Luis Carranza, presidente del CAF-Banco de Desarrollo de América Latina: “La productividad tiene que entrar en la agenda de los Gobiernos de la región”

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Por Ignacio Fariza.

El presidente de CAF-Banco de Desarrollo de América Latina, Luis Carranza (Lima, 1966) tiene una obsesión: la brecha de productividad entre el subcontinente y las economías más avanzadas del mundo. Lejos de cerrarse –total o parcialmente, como sí ha sucedido con los países del Asia emergente-, esta sima ha permanecido intocable en la mayoría de naciones latinoamericanas. Para que la región dé el salto económico definitivo “hace falta una visión integral”, repite una y otra vez, desde una imponente planta 23 en pleno Paseo de la Reforma, la arteria financiera de la Ciudad de México.

P. ¿Por qué América Latina es la región emergente que menos crece?

R. Básicamente por su incapacidad de lograr acuerdos políticos y consensos que generen mejoras en la productividad. Y eso va desde buscar la eficiencia en el gasto público a priorizar infraestructuras y, también, a generar competencia en los mercados. Se ha mantenido la brecha de productividad frente a las economías desarrolladas en los últimos 80 años.

P. ¿Qué ha fallado?

R. No hemos tenido una visión de largo plazo. Hay casos interesantes, pero desgraciadamente no son generales: ciudades como Medellín [Colombia], que han mantenido una misma ruta, o países como Panamá, que han apostado por ser un hub logístico y de servicios. Tienen los mismos problemas de institucionalidad y corrupción que el resto de la región, pero al menos alinean sus políticas con una visión de largo plazo.

P. Tras años de reducción de la pobreza en la región, en los últimos tiempos ha cambiado la tendencia. ¿Qué ocurre?

R. Que el crecimiento se ha ido apagando lentamente y no hemos sido capaces de prender otros motores. No hemos sido capaces de dar un enfoque integral al tema de la productividad, y es lo que necesitamos para reducir la desigualdad y la pobreza.

P. ¿No cree que hay un menor énfasis social en esta última generación de Gobiernos latinoamericanos?

R. En general uno ve la intención de trabajar en temas que afectan al bienestar de la población. En los diálogos que tenemos con presidentes y ministros está presente ese foco. Pero no es un tema solo de recursos, sino de eficiencia en la gestión pública. Un ejemplo es Perú: la anemia en Perú ha subido de manera significativa en los últimos años a pesar de que los ministerios de apoyo social siguen recibiendo más y más presupuesto.

P. ¿Cómo debe adaptarse Latinoamérica a un entorno de guerra comercial en ciernes entre grandes bloques económicos y, en general, en el que el comercio internacional pierde peso?

R. La clave, de nuevo, está en la productividad. A veces utilizamos políticas públicas con buenas intenciones, pero que terminan afectando a la asignación eficiente de recursos. Tenemos que enfocarnos hacia aquellas que realmente tienen impacto. En Perú, por ejemplo, la agricultura moderna de exportación es algo reciente: empieza a crecer a partir del 2000 y explica en buena medida las ganancias de productividad de la economía peruana. Pero solo hay 183.000 hectáreas dedicadas a estos cultivos, frente a cuatro millones de cultivos de baja rentabilidad. La pregunta que tendría que hacerse la Administración es cómo pasar de un modelo a otro: y eso pasa por mercados que funcionen, por capacitar a los agricultores y por asegurar los modelos de crecimiento que han tenido estas inversiones. Pero las políticas públicas, desgraciadamente, no están apuntando hacia eso.

P. La mejora de las infraestructuras ha sido uno de los grandes mantras de las últimas décadas, pero muchas de las carencias siguen.

R. 180 millones de personas no tienen acceso a Internet en la región y la inversión per cápita en tecnología es equiparable a la de países africanos. Es un punto central, y la pregunta es: ¿qué estamos haciendo para resolver eso? El tema de infraestructuras se suele ver simplemente como: “Vamos a poner más autopistas”. Pero el enfoque que debemos darle es el de corredores logísticos. Tenemos un problema en la última milla: las carreteras funcionan muy bien hasta que llega a la ciudad, pero después es caótico. Los costos logísticos en América Latina son del 26% del PIB, mientras en economías desarrolladas están entre el 8% y el 9%: si no se reducen, será muy difícil destrabar el crecimiento. En todos los países de la región tienes una historia en la que mover un contenedor a un puerto es el doble de caro que mandarlo de China a ese mismo puerto. La productividad tiene que estar en la agenda de todos y cada uno de los Gobiernos de la región.

P. ¿Debe Latinoamérica tener como aspiración dejar de depender de las materias primas?

R. Va a seguir dependiendo: si miras a Australia o a Noruega, siguen dependiendo de sus commodities, pero han sabido desarrollar una industria potente de proveedores alrededor. Y ese es un camino que América Latina debería emprender y no ha emprendido. No se trata de dejar de lado las materias primas, sino de cómo aprovechar al máximo esa ventaja natural. Lo importante es que el cobre que exporta Chile no lleve el contenido laboral del minero, sino que lleve el contenido laboral del trabajador que ha producido la máquina que está utilizando el minero.

El País


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