¿Cómo pensar desde el sur? La construcción de nuevas epistemologías (El Salvador) – Por Roberto Pineda

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Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.Por Roberto Pineda *

Es muy importante en nuestro proceso emancipador la construcción de pensamiento rebelde, crítico, subversivo, de nuevas epistemologías, de epistemologías liberadoras, desde abajo y desde el sur. Es nuestro desafío el dejar de pensar desde el norte[1] y empezar a pensar desde el sur.

Pero no es fácil hacerlo, cambiar, transformar los modos de pensar, despojarse de la llamada mirada o incluso marca colonial, porque son 500 años de adoctrinamiento imperial, de colonialismo del saber, de universalidad excluyente, de ser margen, periferia cultural del eurocentrismo.Y porque también hoy nos “asustan con el petate del muerto” de los supuestos tres grandes finales de nuestra época: el fin de la historia, el fin de la modernidad y el fin de las utopías. Y a esta tríada podemos agregarle la muerte del sujeto.

En este marco, debemos reconocer que hemos mimetizado el pensamiento del norte, sabemos cómo pensar desde el norte, hemos sido desde niños socializados a pensar desde el norte. Y no hablo del norte geográfico sino desde el norte histórico, epistémico[2], de relaciones de poder.

Pero frente a un pensamiento situado en el norte dominante y que construye el conocimiento ¿Cómo pensar desde el sur?[3]Y no solo pensar. Ante un lenguaje dominante que construye la realidad ¿Cómo decir, como enunciar desde el sur? Frente a una práctica eurocéntrica ¿Cómo hacer desde el sur? Frente al predominio del individualismo, de la competencia ¿cómo sentir desde el sur?

En definitiva ¿cómo ser desde el sur, cómo reivindicar lo diferente, lo heterogéneo, lo plural, lo marginal, lo suprimido? Estas son las preguntas clave que deben guiar nuestras reflexiones. Para esto se requiere partir de una mirada a nosotros mismos, a nuestro mundo, a nuestro país y a los desafíos planteados frente a la epistemología capitalista-patriarcal-racista dominante del mercado global neoliberal.

Lo personal.

Una feminista estadounidense, Kate Millet, fallecida hace una semana en París a los 82 años, nos enseñó que el patriarcado no deriva de la esencia humana, sino que tiene origen histórico y cultural, y también, ojo, que lo personal es político, que lo privado es público.

Así que rompiendo el patrón “científico” de la distancia obligada del sujeto cognoscente de la realidad a investigar, del objeto de estudio, iniciaré por una reseña personal. Me parece que soy un típico ejemplar de una subjetividad colonial eurocéntrica: fíjense que como herencia del colonialismo ibérico soy racialmente mestizo, no soy ni indígena (esto lo aprendí en Sonsonate), aunque a veces “se me sale el indio”, ni tampoco blanco europeo (esto lo descubrí allá en Estados Unidos al identificarme como hispano, como latino en la escuela. No era anglo).

El colonialismo español se diferenció del colonialismo inglés en el tratamiento a las poblaciones coloniales. Los españoles se fusionaron, se mezclaron, dando lugar al sincretismo racial y cultural conocido como mestizaje. Los ingleses prefirieron exterminar a las poblaciones indígenas y mantener su “pureza” racial.

Lo de ser latino fue para mí un aprendizaje clave porque en El Salvador lo racial es ocultado, es de lo más mitificado, ya que supuestamente no hay ni indios ni negros, ni pobres ni ricos, ni cheles ni prietos, somos un feliz paraíso mestizo, completamente homogéneo, apegados a la letra sarcástica del Carnaval de San Miguel de Paquito Palaviccini. San Miguel en el Oriente es el Caribe de El Salvador.

Somos el país de la sonrisa, decía también una antigua publicidad, que nos miraba desde los ojos del turismo eurocéntrico. Hoy nos dicen que somos un rincón mágico. Quizás, pero a la vez somos el país de monseñor Oscar Arnulfo Romero y de la escritora y activista social Prudencia Ayala, del líder revolucionario Schafik Handal y la poeta y dramaturga Matilde Elena López, el país de muchas luchas populares y esto podemos decirlo con orgullo.

Siguiendo con lo personal, mi formación y práctica religiosa es primeramente católica romana y luego luterana, llegando hasta a “ordenarme” como pastor (aunque de joven hubo un tiempo que mecreí ateo por aquello del diamat, del materialismo dialéctico y del que dirán los camaradas por esta preocupante debilidad ideológica).

Pero también practicante de la Teología de la Liberación, que representa una nueva revolución teológica -anunciada por el peruano Gustavo Gutiérrez- al plantear la fe en un Dios de la vida que acompaña la lucha de los pobres por la justicia, enfrentado a los ídolos capitalistas de la muerte, la riqueza y el poder.

Mi formación política es marxista en su versión leninista, supongo después de tantas marchas, huelgas, reuniones y círculos de estudio cuando joven, donde en calurosos escondites clandestinos se discutía sobre dos tácticas, el Estado y la revolución y el qué hacer de Lenin…

Mi formación académica es la teología (no la indígena sino la que se creó en los monasterios y seminarios alemanes e ingleses, la de Lutero y Calvino), los derechos humanos (los que surgieron con la querida Ilustración y la Revolución Francesa), las relaciones internacionales en su versión realista estato-céntrica y el estudio de los idiomas imperiales inglés y francés, aunque mi primera lengua es el idioma imperial español (con la vergüenza y el desafío que no hablo ni estudio náhuat).

Sueño con que ojala en el futuro haya alguien que presente una tesis en esta Universidad en náhuat, en un idioma no imperial, el de nuestros abuelos y abuelas.

Soy una persona urbana y cosmopolita(no soy indígena, ni campesino ni siquiera llegé a obrero, la clase supuestamente destinada por el progreso de la historia a derrumbar el capitalismo). Soy empleado público, de las capas mediasas alariadas, capitalinas. Y mi música el rock y el pop en inglés de los años setenta del siglo pasado (Silk&Croft; the Mamas and the Papas,J oeCocker, Santana, The Who, de la mera generación de Woodstock.)

Y aunque todavía soy alcohólico activo (y lo peor es que con whiskey y vodka, ni siquiera con chicha) puedo utilizar la enseñanzas de los Alcohólicos Anónimos para expresar que solo por hoy.

Además, me gusta más el pan “francés” que la tortilla, pero también me gustan los tamales, atoles, quesadillas, etc. Y como olvidar las disputadas y hoy transnacionales pupusas. Al final la comida da la cara por nuestra nacionalidad, en particular la sopa de mondongo que se disfruta los domingos en el parque Mc Arthur, de allá por Los Ángeles. Y también el lugar donde vivo, es significativo, vivo en Ayutuxtepeque, el cerro de los cusucos.

Y hasta mi corte de pelo es romano. En la antigüedad los hombres libres usaban el cabello largo y los esclavos el cabello corto, o rapado. Nuestros abuelos indígenas usaban el pelo largo. Los romanos se diferenciaron de los griegos por el corte de pelo. Era un corte marcial, imperial, orientado a las guerras de conquista colonial.

Y confieso ya por último que he pecado… ya que visto ropa de marca imperial: Lacoste, Banana Republic ,Levis, Tommy Hilfiger, etc, pero también de vez en cuando me pongo cotonas de manta. Y cuando era joven usé los famosos bluyines Búfalo. ¿Se acuerdan? Este es parte de mi recorrido personal por la episteme eurocéntrica internalizada.

El mundo en el que viví y en el que vivo

Vivimos en un nuevo capitalismo. Y esto tiene que ver con la epistemología. Hay tres rasgos que deseo subrayar: el carácter de la época, los rasgos más característicos y las nuevas resistencias. El primero tiene que ver con la caracterización de la época. Dónde estamos ubicados, desde donde hablamos. Lo que nuestros amigos filósofos llaman el lugar de enunciación, el locus enuntiationis.

Antes hablábamos de la época del tránsito del capitalismo al socialismo a nivel global. Y el mundo era blanco y negro, hasta la televisión. Los buenos y los malos. Y como clase obrera, cada primero de mayo se hacía el recuento de las nuevas victorias, de las nuevas banderas rojas en el mapamundi, de los nuevos países que habían sido liberados de la explotación capitalista. Vietnam, Etiopía, Angola, Nicaragua…y estábamos felices que el mundo marchaba al socialismo. Pronto nos llegaría nuestro turno. Sí Nicaragua venció, El Salvador vencerá…y Guatemala le seguirá, decíamos entusiasmados.

Y de repente vino el terremoto del 89 y todo cambió. La URSS no fue ni derrotada militarmente sino que se derrumbó como un castillo de naipes. Y los Estados Unidos y la misma CIA despertaron sorprendidos hace 30 años con la noticia que eran los dueños absolutos del planeta, sin rivales políticos ni ideológicos en un virtual y real mundo unipolar. Y ni se lo creían. Y se inventaron lo de la globalización. Escuchamos sorprendidos y confundidos a Francis Fukuyama que nos hablaba entonces del fin de la historia. Y también Samuel Huntington con su nuevo orden mundial postguerra fría del choque de culturas, entre nueve civilizaciones. Una de estas es la latinoamericana.

El impacto de la debacle en términos ideológicos, causada por el derrumbe del “socialismo realmente existente” 30 años después sigue vigente. Seguimos en necesidad de nuevos paradigmas, sueños, utopías que rechacen el discurso colonial y neoliberal. El marxismo como discurso emancipador necesita para ser relevante en este nuevo mundo, ser enriquecido con nuevas categorías de análisis, necesita establecer un diálogo con otros discursos emancipadores, como el feminismo y la teología de la liberación.

Pero, 30 años después, ¿dónde estamos? Hay un pensador italiano ya fallecido, Giovanni Arrighi, que nos da luces al respecto. El plantea que el capitalismo en su historia como sistema mundial, como sistema mundo, ha conocido tres grandes momentos de acumulación económica y hegemonía política: la de Holanda, la de Inglaterra, y la de Estados Unidos y que nos encontramos en una transición histórica hacia una nueva fase, la hegemonía china. Es un periodo de transición sistémica. Hay cambios en lo que se llama la geopolítica del poder mundial. El BRIC, con todas sus contradicciones, es expresión de esta transformación global.

Segunda idea. ¿En qué tipo de capitalismo vivimos? La globalización neoliberal ha introducido cambios. Cambios en nuestro entorno y cambios en nuestros estilos de vida. El mundo se ha tecnologizado y en nuestras vidas, en nuestros empleos, la computadora y los celulares forman parte ya de nuestra cotidianidad. Nuestras vidas transcurren en las playas y montañas del internet y las redes sociales. Es un mundo nuevo pero sigue siendo violento, desigual y capitalista.

Vivimos vidas virtuales en comunidades virtuales, en relaciones fugaces, momentáneas, atrapados por la publicidad en las redes invisibles del consumismo y la fragmentación. En el mundo laboral e incluso educativo, presenciamos una ruptura: el modelo piramidal prusiano, burocrático y vertical, basado en rígidas cadenas de mando, está siendo sustituido por el modelo flexible, horizontal de trabajo en redes, con empleos temporales.

Asimismo la empresa y el Estado recurren cada vez más a la subcontratación de empresas y personas, y en este proceso se pierden derechos adquiridos, como el seguro social, seguro médico, derecho de antigüedad, etc. Es un retroceso con respecto al estado de bienestar. Nos movemos en el marco de la cultura de la precariedad, del mundo de la exclusión, de lo subalterno. Y el propósito no es fortalecer la democracia, sino incrementar las ganancias, las utilidades, la rentabilidad.

En el enfrentamiento geopolítico global que hoy se manifiesta como guerra comercial pero que en el futuro se puede transformar en guerra militar, debe existir claridad que tanto Rusia como China, tanto la India como Irán, representan poderes emergentes que rompen con la monopolaridad imperial.

En este marco se inserta el BRICS y las Rutas de la Seda, y la disputa con Estados Unidos por Europa. El mundo ha cambiado. La Europa que fue la cuna de los primeros imperios del capitalismo, hoy es disputada por los imperios emergentes.

Por otra parte, en Estados Unidos, el fenómeno Trump obedece a una corriente político-ideológica nacionalista, aislacionista y racista- dentro de la clase dominante estadounidense que plantea una salida a la crisis de hegemonía global, a su declinación como potencia dominante, en abierta disputa contra la corriente financiero globalista neoliberal, beneficiaria del comercio internacional. Obama y Hillary Clinton forman parte de esta fracción. Ambas corrientes se expresan tanto en el Partido Republicano como en el Partido Demócrata.

Y existen también otras propuestas, como la propuesta “progresista” e incluso “socialista” representada por Bernie Sanders, al interior del Partido Demócrata, y la corriente popular-democrática de los sectores populares independientes. El próximo noviembre se enfrentaran estas tendencias en pugna, que luchan, coexisten e incluso a veces se alían a nivel federal, estatal y municipal. A nivel global existe un equilibrio de fuerzas en el que los Estados Unidos mantienen la supremacía militar pero pierden gradualmente ante China la supremacía económica. Este enfrentamiento global se manifiesta a todo nivel.

Tres. ¿Dónde se encuentran las resistencias? En todo el planeta, en el norte y en el sur.Hay acontecimientos clave que señalan el despertar de una resistencia mundial anticapitalista y antipatriarcal. Uno de estos fue la batalla de Seattle en noviembre de 1999, contra la cumbre de la Organización Mundial del Comercio. Otra fue la creación del Foro Social Mundial en Porto Alegre en 2001.Otro fue la protesta contra la invasión en Irak en febrero de 2003. Otro fue el Movimiento de los Indignados, de Ocupa Wall Street en 2011. Y seguramente vendrán otros, la rueda de la historia no se detiene, sigue su curso.

Otras resistencias fueron los movimientos y movilizaciones populares contra las privatizaciones en Suramérica. Y luego llegaron los gobiernos progresistas. Venezuela, Brasil, Bolivia, Ecuador. Y hoy la resistencia frente a la contraofensiva imperial…[4]

El Salvador, el país en el que viví y en el que vivo

Nací en un país supuesta o formalmente independiente, cantando el himno nacional en la escuela y repitiendo la oración a la bandera. Los criollos que encabezaron las gestas de nuestra independencia a principios del siglo XIX rechazaron y se enfrentaron a España, pero no rechazaron la europeidad, al contrario, abrazaron celosos como propias las ideas de la Ilustración, de la Revolución Francesa.

Los intelectuales y artesanos que asumieron las ideas del socialismo a principios del siglo XX lo hicieron desde la cosmovisión marxista, eurocéntrica, emancipadora, fuertemente influenciados por la Gran Revolución Socialista de Octubre en Rusia.

Y en estos 200 años de lucha, del 1811 al presente, la única gesta que rompe, que se diferencia del pensamiento eurocéntrico emancipador es la de Anastasio Aquino y los pueblos nonualcos que en 1833, se levantan desde otra lógica, desde otra visión epistémica, la de la lucha por la tierra, la lucha por la justicia y la lucha por la paz, contra el reclutamiento forzoso para ir a pelear las guerras entre conservadores y liberales. Aquino se levanta contra la republica liberal de los criollos. Es un momento histórico paradigmático que amerita ponerle atención en el marco de las luchas decoloniales.

La mitad de mi vida la viví bajo una dictadura militar. Y esto también tiene que ver con la epistemología. Mis tres hijas felizmente ya no conocieron esta dictadura. Antes, los militares ocupaban el aparato de Estado. Los presidentes eran todos militares, generales y coroneles. Y esto era lo normal, lo aceptado. Los fusiles de los cuarteles mandaban a la sociedad. Y los finqueros, los cafetaleros, los banqueros mandaban a los militares. Y los Estados Unidos, felices que hasta nos mandaban leche con cereal, que se repartía en las escuelas.

Pero esta situación de injusticia social y violación de los derechos humanos originó una larga guerra de doce años. Una guerra que concluyó con la modificación del sistema político, pero no alcanzaron las fuerzas y esfuerzos insurgentes del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional y el movimiento popular para transformar el sistema económico-social.

Han pasado 25 años desde los Acuerdos de Paz y el país de nuevo ha cambiado. Los militares regresaron a los cuarteles. Y los partidos políticos pasaron a ocupar el papel de operadores del sistema político. Y la amarga dominación represiva de los uniformados ha sido sustituida por la adormecedora hegemonía de los medios de comunicación. Todo cambió.

Antes encontrar un nuevo libro de marxismo era un tesoro por el que se podía perder la vida, había que esconderlo, leerlo en secreto. Hoy vivimos absortos en nuestros celulares y poca gente lee, estudia, reflexiona, analiza, discute.

Hemos cambiado en lo económico. Somos una sociedad con una economía terciaria, de servicios, dependiente básicamente de las remesas de nuestros compatriotas en Estados Unidos. La migración masiva hacia Estados Unidos es un acto de resistencia. Allá en las entrañas del imperio, continuamos la lucha. Acá producimos poco.

Y la visión económica actual es la del rebalse, a mayor esfuerzo mayor riqueza para todos. Hay que producir para poder distribuir, nos dicen. Y esto es un mito que se continúa repitiendo y fracasando. Porque mientras más se produce, menos se distribuye. Son las grandes corporaciones transnacionales las que se beneficiaban antes y se siguen beneficiando ahora.

Y la derecha ha avanzado en la batalla de las ideas. Los feminicidios como el de la agente policial Carla Ayala y la penalización del aborto debería de avergonzarnos, ya que esta normativa ha provocado el encarcelamiento de mujeres pobres, campesinas, que han sufrido un aborto espontáneo, así como la maternidad forzosa de jóvenes y niñas víctimas de abuso sexual, mientras se sigue condenando a mujeres que optan por interrumpir su embarazo en sitios clandestinos poniendo en riesgo su vida, salud y libertad.

Hemos cambiado en lo político. Como izquierda hemos estado diez años en el gobierno. Esta presencia se ha traducido en sendos y positivos programas sociales, que han beneficiado a niños, ancianos, mujeres, indígenas, etc. Pero no son suficientes: si no están vinculados a cambios estructurales, sin una visión de ruptura con el sistema, estos cambios positivos se vuelven frágiles, temporales, sujetos a los vaivenes de los tiempos electorales.

¿Cómo superar la cultura de la inmediatez, de la sobrevivencia? El grueso de los trabajadores participa de una economía informal, sin derechos, en el que el presente es el único horizonte y no hay proyecto de futuro. El neoliberalismo nos arrebató el mañana.

Antes por la liberación, por la revolución, por el socialismo se daba la vida. Hoy se trata de resolver el presente, de enfrentar la coyuntura, el momento. Y la política en general asume tres dimensiones, sobre las cuales como izquierda debemos de reflexionar seriamente, para encontrar las modalidades que nos permitan construir poder popular, incluso en estas difíciles, condiciones de un mundo globalizado. En primer lugar se convierte en la cultura de lo inmediato, de la próxima elección.

En segundo lugar, la política ya no es el enfrentamiento entre dos proyectos históricos sino el territorio de la negociación, el tú me das y yo te doy y aquí no ha pasado nada. Y la política de la lucha social se transforma en la cultura de la negociación, de lo que se ha dado en llamar el realismo político. Y el fin justifica los aliados. Y por último, la política de lucha social se transforma en la cultura del espectáculo. Ya no importa el programa sino el candidato.

Reflexiones finales: los desafíos

¿Hacia dónde vamos como país? ¿Cuáles son los desafíos? ¿Cuál es el nivel de acumulación logrado?¿Cuáles son las nuevas epistemologías? Debemos de ir a la búsqueda en nuestra historia y en nuestra realidad del pensamiento alternativo, subversivo, emancipador, de ruptura, muchas veces borrado, silenciado, desconocido. El pensamiento descolonizador, las nuevas epistemologías, solo florecen en la lucha. La esperanza surge desde la lucha.

Por lo que debemos reflexionar sobre lo que hemos hecho y hacemos como izquierda y movimiento popular y social, incluso como universidad. Una lección fundamental de estos últimos diez años es que no solo se trata de ganar la elección y administrar el sistema.

Hay que ir profundizando los cambios y volverlos permanente ya que las simpatías del electorado son variables y el sistema político de democracia representativa se fortalece mediante su alternabilidad. El juego consiste en que una vez estoy yo y otra vez estas tú, y todos felices, mientras no se toquen los intereses de las fuerzas fácticas, de las fuerzas armadas, de la oligarquía, del capital transnacional y de los Estados Unidos. Lo de la relación con China Popular es un claro ejemplo de esto. Se están tocando intereses imperiales. Se le están tocando la cara al tigre imperial.

El diseño político del estado capitalista es el de garantizar la continuidad del sistema, por lo que las fuerzas de izquierda política y sociales deben de contar con un proyecto de transformaciones, de ruptura. El estado capitalista reproduce por su misma naturaleza relaciones de marginación y de autoritarismo, independientemente de la fuerza política que gobierne. El estado capitalista -y el nuestro sigue siendo un estado capitalista-, aunque estemos en el ejecutivo, por naturaleza, se autoprotege, e incluso tiene fuerzas de reserva para salir en su auxilio en caso de amenaza.

Debemos por lo tanto como izquierda política y social, incluso académica, fortalecer nuestra propuesta, proyecto estratégico, visión, rumbo, horizonte, modelo alternativo. En educación, en salud, en relaciones internacionales, en vivienda, en seguridad, etc., utilizar nuestra conducción del gobierno como mecanismo de transformación institucional, y a la vez de organización popular, de construcción de poder popular.

No podemos ni debemos repetir lo que se venía haciendo, de la forma en que se venía haciendo. Y tener claridad que la gente nos ve, nos mide. Y saca conclusiones. La gente es bondadosa, comprensiva pero llega un momento que se le agota la paciencia y golpea la mesa, como sucedió en marzo pasado.

La acumulación política lograda por la guerra e incluso por los programas sociales, se está agotando. Debemos preparar las nuevas batallas. Prepararnos para no permitir que nos desalojen del ejecutivo, ganar un tercer gobierno, como tarea estratégica, pero también prepararnos para pasar de manera organizada a la oposición política.

Otra lección es que la disputa por el corazón de la gente es una pelea compleja, cotidiana, permanente…No es lineal, hay avances pero a la vez retrocesos, porque no somos dueños de los sentimientos de la gente, ni siquiera de los ya convencidos. No podemos ni debemos reproducir relaciones basadas en la cultura del autoritarismo sino en el convencimiento, en la cultura del respeto, de la tolerancia, de la crítica, de la solidaridad internacional y del compromiso político.

La nueva sociedad basada en la cooperación y no en la competencia, la construimos desde nuestros lugares de vida y de lucha. Es importante abrirnos al sufrimiento, al dolor de la mayoría de nuestro pueblo. Solo respondiendo al dolor del otro podemos llegar a ser plenamente humanos, y romper con el patrón individualista de la indiferencia, por ello el sufrimiento provocado por este sistema capitalista es una categoría central para una nueva ética, para una nueva epistemología desde el sur. A vez es crucial la memoria. Somos herederos y herederas de una historia de sufrimiento, de opresión y explotación, pero también de lucha. Podemos haber sido derrotados muchas veces, pero nunca vencidos.

Otra lección es que únicamente desde arriba, desde el estado capitalista, no se pueden impulsar cambios sin el peligro de la reversibilidad. Los cambios se hacen desde abajo y desde arriba. Solo desde abajo se quedan en la denuncia y en la protesta y solo desde arriba en el clientelismo y la desmovilización. Lo clave es la construcción de poder popular.

Y no podemos acostumbrar a la gente a pedir en vez de luchar, porque cuando no tengamos que darle van a buscarse a otro que les dé. Y la derecha en este terreno nos supera porque ese es su estilo, esa es la naturaleza de sus políticas. Es su charco cultivado desde el Partido Revolucionario de Unificación Democrática (PRUD), desde el Partido de la Concertación Nacional (PCN), desde la Democracia Cristiana, desde la Alianza Republicana Nacionalista (Arena).

El desafío planteado es de ruptura del imaginario hegemónico o coexistencia con el capitalismo-patriarcalismo y esta ruptura, este quiebre, esta búsqueda de una nueva visión epistemológica, no puede ser de manera verbal, retórica, discursiva sino en los hechos, en nuestra práctica diaria, cotidiana, en los valores de nuestra vida personal, en las relaciones con nuestra familia, con nuestras mascotas, con nuestros vecinos, con nuestro medio ambiente, con nuestros compañeros y compañeras de trabajo, de partido, de cooperativa, de iglesia, de equipo de futbol, de escuela, de universidad, de Facebook, etc.

Lo del espacio familiar es clave, y con esto concluyo, y se relaciona con la forma como procesamos la influencia violenta de las masculinidades hegemónicas vinculadas fuertemente a la homofobia y la violencia de género, y como construimos nuevas epistemologías, nuevas masculinidades alternativas.

Habemos algunos que somos opresores dentro de nuestras familias, con nuestras esposas, hijos, incluso con nuestra madre, con nuestros abuelos y abuelas, pero somos liberadores, tolerantes, gente organizada de izquierda, en la universidad; habemos otros, sin alusiones personales, que somos esposos oprimidos en nuestra casa pero opresores, autoritarios con nuestros alumnos en las aulas de clase.

Son procesos que debemos de caminar cotidianamente, en cada momento, para ser así consecuentes con nosotros mismos, con lo que predicamos, con nuevas epistemologías, porque como decía Paulo Freire nadie nace aprendido, todos aprendemos juntos.

* Catedrático de la Universidad de El Salvador y ex dirigente del Bloque Popular Social. Ha publicado Crónica de los Patriarcas. Poder oligárquico y capital transnacional en El Salvador (2017) Ideas Emancipadoras y Tradiciones de lucha (2016) y El Salvador: voces de la memoria rebelde (2015).


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