Llueve azufre sobre el Chernóbil chileno – Politika, Chile

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Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.

Sebastián Piñera solo podrá administrar la catástrofe ambiental de Quintero Puchuncaví. Una administración, un control de daños, que pasa no por una solución ambiental y sanitaria sino por un asunto comunicacional. El peso de las encuestas está en juego, activo para todo político enfrentado al mercado de la política.

Este jueves el gobierno, a través del Ministerio de Salud, decretó el cierre, solo parcial y temporal, de varias de las fuentes contaminantes en la zona “de sacrificio” de Quintero Puchuncaví. Codelco Ventanas y la termoeléctrica a carbón de AES Gener, ambas emisoras de dióxido de azufre, han detenido sus operaciones, en tanto Oxiquim, Copec, Gasmar, ENAP Quintero, Enex y GNL Quintero han debido reducir sus emisiones.

Esta es la primera acción más o menos efectiva que toma el gobierno tras la detonación de la crisis hacia la primera semana de septiembre. Un rebrote de las intoxicaciones el fin de semana pasado, con decenas de personas en los servicios de urgencia solicitando atención médica, ha confirmado que el único medio de resolver la crisis es paralizando las faenas de las industrias contaminantes. Invariablemente, especialistas de la salud y medio ambiente coinciden que no es posible que convivan en este entorno personas y procesos industriales de alta toxicidad. Una propuesta escasamente atendida por el gobierno y por extensión de todo el aparato institucional público, cuyas decisiones se han encaminado por aumentar la dotación médica y la infraestructura sanitaria.

La suspensión temporal de las emisiones, que a simple vista son, sin ninguna duda, la causa de las intoxicaciones, ha sido la última de las acciones. Hasta hoy, la insólita estrategia ha sido suspender las clases y atender a los enfermos. Si esta manera de amortiguar el drama es errada, lo es también la forma de medir las emisiones. Sin un claro manejo de las cantidades de elementos tóxicos en suspensión aérea, la medición se ha hecho sobre los efectos finales de la contaminación: las consecuencias directas sobre la salud de las personas son las que detonan la crisis ambiental y sanitaria. Los habitantes de la zona son como en canario enjaulado en la mina de carbón. La emergencia sanitaria anuncia la crisis ambiental.

La suspensión parcial de las emisiones coincidió con la participación de Sebastián Piñera en el 73 período de sesiones de la Asamblea General de la ONU. El presidente, que dedicó gran parte de su alocución a seguir los pasos de Donald Trump en sus críticas y directas amenazas al gobierno de Venezuela, reservó un espacio para revelar su supuesta vocación ambiental. Ante otros jefes de Estado, ministros y embajadores que también visitaban la sede de Nueva York, dijo que visitó la zona de sacrificio “para poder ver y sentir con mis propios ojos y sentidos los efectos dramáticos que esta catástrofe estaba significando”. Ese día, dijo en la ONU, “ratificamos un compromiso con esos compatriotas, para cambiar la historia de esas dos localidades y de muchas otras de forma tal de poner en marcha un plan para superar la situación de emergencia y proteger la salud de sus habitantes”. Solo palabras en un relato bien sesgado. Piñera tuvo que escapar aquel día de una multitud de familias y habitantes desesperados e indignados que sacudían su vehículo por la falta de soluciones.

Las coincidencias se extienden. Durante esta misma jornada doce países de América Latina y el Caribe firmaron el Acuerdo (ambiental) de Escazú. Un paso relevante en la defensa del ambiente y de las comunidades, que levanta la figura del plebiscito y la participación ciudadana en proyectos de inversión que afecten el ambiente. “Este acuerdo es el primero en la historia que incluye disposiciones específicas para proteger a quienes defienden el medio ambiente, sentando así un ejemplo para el mundo entero. Representa una oportunidad vital para establecer la rendición de cuentas por violaciones de derechos humanos relativos al medio ambiente”, dijo Erika Guevara Rosas, directora para las Américas de Amnistía Internacional. Pero Chile se restó a última hora a la firma de este acuerdo. Los motivos se han mantenido en secreto. La ministra del Medio Ambiente, Carolina Schmidt, se ha limitado a explicar que la decisión de suspender indefinidamente la suscripción del tratado han venido desde el Ministerio de Relaciones Exteriores.

El acuerdo de Escazú se firmó la misma jornada del discurso de Piñera, y en la misma sede de la ONU en Manhattan. Como si fuera un caso evidente de aquella contradicción llamada disonancia cognitiva, Piñera defiende en su habitual estudiada retórica su interés y defensa de la salud de las personas a la vez que ordena suspender la firma de un tratado que democratiza las decisiones de inversiones contaminantes o que vulneren los derechos de las comunidades. Piñera no tiene contención verbal. Tampoco lo tuvo en la redacción de su programa, en el que aún puede leerse que “tenemos un gran patrimonio medio ambiental que se manifiesta en la extraordinaria biodiversidad del país que debemos proteger, ya que muchos de sus ecosistemas y especies están en riesgo”.

La disonancia cognitiva se expresa en toda su magnitud desde la “zona de sacrificio” de Quintero Puchuncaví, el “Chernóbil chileno”, sino desde Huasco, Aysén, Temuco, Laja, Chañaral o Mejillones, todas convertidas en virtuales vertederos de los residuos industriales, a la toma de decisiones. Consecuente con la renuncia a participar en el Acuerdo de Escozú, a inicios de esta semana el Servicio de Evaluación Ambiental aprobó la continuidad de las operaciones de la mina de carbón Invierno en la Isla Riesco, insumo altamente contaminante usado hoy por la central termoeléctrica de AES Gener en Quintero.

El regreso de Pîñera al gobierno no tiene otro objetivo que darle más y nuevos espacios de inversión y ganancias a las empresas, a las grandes industrias y corporaciones. Por eso su reforma tributaria que derriba la de Michelle Bachelet, por ello también las inversiones sin discriminación. Y por cierto también la retórica y todas las contradicciones posibles, desde su vocación ambiental, la protección de la salud de los habitantes de Quintero y los ya olvidados “tiempos mejores”.

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