Los medios, cómplices en las masacres y su invisibilización – Por Aram Aharonian

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Por Aram Aharonian *

Cada hora y 52 minutos desaparece un mexicano desde que asumió la presidencia Enrique Peña Nieto. Desaparecen (más allá de los que son muertos, asesinados) trece por día (casi el doble que durante el sexenio de Felipe Calderón) y el 40 por ciento son jóvenes de entre 15 y 29 años. Los responsables de este genocidio permanente son los carteles narcotraficantes, el crimen organizado, los tratantes de blancas y traficantes de “espaldas mojadas”, las fuerzas armadas, los grupos paramilitares y de autodefensa: una especie de terrorismo de estado descentralizado.

Hoy todos recuerdan a los 43 estudiantes normalistas secuestrados y desaparecidos en Azotzinapa, estado de Guerrero, lo que dado lugar a protestas generalizadas en todo el país y en el extranjero. Pero incluso antes de este bochornoso hecho, el Tribunal Permanente de los Pueblos, en la audiencia final sobre “Desinformación, censura y violencia contra los comunicadores” (México, septiembre de2014), afirmaba que la vulneración de los derechos fundamentales de la mayoría de los seres humanos son consecuencia de un proceso de sometimiento del derecho a las exigencias del mercado y de la economía, que a su vez legalizan la impunidad normativa y estructural que determina una espiral de violencia y negación de la libertad y de la libre decisión de los pueblos.

Indica que los tratados económicos son una expresión clave del proceso de reconfiguración de los Estados y de las sociedades. En este sentido, México corresponde a un escenario paradigmático de desviación del poder económico y político responsable de la situación de violencia e impunidad que el Tribunal ha venido escuchando en estos años.

El bloqueo de acceso a los medios de comunicación y los mecanismos institucionales que atentan contra la libre expresión y el derecho a la información no son hechos aislados sino expresión de una voluntad de silenciar la oposición a los cambios constitucionales e institucionales impuestos por el libre comercio.., añade.

El Tribunal logró identificar los elementos que componen esta estrategia mundial de violación de los derechos de libertad de expresión y de acceso a la comunicación, que incluye: el control de los medios de comunicación por el capital financiero asociado al capital internacional; el monopolio de las telecomunicaciones; la subordinación del poder político al poder financiero; la reducción del papel social y protector de los derechos y de la libertades de los Estados; las políticas económicas y sociales neoliberales; el despliegue ilimitado de un pensamiento hegemónico de violación de las libertades individuales y colectivas y de los valores de la igualdad de las personas; la criminalización de los movimientos sociales, la infiltración de las redes mafiosas; la instrumentalización del terrorismo: la intimidación que ha llegado hasta asesinatos de comunicadores y de aquellos que lanzan las alertas.

La acentuación de la situación está ligada a la naturaleza del sistema mundial y a la formas de acumulación del capital. Lo que se nombra como neoliberalismo es la lógica dominante de la fase actual de la mundialización capitalista; la de la dominación del capital financiero y de la financiarización. Ha impuesto programas de ajuste estructural al Sur y planes de austeridad al Norte restaurando la primacía de los beneficios económicos sobre los salarios.

Pero, después de 30 años, esta lógica se ha agotado y la crisis de 2008 ha demostrado la fragilidad de un sistema caracterizado por la explosión de las inequidades y el descalabro geopolítico con la emergencia de nuevos poderes. Para mantener esos privilegios, la oligarquía dominante en Latinoamérica ha endurecido sus posiciones y expresado su deseo de imponer el monopolio de su poder. En esta lucha por imponer el monopolio del poder, los medios de comunicación masiva juegan un papel particularmente importante.

Constituyen un vector clave para el consumo y la concentración empresarial. Son determinantes para tener acceso al poder y su control. Ocupan una situación estratégica en la imposición y la reproducción de una cultura dominante y de un pensamiento hegemónico. Por todas estas razones, el poder económico y el poder político Los medios son también empresas. Para controlarlos, basta dominar su capital y sobre todo su financiamiento, la publicidad. Asimismo, se debe reducir el lugar de los medios públicos a través de su privatización y el control de los gobiernos.

Es necesario marginalizar los medios comunitarios… y ahora la batalla quedó abierta por el control de los nuevos medios digitales. Los movimientos sociales han reivindicado la regla jurídica que plantea la voluntad de una reconquista de la autonomía pública y han demandado que les sean garantizados la libertad de expresión y el derecho de la información, derechos fundamentales que implican la participación ciudadana y el acceso colectivo a la información.

La explosión de inequidades y la acumulación inimaginable de riquezas en un polo, en las manos de 1%, le otorga a la corrupción un lugar importante. Esta corrupción se nutre del debilitamiento del control público; se traduce en la infiltración de traficantes y de poderes mafiosos. Y todavía más: se nutre de la especulación y abolición de controles; el riesgo de que se convierta en mafioso el capitalismo global no es insignificante.

Las formas de intimidación y los asesinatos se nutren de esta relación. Las democracias pueden hacer frente a la corrupción, pero la corrupción destruye las democracias. La escala actual de la corrupción conduce a la impunidad, a la reducción de los derechos y a las derivaciones autoritarias o dictatoriales.

Esta evolución se ha acentuado por la instrumentación del terrorismo que conduce en nombre de la seguridad al abandono de las libertades y de los derechos considerados como un lujo. La ideología de la seguridad se ha transformado en dominante. Los movimientos sociales destacan la violencia mediática y el terrorismo de estado. Los medios ilustran las consecuencias de la relación entre lo financiero y lo político.

Lo que está en juego es la dictadura del poder financiero y la “democracia de baja intensidad” que es resultado de ello. La desconfianza hacia los partidos y las formas tradicionales de la política se ha generalizado y se expresa a través de la condena sistemática a la corrupción sistémica. La fusión entre lo político y lo financiero corrompe estructuralmente a la clase política en su conjunto. El rechazo de la corrupción va más allá de la corrupción financiera; se trata de la corrupción política.

La subordinación de lo político a lo financiero ha puesto en duda la autonomía de lo político. Lo que los movimientos anticipan es la re conquista del Estado por el interés general, la autonomía de lo político, la invención de nuevas formas de hacer política, una democracia real y profundamente renovada.

El ecosistema mediático

Las audiencias sobre al problema de la comunicación y a la cualidad de los ecosistemas mediáticos actuales en México ha dibujado una cartografía compleja y precisa del estado de la cuestión. La profundidad, variedad y solidez de los testimonios recogidos aportan un diagnóstico inequívoco sobre la gravedad de la situación de la comunicación social y mediática en el país.

Dicho diagnóstico posee un carácter estructural que pone en relación la cualidad de los ecosistemas mediáticos y la práctica comunicativa en México con un cuadro general de país que se despliega en al menos dos niveles de análisis: por un lado, la relación de los ámbitos comunicativos y las industrias mediáticas con la esfera económica, a partir del modelo de acumulación de capital imperante no solo en el ámbito local mexicano, sino en el conjunto de la economía-mundo; y por otro lado, la relación de la comunicación social y mediática con el problema de la democracia y los derechos humanos en México.

El resultado de la combinación de ambas esferas no deja lugar a dudas: se afronta una situación gravísima en materia comunicativa y mediática caracterizada por un déficit democrático extremo, un gravísimo ataque sistemático a los derechos humanos y una constante vulneración de los principios esenciales del Estado de derecho. La situación aparece ligada directamente a la cualidad de un modelo de acumulación de capital que bascula sobre un proceso general de liberalización en todos los sectores de la economía, de intensificación de las desigualdades sociales y de dramático vaciamiento del sector público en el desarrollo económico del país. El impacto del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), que entró en vigor en 1994 y que presenta como singularidad las profundas asimetrías entre los signatarios, ha sido determinante en la configuración de un flujo constante de reformas estructurales cuyo resultado es un modelo de acumulación basado en la práctica del despojo por parte de los poderes económicos, una intensa concentración de la riqueza y una dramática pérdida de la soberanía.

La configuración de un duopolio mediático protagonizado por las compañías Televisa y TV Azteca determina la existencia de un ecosistema mediático caracterizado por una intensa y evidente concentración de medios. Ambas empresas poseen el 90% de las concesiones del espectro radioeléctrico de México y protagonizan una pauta de imposición mediática que domina el conjunto de las industrias locales de la comunicación.

Se trata de una producción y gestión de la comunicación social y mediática de carácter privado que no sólo incide sistemáticamente en la conversión y reducción de la comunicación en fuente de negocio, afectando de manera dramática a la propia naturaleza de la comunicación como bien social y público, sino que da lugar a un monopolio de la producción de información que genera la supremacía de un único discurso de verdad en la sociedad mexicana.

Este hecho atenta gravemente contra la libertad de expresión e instala a las industrias mediáticas mexicanas en la práctica sistemática de un profundo déficit democrático. El monopolio mediático sobre la producción y circulación de la información no solo descansa en una alianza explícita entre el poder político y el poder económico, sino que convierte la actividad mediática en un flujo constante de legitimación del modelo económico imperante, así como de estigmatización de todo sujeto o proyecto que esgrime una práctica y una racionalidad que difiere del discurso dominante.

El carácter monopolístico de la producción y circulación en México afecta dramáticamente a la calidad de los contenidos mediáticos y de la información periodística, que lejos de dar cuenta de la realidad del país, aparecen sujetos a una constante estrategia de producción de lo que los expertos en comunicación denominan como hiperrealidad, es decir, la generación mediática de una realidad inexistente o de una falsedad que pasa por auténtica.

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Esta pauta mediática deja a la sociedad indefensa frente a un único discurso de verdad que, lejos de presentar un carácter democrático, determina la existencia de un ecosistema mediático de índole netamente totalitaria. No obstante, la relevancia de la relación entre comunicación y esfera de la economía no solo remite en México al papel central jugado por las industrias mediáticas en la legitimación del modelo de desarrollo económico imperante, sino que descansa sobre el valor económico que la propia comunicación posee en el actual modelo de acumulación de capital.

Dicho modelo de acumulación, apoyado en el desarrollo de las tecnologías electrónicas y digitales, así como de Internet, implica un modo de producción y de valorización económica en el que la acumulación de capital bascula cada vez más sobre la producción y circulación de signos y bienes inmateriales que actúan sobre la mente colectiva, la atención, la imaginación, las interacciones sociales, la construcción de sí de los individuos y el psiquismo social.

La preeminencia de este modelo económico en México, que podemos denominar como semiocapitalismo, se expresa en la relevancia integral que el duopolio protagonizado por las compañías mediáticas Televisa y TV Azteca posee sobre el conjunto de la economía mexicana, así como en el crecimiento constante experimentado por el sector de la llamada “información en medios masivos” en el conjunto del Producto Interno Bruto de México, al que hay que añadir el impacto económico y el volumen de negocio del conjunto de las industrias culturales en el país.

De esta forma, México funciona como un laboratorio paradigmático en la configuración de un proceso general de reestructuración del modelo de acumulación de capital que no solo descansa en una liberalización y privatización de la esfera mediática, sino que pone de manifiesto la tendencia paulatina del capitalismo a recombinar sus núcleos de poder situados en las estructuras de producción de bienes y servicios materiales, con la relevancia económica cada vez mayor de las estructuras productoras de signos, subjetividad y sentido, sobre todo en el campo de la comunicación mediática.


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