair Bolsonaro. Aunque ha tenido mitad del tiempo de televisión concedido a todos los partidos, Geraldo Alckmin no ha superado los 5% de votos, mientras Bolsonaro casi llegó a los 50%.

Aún así, la hipótesis más plausible es reconocer el triunfo de los grandes medios que, bajo influencia del propio PSDB, hicieron un trabajo de medio-largo plazo muy intenso. Fueron años de construcción de una narrativa que asociaba la corrupción sistemática, presente en la vida política brasileña desde las décadas de la dictadura, exclusivamente a los gobiernos del PT.

Una parte importante de esta narrativa fue inducir la opinión pública a prescindir de las grandes empresas estatales – Petrobrás es el ejemplo más trascendente – y así preparar también el terreno para las privatizaciones y la ideología del Estado mínimo. De hecho, fue la insistencia de esta narrativa fue tan enorme, que superó los límites emocionales de la sociedad y ha abierto camino a una vía impensable hace pocos años: buscar un cambio, fuera del espectro tradicional de la política, a cualquier precio.

Por fin, el apuñalamiento que hirió el candidato de ultra-derecha, le proporcionó un espacio inmenso en los medios tradicionales. También naturalizó su potente campaña en las redes sociales, ahora bajo sospecha de financiación ilegal, como ha denunciado el periódico Folha de São Paulo.

PT-MDB-PSDB y el golpe en tres actos
Las movilizaciones de junio de 2013 y su pésima gestión por parte del PT, fueron el síntoma más importante de una crisis que exigía una profunda evaluación del gobierno Dilma y del propio PT, inmerso en denuncias de corrupción.

A pesar de la crisis en la izquierda, el PSDB liderado por el polémico candidato Aécio Neves no fue capaz de ganar las elecciones de 2014 y, por primera vez en la democracia, un partido cuestionó oficialmente, y sin ningún fundamento, el resultado de las elecciones. Esta y otras malas conductas del PSDB, fueron asumidas recientemente por el presidente de partido, Tasso Jereissati.

El PSDB se alineó junto al MDB –partido de centro-derecha conocido desde siempre por aliarse a los gobiernos elegidos para la formación de mayorías en el congreso del PSDB y del PT, para iniciar el proceso de impeachment de Dilma Roussef. El vice-presidente Michel Temer, junto al senador Romero Jucá y el presidente de la Cámara de Diputados Eduardo Cunha, todos del MDB, fueron sus principales artífices. Finalmente, han conseguido atacar a Dilma y a la vez proteger a la mayoría de los políticos de la centro-derecha de la amenaza de investigaciones anti-corrupción. En 2018, el propio senado fue obligado a absolver Dilma Roussef, pero sin restituirle el cargo. Fue el primer acto del golpe que buscaba alejar el PT de la presidencia.

El segundo acto del golpe vendría con la reciente prisión de Lula y su impedimento de participar en las elecciones, donde era el favorito. La Comisión de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, además de los juristas más respetados del mundo, tal como Baltasar Garzón o Hertha Däubler-Gmelin, han criticado con vehemencia la ausencia de pruebas en la sentencia del juez Sergio Moro y alertado sobre la actuación del poder judicial brasileño.

Finalmente, el procedimiento de elección democrática, deformado por los dos actos anteriores, fue el tercer paso usado para producir una falsa legitimidad. La disputa entre Bolsonaro y Haddad no pasó de ser un simulacro. Si ya era improbable vislumbrar la victoria de Haddad en las encuestas, más improbable aún sería que llegara a gobernar.

El engaño de los extremos
El discurso predominante en los análisis electorales ha defendido que se trataba de unas elecciones entre dos extremos. No es verdad, pues la extrema izquierda solo estuvo presente en forma de fantasma comunista: el miedo a que el PT transformara Brasil en Venezuela, aunque ni Lula ni Dilma amenazaron jamás el orden democrático del país durante sus trece años al frente del país.

El único extremo verdaderamente representado en las elecciones fue el de la derecha. De hecho, los postulados neo-fascistas y autoritarios del nuevo presidente no tienen cabida en ningún orden democrático.

La paradoja de la promesa
Los hechos reales han desaparecido de la vida política durante estas elecciones. La abundante oferta de «fake news» ha sostenido verdades paralelas: que si habría urnas manipuladas, que si preparaban la invasión comunista, que si hubo un kit gay para estudiantes de primaria, que si se liberaría a los criminales encarcelados, y tantos otros despropósitos.

En el marco de esta realidad alternativa, combinada con el miedo, la indignación y con un cierto estilo aristocrático promovido al lado de ideales republicanos, Bolsonaro dejó de ser una caricatura grotescamente perversa para transformarse en la esperanza anti-sistema. Aunque él sea parte de este mismo sistema hace 28 años.

Cuando se les confronta con la biografía y las promesas de Bolsonaro, sus electores suelen afirmar que todo eso no pasa de ser retórica: que promete, pero que no va cumplirlo.

La advertencia del juez Joaquim Barbosa y otras personalidades internacionales
En las horas previas al inicio de la segunda vuelta, el juez Joaquim Barbosa, famoso por su condena al PT en las sentencias del escándalo «Mensalão», hizo una declaración pública en su Twitter. En esta red social, Barbosa aclaró que, por primera vez, temía por el destino de la democracia y animó a votar a Fernando Haddad.

En los últimos meses, una ola de intelectuales, ex-jefes de Estado y personalidades de prestigio internacional, manifestaron su posición pa favor de Haddad. Incluso Noam Chomsky, a sus 93 años, visitó Brasil para apoyar. No hubo nada comparable por parte de Jair Bolsonaro.

¿El Trump brasileño?
La comparación más corriente fue con el presidente estadounidense Donald Trump. Aunque ambos rompen con las reglas de lo políticamente correcto, el empresario estadounidense no ha amenazado directamente el orden democrático de su país. Bolsonaro, además de no ser un outsider, ya expresó innumerables veces la necesidad de usar la fuerza por encima de la voluntad popular y de las instituciones. En el caso de Brasil, el oportunismo económico es obra de Paulo Guedes, mentor y futuro ministro de Bolsonaro. Más semejanzas que con Trump, el nuevo presidente brasileño las tendrá con su homólogo filipino, Rodrigo Duterte.

Futuro geopolítico
Trump y sus partidarios acaban de ganar un gran aliado en Sudamérica. Hace solo un año, este escenario era impensable, como lo era el acercamiento a Steve Bannon. Colombia y Brasil ahora se repartirán responsabilidades militares, bajo orientación estadounidense, para presionar a la vecina Venezuela y establecer un amplio dominio sobre la matriz energético-petrolífera. En menos de un año, Exxon se transformó en la segunda empresa del sector de Brasil, detrás solo de Petrobrás.

La economía brasileña podría acabar como la de la Argentina del neoliberal Macri y sus recientes medidas, respaldas por el FMI, si bien Brasil cuenta todavía con una gran reserva exterior de 380 mil millones de dólares.

A escala global, el horizonte es la adopción de una política sionista cuyos efectos inmediatos serán el traslado de la embajada brasileña en Israel para Jerusalem y la expulsión de la misión palestina de Brasil.

Europa, probablemente, adoptará la postura alemana y dejará de tener en Brasil un aliado estratégico. La oportunidad es ahora para México y el gobierno de López-Obrador, que podrá insertarse en el mundo como el representante latinoamericano por excelencia.

Una teocracia militar
Brasil ha renunciado a ser el país que se atrevía a subvertir el orden de clases, incluso después de ver cómo 40 millones de habitantes salieron de la miseria. Los valores del consumo y del individualismo han triunfado sobre los ideales de ciudadanía.

Tras su llegada al poder, el PT abandonó el trabajo de las organizaciones de base y de la famosa teología de liberación. Esta labor fue asumida por una teología de la dominación neo-pentecostal, en manos de las iglesias evangélicas.

Esto, sumado a más de dos décadas de dictadura militar cuyos crímenes aún hoy se ignoran y que produce más nostalgia que voluntad de justicia, podrá acabar siendo un violento y retrógrado sionismo cristiano.

La reorganización de la izquierda
¿Podrá la izquierda reorganizarse y permanecer vigilante para evitar que se pierdan que los avances en valores, normas y derechos? El PT ha insistido peligrosamente en su hegemonía del campo progresista y ha dificultado que otros partidos de izquierda o centro-izquierda, especialmente el PDT de Ciro Gormes, pudiesen llegar a la segunda vuelta con más posibilidades de victoria.

Ahora, con Bolsonaro de presidente, y con sus promesas de armar a la población, sus incentivos a una policía violenta y a la aplicación de la doctrina anti-terrorista estadounidense, cualquier manifestación podrá calificarse de violencia tumultuaria y cualquier movimiento social de oposición podrá ser clasificado como organización terrorista.

El discurso de la victoria
Tras confirmarse la victoria, Bolsonaro hizo un discurso en directo para las redes sociales, manteniendo el peligroso tono ultraconservador, nacionalista y religioso. Cuando pasó a hablar para los canales de televisión, transformó la entrevista colectiva en un verdadero ritual religioso, para después leer, de modo mecánico y distante, un mensaje que hablaba de la necesidad de reconciliar el país y gobernar para todos.

En breve anunciará su equipo de gobierno, y la expectativa es que medio ambiente y cultura pierdan el relieve o incluso dejen de existir como ministerios. Son los militares, los religiosos y los ultra-liberales quienes tendrán protagonismo en el nuevo gobierno.

El nacionalismo frena el cosmopolitismo
El fenómeno de la tendencia global a la expansión de la ultra-derecha continúa. A diferencia de Europa y de Estados Unidos, que combinan nacionalismo y proteccionismo económico, Bolsonaro y Paulo Guedes se aprovecharon de las tendencias nacionalistas de Brasil para ahora promover una política que beneficiará al capital internacional, no a los brasileños. En términos socio-culturales, las masas seguirán ofuscadas de nacionalismo y religión. En términos económicos, el patrimonio del país ya salió a subasta: Electrobrás, Embraer, Petrobrás y la Amazonia.

En cambio, la ola de brasileños que se fueron vivir anteriormente a la democrática Portugal del socialista António Costa, finalmente podrá volver a su país, el Brasil de Jair Messias Bolsonaro.

La nueva banalidad del mal
Brasil se adentra en la senda de la xenofobia, la homofobia, la misoginia y la persecución de los adeptos a la llamada izquierda. Bolsonaro afirmó que todas las «minorías» deben adaptarse al estilo de vida y de pensamiento de la «mayoría». Su modelo es el del patriarcado blanco, cristiano, autoritario y heterosexual.

Y sus discursos incendiarios son combustible para sus seguidores, que se sienten legitimados para perseguir y asesinar a los «rojos» de la izquierda, a los negros, a los pobres y a los miembros de la comunidad LGBT, restableciendo así las correlaciones históricas de poder y privilegio.

Para evitar aquello que Bolsonaro tilda de «parcialidad ideológica» en la educación, ha invitado a los estudiantes a que graben con sus móviles y denuncien a los profesores que enseñen contenidos que considera «subversivos». Paulo Guedes, que también es empresario en el campo de la educación, es partidario de que el gobierno prescinda de profesores presenciales. La lógica de esta renovada pedagogía opresora por vídeo conferencia es sencilla: menos Paulo Freire y más Paulo Guedes.

El futuro político es incierto, la supervivencia de la democracia no está garantizada y no hay fundamentos racionales para creer que Bolsonaro producirá ningún tipo de mejora en la vida de los Brasileños.

Una vez pasada la euforia colectiva de la victoria y que se cumplan los pronósticos más obvios, los electores de Bolsonaro ya no tendrán excusas, ni podrán decir que fueron engañados.

(*) Cofundador y director ejecutivo del Common Action Forum, y miembro fundador de la Alianza Académica de Estudios Conciliatorios en el Oriente Próximo y Norte de África por la Universidad Friedrich Schiller. Es doctor en sociología, maestro en planificación territorial y geógrafo.

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