Desempleo, pobreza y clases sociales en Chile – Por Maximiliano Rodríguez

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Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.Por Maximiliano Rodríguez *

Las últimas cifras de empleo publicadas por el INE situaron la tasa de desocupación de julio pasado en un 7,3%, marcando un aumento de 0,1% respecto a junio y de 0,4% en relación al mismo período de un año atrás. Así, en lo que va de este año 2018 este indicador ha oscilado entre un 6,5% y un 7,3%.

Esta cifra, junto a los últimos registros de los indicadores de actividad económica elaborados por el mismo instituto, y que daban cuenta de una caída interanual de la producción industrial de 1,6% en julio, explicada fundamentalmente por el mal desempeño de la minería (-2,5%) y de la industria manufacturera (-1,4%), ponen un gran signo de interrogación sobre las promesas de reactivación económica y crecimiento del empleo del actual gobierno.

Las clases sociales en Chile

Sobre el desempleo podemos decir que este no afecta por igual a los distintos miembros de la sociedad. Estos lo padecen de forma distinta dependiendo de la clase social a la que pertenecen.

A partir de las estadísticas oficiales de empleo elaboradas por el INE es posible hacerse una imagen global de la estructura clasista del Chile actual.

Así, para una población total estimada de 18,6 millones de personas a fines de 2017, aquellas clases situadas en el pináculo de la pirámide social del capitalismo chileno (la burguesía, los cuadros directivos capitalistas y la clase dirigente estatal), las denominadas clases dominantes, no superan en conjunto el 1,5% de la población.

Como contracara, las clases proletarias (el funcionariado público, la clase obrera y la servidumbre doméstica), o sea aquellas que entran desposeídas a la producción en posiciones de subordinación a través de la venta de su fuerza de trabajo, constituyen el 54% de la población, teniendo en su centro a aquella clase que vende su capacidad laboral al capital: la clase obrera.

Finalmente, si ampliamos la mirada a todo el espectro de clases populares –proletariado más la pequeña burguesía tradicional (personas que llevan a cabo actividades independientes sin contratar trabajadores más allá de su círculo familiar) y la población marginal–, se llega al 71,9% del total de la población.

La ciencia económica y el desempleo

El desempleo es un fenómeno consustancial de las economías capitalistas. No se trata de una “falla de mercado” fruto de la ausencia de competencia, información poco transparente o rigideces. Ni siquiera es consecuencia de una mala política económica del gobierno de turno, aunque esta puede agravarlo. Es, por el contrario, un resultado característico de la propia dinámica de la acumulación del capital. No se puede escapar de él mientras rija este régimen social de producción.

Son las condiciones sociales que presupone y sobre las que se mueve y potencia la acción del capital en la producción las que generan el desempleo. Su tendencia característica de revolucionar y tecnificar constantemente la base productiva de la economía tiene como resultado inevitable la expulsión de enormes contingentes de trabajadores de esta esfera, generando así una sobrepoblación relativa –o “ejército industrial de reserva”– de carácter permanente.

Esta no es solo –como sostiene el keynesianismo– un despilfarro de recursos, en el sentido de que gente que pudiendo y queriendo –o más bien, necesitando– trabajar, no lo hace. Sí, es eso. Pero es también una condición necesaria para las sucesivas expansiones de la economía. Es un grupo de potenciales trabajadores que constituyen materia dispuesta y disponible para ser explotada por el capital en cualquier momento. Presionan además a los que se encuentran en servicio activo, recordándoles en cada momento que sus demandas no pueden traspasar ciertos límites que la búsqueda de ganancias le impone a la actividad económica so pena de seguir sus pasos.

Las cifras de desocupación a la luz de las clases sociales

Como fenómeno característico del capitalismo, el desempleo afecta con particular fuerza a la clase obrera.

Bajo los mismos criterios que el INE establece para la determinación de la tasa de desocupación para toda la población, se observa que entre las clases asalariadas la obrera destaca por sobre el resto. De hecho, a excepción de los rentistas y la población marginal, es la única clase social cuya tasa de desocupación se sitúa por sobre la del promedio nacional. Así, si en el trimestre móvil de octubre-diciembre de 2017 la tasa de desocupación nacional alcanzó un 6,4%, en el mismo período este indicador se situó en un 9% para la clase obrera. Esto es una tasa 40,3% superior al del promedio nacional. Si hiciéramos la extrapolación simple usando las últimas cifras publicadas por el INE se llegaría a una tasa de desocupación que rondaría el 10,2% para la clase obrera.

Lo anterior, sin embargo, no agota el problema. La definición oficial de desocupación no hace del todo justicia a la categoría de “ejército industrial de reserva” mencionada anteriormente.

En efecto, bien puede hacer un grupo de personas fuera de la clase obrera que, aun estando ocupada según el criterio de la estadística oficial, estarían dispuestas a incorporarse a esta. Esta sería la situación de una parte importante de los ocupados del resto de las clases populares -y qué decir de aquellos miembros desocupados de estas mismas clases–. Por ejemplo, la pequeña burguesía tradicional, la tercera en importancia numérica en la sociedad chilena, constituye más que nada una clase social de “refugio” en la que termina la población que ha sido expulsada o no encuentra cabida en la producción capitalista, emprendiendo finalmente algún tipo de actividad de sobrevivencia más que un trabajo realmente productivo.

Una manera de acercarse a la sobrepoblación relativa obrera es concibiéndola como un conjunto de personas ordenada en distintos niveles o “anillos” concéntricos que ejercen presión sobre los miembros ocupados de la clase obrera.

Así, el primer “anillo” estaría constituido por los desocupados de la propia clase, unas 350 mil personas. El segundo anillo vendría dado por los desocupados del resto de las clases populares, alrededor de 89 mil personas. El tercero, compuesto por los miembros inactivos de las clases populares que potencialmente estarían dispuestos a trabajar, abarcaría unas 513 mil personas. Y, finalmente, los ocupados de las clases populares no obreras que buscan otro trabajo con mejores condiciones, unas 150 mil personas. En base a esto, el ejército industrial de reserva que gira en torno a la clase obrera habría alcanzado, en 2017, en términos gruesos, los 1,1 millones de personas. Esto es, cerca de un tercio del total de ocupados de dicha clase.

Pobreza y clases sociales

Como bien se sabe, el desempleo, se relaciona directamente con el pauperismo que aqueja a las clases populares, y especialmente a la clase obrera. Por lo mismo resulta interesante hacer la conexión con las recientes cifras de pobreza dadas a conocer por el gobierno.

De acuerdo a los resultados de la encuesta Casen 2017, el 8,6% de la población en Chile reporta ingresos por hogar De esa cifra, 6,3% corresponde a población pobre y 2,3% a pobres extremos.

Ahora bien, tomando como referencia la información del INE, y considerando solo los ingresos provenientes del trabajo y la propiedad más jubilaciones que aportan los distintos miembros del hogar, la proporción de la población que queda por debajo de la línea de la pobreza alcanza el 22,1%. Si bien contribuyen a cerrar la brecha entre esta cifra y el 8,6% reportado por la Casen, se excluyeron del análisis los ingresos de naturaleza distinta a los antes descritos, tales como pensiones, subsidios, subvenciones estatales y transferencias, ya que en estricto rigor estos caen más bien dentro de la beneficencia social –tanto pública (pensiones básicas solidarias) como privada (donaciones de otros hogares)–, antes que en el de ingresos derivados del esfuerzo productivo presente y pasado de los miembros del hogar.

Lo interesante, sin embargo, es notar la especificidad social que la pobreza exhibe, y cómo esta golpea con distinta fuerza a las distintas clases sociedad chilena.

Si bien dentro de las clases populares la obrera es la que, después del funcionariado público, menores niveles de pauperismo exhibe, aun así la importancia relativa de su componente no pobre (75,9%) queda bastante lejos del de las clases dominantes (alrededor de 97%). En general, este componente se sitúa entre 20 y 24 puntos porcentuales por debajo del de aquellas clases, cuyos miembros casi en su gran mayoría logran escapar de la pobreza. Inclusive con respecto a las clases medias el componente no pobre obrero queda significativamente rezagado (17,9%).

Por otra parte, dentro de las clases populares insertas en el proceso de la producción social (o sea, excluyendo a la población marginal), es la pequeña burguesía tradicional la que mayores niveles relativos de pauperismo muestra, confirmando así su condición de “refugio” para la sobrepoblación relativa obrera.

De este modo, tanto por el tamaño de estas clases como por la particular fuerza con que les pega, la pobreza en Chile es esencialmente un fenómeno obrero y pequeñoburgués tradicional. En cifras redondas, 77 de cada 100 personas cuyo ingreso per cápita por hogar no superó la línea de la pobreza en 2017 provinieron de la clase obrera y de la pequeña burguesía tradicional. Esa era la forma social de su inserción en la actividad productiva del país.

El lugar del desempleo en el capitalismo, alcances para la política

En 1943, el famoso economista polaco Michal Kalecki realizaba una sugerente reflexión sobre el rol del desempleo en las sociedades capitalistas.

En el caso de que efectivamente existiera una solución para el desempleo en el capitalismo –y los trabajos de Kalecki sugieren que él era de la idea de que esto es al menos teóricamente posible–, y aun siendo conocida por el gobierno, esta no sería implementada. ¿Por qué? Porque el desempleo no es solo un fenómeno económico, cumple también una función política en las sociedades capitalistas: es un mecanismo que permite disciplinar a los trabajadores. De alcanzarse el pleno empleo este dejaría de actuar, perdiendo su efectividad.

Por lo mismo, sospechosa resulta la promesa de quienes pretenden cambiar sustancialmente la realidad capitalista desde el Estado. En el caso del desempleo, su verdadera solución está fuera del alcance de toda política pública que cualquier Estado burgués pueda implementar, por más democrático y ciudadano que este sea, incluso si a la cabeza de este se encontraran Jackson, Boric y sus amigos frenteamplistas.

* Economista chileno, asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, estrategia.la)


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