Más allá del dólar y la devaluación: ¿Qué carajo pasa en Argentina? – Por María Paula Giménez y Matías Caciabue
Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.
Por María Paula Giménez y Matías Caciabue *
En los pueblos latinoamericanos, la expresión “carajo” se utiliza para manifestar contrariedad, enfado y tensión. Esas tres cosas pasan, por estos días, en los cuerpos y mentes de los más de 44 millones de argentinos.
El gobierno de Mauricio Macri y la interna financiera mundial
El triunfo de la Alianza Cambiemos en 2015 fue la victoria de una “comunidad de negocios” entre el conglomerado agroalimentario exportador, los grandes grupos económicos locales (petroleras, energéticas y siderúrgicas), subordinados a la conducción de las dos facciones más importantes de la oligarquía financiera mundial, la globalista y la neoconservadora.
Ambas facciones expresan dos proyectos estratégicos distintos, que disputan el dominio de la red financiera transnacional, también definida por las investigaciones de Stefano Battiston como “red global de control corporativo”.
Ambas líneas de la oligarquía financiera se expresaron en el ejecutivo argentino desde la llegada de Macri y su “gobierno de CEO’s”, con una prevalencia del globalismo, al menos, hasta el cambio en las relaciones de fuerza mundiales entre ambos proyectos luego del Brexit en Reino Unido (salida de la Unión Europea)y el triunfo de Donald Trump en Estados Unidos.
El globalismo se encuentra más vinculado a la trama de intereses y al ideario del partido demócrata norteamericano y a la “tercera vía” europea, apostando por el diseño de una “Argentina en el G-20” y la subordinación del país a una nueva “gobernanza global”; mientras que el neoconservadurismo se emparenta con los intereses económicos y el ideario político del Partido Republicano y la centro derecha europea, reconociendo a “Occidente” como garante del orden mundial y a una “Argentina dolarizada bajo control del FMI”.
La apuesta de campaña de Macri por Hillary Clinton “obligó” al presidente a nombrar a Nicolás Dujovne (neoconservador) como ministro de Hacienda, vinculable hasta “familiarmente” con los negocios del actual presidente estadounidense en el cono sur.
En diciembre de 2017, el por entonces titular del Banco Central, Federico Sturzenegger (globalista, hombre del banco HSBC), se vio forzado a realizar un cambio en las metas de inflación, pudiendo este hecho ser tomado como la señal de inicio de una ofensiva neoconservadora.
Vendrían tres “corridas” cambiarias que condicionaron progresivamente las acciones políticas de Macri. Los “golpes de mercado” de diciembre, abril y agosto irían sometiendo al país a los lineamientos de una agenda neoconservadora: la casi total interrupción de los acuerdos económicos con China, el desguace del Plan Nuclear Argentino, la incorporación “extraoficial” de Argentina a la OTAN, el alineamiento al “Grupo de Lima”, el uso de las Fuerzas Armadas en tareas de seguridad y, centralmente, el retorno a los préstamos y al monitoreo económico del Fondo Monetario Internacional (FMI).
El proyecto neoconservador desplegaría esta agenda ocupando nuevas posiciones institucionales en una alianza con los intereses de los “grupos económicos locales”: en junio de este año el Banco Central caería en manos del hasta entonces Ministro de Finanzas, Luis Caputo (hombre del JP Morgan), mientras que las carteras de Agroindustria, Producción y Energía serían ocupadas por los latifundistas (Luis Etchevehere), por el empresariado articulado a la burguesía brasileña (Dante Sica), y por las petroleras nacionales (Javier Iguacel), respectivamente.
Este escenario de creciente disputa inter-capitalista abrió las posibilidades de que (re)emergiera un “tercer proyecto” en la pelea, el Proyecto Popular.Vinculado a un núcleo político-gremial, este proyecto está articulando al movimiento obrero con los pequeños y medianos empresarios, con las organizaciones sociales, con los partidos de la oposición, con la explosión del movimiento feminista, y con las protestas de educadores y universitarios.
La expresión más contundente de este tercer proyecto en disputa se vivió en las jornadas de lucha por la reforma laboral y jubilatoria en diciembre de 2017. Desde allí aparece como fuerza social de oposición política articulando una agenda de defensa de conquistas sociales históricas y de pelea por nuevos derechos.
Pese a la interna, en el “gobierno de CEO’s” hay un enorme acuerdo: La implementación del modelo neoliberal debe caer en manos del empresariado pyme y de los sectores asalariados y desocupados. Este es un consenso entre los dos grandes proyectos estratégicos de la oligarquía financiera, los grupos económicos locales (Techint, PerezCompanc) y los sectores agroexportadores (AGD, Arcor, Los Grobo). El conjunto de las disputas manifiestan una crisis, donde todos los actores se ven obligados a incrementar sus apuestas.
Los hechos de agosto
No hay ninguna casualidad, pues, en todo lo que viene sucediendo en Argentina en los últimos días. Sólo anunciaremos algunos de los episodios que creemos centrales:
– Macri, en un mensaje de apenas 2 minutos, anticipa una corrida financiera y lanza como “acuerdo concretado” un nuevo pedido de salvataje al FMI.
– Dos días de “golpe de mercado” derrumban el peso argentino al menos un 20% con respecto al dólar.
– Mientras que el JP Morgan (banca neoconservadora) aconseja a su cartera de clientes vender las acciones de empresas argentinas, el CEO argentino delHSBC (banca globalista)respalda públicamente al gobierno. A pesar de su interna, el país asiste a una descomunal fuga de capitales (unos U$S 47 mil millones).
– Una cruenta represión a trabajadores de la empresa estatal Astillero Río Santiago el 21 de agosto en la ciudad de La Plata se convierte, al día siguiente, en una protesta popular amplia que articula solidariamente a los trabajadores del astillero con trabajadores de la construcción, estatales y universitarios.
– El conflicto universitario, iniciado en febrero de 2018, moviliza el 30 de agosto a 350 mil personas a Plaza de Mayo, señalando el deterioro del gobierno ante las clases medias urbanas y profesionales.
– El 4 de septiembre el movimiento obrero paraliza el cordón industrial rosarino, uno de los más importantes del país, con apoyos de diversas organizaciones universitarias y políticas.
“Esta crisis tiene que ser la última” afirmó Macri el 3 de septiembre en un discurso de 22 minutos, donde anunciaría importantes cambios en el diseño de su gabinete: puso a Nicolás Dujovne como el “super” ministro de Economía que el FMI reclamaba, mientras a la par, recortaba el poder de su jefe de gabinete, Marcos Peña (globalista), desplazando del cargo a sus dos vices.
Al mismo tiempo, Macri decidió “compactar su equipo”, reduciendo de 23 a 10 los ministerios nacionales. La medida subordinó a las carteras que median con los sectores productivos locales (agroindustria, energía, ciencia y tecnología) y con los sectores populares (salud, trabajo, cultura).
Palabras finales
Las últimas decisiones que Mauricio Macri tomó traen una sola afirmación posible: en Argentina la crisis va a seguir. Ante tamaña depredación de los «buitres” globalistas y neoconservadores, los sectores populares están obligados a seguir forjando su proyecto de unidad.
Las distintas protestas populares expresan, en su diversidad, las posibilidades de conformar una fuerza de oposición al neoliberalismo, que no sólo alcance una victoria electoral en octubre de 2019, sino que también permita el desarrollo de una fuerza organizada en base a un programa de justicia social con visión latinoamericana, a favor de las clases subalternas del mundo.
En ese sentido, aparece en la agenda argentina un punto relevante: la movilización y el paro general del próximo 24 y 25 de septiembre, donde el movimiento popular mostrará su creciente nivel de conciencia, heterogeneidad y organización.
* Investigadores argentinos del Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE).
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