El capitalismo universitario, el papa Francisco y el ciclo reaccionario – Por Boaventura de Sousa Santos

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Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.Por Boaventura de Sousa Santos *

Vivimos un tiempo en el que las mayores anomalías ocurren bajo el manto de la más rutinaria normalidad y en el cumplimiento escrupuloso de todos los reglamentos vigentes. Son afloramientos de una cultura política y burocrática que se caracteriza por la manipulación de las reglas en la convicción de que quien es víctima de ella no tiene condiciones para identificarla o reaccionar contra ella.

Constituyen la falacia de la democracia: cuando se desconoce la ética democrática, lo excepcional deja de serlo por la simple frecuencia con la que ocurre. Los verdaderos designios que lo promueven son ocultados por el barniz burocrático. Entre los ejemplos más recientes podríamos mencionar el proceso de impeachment contra la presidenta Dilma Rousseff y la manera injusta en la que se condenó y encarceló al expresidente Lula da Silva.

El pasado 29 de agosto, la comunidad de la Pontificia Universidad Católica de São Paulo (PUC-SP) fue sorprendida por un documento del Consejo Superior de la Fundación São Paulo (Fundasp), órgano mantenedor de la universidad, dirigido por el cardenal Odilo Pedro Scherer. En apariencia, una normalidad impecable: la Fundación tiene legitimidad para enviar el documento, estaba prevista la revisión de los estatutos actualmente vigentes, la comunidad tiene sesenta días para responder y proponer cambios, puesto que la Fundación decidirá.

Sucede que las medidas propuestas implican la destrucción de la PUC-SP tal como la conocemos y el periodo de discusión coincide (y no por casualidad) con el actual periodo electoral, en el que muchos de los miembros de la comunidad PUC-SP están comprensiblemente preocupados por el futuro de la democracia en el país y ciertamente más concentrados en esa lucha que en cualquier otra. Entre las medidas “propuestas”: acabar con la elección del rector y de los coordinadores departamentales, el poder académico pasa a la Fundación, de quien el nuevo rector pasará a ser un… vicerrector, y el propio control del conocimiento producido y publicado por la editorial también pasa a la Fundación. El eufemismo de un “documento de trabajo” para lanzar una bomba atómica emerge aquí como una cruel manifestación más de la falacia de la democracia.

No abordo los detalles de algunas de las propuestas y admito que se necesitan algunas revisiones, siempre que se lleven a cabo con la participación plena y de buena fe de la comunidad de la PUC-SP y con el objetivo de preservar y profundizar la identidad de una institución cuyo trabajo académico e intervención social nos acostumbramos a respetar y admirar. Pienso sobre todo que la investigación tiene que ganar un nuevo impulso y que la situación de los docentes y funcionarios que dedicaron toda su vida a la institución debe protegerse plenamente.

Me gustaría resaltar aquí (y, si es posible, denunciar) los designios más profundos a los que obedece esta iniciativa de la Fundación San Pablo decidida en este momento, un momento que es cualquier cosa menos inocente. El primer designio puede llamarse capitalismo universitario. Se trata de un movimiento global de política universitaria que ha sido promovido por el Banco Mundial, la OCDE y otras instituciones multilaterales para transformar las universidades en empresas que producen mercancías con alto potencial mercantil: conocimiento con valor de mercado (especialmente el que genera patentes) y diplomas que dan acceso a salarios de nivel medio o superior.

Para ello, la gestión debe seguir la lógica empresarial: los profesores y empleados son colaboradores proletarizados y los estudiantes, clientes solventes; la responsabilidad social de la universidad reside en su consonancia con las exigencias del mercado; las áreas no rentables de la universidad deben deshabilitarse progresivamente; la precariedad de las relaciones laborales es la más adecuada para responder a las exigencias siempre cambiantes de los mercados; los productos universitarios deben someterse a unidades universales de medida que en el futuro permitan la libre comercialización global de los cursos universitarios (de ahí, los rankings y las publicaciones evaluadas según factores de impacto). En este contexto, el tradicional gobierno universitario democrático, además de ineficiente, constituye un obstáculo a la imposición de las exigencias del mercado.

El designio del capitalismo universitario está siendo promovido hoy a nivel global en las universidades privadas y en las mismas universidades públicas. Estas últimas están sujetas a la asfixia financiera con el objetivo de forzarlas a producir recetas propias que, a su vez, las obligan a actuar como si fuesen empresas privadas. Es un movimiento poderoso, pero ha encontrado resistencias fuertes, tanto en las universidades públicas como en las universidades privadas más antiguas, creadas sin la lógica de la universidad-negocio, como es el caso de las universidades pontificias.

La PUC-SP es, en este momento, el laboratorio para la aplicación plena del capitalismo universitario en las universidades que todavía no son universidades-negocio. Para el efecto está contribuyendo también el hecho de que la PUC-SP es hoy (como lo fue en tiempos de la dictadura) un bastión de lucha contra el vértigo autoritario y antidemocrático que asola el país en la actualidad con la bendición del Cardenal ultraconservador que preside la Fundación São Paulo. De ahí que para esta Fundación ya no basta ser mantenedora de la PUC-SP. Es necesario ser dueña.

Pero la acción de la Fundación obedece a otro designio. Consiste en la conspiración del ala conservadora de la Curia Romana contra el papa Francisco a fin de forzarlo a su renuncia. La conspiración está en curso y los católicos brasileños deben saber que el cardenal Odilio Scherer forma parte de la misma. La Iglesia Católica osciló siempre entre la burocracia o el evangelio, entre estar del lado de los opresores o del lado de los oprimidos, entre escandalizar por la ostentación o por la penuria. En general, reservó el papado y el obispado para la burocracia, la bendición de los opresores y el escándalo de la ostentación, dejando para el bajo clero y los laicos el evangelio, la defensa de los oprimidos y el escándalo de la penuria.

Siempre que se intentó transgredir esta “división del trabajo” hubo turbulencia y los Concilios no siempre fueron eficaces para neutralizarla. Con todas sus ambigüedades y fragilidades humanas, el papa Francisco ha estado dando la mano al evangelio. Las ambigüedades y fragilidades tienen que ver sobre todo con el modo en que ha tratado el tema del abuso sexual de niños y jóvenes por parte de curas y obispos. El papa Francisco ha sido vacilante en este campo, incluso cuando hizo más para denunciar tales situaciones que todos sus antecesores más recientes, en especial aquel a quienes los conservadores perdonaron todo en vista de los inestimables servicios que les prestó con su descontrolado proselitismo anticomunista: el papa Juan Pablo II. Pero no es por tal fragilidad que el papa Francisco se convirtió en un blanco a derribar.

En el actual contexto, dar la mano al evangelio no es solo un acto con valor eclesial progresista. En una sociedad extremadamente desigual e injusta, dar la mano al evangelio significa no únicamente destacar la elasticidad y la prudencia aquiniana de la teología moral ante situaciones de divorcio y homosexualidad, sino también enfrentar a los poderes políticos conservadores que fomentan la desigualdad y la injusticia y se alimentan de ellas, rebelarse contra la política migratoria de Europa y de Estados Unidos, denunciar la avaricia y la miopía que agravan de manera irresponsable los cambios climáticos, declarar como anticristiana la decisión de construir muros para impedir la entrada de los condenados de la tierra, denunciar la inmoralidad general del capitalismo global que salva bancos pero no familias.

Por eso, el poder ultraconservador laico y el poder ultraconservador religioso están hoy más unidos que nunca contra el papa Francisco. Así se explica, por ejemplo, que el exconsejero de Donald Trump, Steve Bannon, al mismo tiempo que funda en Bruselas la organización “Movement” para promover la extrema derecha en Europa, esté preparando el plan de estudios del colegio religioso Instituto Dignitatis Humanae, en los alrededores de Roma, para “entrenar líderes y activistas políticos católicos conservadores”. No me queda ninguna duda de que el cardenal Odilio Scherer quiere transformar la PUC-SP en un campo de adiestramiento. No lo hará solamente si los ciudadanos y las ciudadanas progresistas, católicos o no católicos, de la Pontificia Universidad Católica de São Paulo y de Brasil, se le oponen democráticamente. Sabiendo que, con eso, estarán también defendiendo el magisterio evangélico del sitiado papa Francisco.

* Académico portugués. Doctor en sociología, catedrático de la Facultad de Economía y Director del Centro de Estudios Sociales de la Universidad de Coímbra (Portugal). Profesor distinguido de la Universidad de Wisconsin-Madison (EE.UU). Traducción de Antoni Aguiló y José Luis Exeni Rodríguez.


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