Estudiantes universitarios de México marcharon en contra de la violencia
“¡Fuera porros de la UNAM!”, corean 30 mil jóvenes en CU
Al grito de “¡Fuera porros de la UNAM!”, 30 mil estudiantes de bachillerato y licenciatura de la Universidad Nacional Autónoma de México se manifestaron durante poco más de cuatro horas para exigir seguridad y un alto a la violencia que afecta a los planteles de la institución.
Durante el mitin que se realizó en la explanada de Rectoría, alumnos hicieron un llamado a participar en la Asamblea Interuniversitaria que se llevará a cabo el viernes a las 13:00 horas en la Facultad de Economía; el objetivo de este diálogo será conformar un movimiento que vaya más allá de cumplir las necesidades del CCH Azcapotzalco, donde se inició el conflicto.
Se prevé que se mantenga el paro de actividades en, al menos, 40 escuelas de la Universidad, a excepeción de la ENES Morelia, que retoma sus actividades.
Desde las 12 del día y a pesar de que Ciudad Universitaria se encontraba en paro total, sin clases ni actividades administrativas, ríos de jóvenes inundaban los pasillos de las facultades, a donde entraban y salían con sus plumones y cartulinas en mano para elaborar carteles, hacer pintas y repartir volantes.
En solidaridad marcharon hasta ese punto estudiantes de El Colegio de México, la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), la Universidad Pedagógica Nacional (UPN), el Instituto Politécnico Nacional (IPN) y la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH). A su lado participaron padres de familia y profesores, además de trabajadores administrativos de la UNAM para mostrar se apoyo a los reclamos de los alumnos.
Yohali, estudiante del CCH Azcapotzalco, contó que el lunes 3 de septiembre participó en la manifestación en la Torre de Rectoría y que al observar la acción de los porros, por primera vez en sus 18 años sintió miedo por su vida.
“Estamos hartos de que en lugar de que nos protejan, nos maltraten. No es justo que ultrajen así nuestra Universidad y no vamos a soportar más. Estuvo muy, muy feo. Corrí con suerte y me pude proteger, pero tengo compañeros que salieron muy lesionados”, dijo.
Durante el mitin, en el cual participaron alumnos del CCH, Economía, Ciencias Políticas, Medicina y Filosofía, Aldebarán Estrada, estudiante del CCH Azcapotzalco, regresó al exacto lugar donde dos días antes grupos porriles la atacaron con palos y armas punzocortantes, por lo que recuerda que el lunes “me tocó correr por mi vida, por defender mis derechos. El lunes veníamos con toda la actitud, fuimos las personas más civilizadas, porque no somos personas malas, que destruyen la ciudad, mobiliarios que buscan dañar a la Universidad, al contrario, queremos aportarle muchísimo más”.
La tarde del miércoles en el campus de Ciudad Universitaria todo era algarabía, canto y rebeldía: jóvenes con los cabellos pintados en colores pastel, botas y tenis, mochilas y batas blancas de laboratorio marcharon para exigir un alto a la violencia y poder acudir a la escuela sin miedo,
“¡Si nos organizamos se van los porros!”; “¡De norte a sur, de este a oeste, sacaremos a los porros cueste lo que cueste”; “¡La UNAM será la tumba del porrismo!” y “Que quede claro: ¡No somos porros, somos estudiantes!”, gritaban los jóvenes al avanzar sobre el Circuito Mario de la Cueva, en CU, desde la Facultad de Ciencias Políticas con dirección a la Torre de Rectoría.
Caminaron y brincaron al ritmo: “¡El que no brinque es porro!”, en dirección a Ciencias, Ingeniería, sobre el Circuito Interior y frente al Centro de Lenguas Extranjeras e ingresaron a Las Islas para llegar a Rectoría.
Mientras se realizaba el mitin, un grupo de jóvenes subió al resquicio del costado norte de la Rectoría, donde está el mural de David Alfaro Siqueiros, y colocaron una cartulina con el número “20”. El “parche” que adhirieron tenía restos de tinta verde.
En tanto recordaron el asesinato de Miranda Mendoza, alumna del CCH Oriente, quien fue secuestrada y calcinada al salir de clases.
Al lado del mural, sobre las paredes y cristales de la Torre de Rectoría, escribieron con pintura en spray: “Ni Dios, ni Porros”, y la frase: “Las paredes se limpian, las vidas no regresan”.
Casi al finalizar el mitin, un grupo de jóvenes encapuchados señalados como anarquistas cerraron por una hora la avenida Insurgentes, acción que, a pesar de recibir el rechazo de varios estudiantes, quienes la llevaban a cabo justificaron: “Hay muchas formas de manifestar el descontento sobre el porrismo y esta es una de ellas, así que respeten”.
Al terminar el bloqueo, los encapuchados se dirigieron a la Facultad de Filosofía y Letras, a donde ingresaron sin ningún problema.
¿Qué es un porro? Breve historia de los grupos de choque en México
El pasado 3 de septiembre un violento enfrentamiento a los pies de la rectoría de la UNAM dejó heridos de gravedad y decenas de lesionados. Ante la confusión, comenzaron a surgir imágenes que sugerían la presencia de grupos porriles que atacaron la manifestación pacífica de los estudiantes del CCH Azcapotzalco.
¿Pero quiénes son estos grupos? ¿Cómo identificarlos? ¿Por qué pelean? ¿Qué es lo que defienden?
El nacimiento de los movimientos porriles
Para entender los movimientos porriles es necesario remontarse a los albores del siglo pasado cuando comenzó a consolidarse la autonomía de la Universidad Nacional Autónoma de México. Eran los años veinte y el país seguía profundamente dividido entre distintas ideologías.
En este caldo de pensamientos dispares, el enorme proyecto de una universidad pública, gratuita, autónoma y libre generaba reticencias y luchas de interés. Algunos querían una educación que se opusiera a los ideales revolucionarios del partido que se consolidaba en el poder. Otros querían la continuidad del espíritu revolucionario del maximato como guía para la educación nacional.
La derecha católica que se oponía a las ideas de Plutarco Elías Calles y a la naciente hegemonía de los revolucionarios institucionales buscó atacar al estado desde la Universidad. Y esta intención se agravó durante el gobierno de Lázaro Cárdenas por el afán distributivo de sus políticas económicas y sociales.
En este ambiente surgieron los primeros grupos de choque estudiantiles. Es el caso, por ejemplo, de “Los Conejos”, golpeadores surgidos de la Unión Nacional de Estudiantes Católicos de la UNAM y apoyados por dos rectores, Manuel Gómez Morín (rector entre 1933-1934 y uno de los fundadores del PAN) y Rodulfo Brito Foucher (rector de 1942-1944). De hecho, la salida de rectoría de Brito Foucher se debió a la escalada de los conflictos estudiantiles y a la violencia que generaron: fue después de la muerte de un estudiante en estos enfrentamientos que el presidente Manuel Ávila Camacho exigió su dimisión.
Entre estos dos rectores, ocupó el cargo de máximo dirigente de la UNAM Luis Chico Goerne que apoyaba abiertamente las políticas de Lázaro Cárdenas. A pesar de ser contrario a las posturas que llevaron a la formación de “Los Conejos”, Luis Chico también permitió la creación de grupos de choque para apoyar, al contrario, la política institucional. Este grupo se llamó “Los pistoleros de la Rectoría”. “Los pistoleros de la Rectoría” fueron contratados por Aurelio Vallado, álias El Fósforo, que juntaba a jugadores de fútbol americano, boxeadores universitarios, entusiastas jóvenes de la lucha libre y de los barrios del centro de la Ciudad de México para formar su fuerza de choque.
En 1952, el mismísimo creador del grito de “Goya”, el carismático Luis “Palillo” Rodríguez, cercano colaborador de Miguel Alemán y Adolfo López Mateos, encabezó la primera porra real de la UNAM. Bajo su liderazgo, en los partidos de fútbol americano, creció la rivalidad con el Politécnico y se expandieron enormemente los grupos de aficionados universitarios. Eran porristas, de la porra, porque, simplemente, echaban porras a sus equipos.
Esta actividad de integración a la vida universitaria, sin embargo, fue cambiando. A finales de los años cincuenta, muchos se sentían orgullosos de llamarse porros, de formar parte de las porras universitarias que también florecían en el Instituto Politécnico Nacional. Pero pronto las cosas cambiaron: durante el movimiento de 1968 no había mayor insulto que llamar a un universitario porro.
El porro como lo conocemos
Bajo la complacencia de las autoridades universitarias y del gobierno mexicano, estos enormes grupos de apoyo que llegaron a rebasar los 60 mil miembros, comenzaron a ser cooptados por intereses políticos diversos. Eran grupos que generaban violencia alrededor de las rivalidades deportivas, de escuelas, de barrios, incluso, por celos y relaciones amorosas. Así lo atestigua un artículo de Proceso de los años setenta:
“Primero fueron pleitos entre estudiantes por una muchacha o por las derrotas o triunfos de los equipos, pero al poco tiempo esa fuerza creciente —en la universidad llegaron a militar en la “porra” 10,000 de los 65,000 estudiantes que tenía en la época— fue aprovechada, mediante halagos, prebendas e impunidad, para romper huelgas, o para atacar y defender a las autoridades universitarias. El grado máximo de corrupción llegó con la huelga que derrocó al rector Ignacio Chávez.”
En efecto, una huelga universitaria obligó a la salida del rector Chávez en 1966. En el mismo artículo de Proceso hay un interesante relato de cómo se fueron cooptando estos grupos para causar, desde la Facultad de Derecho, la salida del rector. Este relato fue contado por un miembro activo de estas porras que pronto se convirtieron en grupos de choque mercenarios:
“Los heroicos defensores de la prepa 6 fueron convencidos de que había que secundar la huelga contra el rector Chávez. Nosotros no queríamos, pero fuimos rebasados y así inclusive fueron usados para atacar a la prepa 8, que no había entrado al paro y obligarlos. Estábamos ya en tercer año (sexto, según el lenguaje oficial) y teníamos que escoger el área de estudios profesionales La mayoría escogió el área de Ciencias Sociales y luego de éstos la mayor parte se fue a Derecho, pues era la que ofrecía la posibilidad de entrar a la política nacional y ‘salir del error’. Al principio, recién creada la porra, exigíamos el pago de protección a los ‘perros’, les vendíamos boletos de sorteos que nunca se efectuaban y el periódico Gooya, que luego les recogíamos para vendérselos otra vez al día siguiente; después fueron ataques a personas ajenas a la escuela; los secuestros de camiones y robos de refrescos, alimentos y licores. Más tarde, nos dimos cuenta que muchos agentes del Servicio Secreto ‘se daban una vueltecita’ con mucha frecuencia por la escuela y les daban dinero a algunos capitanes de porra; también iban los de Gobernación, pero con menos frecuencia Además del dinero pasaban ‘sugerencias’ A cambio, cuando de casualidad algún camión con porristas era llevado a la delegación, bastaba con una identificación o un telefonazo para que quedaran libres en unos cuantos momentos.”
Así inicia la más reciente y triste historia del porrismo; esa historia que tuvo un impacto directo en las tragedias del 2 de octubre de 1968 en la Plaza de las Tres Culturas de Tlatelolco y del “Halconazo”, el 10 de junio 1971.
Los porros y el movimiento del 68
Los conflictos entre estudiantes y autoridades gubernamentales de finales de los años sesenta empezaron con una fuerte sospecha de infiltración de grupos de choque en las manifestaciones estudiantiles.
La represión cada vez más brutal hacia los estudiantes mexicanos comenzó el 26 de julio de 1968. Ese día hubo dos marchas distintas en el centro de la ciudad: una fue convocada por la Federación Nacional de Estudiantes Técnicos (FNET) para protestar las invasiones policiacas de las vocacionales 2 y 5 del IPN; la otra fue convocada por la Central Nacional de Estudiantes Democráticos (CNED) para celebrar el 15 aniversario de la toma del Cuartel de Moncada durante la Revolución Cubana.
La movilización de la FNET, supuestamente, fue infiltrada por grupos porriles encabezados por los hermanos García Reyes, mejor conocidos como “Los Chóforos”. Éstos incitaron a los manifestantes del CNED a ir al Zócalo para juntar las dos marchas. Camino al zócalo los estudiantes fueron acorralados en la calle de Madero y reprimidos con violencia: se calcula que hubo más de 500 heridos.
A partir de ese momento, las asambleas estudiantiles de 1968 pidieron la separación de todas sus actividades de la FNET y de las “porras” universitarias. A partir de ese momento también el mote de “porro” dejó de ser un motivo de orgullo universitario para convertirse en el símbolo de violencia, represión e infiltración de intereses ajenos en las protestas universitarias.
Desde los años setenta empezaron a surgir en otras escuelas fuera de la UNAM, como en el IPN con grupos como Los Insurgentes, Los Dorados, Frente de Estudiantes Zapatistas, Belisario Domínguez y Lázaro Cárdenas. Por otra parte, los más viejos líderes de porros ingresaron a la política y fueron, poco a poco, tomando otros intereses fuera de la vida universitaria. Sin embargo, desde entonces, los porros han sido una parte desgraciada de la vida universitaria.
Aterrorizando a los estudiantes de los planteles de preparatoria, con fuerte presencia en facultades y apariciones violentas esporádicas, los porros se han transformado con el tiempo, pero nunca se han ido. Éste es uno de los más dolorosos cánceres de la educación pública en México.
¿Qué es un porro?
Después de repasar esta breve historia del porrismo, es necesario dar una definición precisa de qué es un porro. Si consultamos el Diccionario del español de México de El Colegio de México, encontramos la siguiente definición:
“Persona que se dedica a golpear y agredir a los estudiantes, generalmente pagada o sostenida por intereses políticos: “La oligarquía nativa se defiende e incita y estimula a los delincuentes, fomenta a los porros y demás especímenes gangsteriles”
Los porros tomaron su nombre de las porras universitarias pero, desde hace tiempo, han dejado las praderas más inocentes de las actividades deportivas universitarias. Actualmente, las organizaciones porriles son simple y llanamente grupos de choque, mercenarios de la violencia que venden golpes al mejor postor. Un porro no tiene ideología, no busca desmantelar nada ni apoyar nada; un porro sigue, simplemente, las órdenes de quien le paga, de los líderes que sigue, de las lealtades que debe. No son, entonces, grupos ideológicos (como podrían serlo, con otras estrategias de violencia, los bloques negros anarquistas).
Desde la fundación de la autonomía universitaria, la UNAM ha estado expuesta a los más diversos intereses, algunos de izquierda y otros de derecha; algunos en favor de la educación humanística, otros en pos del funcionalismo tecnócrata; algunos a favor de un cierto rector mientras otros buscan derrocarlo. En medio de todas estas luchas y mientras haya intereses que quieran utilizar violencia para avanzar sus agendas, existirá el porrismo. Frente a la falta de acción de las autoridades universitarias y del gobierno mexicano, estos grupos que están plenamente identificados seguirán reclutando miembros, operando y, para utilizar una frase querida a la procuración de justicia en México, generando violencia.
Las enormes manifestaciones que se han congregado para repudiar el porrismo en la UNAM muestran que, cincuenta años después de la tragedia de Tlatelolco, la comunidad universitaria no está dispuesta a aceptar pasivamente la existencia de golpeadores profesionales y mercenarios de la violencia en sus instalaciones. Tal vez éste sea el principio para desmantelar estas organizaciones lamentables; tal vez sirva, simplemente, para evitar más tragedias.