Argentina: ¿El fin justifica los medios? – Por Carlos Heller, especial para NODAL

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¿El fin justifica los medios?

Por Carlos Heller

El Banco Central de la República Argentina puso en marcha el 1º de octubre pasado un nuevo plan que intenta estabilizar las principales variables financieras, entre ellas el tipo de cambio.

Luego de haberse registrado una suba del tipo de cambio del 120% desde el comienzo de 2018 y haber cotizado a poco más de $ 42 pesos por dólar a fines de septiembre (en 2017 cerró el año a $ 18,80) las autoridades del gobierno nacional, según lo “sugerido” por el FMI, decidieron aplicar una nueva política monetaria. Una postura que pretende frenar la escalada del tipo de cambio pero con altísimos costos económicos y sociales.

La principal variable de referencia pasa a ser la tasa de interés, la cual se elevará lo que sea necesario para que resulte atractivo invertir en pesos argentinos y esto se logra llevando la tasa de las Leliq (letras a corto plazo del Banco Central) a niveles que fueron calificados de “prohibitivos” por los medios internacionales. A sólo tres días de haberse puesto en funcionamiento el nuevo plan, la tasa de interés llegó a tocar valores máximos del 74% anual.

Por otro lado, se establecieron topes mínimos y máximos para el valor del tipo de cambio, llamados “bandas” en la jerga, a partir de los cuales el Banco Central puede intervenir, vendiendo o comprando divisas, para mantener esta variable dentro de un margen de valores determinado. Para el mes de octubre, estas bandas se establecieron en 34 y 44 pesos por dólar e irían incrementándose en un 3% mensual, lo que las llevaría a diciembre de 2018 a 37 y 48 pesos, aproximadamente.

Otro de los ejes del plan es “congelar” la base monetaria, definida como el circulante en manos del público y de los bancos y los depósitos de los bancos (encajes) en el Banco Central. Por lo tanto, luego de que esta variable haya registrado un crecimiento del orden del 46,5% interanual en septiembre pasado, se pretende que éste sea nulo a partir de octubre y hasta junio de 2019; con un ajuste estacional en el mes de diciembre por el cobro de los aguinaldos (medio sueldo extra) de los trabajadores y por las compras navideñas.

La consecuencia de todo esto es que se deja a la economía argentina con serias dificultades de financiamiento local a la producción. No sólo por la “sequía” de pesos sino por la dificultad de acceder al financiamiento por el elevadísimo nivel de la tasa de interés.

El propio ministro de Producción, Dante Sica, reconoció que “las tasas de interés (actuales) son incompatibles con la producción, pero necesarias” (Ámbito, 29 de septiembre de 2018). A lo que agregó que la necesidad pasa por “estabilizar la macro y desahogar el mercado financiero”.

En definitiva, la balanza vuelve a inclinarse a favor del manejo financiero en detrimento de la economía real. En este caso, los “ahogados” serán las PyMEs, ya complicadas por los fuertes incrementos de tarifas y el mercado interno deprimido, que verán aún más perjudicada su cadena de pagos, y los consumidores argentinos, quienes no sólo deberán recortar gastos por sus reducidos ingresos reales, sino también por la dificultad de financiar sus compras.

Los datos de las estadísticas oficiales hablan por sí mismos. La capacidad de compra de los salarios perdió 7,5% en el cálculo interanual debido a la evolución ascendente del Índice de Precios al Consumidor (se espera una variación del 44% para todo 2018). La actividad económica sigue en descenso, en julio registró una caída del 2,7%, luego de tres meses de variaciones negativas. La actividad industrial también sigue disminuyendo y, como resultado de ello, la capacidad instalada ociosa es cada vez mayor.

El incremento acumulado del nivel de precios, especialmente de los alimentos, dio lugar a mayores niveles de pobreza en todo el país. En la Ciudad de Buenos Aires, una jurisdicción que suele gozar de un mejor nivel de vida que varias localidades del interior del país, se registró un aumento del 52% en la cantidad de indigentes en el segundo trimestre de 2018 ( hasta 173.000 personas) con respecto a igual periodo de 2017.

En este contexto se obtuvo la aprobación de un nuevo acuerdo con el FMI. El anterior había sido hace sólo tres meses y no fue suficiente para cubrir las necesidades de financiamiento y fuga de divisas. Esta renegociación del préstamo “stand by” involucra un monto adicional de 7.100 millones de dólares y se adelantan los tramos de los desembolsos pactados en el acuerdo anterior. Así las cosas, de un total de 57.100 millones de dólares se recibirán 13.400 millones en lo que queda de 2018 (además de los 15 mil millones ya recibidos y utilizados) y 22.800 millones en 2019. Sólo quedan 5.900 millones para 2020 y se elimina el tramo para 2021 que estaba presente en el anterior acuerdo. Pareciera que lo esencial es llegar a las elecciones presidenciales de fines de 2019, a cualquier costo y sin preocuparse por lo que vendrá después. Algo que sí debería preocupar al pueblo argentino ya que, entre otras cosas, el próximo gobierno tendrá que manejar una deuda externa pública que se aproximará al 90% del PIB hacia fines de 2018.

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En el texto previo a las Reuniones Anuales del FMI que se celebrarán en Bali, su Directora Gerente, Christine Lagarde, considera que hay que “gestionar los riesgos, acelerar las reformas y modernizar el sistema multilateral”. Hace alusión, una vez más, a los supuestos beneficios del libre comercio para fomentar la productividad y reducir la pobreza, a lo que agrega que “los países deben resistirse al canto de sirena de la autosuficiencia porque, según cuentan las leyendas griegas, terminan naufragando”. Casualmente es la Grecia de la actualidad una de las principales muestras de que la dependencia del endeudamiento y la pérdida de soberanía económica en manos de organismos como el FMI hacen estragos en la población.

Además, se advierte en el comunicado cierta preocupación por el incremento de la deuda de los países emergentes y desarrollados La misma aumentó un 60% desde 2007, alcanzando los 182 billones de dólares. En cierta forma, este comentario resulta paradójico al tener en cuenta que el organismo es responsable de los altos niveles de endeudamiento de varios países a los que financia, Argentina y Grecia entre ellos. A lo anterior agrega que los países de bajo ingreso deben “redoblar sus esfuerzos para asegurar que el endeudamiento público sea más sostenible”. Una interpretación basada en las históricas recomendaciones del Fondo que se traducen en una fuerte reducción del gasto público primario, para de ese modo obtener un margen que permita repagar las deudas, cueste lo que cueste.

Mientras tanto, el ministro de Hacienda argentino, Nicolás Dujovne, señaló que a la Argentina le esperan “meses duros por delante”, aunque consideró que “sin estas medidas que tomó el Gobierno, hubieran sido más duros, por lo que logramos evitar una crisis”. Sería interesante saber si la mayoría de los argentinos que padecen las consecuencias de este modelo concuerdan con el ministro, o consideran que el país está en realidad inmerso en una crisis y que de ella no se saldrá a menos que cambie completamente el modelo económico y político imperante.


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