Nuestra revolución generacional: la herencia de las juventudes del 68 – Por Citlalli Hernández, especial para NODAL
Por Citlalli Hernández*
México es un país en movimiento constante. Su historia está llena de distintas luchas, ya sea obreras, campesinas, indígenas, sindicales, estudiantiles, entre otras. De ello, podrían interpretarse y estudiarse diversas realidades y problemáticas, pero para el inicio del presente artículo, mencionaré sólo tres.
La primera es que México es una nación diversa y plural. Por las condiciones sociales, culturales, políticas y hasta geográficas, de norte a sur hay cantidad de sectores sociales que se han ido organizado frente a sus realidades injustas, a veces sólo sectoriales, pero algunas otras, también, poniendo en la palestra discusiones más profundas.
Dichos sectores sociales, se organizan frente a una realidad que provoca inconformidad, una realidad que nos lleva a un segundo tópico que implica afirmar que una de las características en la historia de México, es una constante en gobiernos que generan insatisfacción social; en síntesis -aquí el tercer punto-, puedo decir que entre la pluralidad de la sociedad mexicana y frente a gobiernos de tinte autoritarios y oligárquicos, existe una búsqueda constante por la transformación nacional.
1968 fue un año de convulsión para el mundo y las tierras aztecas no fueron la excepción. Las y los estudiantes fueron actores principales de movimientos en distintos países. El motor de esos años, fue la convicción de que otro mundo era posible, y que frente a dicha posibilidad, habría que luchar por conquistarlo.
Se habló de democracia, se unieron voces contra de la guerra de Vietnam, se habló de libertades y derechos, a favor de las minorías y contra la discriminación; en las universidades se dieron discusiones académicas, intelectuales y políticas. Y en México, se cuestionó la normalización de un Estado violento, que criminalizó desde entonces y casi hasta la fecha, la protesta social, a la juventud rebelde y que se opuso más de 50 años al clamor popular de un cambio verdadero.
Hoy, el escenario es distinto. Las nuevas generaciones somos herederas de las juventudes del 68, de quienes salieron ante el espasmo del gobierno, a buscar entre las ruinas a sus hermanos, en el terremoto del 85, de quienes señalaron el fraude electoral en el 88 y en 2006, de quienes hemos sufrido una falsa guerra contra el narcotráfico. Las luchas de nuestros padres, nuestros abuelos, nuestros hermanos y hermanas asesinadas, desaparecidas y torturadas en el gobierno de Díaz Ordaz y en los siguientes, se podrá al fin reivindicar.
El resultado electoral del primero de julio, fue una voz colectiva, histórica, fuerte, firme, tierna. Una gran voz, con origen en las luchas de los años sesentas, de antes y después. Una voz que se había aglutinado en la garganta indignada de los años, atrapada por la rabia, la indignación, la violencia y el autoritarismo, una voz que a través del tiempo, nunca dejó de existir, a veces más tenue, a veces más fuerte, siempre con causas dignas y legítimas.
Pero esa voz, ha clamado, a través del pueblo y en las plazas públicas, la urgente necesidad de hacer justicia y lograr, por fin, el inicio de una nueva etapa en nuestro México lindo, herido y querido. Ese es el reto del próximo gobierno, de la mayoría parlamentaria de nuestro movimiento y de una sociedad que nos dio el voto de confianza; sociedad que deberá estar aliada, crítica, vigilante y que no nos perdonará si fallamos.
El reto de las nuevas juventudes, en cambio, , será entender que los tiempos han cambiado y, que muy probablemente, en éste sexenio se atiendan todas las demandas de las y los jóvenes del 68; entonces, el papel de la juventud será otro, las demandas y nuestras posturas deberán reinventarse, será, entre otras, el de tenderle la mano al pueblo de México, para informar, concientizar, politizar y organizarle, como parte del poder más importante en la Cuarta Transformación, que es el del pueblo.
Pronto, ya muy pronto, dejará de ser el poder económico y el “poder” de la fuerza el que gobierne, y será el poder popular el que conduzca el destino de nuestra Patria. La juventud será aliada y crítica, estará ahí cuando erremos y estará también cuando acertemos, pero mucho mejor, formó parte del avance democrático, formará parte de la transformación, la reconciliación, la búsqueda de la paz y la justicia, de la revolución de las conciencias y, seguiremos pensando siempre, a pesar de los avances, que otro México y otro mundo son posibles.
*Senadora por Morena, movimiento del presidente electo Andrés Manuel López Obrador
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