Brasil entre el orden de Bolsonaro y el progreso democrático – Por Camila Vollenweider y Amílcar Salas Oroño
Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.
El deterioro institucional que trajo el desplazamiento de Dilma Rousseff de su legítimo mandato supuso una desestructuración tal del sistema político que hoy es lo que explica que Jair Mesías Bolsonaro (PSL) esté donde está. Es cierto que Bolsonaro no es una figura que nació políticamente hace dos años con el impeachment a Dilma: va por su séptimo mandato como diputado. Tampoco es que saltó a la consideración de presidenciable de la nada: en la última elección del 2014 fue el diputado más votado de Río de Janeiro. Pero su situación de presidenciable fue posibilitada por dos tendencias que el golpe parlamentario del 2016 favoreció, incluso saliéndose del libreto.
Por un lado, la brutal estigmatización –antes, durante y con posterioridad al impeachment– del Partido dos Trabalhadores (PT), Lula, Dilma y la izquierda en general, como responsables últimos de todos los problemas ocurridos en el país. Fue (y sigue siendo) una operación ideológica con todo tipo de metodologías y compromisos –fake news, redes sociales, O Globo, ONG’s y el Departamento de Justicia de EE.UU. prestando sus servicios a una estructural maniobra de lawfare-, que dejó el terreno tan devastado que el discurso “antipolítico” comenzó a abrirse cada vez más espacio, resignificando hacia discursos derechistas aquello que había sido enunciado en los movimientos de junio del 2013. Por otro lado, el Gobierno de Michel Temer fue tan desastroso (económica y socialmente) que el descontento no sólo cayó sobre su oscura figura y sus más inmediatos aliados, sino que el descrédito también se esparció sobre los golpistas que lo acompañaron, incluyendo al Partido de la Socialdemocracia Brasileña (PSDB).
Esto es lo que explica, también, por qué Jair Bolsonaro está en alta estima desde hace dos años (entre un 16%-19% de las intenciones de voto): el PSDB ya no tiene la posibilidad de mostrarse como una alternativa de “renovación” y “cambio”; el rol político que cumplió en el último tiempo y el desprestigio de una parte de sus dirigentes -como su último candidato a presidente, Aécio Neves- ya no se lo permiten.
En campaña habrá que ver, también, qué sucede con los expedientes de Bolsonaro que se tramitan en el Supremo Tribunal Federal (STF) a propósito de dos causas (una por racismo y otra por apología del delito contra la mujer)[i] que grafican de manera ejemplar lo que es el candidato: la reacción conservadora en persona. En este sentido, también es preocupante que Steve Bannon -el estratega político que ayudó a Donald Trump en su campaña presidencial- comience a colaborar con Bolsonaro, tal como lo admitió su hijo Eduardo hace unos días[ii]; en especial por el impacto que puede llegar a tener sobre los sentidos comunes democráticos de los electores.
Los números de Bolsonaro
Las encuestas sobre intención de voto realizadas desde que se inició formalmente la contienda electoral sitúan a Jair Bolsonaro siempre dentro de los punteros, tendencia ya adelantada por estudios anteriores; es un fenómeno, como se señalaba, que se verifica desde hace casi dos años. Los resultados divulgados por CNT/MDA[iii] el pasado 20 de agosto muestran un leve crecimiento de Bolsonaro respecto de la encuesta del mes de mayo: de 16,7% a 18,8%, en un escenario con Lula (todavía) en la carrera electoral. El voto en blanco y el nulo suman el 14,3% y los indecisos representan casi el 9%. En un escenario donde Lula no concurre, del total de sus votos, el 6,2% sería transferido a Bolsonaro, ganando 2,3 puntos porcentuales en intención de voto (31,3% al voto en blanco o nulo, casi 17% quedaría indeciso, 17,3% a Haddad, casi 12% hacia Marina Silva, 9,6% a Ciro Gomes y 3,7% para Alckmin). En los escenarios de una segunda vuelta donde Bolsonaro disputa, empataría técnicamente con Marina Silva (29,3% vs. 29,1%), y Ciro Gomes (29,4% vs. 28,2%), y vencería a Geraldo Alckmin (29,4% vs. 26,4%).
La última encuesta de Datafolha, publicada el 22 de agosto, muestra tendencias similares para la primera vuelta.[iv] En un escenario (todavía) con Lula en la contienda, éste vencería con el 39% de los votos, en tanto Bolsonaro lo secundaría con el 19%. Sin Lula, Bolsonaro lidera con el 22%, seguido por Marina Silva (16%) y Ciro Gomes (10%), todos con una intención de voto bastante mayor que la registrada en la encuesta anteriormente mencionada. En una segunda vuelta, Bolsonaro pierde en casi todos los escenarios simulados, a diferencia de la encuesta realizada por CNT/MDA: con Marina Silva (45% vs. 34%), con Alckmin (38% vs. 33%) y con Ciro (38% vs. 35%); sólo le ganaría a Haddad, por 11 puntos porcentuales (38% vs. 29%). Uno de los elementos importantes que hay que considerar respecto de Jair Bolsonaro es que tiene el nivel de rechazo más alto de entre todos los candidatos (39%), seguido por Lula (34%), Alckmin (26%), Marina Silva (25%), Ciro (23%) y Haddad (21%).
La encuesta más reciente es la de XP/Ipespe, dada a conocer ayer 31 de agosto,[v] muestra que (aún considerándolo como candidato) Lula lidera con 33% y Bolsonaro ocuparía el segundo lugar, con el 21%. Sin Lula en una primera vuelta, Bolsonaro lleva la delantera (23%) y Marina Silva lo secunda, con 10 puntos porcentuales menos (13%). Le siguen Ciro (10%), Alckmin (9%) y Haddad (6%). Sin embargo, -y esta es una de las novedades que revela el estudio- cuando se presenta a Haddad como el candidato indicado por Lula, la intención de voto para el ex prefecto de San Pablo salta a 13% y Bolsonaro desciende 2 puntos porcentuales (21%); en este escenario, Marina Silva y Ciro Gomes empatan con 10% y Alckmin queda con el 8% (blancos, nulos e indecisos liderarían la contienda, en tanto suman 24%). Según la encuesta, Bolsonaro empata técnicamente con Haddad en segunda vuelta (37% vs. 34%), con Ciro (34 vs. 32) y con Marina (37% vs. 34%), y perdería (todavía) con Lula (45% vs. 34%) y con Alckmin (35% ambos). Y aquí, de nuevo: en cuanto a los niveles de rechazo, Bolsonaro lidera con el 61% (estaba en 53% en julio para la misma consultora), le sigue Marina Silva con el 60% y empatan en tercer lugar Lula y Alckmin con 59%. Haddad es el que menos rechazo genera (59%).
En líneas generales hay que advertir lo siguiente: Jair Bolsonaro ocupa un lugar más sólido que el que ocupó, por ejemplo, Marina Silva (como tercera en disputa entre el PT y el PSDB) en las últimas elecciones presidenciales del 2010 y 2014. No se ha reducido su porcentaje, por el momento. Habrá que ver si el período –que se inicia hoy 1 de septiembre- de horario gratuito de campaña en televisión modifica este piso y profundiza la tendencia de la última encuesta de XP/Ipespe aludida, ya que el candidato del PSDB, Gerardo Alckmin, tiene casi la mitad del tiempo total para su promoción
¿Por qué Bolsonaro?
Más allá de lo indicado respecto de Bolsonaro en tanto candidato a presidente -como efecto de una descomposición del sistema político brasileño de los últimos años- hay algo de su figuración pública que se emparenta con características genéricas que también se registran en otras latitudes. Se trata de la irrupción de figuras ideológica y comunicacionalmente disruptivas en un “orden” político, social, económico y moral crecientemente cuestionado, donde grandes mayorías sociales demandan un “cambio” en el sistema, cansadas de la falta de respuesta a sus necesidades cotidianas, de la inexistencia de un futuro que ilusione y de una clase política en total descrédito.
“El mito”, como gustan llamar a Bolsonaro sus seguidores, es, en el Brasil de hoy, un megáfono de ese descontento para una nada despreciable porción de la población. En un país que tiene algunas de las ciudades más violentas del mundo, tasas altísimas de femicidios y travesticidios, y una desigualdad socioeconómica profunda y en ascenso, no es de extrañar la “estrella” de un aparente antisistema.
Pero tiene que quedar claro que Jair Mesias no quiere un cambio de sistema: busca reforzarlo y quitar del medio todos los obstáculos (léase, derechos) para un desarrollo irrestricto del mismo: propone privatizaciones masivas, un “superministerio” de economía, reducir aranceles a las importaciones, achicamiento del gasto público y otras medidas en la misma dirección. En dicho plan, los derechos laborales (ha dicho que la gente tiene que optar entre derechos y empleo) y sociales son un palo en la rueda, y los derechos humanos y civiles tendrían menos importancia aun. Su gran activo es haber convencido a muchos brasileños, con sus bravuconadas, que restaurará el “orden” social y moral que “los de siempre”, progresistas y liberales, han destruido; de allí que su crítica sea (como los fascismos originarios de los años ’20 europeos) vehemente contra la izquierda y, también, contra los liberales del PSDB, al margen de estar pendiente de cómo puede asegurar que sus votantes se queden con él.
Consideraciones finales
A pesar de sus grandes posibilidades de alcanzar una segunda vuelta electoral, Bolsonaro tiene importantes limitaciones: altos índices de rechazo (que escalan entre el electorado femenino por su conocida misoginia), ausencia de acuerdos con otros partidos de cara a la gobernabilidad (en un país presidencialista de coalición), y con un abanico de contrincantes menos polarizantes que -salvo Haddad, dada la proscripción de Lula- podrían ser, también, del agrado del establishment, como la propia Marina Silva. Tiene a su favor el hecho de que, de un tiempo a esta parte, buena parte del establishmenteconómico (sobre todo cuando la candidatura de Lula era una posibilidad más efectiva y habrá que ver lo que sucede tras la impugnación resuelta por el Tribunal Superior Electoral) lo estaría viendo cada vez con mayor agrado. Así lo admitió hace poco el presidente de la Confederación Nacional de Industria (CNI), Robson Braga de Andrade: “Bolsonaro no asusta al empresariado” [vi].
De convertirse en el candidato de las élites, la situación pasa a ser aún más preocupante para democracia brasileña, por la fuerza que podría comenzar a tener la candidatura de Jair Bolsonaro en el último tramo de la campaña. Todavía no está muy claro socioeconómicamente como es/sería el electorado que lo acompaña; por el momento, los ricos y escolarizados lo eligen[vii]. Habrá que estar atentos a la proyección que pueda lograr en los sectores populares.
[ii] https://www.revistaforum.com.br/steve-bannon-marqueteiro-de-trump-vai-assessorar-bolsonaro/
[iii] http://www.cnt.org.br/imprensa/noticia/cnt-divulga-resultados-137-pesquisa-cnt-mda
[iv] https://g1.globo.com/politica/eleicoes/2018/eleicao-em-numeros/noticia/2018/08/22/pesquisa-datafolha-lula-39-bolsonaro-19-marina-8-alckmin-6-ciro-5.ghtml
[v] https://www.revistaforum.com.br/rejeicao-a-bolsonaro-bate-61-e-haddad-ja-empata-com-capitao-em-2o-turno/
[vi] https://noticias.uol.com.br/politica/eleicoes/2018/noticias/bloomberg/2018/07/17/bolsonaro-nao-assusta-empresariado-afirma-presidente-da-cni.htm
[vii] https://epoca.globo.com/apoio-da-elite-explica-taxa-de-votacao-em-bolsonaro-mostra-pesquisa-22998810