Fernando Henrique Cardoso, expresidente brasileño: “La elección de Bolsonaro no pone en peligro la democracia en Brasil”

Foto: J. Rojas
672

Por Carla Jiménez

«Yo tengo influencia, que es muy distinto a tener poder», advierte Fernando Henrique Cardoso. No parece poco para un hombre de 87 años con el único cargo simbólico de presidente de honor del Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB). De paso por Madrid para asistir al Foro Iberoamérica, el expresidente que durante su mandato (1994-2002) logró sacar al país de la hiperinflación defiende su controvertida decisión de mantenerse neutral en las últimas elecciones. Admite que el presidente electo, el ultraderechista Jair Bolsonaro, llega cargado de incógnitas y amenazas, pero se dice convencido de que las instituciones y la sociedad frenarían una hipotética deriva antidemocrática.

¿La democracia está en peligro en Brasil?

La democracia está en peligro en todas partes. Pero Brasil tiene instituciones fuertes, la sociedad y los medios de comunicación son libres, la justicia es independiente y al pueblo le gusta la libertad. La democracia está cambiando, está en peligro en todos lados, pero no hay un peligro específico en Brasil. No creo que la elección de Bolsonaro la ponga en peligro, porque además él ganó por el voto.

Pero el presidente electo y sus colaboradores han hablado en los últimos meses de cosas como la posibilidad de un autogolpe, de suspender el Tribunal Supremo. ¿No hay que tomar eso en serio?

No es que no haya que tomarlo en serio, hay que tener cuidado con cualquier cosa que dice una persona con relevancia política. Pero creo que eso no es suficiente para doblegar nuestra institucionalidad, nuestra voluntad de mantener la democracia. Entre hablar y hacer hay diferencia. No digo que alguien no exprese actitudes antidemocráticas, eso existe en Brasil. Pero, a despecho de eso, nosotros tenemos fuerzas democráticas que se van a contraponer a eventuales palabras o incluso actos que sean contrarios a la Constitución, la democracia y las leyes.

Usted llegó a usar la palabra fascismo para criticar declaraciones de Bolsonaro.

Lo que dije es que había un cierto aroma a fascismo. Porque el fascismo supone una doctrina, una organización, una visión autoritaria de la sociedad. No creo que ellos tengan eso. Tienen expresiones autoritarias, pero el fascismo es una cosa orgánica y no creo que Brasil tenga algún partido con una doctrina propiamente fascista. Y si la tuviese, yo estaré en contra.

¿Pero no considera posible que la democracia sea poco a poco degradada, como en una especie de Venezuela de derechas?

Un autor americano, [Steven] Levitsky, tiene un libro interesante sobre cómo las democracias mueren. Hoy en día, mueren de esa manera, no es preciso un golpe, solo que se degraden las instituciones. La democracia es una planta tierna que precisa ser regada todos los días, no nos es dada para siempre. Y ahora está en peligro porque las sociedades y las formas de relación entre las personas han cambiado mucho. Tenemos que estar atentos, puede haber un cambio antidemocrático, pero debemos luchar para que eso no ocurra.

El mundo se pregunta cómo Brasil, después de más de tres décadas de democracia, ha podido votar a alguien como Bolsonaro.

Oiga, ¿y cómo fue posible que alguien votase al presidente Trump? ¿Qué es lo que ha sucedido en Brasil y en otras sociedades, eso que es peligroso porque puede incluso distorsionar la democracia? En Brasil estamos saliendo de una recesión que ha durado mucho tiempo. Además, hemos tenido una política de definición del «nosotros» contra «ellos» que ya practicó el PT [Partido de los Trabajadores], sin un movimiento concreto contra la democracia, es cierto, pero sí abonando ese sentimiento. Tenemos además el crimen organizado y las investigaciones contra la corrupción, que revelaron que las bases del poder estaban podridas y quebraron la confianza de la gente. Con todo eso la sociedad se atemorizó. Y cuando la gente tiene miedo, a veces también tiene rabia. El voto a Bolsonaro no expresa un sentimiento directamente antidemocrático, sino más bien ese otro sentimiento, además de la ilusión de creer que alguien que viene a imponer el orden conseguirá mejorar la situación. ¿Eso puede derivar en alguna cosa contra la democracia? Siempre puede. Si fuese así, yo me opondré.

Usted ha tenido críticas por mantenerse neutral. Muchos le pedían que, pese a sus diferencias, apoyase al candidato del PT, Fernando Haddad, como la opción democrática frente a Bolsonaro.

El PT siempre ha dicho lo mismo, que la democracia está en riesgo. A mí, por ejemplo, siempre me han llamado ultraliberal, de derechas. Y al mismo tiempo ellos se aliaban con todo tipo de partidos de derecha que lo único que buscaban eran prebendas del poder. El PT además presentó un programa económico que repetía todos los vicios que nos han llevado a esta situación ¿Por qué estaba yo obligado a escoger entre dos caminos con los que no estoy de acuerdo, si no creo que uno de ellos, el de Bolsonaro, nos va a llevar necesariamente a un régimen no democrático? Cuando alguien se está ahogando, pide la mano del otro para tirar de ella y hundirse juntos.

¿Cree que si usted hubiese prestado su capital político, Haddad hubiese tenido posibilidades de ganar?

La gente ahora decide por sí misma, las palabras de los líderes ya valen poco. Ese es el gran cambio que está sucediendo en la sociedad contemporánea: cada uno, con su teléfono móvil, se comunica con el otro y forma su opinión. Cuando un liderazgo coincide con un sentimiento que se extiende, parece que ese liderazgo lideró. No lideró, es una ola que se forma. Bolsonaro vino encima de una ola, como si fuese una hoja seca en el aire empujada por el viento. No es por la hoja que la gente lo apoyó, fue una reacción contra lo que hay ahora en Brasil que, por azar, consiguieron capitalizar A, B o C.

Pero el PT es un partido democrático, mientras que Bolsonaro, como mínimo, suscita dudas.

Bolsonaro no tiene partido y eso de momento impide que se pueda transformar en un autoritarismo organizado.

Tiene 52 diputados, el segundo grupo de la Cámara.

¿Y qué son 52 diputados? El 11% de la Cámara, nada. Ese es uno de nuestros problemas más dramáticos. ¡Tenemos 30 partidos! Pobre de quien sea presidente. No hay 30 posiciones políticas e ideológicas en el mundo, son meras corporaciones para tener acceso a fondos públicos y negociar posiciones de poder.

¿Qué opina de la entrada en el Gobierno del juez Sérgio Moro [impulsor de las investigaciones anticorrupción y de la condena al expresidente Lula da Silva]?

Arriesga bastante. En primer lugar, porque tiene que dejar de ser juez. No quiero hacer juicios de intenciones, quiero suponer que pretende dar continuidad a lo que estaba haciendo. Creo que es bueno continuar con las investigaciones, nunca en Brasil ha habido tanta gente rica y poderosa en la cárcel. Vamos a ver si Moro tiene la virtud de, sin perseguir a nadie, mejorar las instituciones.

El País

Más notas sobre el tema