Las elecciones de Brasil son un golpe casi de KO para la democracia en la región – Por Mariano Saravia, especial para NODAL

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Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.Por Mariano Saravia*

El candidato de extrema derecha Jair Bolsonaro arrasó con más del 46 por ciento de los votos, y quedó a un pasito nomás de lograr la mayoría en la segunda vuelta del próximo 28 de octubre.

El candidato del PT, Fernando Haddad, llegó al 29 por ciento, más de lo que preveían las encuestas. No fue una mala elección del PT, teniendo en cuenta que su candidato natural, y el de mayor intención de votos de todos, Lula, está proscripto y es un preso político en Curitiba.

Pero esta democracia de baja intensidad saltó con un domingo 7. El fabuloso crecimiento de Bolsonaro consterna, por donde se lo mire. Un candidato de tintes nazifascistas, que reivindica la dictadura, la tortura, las armas en manos de la sociedad civil, la xenofobia, el racismo, el machismo, la homofobia y el clasismo, fue votado por 50 millones de personas. ¡50 millones de brasileños y brasileñas optaron por un proyecto de país nazifascista! Asusta realmente.

Asusta y debería llamar a la reflexión en Argentina y en otros países de la región, porque hace cuatro años, Bolsonaro era un diputado totalmente marginal, a quien nadie tomaba en serio por sus posturas extremas que hoy lo catapultan a las puertas mismas del Planalto. ¿Cuánto falta para que aparezca un Bolsonaro en la Argentina?

Y otra pregunta: ¿son realmente tan distintas la derecha neoliberal y la derecha neofascista? La neoliberal se muestra moderna, aggiornada, abierta en materia cultural y social, y pro mercado en materia económica. La neofascista es conservadora, retrógrada, discriminatoria, cerrada en materia cultural y proteccionista en materia económica.

La primera fue la que dio el golpe parlamentario contra Dilma en 2016 y luego encarceló sin pruebas a Lula en 2018, para cerrar el círculo del golpe e impedir que el pueblo lo eligiera. Por supuesto, ese guión fue escrito en Washington y en el fondo hay motivaciones de geopolítica mundial, una represalia contra alguien que jugó en las grandes ligas y ayudó a construir un mundo multipolar (BRICS, relación con China, Rusia, e incluso con Irán). Y una advertencia disciplinadora para el resto.

Decíamos que ese golpe que empezó con la destitución de Dilma y prosiguió con la prisión de Lula, fue escrito en Washington y ejecutado por la derecha neoliberal, en sus variantes partidaria, judicial y mediática. Pero en su estrategia de generar odio contra el PT, se les infiltró un personaje como Bolsonaro, que inició su escalada el mismo día que los diputados votaron la destitución de Dilma. Bolsonaro no desaprovechó su oportunidad, y votó la destitución de la presidenta “en nombre del Coronel Carlos Alberto Brilhante Ustra”, el mayor torturador de la dictadura. No fueron sólo 30 segundos de fama, sino que desde ese momento comenzó a crecer un monstruo que tomó vuelo propio. Se les fue de las manos a los propios creadores de la criatura y hoy está a punto de llegar al poder en el gigante sudamericano.

Pero volvemos a la pregunta de arriba: ¿son realmente tan distintas la derecha neolibeal y la derecha neofascista? Se verá en estas tres semanas de campaña hacia el ballotage. Se verá en las alianzas que se logren y se verá en el comportamiento de los medios del establishment, con O Globo a la cabeza. En la semana previa a la primera vuelta, Bolsonaro cosechó el apoyo del bloque de diputados y senadores “del campo”, de la Iglesia Universal y de “los mercados”.

Un gobierno de Bolsonaro sabemos cómo sería: pro patronal, anti obrero, anti pueblo, contrario a cualquier unión regional y vasallo de los Estados Unidos. Pero proteccionista en lo económico, lo cual, dicho sea de paso, sería un golpe extra para la Argentina, que depende bastante de sus exportaciones al Brasil. Sería un gobierno de mano dura, de represión brutal y supresión del escaso Estado de derecho que queda.

Ahora, bien, si sucede el milagro, ¿cómo sería un gobierno de Haddad? Primero debería suceder el milagro, o sea ganarle en segunda vuelta a Bolsonaro, que está arañando el 50 por ciento. Ese milagro se lograría con un gran acuerdo nacional, en el que todas las fuerzas democráticas se unieran contra el nazifascismo, desde la derecha neoliberal hasta la izquierda trotskista, esa a la que le gusta decir que todos son lo mismo.

Sería un tejido artesanal y minucioso de alianzas y compromisos que, justamente por su conformación, condicionaría notablemente ese eventual gobierno del PT, un PT que debería ser todavía más tibio y de centro que el del segundo gobierno de Dilma. Pero hay que tomar nota de cómo le fue a Dilma.

Haddad debería correrse cada vez más al centro, con lo cual sería cuestionado y presionado por su propia base electoral (militancia del PT, Movimiento Sin Tierra, y otros sectores progresistas y de izquierda). Y si perdés tu base electoral, la derecha no es justamente la que te va a sostener. Si no, pregúntenle a Dilma.

Otra opción sería que Haddad se apoyara en sus bases, en su partido y las fuerzas progresistas. Pero allí se abriría un conflicto declarado y feroz con el poder fáctico, que ya ha mostrado sus garras en los últimos tiempos: un Congreso adverso, un poder mediático insaciable y antidemocrático, un Poder Judicial conservador y golpista, y unas Fuerzas Armadas envalentonadas y cada vez más insubordinadas al pueblo y a la democracia.

Sea como sea, se vienen tiempos de altísima conflictividad social y política en Brasil, y de una u otra manera, van a repercutir en la Argentina.

*Periodista y escritor argentino


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