Entrevista a Graciela Morgade, doctora en Educación: «La ESI se hizo feminista en 2015»

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La investigadora y especialista en Educación Sexual sostiene que la norma sancionada en el 2006 fue posible debido a la convergencia de varios factores: la presión de los movimientos de mujeres y de disidencias sexuales, la decisión política de quienes gobernaban en aquel momento y el consenso en torno a la necesidad de prevenir enfermedades de transmisión sexual y embarazos no intencionales.

¿Qué cambios implicó la Ley de Educación Sexual Integral N° 26150?

La Ley es bastante sintética y le derivó al Ministerio de Educación la conformación de un comité de especialistas para elaborar el documento de base y, posteriormente, lineamientos curriculares. Concretamente, la Ley empieza a vivir en el 2008, cuando se redactaron los lineamientos curriculares y se creó el Programa Nacional de ESI.

Básicamente, la Ley se propone pensar la sexualidad desde una perspectiva mucho más compleja que la que predomino históricamente en las escuelas, que se limitaba al aparato reproductor femenino/masculino y, eventualmente, a la anticoncepción. La Ley se hace cargo de un concepto de sexualidad mucho más rico, que incluye la dimensión psicológica, subjetiva, los afectos. Y también la dimensión histórica. Lo que hacemos con los cuerpos –si los podemos disfrutar, si los padecemos, cómo construimos nuestras identidades– tiene mucho que ver con el contexto histórico y cultural.

La Ley de ESI pretende que todas esas dimensiones entren en las escuelas. Mucha investigación anterior marcaba que, por acción u omisión, las escuelas tendían a reproducir, como cualquier organización de la sociedad, el sistema patriarcal. Es decir, una conformación de relaciones de género que, por ejemplo, lleva a la invisibilización de las mujeres en la historia o al rechazo de identidades trans. Era necesario hacer entrar esta mirada con las estrategias y con las tecnologías que hacen al campo educativo: el currículum, la capacitación docente, la sensibilización de las familias, la producción de materiales y, sobre todo, con mucha conversación alrededor de un tema que históricamente fue tabú.

A doce años de la sanción, ¿qué límites y obstáculos se encontraron para su aplicación?

Nuestro país es federal, pero finalmente el Consejo Federal de Educación votó los lineamientos curriculares y se supone que deben aplicarse en todas las escuelas de todas las provincias. Sin embargo, este proceso tuvo diferentes velocidades y la aplicación fue asincrónica en los diferentes territorios.

El Programa Nacional de ESI fue creciendo en relevancia y en productividad, y creo que hubo movimientos por fuera del sistema educativo que hicieron mucho por la ESI. Por un lado, en el 2010 se votó la Ley de Matrimonio Igualitario y eso produjo en las escuelas numerosos debates respecto de las identidades. A esto se sumó, en el 2012, la Ley de Identidad de Género. Es decir, la ESI entra muy lentamente a las escuelas (en el ámbito educativo las cosas siempre ocurren así): se producen materiales, se realizan capacitaciones, etc. Pero cuando se producen debates sociales amplios, en la escuela entra la vida. Si no entra por la puerta, entra por la ventana.

¿Cuál fue el impacto de la marea verde en la ESI?

El movimiento que se gesto en 2015 y tuvo como síntesis el lema “Ni una menos” fue otro hito muy importante. Ese movimiento reaccionó frente a asesinatos de mujeres y, en algún sentido, hizo que la ESI tuviese que tomar mucho más explícitamente las demandas del movimiento social de mujeres. A veces digo que la ESI se hizo feminista en 2015. Este último año, además, los debates por la ley de legalización del aborto también fueron una especie de gran teatro donde se vio una enorme cantidad de chicos y chicas, de chiques –como ahora les gusta también autodesignarse–, demandando educación sexual integral. Más allá del resultado de la votación, creo que en algún sentido hubo una despenalización social del aborto. Ahora se puede hablar del tema, se sabe que las mujeres abortamos y que hay diferentes situaciones económicas que hacen que los abortos se produzcan en situaciones de vida muy diferentes.

Entonces, desde el 2015 en adelante, ¿los propios estudiantes comienzan a demandar la ESI?

Sí. Es algo novedoso y, para mí, fascinante. Es un proceso que todavía estamos estudiando. Yo tengo una cierta edad y en general un centro de estudiantes pedía por el boleto estudiantil o el comedor, o luchaba contra ponerse un uniforme… Pocas veces –al menos hasta donde recuerdo–, los centros de estudiantes pedían algo vinculado con la enseñanza. Entonces, la ESI también representa para el estudiantado una oportunidad de hablar de la propia vida, y eso también es una oportunidad para que la escuela –sobre todo en el secundario– vaya encontrando esos momentos en que se trabaja en forma colectiva sobre un interés común.

Con el actual gobierno nacional, ¿se produce algún cambio respecto de la implementación de la ESI?

Cuando asume el gobierno de Cambiemos, bajó el presupuesto destinado a la ESI. La actual gestión está intentando resignificarla hacia los embarazos no intencionales y, desde mi punto de vista, esto es un retroceso que implica volver a pensar que la educación sexual se trata solo de prevención del embarazo o de los contagios. Pero todo esto está pasando junto a un movimiento autogestionado en defensa de la ESI. Creo que la ESI también fue integrando un movimiento pedagógico que puede resistir al ataque que en este momento estamos atravesando.

Esa resistencia, ¿requiere de la modificación de la Ley actual?

Durante los debates de la Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo, hubo legisladores y legisladoras que se comprometieron a apoyar la ESI –sobre todo entre quienes votaron en contra–. Inmediatamente terminados los debates, se presentaron diferentes proyectos y quienes intentan profundizar la ESI sostuvieron que esta no se aplica en las escuelas confesionales porque el artículo 5 establece que las escuelas pueden adaptarla a su ideario institucional.

Creo que el artículo 5 implica que la ESI tiene que ser enseñada en todas las escuelas –estatales y privadas–, con los contenidos que están establecidos. Las escuelas, dentro de su propio sistema de valores, pueden decir –y lo hacen– que “en nuestra comunidad preferimos una familia integrada por una pareja heterosexual, cuyo sentido principal sea la procreación”. Lo que no pueden decir es que no existen otras formas de familias. Tampoco pueden decir que esas familias son inmorales, ilegales o enfermedades. Las mujeres pueden, si así lo desean, casarse, tener hijos e hijas y dedicarse a las tareas del hogar, pero nadie puede decir –o transmitir– que son menos inteligentes y que por eso no pueden dedicarse a la actividad científica, o que son demasiado emocionales y por eso no están en posiciones de poder, o que es justo que ganen menos. No pueden decir eso y eso es la perspectiva de género. La perspectiva de género visibiliza la discriminación, la desigualdad y es una perspectiva crítica. Eso es la Ley.

¿Es probable que se vote esa modificación de la Ley?

Si llegara a votarse, desde mi punto de vista sería mejor. Porque la modificación establece que la ESI debe ser laica y obligatoria, y elimina el artículo 5. Pero me parece que, política y académicamente, tenemos que prepararnos para que eso no se vote. Es bastante improbable que se vote porque el sector celeste no solamente está envalentonado, sino también, en algún sentido un poco asustado. Lanzaron una campaña fenomenal –con muchos recursos– que también está presente en otros países de América Latina.

Lo que a mí más me preocupa es que se vuelva para atrás con la ESI. Ese discurso que se está escuchando por ahí y dice “Con mis hijos no te metas” es una interpretación de la vida democrática propia del siglo XIX. Es anterior a la consolidación del Estado nacional en la Argentina, es anterior a la Ley 1420 de Educación Común. “Con mis hijos no te metas”, ¿qué significa? ¿Qué las familias son las dueñas de los hijos?

¿Cómo se refutan esas ideas?

La Argentina incorporó la Convención de los Derechos de Niños, Niñas y Adolescentes a la Constitución Nacional en 1994 y, desde entonces, los niños, las niñas, les niñes y la juventud hasta los 18 años son sujetos de derecho y hay una cantidad de derechos que el Estado tiene que garantizar. ¿Qué deberíamos hacer si el 80% de casos de violencia contra niños y niñas lo producen personas conocidas y dentro del ámbito doméstico? O sea, 4 de cada 5 casos de abuso a niños y niñas se produce dentro del hogar. ¿Vamos a dejar que ese hogar sea el que predomine y vamos a dejar de hablar de violencia? ¿Vamos a dejar de hablar de la heterogeneidad de las familias, y vamos a permitir que haya un hostigamiento a una niña o un niño que tiene dos mamás o dos papás? Esas formas del amor son legales y, además, son deseables. Tenemos que hablar mucho de la ESI, tratar de ver cuáles son los miedos y transmitir de qué sí se trata la ESI.

¿Qué aportes hacen las universidades?

Desde nuestra Facultad, tenemos un proyecto político de fuerte articulación con las diferentes organizaciones territoriales y estamos convencidos de que la Universidad forma parte del sistema educativo. Todo lo que producimos tiene que estar en diálogo con el sistema educativo. Digo diálogo en el sentido de co-construcción de conocimientos. Hay muchísima articulación, no solo en esta facultad, sino en muchas otras universidades de nuestro país.

Creo que lo que vemos es uno de los modos más virtuosos de construcción de conocimiento, que tiene que ver con la teorización y la práctica. Con ese ida y vuelta ligado a la idea de praxis. En la ESI no hay un corpus totalmente resuelto. Es un proyecto que tiene mucho de construcción, porque hay mucha deconstrucción de los conocimientos, de las ciencias y de la vida cotidiana.

¿Aporta algo a la ESI el lenguaje inclusivo o no binario?

El uso llevó a que escribiéramos con X, y que después se pudiera leer con E. La X vino antes que la E, y antes se usaba los/as, que fue un gran paso para visibilizar a las mujeres. Después los movimientos de la disidencia sexual dijeron que los/as seguía siendo binario, que parecía que solo hubiera dos alternativas. Bueno, ¿hablamos con la E? Todavía no lo sabemos y es un enorme desafío para la academia. Veremos si es un proceso social que se va a solidificando y pasa a formar parte del habla cotidiano, si es parte de un momento de lucha, o si es una fase que después pasará a otra. Unas compañeras me decían “¿por qué no hablamos con I?” También podría ser. Así como creo que no se legalizó el aborto pero de alguna manera hubo una despenalización social, el tema del lenguaje no binario está haciendo que se visibilicen formas de violencia que de otro modo estarían soterradas.

Fuente-Universidad Nacional de Hurlingham, Aula Abierta


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